La
Sinfónica y su consolidación en Las Condes…
Por Jaime Torres Gómez
La revalorización de
la presencialidad de los espectáculos constituye una de las
más importantes lecciones de la pandemia, y potente elemento
de proyección ante la actual normalización de actividades.
En este contexto,
la recuperación y captación de nuevas audiencias ha sido real, como en el caso
del Teatro Municipal de Las Condes.
De hecho, conforme su ecléctico perfil, ha sido
asombrosa su ascendente curva de demanda de público, y
consecuentemente un buen barómetro de las preferencias
históricas del mismo, como a las adecuaciones (o
viabilidades) por impulsar propuestas innovadoras de las artes
musicales y escénicas.
Destacable
ha sido la virtuosa alianza de Las Condes con el Ceac (Universidad
de Chile), permitiendo expandir la presentación de sus cuerpos
estables, en base a una inteligente focalización programática hacia
un público -en su mayoría- que no se traslada al Teatro de la
Universidad de Chile.
Tras una
consolidada fidelización, nuevamente llega la Sinfónica Nacional (dependiente
del Ceac) al Municipal lascondino, en esta oportunidad dirigida
por David del Pino Klinge, recordado ex titular de
esta agrupación y actualmente de la excelente Orquesta Clásica de
la Usach.
Con
un programa afín a Del Pino Klinge -mayoritariamente
de repertorio hispano-, fue ideal para la alta concurrencia.
Iniciándose con el muy ofrecido Concierto de Aranjuez,
de Joaquín Rodrigo, contó con la participación del guitarrista chileno radicado
en Alemania Sebastián Montes, de magnífico recuerdo,
especialmente por sus participaciones en el prestigioso Concurso Dr.
Luis Sigall de Viña del Mar, siendo galardonado en dos
oportunidades.
Conforme
la trayectoria de Montes -esperándose importante rendimiento-,
al menos en la función del primer día se le percibió incómodo, quizás producto
del deficiente apoyo acústico del Sistema Constellation que
dispone el Municipal de Las Condes, no reflejando
la calidad (y calidez) de toque del destacado guitarrista.
Y si bien se ha tenido buena aplicación general, no es la primera vez que acusa
problemas para las cuerdas pulsadas (como en malogrados apoyos
al arpa de la Sinfónica en más de alguna
oportunidad…), debiéndose reenfocar su uso.
En el
caso de marras, no fue posible apreciar bien las texturas ante una completa
ausencia de homologación sonora, no
siendo fidedigno en timbres y colores, amén de un molesto desbalance (excesivo volumen de la guitarra), probablemente ante una insuficiente prueba acústica
previa. Y sin perjuicio de esta deficiencia,
la entrega de Sebastián Montes tuvo arrojo e idiomatismo, más un irreprochable apoyo del experimentado maestro invitado.
La
segunda parte consultó una largamente ausente Pastoral de Alhué,
del destacado compositor chileno Jorge Urrutia Blondel (1905-1981).
De amable carácter, y fiel reflejo de lo bucólico,
esta obra es un directo homenaje a Maurice Ravel. De acabado
tratamiento del color más una genuina
prevalencia de lo vernáculo ante lo europeizante (inteligente
inclusión de la guitarra con protagónicos rasgueos, como
evocativa imagen de Alhué, en la zona
central de Chile), se plasma gran
oficio en el manejo de la armonía y la orquestación.
Excelente
recepción del numeroso público, dando cuenta de buena valoración a la música de
compositores nacionales,
especialmente cuando es ofrecida con inteligente dosificación. Acertado enfoque global de Del Pino Klinge (quien
dispone de una excelente grabación), extrayendo toda la riqueza de colores y
carácter. Buena respuesta de conjunto y solistas, no obstante un desafortunado
cometido del importante solo del violín, con desafinaciones y
sinuosidades de fraseo…
Culmino
con una entusiasta versión de
las Suites 1 y 2 del
ballet El Sombrero de 3 Picos, de Manuel
de Falla. No es la primera vez que a Del Pino Klinge se
le ve en estas notables piezas, abordándolas con propiedad y obteniendo buen
ajuste general. Debida provisión del carácter castizo, no obstante ciertas rusticidades
que restaron colores, como a ratos algún desequilibrio sonoro y de ensamble,
aunque sin afectar las bondades de la entrega. Muy acertada la explicación
previa de la trama y su contexto histórico por parte del carismático director invitado. Y excelente participación de la
mezzo María José Ulibarri al comienzo de la Suite
N° 1.
En suma, una
presentación en plena sintonía al perfil del Teatro Municipal de Las
Condes, ideal para la captación de nuevos públicos y con respetables
resultados artísticos, a pesar del accidentado apoyo
acústico…
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