viernes, 17 de mayo de 2024

 Salón Dorado del Colón


PARA ESCUCHAR MÁS DE UNA VEZ


Martha CORA ELISEHT


La programación del Ciclo de Cámara del Salón Dorado del Teatro Colón

prevista para este año se caracteriza no sólo por ser sumamente variada, sino también

por albergar artistas nacionales e internacionales de primer nivel. Y, con respecto a los

primeros, no sólo se trata de artistas pertenecientes a los elencos estables, sino a los

numerosos invitados previstos para el transcurso del corriente año. El pasado miércoles

17 del corriente se presentó uno de los mejores pianistas de su generación: Marcelo

Balat, quien ofreció un recital integrado por las siguientes obras:

- Davidsbündlertänze, Op.6- Robert SCHUMANN (1810-1856)

- Balada en Fa menor, Op.52- Frederic CHOPIN (1810-1849)

- Tres piezas para piano, Op.6- Alberto GINASTERA (1916-1983)


La primera de las obras (Danzas de la cofradía de David) es un ciclo de 18

piezas para piano compuesta por Schumann en 1837, dedicadas a Wolfgang von Goethe

y donde participan dos personajes: Florestan y Eusebio. El primero se define como “el

corredor de tormentas, rugiente y animado” y el segundo, como “el joven amable que

se mantiene siempre en un segundo plano”. Algunas de las piezas se refieren a uno de

los dos personajes y otras, a ambos. En la primera edición de 1838 figuraban los

nombres de cada uno de los protagonistas, pero se suprimieron en la edición definitiva

de 1850 -posteriormente a la muerte del músico-, al igual que el epígrafe denominado

Viejo Refrán (Alter Spruch), que mencionaba lo siguiente: “En todo tiempo y en cada

momento/ el placer y el dolor se combinan/Permanece piadoso en el deseo y prepárate

para enfrentar al dolor con valor”. A su vez, cada una de las piezas posee una marca

de tiempo: Lebhalt (vivace), Innig (Con íntimo sentimiento), Etwas hahnbüchen (Algo

impetuoso), Ungeduldig (Con impaciencia), Einfach (Sencillo), Sehr rasch (Molto vivo,

con intimo fervore), Nicht schnell (No muy rápido), Frisch (fresco), Lebhalt (Vivace),

Balladenmässig,sehr rasch (Al ritmo de balada, molto vivo), Einfach (Sencillo), Mit

Humor (Con humor), Wild und lustig (Salvaje y alegre), Zart und singend (Dulce y

cantando), Ftrisch (Con frescura), Mit gutem Humor (Con buen humor), Wie aus den

Ferne (Como el corno lejano) y Nicht schnell (No muy rápído). La interpretación de

Marcelo Balat fue sublime, con absoluto respeto de los tempi anteriormente

mencionados y resaltando las características de los personajes mediante su versatilidad

y maestría.

La Balada en Fa menor, Op.52 de Chopin es la más larga de las cuatro que

escribió y la más difícil, tanto desde un punto de vista técnico como musical. Fue

compuesta durante la estancia de Chopin en París en 1842 y está dedicada a la baronesa

de Rotschild, quien lo presentó formalmente en sociedad. Posee dos temas que se

entrelazan entre sí, combinando la forma sonata y la variación. Es una obra compleja


por su naturaleza contrapuntística, lo que la hace intrincada y difícil de interpretar. No

pareció problema alguno para un intérprete de los quilates de Balat, sino todo lo

contrario. Sonó sumamente sutil, poniendo énfasis en las partes más profundas y

melancólicas hasta desembocar en la exuberante coda final, donde el contrapunto se

explaya en su máxima expresión y permitió demostrar sus dotes de pianista virtuoso.

Naturalmente, el público estalló en aplausos luego de tan exquisita interpretación.

Las Tres piezas, Op.6 de Alberto Ginastera fueron compuestas en 1937 y forman

parte del repertorio de cualquier pianista de fama internacional. La última interpretación

data del pasado lunes 6 del corriente en el Colón, a cargo del portugués Artur Pizarro. Si

Pizarro fue un maestro en la sutileza, Marcelo Balat lo superó ampliamente por su

excelencia interpretativa en cada una de las tres: Cuyana (en ritmo de zamacueca),

Norteña (en ritmo de vidala) y Criolla (malambo) y por el dominio de su técnica en los

arpegios y glissandi. No hay nada mejor que una interpretación de música clásica

argentina por un compatriota y lo logró con creces, motivo por el cual se ofrecieron dos

bises: Reflejos en el agua de Debussy y un magistral e imponente versión de la Danza

del gaucho matrero de Ginastera, que sonó auténticamente criolla.

Así como Nelson Goerner es el mejor embajador del pianismo argentino a nivel

internacional, Marcelo Balat representa un magnífico exponente de una generación de

pianistas que actúan a nivel local, pero que poseen un alto nivel de jerarquía como para

triunfar en el exterior. En este caso, deslumbra al público con la calidad de sus

interpretaciones, que merecen escucharse más de una vez.

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