Triunfales estrenos y
conquistas…
Por Jaime Torres Gómez
No
sería hiperbólico afirmar que el
último concierto de la Sinfónica Nacional sea, quizás, el hito musical más relevante del 2022…
La
progresiva rearticulación de las
artes escénicas y musicales con público presencial es palmario, pudiéndose hoy en día
visualizar una variopinta oferta de
propuestas artísticas casi en niveles
pre-pandemia, lo que es esperanzador para los artistas, instituciones
culturales y al mismo público.
En
este contexto, nuevamente en el Teatro Municipal de Las Condes -de
privilegiado emplazamiento y excelentes condiciones para una amplia gama de
espectáculos-, arribó la Sinfónica
Nacional con su tercera presentación del año en dicho espacio, junto a un
importante programa de estrenos que
dio cuenta de un celebrado criterio
de avance en propuestas con
importante valor agregado.
Dirigida
por su excelente maestro titular, Rodolfo Saglimbeni, nuevamente exhibió
su solvencia musical, obteniendo respuestas de completa excelencia a lo largo
de un contrastado programa con transversales cruces estéticos y de épocas.
Abrió
con una extraordinaria versión de la Obertura de la ópera “La
Flauta Mágica” de W.A. Mozart, de habitual
(demasiada…) programación local. Grandes logros en equilibrio sonoro,
matizaciones, dinámicas y ajuste grupal. Gran belleza sonora, afinación y recio
carácter en la sección central con los tres
acordes de Sarastro. Un inapelable
triunfo estilístico y lección de buen gusto global.
Después
de tres años de infructuosa
concreción ante múltiples causas más la llegada de la pandemia, arribó el
esperado estreno en Chile del notable Concierto para Piano del polaco Witol Lutoslawski (1913-1994).
Compuesto en plena madurez (a fines de los 80), esta obra sintetiza en buena
parte el recorrido creativo del compositor, cruzando estilos (poliestilístico
carácter) y reflejando un auto da fe
artístico y de vida. Destacable la cercanía auditiva hacia un amplio arco de oyentes más un celebrado idiomatismo del instrumento solista
(Lutoslawski fue un dotado pianista). A lo largo de sus 4 movimientos (sin
interrupción e identificados con abruptos cambios de dinámica, tempo y carácter),
dibuja lúdicamente distintos cambios anímicos, requiriéndose una
comprensión más allá de las notas por parte de sus intérpretes.
Con
un triunfal cometido, el destacado pianista nacional Luis Alberto Latorre
demostró absoluta profundidad interpretativa, con una entrega diáfana y de
completo ajuste. Impactante la hermosura
de toucher más un soberbio manejo de las gradaciones de planos sonoros. Por su parte, el alado complemento
de Saglimbeni constituyó otro triunfo
cabal, logrando completa adhesión de
los sinfónicos en ajuste grupal y
calidad de sonido. El público, en estado de éxtasis, justipreció el hito con
interminables aplausos, logrando del connotado
solista un encore con una entrega
impactante de “La Mirada del Padre”, de Olivier
Messiaen, absolutamente ad hoc para el hito.
Finalizó
el programa con Tema y Variaciones de la Suite N° 3 de P.I. Tchaikovsky, al
parecer estreno local. Cabe señalar que esta pieza es la última parte de la Tercera Suite, siendo una composición
previa e independiente, disponiendo de todos los méritos para ofrecerse como
otra obra. Con una directa alusión a música de ballet (como toda la suite), se habían hecho extractos de la misma
en Chile para algunas coreografías, pero sin registros en programas de
conciertos, tanto la suite como la pieza ofrecida.
Saglimbeni, autorizado intérprete de la música
de Tchaikovsky, ofreció una versión
pletórica de enjundia y claridad discursiva, obteniendo nuevamente un resultado
de primer orden de la decana orquestal
del país, esperando prontamente escucharle la Suite completa. Grandes logros solísticos (deslumbrante el solo de violín de Héctor Viveros)
y de conjunto.
En suma, una presentación de triunfales estrenos más una consolidación en la reconquista de nuevos repertorios relegados tras la llegada de la
pandemia, avizorando un esperanzador
futuro en la vida musical del país…
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