“Festivalazo” musical…
Por Jaime Torres Gómez
La continuidad de actividades de la Sinfónica Nacional casi no ha parado…, con
una permanente producción no sólo en su sede del Teatro de la Universidad de
Chile, expandiéndose (en Santiago) al Teatro Municipal de Las Condes, como
parte de un exitoso convenio entre ambas instituciones.
Anteriormente se ha hecho referencia a la creciente fidelización del público de Las
Condes, producto de una debida dosificación programática, redundando en una
gradual formación del mismo, amén de las inmejorables facilidades de acceso,
tanto en lo económico como a su privilegiado emplazamiento.
Denominado “Festival del Clarinete”, el reciente programa de la Sinfónica en
el Municipal lascondino contempló obras muy tradicionales, como el Concierto
para Clarinete de W.A. Mozart, junto a la Obertura de la ópera “Las Bodas de
Fígaro”, del mismo Mozart, y la Sinfonía N° 2 de J. Brahms.
Dirigida por su titular, Rodolfo Saglimbeni, nuevamente la decana agrupación dio
muestras de su buen nivel, realzándose más ante los autorizados requerimientos
de la batuta más la presencia de una reconocida figura internacional como solista.
A priori, a diferencia de anteriores presentaciones de la Sinfónica en este espacio,
felizmente en esta oportunidad existió una sustancial mejora en la aplicación del
Sistema Constellation, como amplificación de apoyo, no distorsionándose la
sonoridad propia de la orquesta.
En la primera parte, con un binomio de obras mozartianas, al comienzo si bien se
dio un anodino enfoque de la Obertura de Las Bodas de Fígaro -con tempi
quizás muy reposados más grueso espesor sonoro-, empero, hubo buen ajuste
general.
Seguidamente, haciendo gala al carácter “festivalero” a la denominación del
programa…, una triunfal versión del extraordinario Concierto para Clarinete del
genio de Salzburgo. Gran cometido del destacado clarinetista francés Florent
Héau, ofreciendo una de las versiones más entrañables en décadas presenciadas
localmente.
Con inapelable autoridad, Héau desentraña con profundidad y sin efectismo la
trama interna de esta obra, compuesta poco antes de morir y de cautivantes
claroscuros. Con homogénea línea e innegable belleza tímbrica, el fabuloso
clarinetista desplegó una galería de fraseos, matices y acentos de pleno sentido
interno, más notable sentido del todo. Y Saglimbeni, absolutamente colaborador y
en plena comunión artística con el autorizado solista. Gran calidad de sonido y
ensamble de los sinfónicos.
Luego de algunos años ausente en la Sinfónica, finalizó con una notable versión
de la Segunda Sinfonía de J. Brahms, obra siempre bienvenida. A diferencia de
las otras sinfonías brahmsianas, se trata de un paréntesis en carácter, más bien
asociado a lo “bucólico” (tal como en la Sinfonía Pastoral beethoveniana). De
atrapantes contrastes (con visos dialécticos), con motivos de dramáticos tintes y
otros de tierna amabilidad, finalmente prima un aura de jubiloso espíritu.
Gran lectura de Saglimbeni, de absoluta coherencia expositiva global y pletórica
en matices, hermosos fraseos, transparencias y gran progresividad expresiva.
Gran respuesta de los sinfónicos, traducido en un triunfo artístico inapelable, y
debidamente justripreciado por el numeroso público asistente.
En suma, una presentación no sólo radicada en un festival del clarinete, sino de
un verdadero “festivalazo musical”…
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