Espectacular concierto de la
Sinfónica Nacional junto al Polifónico en el CCK
ESTILO
Y TALENTO CON SELLO PROPIO
Martha
CORA ELISEHT
No
es frecuente que dos o más entidades de la Dirección Nacional de Organismos
Estables ofrezcan un concierto en forma conjunta, pero cuando esto sucede
representa no sólo un logro por parte de dicho organismo estatal, sino también
una fiesta para el público que asiste. En este caso, la Orquesta Sinfónica
Nacional y el Coro Polifónico Nacional se presentaron conjuntamente en un
concierto sinfónico coral que tuvo lugar en la Sala Sinfónica del Centro
Cultural Kirchner (CCK) el pasado miércoles 22 del corriente, con la
participación de Manuel Quiroga (violín). La dirección orquestal estuvo
a cargo de Emmanuel Siffert y la coral, de Antonio Domeneghini, en un programa
formado por las siguientes obras:
-
La Bruja de Atlas- Granville
BANTOCK (1868-1946)
-
Concierto n°5 para
violín y orquesta en La mayor “Turco”, K.219– Wolfgang
A. MOZART (1735-1791)
-
Sinfonía n°6 “Coral”- Eduardo
ALONSO CRESPO (1956) (estreno)
Basada
en el poema homónimo de Percy Shelley, Sir Granville Bantock compuso el poema
sinfónico La Bruja de Atlas en 1902. Lleva en número 5 de esta serie y
es una obra de exquisita musicalidad en estilo romántico tardío, que se inicia
con un solo de violín apoyado por un trémolo en cuerdas hasta la entrada
del corno inglés y clarinete en contrapunto, seguido por solos a cargo del
violoncello y la viola. La línea cromática continúa con un glissando que
crea cierto clima romántico con aire de misterio -por momentos, recuerda a
Glazunov o Rachmaninov-. Posteriormente, le sigue un tema intensamente
dramático introducido por el cello y seguido por un acorde fff (fortissimo) por
parte de la orquesta hasta que el solo de arpa retoma la calma tras la
tormenta. El cello vuelve a introducir el tema romántico inicial tras el solo
de arpa en tomo mayor, que contrasta con el tutti orquestal en tono
menor. Finalmente, la obra se cierra con capitulación del tema romántico
inicial. No sólo Siffert le sacó brillo a la Sinfónica en todo su conjunto,
sino que los instrumentos solistas tuvieron una destacadísima labor (el concertino
Daniel Robuschi, el cellista Diego Sánchez, el violista y la arpista
Adriana Ruiz Scheira). La labor desempeñada por los músicos se vio coronada por
numerosos aplausos.
Mozart
compuso su célebre Concierto en La mayor para violín y orquesta K.219 entre
1775 y 1780, pero aún no se sabe con certeza para quién fue escrito. El mote de
“Turco” se debe al contraste en los pasajes del último movimiento con
respecto de la música de dicho país. Consta de la clásica estructura en 3
movimientos (Aperto: Allegro- Adagio/ Adagio/ Rondó- Tempo di Minuetto), donde
el solista Manuel Quiroga hizo gala de su fraseo y maestría, mientras que Siffert
logró un sonido muy equilibrado y compacto. Los solos y cadencias centrales por
parte del instrumento solista estuvieron ejecutadas con suma precisión, al
igual que la entrada en el Rondó final, con un perfecto acompañamiento
por parte de la orquesta.
La
Sinfonía n°6 “Coral” Op.35 del compositor tucumano Eduardo Alonso Crespo
fue compuesta por encargo de la Orquesta Sinfónica Nacional en 2019 y consta de
dos movimientos, que narran el conflicto persistente entre los recursos
naturales y el derecho a la posesión de la tierra versus la codicia humana en
aras de un crecimiento económico desmedido, que a la larga lleva a la
depredación y destrucción del medio ambiente. Esto se ve plasmado en los dos
movimientos de la obra: Adagio contemplativo – que narra la belleza de
la Tierra y la concepción de los pueblos originarios respecto a vivir en paz y
en armonía con la Naturaleza- y un Allegro furioso -caracterizado por la
destrucción de los recursos naturales- que contiene un mensaje: “El hombre puede salvar a tiempo su destino
si vuelve a sus raíces”. Este magnífico verso del poeta y músico salteño
Marcelo Sutti -miembro fundador de la Orquesta Sinfónica de Salta- lo coloca en
la voz del coro. Los textos pertenecen al mencionado poeta, a Gradual Romano y
al propio compositor y la sinfonía tiene una duración aproximada de 25 minutos.
La orquestación comprende cuerdas, timbales, percusión, dos flautas con piccolo,
dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, cuatro cornos, tres trompetas, tres
trombones, tuba y arpa, además del coro a 4 voces. El Adagio contemplativo se
inicia con un glissandi a cargo de las cuerdas, seguido por percusión
hasta que la flauta solista toma la melodía -muy buena labor de Patricia Da
Dalt al respecto- previamente a la entrada del coro (“Secando los sabores
del rocío”). Posteriormente, un poderoso tutti orquestal exalta a la
Naturaleza en todo su esplendor con una melodía con ribetes de ritmos
folklóricos del Norte argentino y música andina en línea romántica. En el
presente caso, Emmanuel Siffert supo imprimir con sello propio el mensaje del
compositor, logrando un muy buen equilibrio entre las 4 voces del coro y
también, entre este último y la orquesta mediante una excelente marcación y
precisión en las entradas de los instrumentos y del coro. La melodía posee un
bellísimo solo de oboe -magistral interpretación de Rubén Albornoz- que marca
el amanecer hasta la aparición de un segundo tema -más melódico y nostálgico,
introducido por las violas y los cellos hasta la intervención del coro (Canción
del Ceibo)-. Desemboca en un crescendo orquestal que se desvanece
paulatinamente para dar paso al coro. En cambio, el Allegro furioso se
inicia con un poderoso tutti a cargo de las cuerdas, percusión y
trombones antes de la intervención del coro que revela la cruda realidad de la
desvastación causada por la codicia humana (Dies Irae). Un solo de
flauta toma la melodía previamente al stacatto en cuerdas para poder
luego intercalar el canon del coro a 4 voces (bajos/ tenores/
contraltos/ sopranos) (“Miren la tierra dolida”). Un cantábile en
cuerdas remonta a la sensación de calma tras el caos producido por la
destrucción del medio ambiente. Por el contrario, la esperanza está dada por el
solo de violín y viola en contrapunto con otro canon coral (“Un canto
de resurrección”; “Música de la mañana”) hasta el stacatto orquestal
donde el coro canta el mensaje principal de la obra (“El hombre puede salvar
su destino si vuelve a sus raíces”). La sinfonía cierra con un ostinato que
desemboca en un tutti orquestal amalgamado con el coro. La preparación de
este último a cargo de Antonio Domeneghini fue magnífica, al igual que la
impecable dirección de Siffert. La obra fue muy bien recibida por el público y
el Auditorio Nacional estalló en aplausos. Y como no podía ser de otra manera,
el director invitó al compositor a subir al escenario.
Después
de muchos traspiés, inconvenientes, retiro de músicos y situaciones de crisis
que llegaron al límite antes de la pandemia, la Sinfónica Nacional ha resurgido
de sus cenizas. El hecho de contar con una mayor estabilidad laboral, una mejor
remuneración económica -merced al convenio laboral logrado entre el Ministerio
de Cultura de la Nación y la Dirección Nacional de Organismos Estables-, contar
con el CCK como sede propia y los nombramientos a concursos para establecer
cargos vacantes son factores que han permitido esta recuperación y que a la
vez, le permite abarcar un repertorio sinfónico mucho más amplio, con mayor
cantidad de instrumentistas y por lo tanto, poder estrenar obras como esta
última. Uno de sus principales objetivos es la difusión de la música de
compositores argentinos -tanto estrenos como obras ya conocidas- y lo está
cumpliendo con creces durante el transcurso del corriente año. Por su parte, el
Polifónico canta cada vez mejor. Es un lujo poder escuchar en forma conjunta a
la mejor orquesta y uno de los mejores coros del país para lograr y plasmar
proyectos en común.
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