Actuación algo despareja en el
Ciclo de Abono de la Filarmónica en el Colón
A
BUEN ENTENDEDOR, POCAS PALABRAS
Martha
CORA ELISEHT
A
fines del presente año culmina la vinculación de Enrique Arturo Diemecke como
director de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA), tras estar al
frente de la misma durante prácticamente 20 años. Luego de varios conciertos
durante el presente Ciclo de Abono donde participaron directores invitados, el
mexicano volvió a tomar la batuta el pasado viernes 1° del corriente al frente
de la misma durante su Ciclo de Abono en el Teatro Colón, con la participación
del guitarrista Pablo Sáinz- Villegas como solista.
El
programa estuvo comprendido por las siguientes obras:
-
Suite de “Don Quijote
en las bodas de Camacho”- Georg Phillipp TELEMANN
(1681-1767)
-
Concierto de Aranjuez-
Joaquín RODRIGO (1901-1999)
-
“Noche Transfigurada”,
Op.4- Arnold SCHÖNBERG (1874-1951)
Durante
el desarrollo del presente concierto se supo acerca del fallecimiento de Pedro
Pablo García Caffi, quien fuera director general del Colón entre 2009 a Enero
de 2015, motivo por el cual se pidió un minuto de silencio en su memoria
seguido de un aplauso, como corresponde cada vez que muere un artista
Una
vez que los músicos tomaron su ubicación en el escenario, tras la
correspondiente afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier
Inchausti, Diemecke hizo su habitual presentación sobre el escenario con sus
consabidos gestos antes de tomar el micrófono para dar su habitual explicación
de las obras comprendidas en el programa -acto totalmente innecesario a juicio
de esta cronista, ya que el Colón cuenta con programas de mano impresos donde
se da una breve reseña de las obras, escrita por un músico-. Comenzó con la suite
de Telemann, que pertenece a una ópera compuesta en 1761, cuando el compositor
tenía 80 años y que permite disfrutar de sus principales números: el sueño de Don
Quijote, la aventura contra los molinos de viento, la aparición de Dulcinea
del Toboso, la cabalgata junto a Sancho Panza y la escena final,
donde Telemann emplea elementos humorísticos. En este caso, se empleó una
orquesta de cuerdas con acompañamiento de clave -a cargo de Felipe Delsart-,
que sonó correctamente, pese a que hoy en día, se prefiere la música barroca
con orquesta reducida, instrumentos de época y cuerdas de tripa para recuperar
su sonido característico.
Posteriormente,
luego del ingreso del guitarrista Sáinz- Villegas, Diemecke tomó nuevamente el
micrófono para decir unas breves palabras sobre el celebérrimo Concierto de
Aranjuez para introducir la presentación de la obra y el significado de sus
movimientos por el solista -algo nunca visto por quien escribe sobre el
escenario del Colón tras 45 años de concurrencia-. ¿Desde cuándo un
instrumentista tiene que dar explicaciones sobre una obra?... Un intérprete no
debe emitir palabras, sino tocar correctamente su instrumento, cosa que sí
sucedió desde los primeros compases del Allegro con spirito inicial en
ritmo flamenco, típicamente español. Lo bueno fue que el sonido de la orquesta
estuvo muy equilibrado para permitir el lucimiento de la guitarra, pero también
se destacaron los principales solistas de los diferentes instrumentos (Fernando
Chiappero en corno, Fernando Ciancio en trompeta, Mariano Rey en clarinete,
Natalia Silippo en oboe, William Thomas Genz en fagot y Gabriel Romero en
flauta, con una excelente labor en el 3° movimiento). Y sobre todo, la
bellísima introducción del corno inglés luego de los acordes de la guitarra en
el Adagio central -magnífico desempeño de Michelle Wong al respecto-. El
Allegro Gentile final -en ritmo de danza cortesana- también estuvo muy
bien logrado y el público aplaudió la labor de los músicos con creces, lo que
obligó al guitarrista a hacer un bis: la Jota de Francisco
Tárrega, que fue ejecutada de manera impecable por Sáinz- Villegas, que
demostró su maestría creando el efecto del redoblante punteando las cuerdas
sobre el puente. Un estallido de aplausos y vítores coronó la labor de este
gran músico español y fue lo mejor de la noche.
Luego
del intervalo, Diemecke volvió a dirigirse al público -ya sin micrófono- para
explicar Noche transfigurada de Schönberg y su historia. (A esta hora, la
paciencia de esta cronista ya estaba más que colmada y harta de tanta sanata
innecesaria). Basada sobre el poema homónimo de Richard Dehmel, es una obra
bisagra dentro de la historia de la música y fue compuesta en 1899 como sexteto
original para cuerdas. No es en sí una obra dodecafónica, sino postromántica,
donde se prescinde de un centro tonal estable sin caer en la atonalidad. La
música describe la caminata a la luz de la luna de una pareja por un bosque,
cuando ella le confiesa que espera un hijo de otro hombre. Tras una situación
de perplejidad y cierto rechazo ante tamaña noticia, finalmente existe la
comprensión, el perdón y la reconciliación. Posteriormente, Schönberg realizó
una transcripción para orquesta de cuerdas en 1917 y una última revisión en
1943 -que es la que se escucha en la actualidad-. La obra transcurre en 5
secciones sin solución de continuidad, donde la orquesta debe “cantar” para
expresar los sentimientos de los protagonistas. Pese al buen desempeño de las
secciones de cuerdas de la Filarmónica, le faltaron matices -en los cuales,
justamente se basa su riqueza- y por momentos, sonó tediosa y aburrida. Hubo un
buen dramatismo al principio y un final correcto, pero nada más. (En lo
personal, una prefiere la versión original para sexteto de cuerdas).
Cuando
alguien está a punto de terminar un ciclo, se esmera por dejar el mejor
recuerdo posible dentro de la institución para la cual trabajó. Pero cuando se
pretende tener un protagonismo que no se tiene, se cae en la interpretación de
un personaje que, a esta altura del partido, está tan desgastado que ya no
convence a nadie. En este caso, los refranes son la mejor expresión de la
sabiduría popular: Lo que Natura non da, Salamanca non presta. Y como
existen programas de mano donde se brinda una adecuada explicación de las
obras, si uno quiere profundizar, apela a las enciclopedias o a los libros,
pero no a las explicaciones vanas y fútiles. A buen entendedor, pocas palabras.
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