Desafortunadas combinaciones…
Por Jaime Torres Gómez
El
tercer programa de abono de la Filarmónica de Santiago
estuvo “transmutado” a la denominada
“Filarmónica
Pops”, extensión nominal desde la agrupación musical base del Teatro
Municipal capitalino.
Así,
la “Filarmónica Pops” -virtual
denominación de la misma institución-
responde a un perfil de promoción de repertorios clásicos masivos y/o populares
para capturar audiencias no cultoras (o menos conocedoras) del ámbito de la
música clásica o de tradición escrita, constituyendo una interesante opción. Y
en tal dirección, reviste plena lógica
disponer de un abono específico para
ese segmento de público y no vinculado (o bien anexo) al de la orquesta principal, a menos que sus
programas se avengan a la tradición de la Filarmónica
misma.
Corriendo
el riesgo de insertar esta presentación al ciclo
filarmónico, combinando piezas de música
popular per se con algunas obras
doctas, y luego de experimentar in situ tal mixtura, a la postre esta propuesta resultó extemporánea al perfil
histórico de los elencos estables del Municipal
de Santiago, confluyendo una multiplicidad de elementos de irreconciliables
acercamientos…
Con
la sugestiva denominación “Sabrosas Combinaciones”… a priori
podría haberse discurrido por un genuino derrotero entre la “música popular” con la llamada “clásica” en base a relaciones
estéticamente coherentes. De hecho, muchas orquestas se han abierto tocar con conjuntos y solistas del ámbito popular, recordándose vivamente los
casos de Sting con la Sinfónica
Nacional o Raphael de España con la Filarmónica
de Chile, ambos en el Festival de la
Canción de Viña del Mar, o bien el trabajo de grabación de música de Vicente
Bianchi realizado por la Orquesta
de Cámara de Chile, entre varios ejemplos locales. Incluso, se recuerda
una presentación de Américo junto a la
Filarmónica de Santiago en el mismo Municipal,
respondiendo todos estos casos a parámetros lógicos de focalización y contexto.
En
el caso de estas “Sabrosas…”, se trató de una sinuosa
promoción de una propuesta pseudo
dialogante entre lo popular con
lo docto, en base a una banda de prestigiosos músicos de formación docta chilenos
radicados en Europa denominada “Los
Pitutos”, dedicados al cultivo de baladas,
boleros, cumbias y bachatas, quienes
hegemonizaron su presencia en perjuicio de la misma Filarmónica (Pops…), cuya
mermada participación no hizo gala al protagonismo esperable a un programa de abono donde la agrupación
base marcara debida prestancia…
Empero,
sin restarle méritos a “Los Pitutos” como a sus arreglos
para un amplio orgánico orquestal del ámbito clásico, lo concreto que globalmente
el espectáculo no funcionó, no
obstante importantes logros individuales,
pero carentes de una sinergia (orquesta
y banda) traducida en un logro mayor.
Igualmente,
destacable la versión del atrapante Danzón N° 2 de Arturo Márquez, que abrió
la presentación, a cargo de los “popsistas filarmónicos” dirigidos
por su maestro residente Pedro-Pablo Prudencio, asimismo el Nocturno
Op. 35 N° 10 de Reinhold Gliere, con el
extraordinario cornista Matías
Piñeira (integrante de Los
Pitutos y solista principal de la famosa München Philarmoniker), el aria Una furtiva lagrima de la
ópera El Elixir de Amor de Gaetano Donizzetti, con Álvaro
Zambrano (solvente tenor y vocalista de la banda) y una deslumbrante
intervención del percusionista Cristián
Betancourt en la obra Caritas de Michael Burrit.
Del
resto de las piezas, la inorgánica artillería de baladas, boleros, cumbias y bachatas
(alrededor de tres cuartos del programa…), de parcial disfrute, y no logrando
en su conjunto imponer un sello genuinamente idiomático, percibiéndose, a la
postre, completa extemporaneidad…
En suma, un programa con desafortunadas combinaciones, que evidenció un irreconciliable divorcio entre lo popular y lo docto, al no existir un correlato estético catalizador de “gustos reunidos
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