Muy buen concierto de Gustavo Fontana al frente de la Sinfónica Nacional en el CCK
CON LA ANUENCIA Y APROBACIÓN DEL GENIO DE BONN
Martha CORA ELISEHT
Una de las principales características dentro del ciclo de la Orquesta Sinfónica
Nacional es la presencia de numerosos directores invitados, ya que -lamentablemente y,
al igual que otros organismos sinfónicos- no cuenta con un director estable. Esta vez, le
tocó el turno a Gustavo Fontana, quien se puso al frente de la orquesta el pasado
miércoles 10 del corriente en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (CCK)
para dirigir un programa integrado principalmente por obras de Ludwig van Beethoven
(1770-1827) junto a la pianista polaca Anna Miernik en calidad de solista.
El repertorio elegido fue el siguiente:
- “ELÁN”- Alejandro JUÁREZ
- Concierto n°3 para piano y orquesta en Do menor, Op.37- BEETHOVEN
- Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92- BEETHOVEN
A partir de este año, y ante la ausencia de programas de mano, las obras
comprendidas en los conciertos -al igual que los intérpretes- se anuncian por
altoparlante. Tras los anuncios y, ante un orgánico prácticamente completo, Gustavo
Fontana hizo su presentación sobre el escenario para iniciar el concierto con la
mencionada obra del compositor argentino Alejandro Juárez. Ganadora del Premio
SADAIC, ELÁN es una obra contemporánea de aproximadamente 12 minutos de
duración. Se inicia con un ostinato en percusión, arpa y celesta y posee armonías y
contrapuntos muy interesantes entre las diferentes secciones de instrumentos, que
ofrecen un clima de suspenso -con atisbos de atonalidad- y alternan con otro tema más
tonal, con ribetes de jazz y síncopa en los tutti orquestales. Las diferentes melodías se
van armando como si fuera un rompecabezas para confluir en un tema con
reminiscencias folklóricas -a modo de malambo-, que desemboca en un poderoso tutti
en fff para luego, esfumarse al final de la obra. Tuvo una muy buena recepción por parte
del público y Fontana invitó al compositor -quien se encontraba presente en la platea- a
subir al escenario, pero éste prefirió recibir los aplausos desde su butaca.
Tras retirar buena parte de los instrumentos de percusión y del grupo de los metales,
Anna Miernik hizo su presentación sobre el escenario junto a Fontana para ejecutar el
célebre Concierto n°3 en Do menor, Op.37 de Beethoven, compuesto en 1800 y
estrenado en 1803 en el Theater An der Wien con la presencia del compositor al teclado.
Beethoven ya estaba sordo al momento de su estreno, pero no le impidió demostrar que
era un pianista virtuoso. Por lo tanto, es una obra que marca un punto de inflexión
respecto del rol del intérprete. Escrito en forma de sonata con doble exposición -
introducción a cargo de la orquesta y luego, intervención del solista-, posee 3
movimientos: Allegro con brío (en Do menor, 2/2) / Largo (en Mi mayor, 3/8) y Rondó-
Allegro (en Do mayor, 2/4) y su autor se inspiró en el concierto homónimo de Mozart,
pero con una diferencia: Beethoven introduce una nueva melodía en la cadencia del 1°
movimiento -mitad recitativo, mitad aria- que se desarrolla durante toda la exposición.
En la presente versión, hubo una muy buena amalgama sonora entre solista y orquesta,
con una perfecta marcación a cargo del director. Anna Miernik demostró un profundo
conocimiento y compenetración con la obra -de hecho, la ejecutó de memoria- y brindó
una interpretación excelsa merced a su muy buena pulsación y digitación. Los crescendi
sonaron auténticamente beethovenianos y sus arabescos, trinos y arpegios, sumamente
precisos. El público aplaudió calurosa y extensivamente al final, lo que motivó a la
pianista a ofrecer un bis: una exquisita versión del Nocturno en Do sostenido menor,
Op. Póstumo de Chopin, que le valió otra ovación.
Antes de comenzar la segunda parte del concierto, Gustavo Fontana se dirigió al
público provisto de un micrófono para dedicar la Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92 de
Beethoven a la memoria Carlos Céspedes -clarinete solista de la Orquesta Estable del
Teatro Colón, fallecido la semana pasada- a modo de homenaje. Esta celebérrima obra
data de 1812 y consta de 4 movimientos: Poco sostenuto- Vivace (en La mayor, 4/4 y
6/8) / Allegretto (en La menor, 2/4)/ Presto (en Fa mayor, ¾) y Allegro con brío (La
mayor, 2/4), que deben ser ejecutados con una precisión milimétrica (especialmente, los
dos últimos, donde es fácil caer en exceso cuando se utiliza un tempo más rápido que lo
habitual). Precisamente, el último movimiento es una variante en compás dúplice del
ritornello instrumental compuesto por el mismo Beethoven como arreglo de la canción
irlandesa “Save me from the grave and wise” (Sálvame de la tumba y del sabio), que
lleva el Op.8 de sus Doce canciones populares irlandesas, Wo.O 154. Esta monumental
obra recibió el mote de “Apoteosis de la Danza” en 1849 por Richard Wagner, quien la
definió de la siguiente manera, según sus propias palabras:
“Esta sinfonía es la apoteosis de la danza en su esencia suprema, la realización más
lograda del movimiento del cuerpo humano casi idealmente en el sonido”. Prueba de
ello han sido las fantásticas versiones coreográficas de Margarita Wallmann en el film
argentino “DONDE MUEREN LAS PALABRAS” (1946), con participación de María
Ruanova y Jorge Alario y la de Maurice Béjart en “LOS UNOS Y LOS OTROS”, de
Claude Lelouch (1981), que catapultó al argentino Jorge Donn a la fama internacional.
La orquestación, marcación y dominio de tempi por parte de Fontana fueron magníficas.
Si bien los dos últimos movimientos se ejecutaron en un tempo más rápido respecto de
las versiones discográficas que una está habituada a escuchar, la precisión milimétrica
anteriormente descripta se cumplió a rajatabla, logrando una versión de fuste y enjundia.
El Auditorio Nacional estalló en aplausos y vítores tras la ejecución de esta celebérrima
sinfonía.
Ha sido una noche auténticamente beethoveniana y una maestría en interpretación.
Y una está prácticamente segura que en caso de haberlos podido escuchar, el genio de
Bonn los hubiera aprobado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario