lunes, 3 de junio de 2024

 Impactante desempeño de Emmanuel Siffert junto a la Sinfónica Nacional en el CCK


CON PRECISIÓN MATEMÁTICA Y VALOR AGREGADO

Martha CORA ELISEHT


Además de ser un eximio director de orquesta, el suizo Emmanuel Siffert es un

asiduo visitante de la Argentina y un colaborador permanente de las orquestas locales.

Ha dirigido más de una docena de producciones de ballet en el Teatro Colón y en

numerosas oportunidades, a la Orquesta Sinfónica Nacional y a la Sinfónica de San

Juan, de la cual fue director titular. Asimismo, es invitado permanente del Instituto

Superior de Arte del Teatro Colón (repertorio de canto de ópera) y de la Universidad

Católica de Buenos Aires (clase de Dirección Orquestal). Sus interpretaciones son de

excelente calidad y lo demuestra cada vez que se presenta sobre los escenarios de las

salas de conciertos más importantes del país. La última tuvo lugar el pasado viernes 31

de Mayo en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner junto a la Orquesta

Sinfónica Nacional, con la presencia de los siguientes solistas: Lucía Luque (violín) y

Hermann Schreiner (violoncello) para abordar el siguiente programa:

- Obertura “La Novia de Messina”, Op.100- Robert SCHUMANN (1810-1856)

- Doble concierto para violín, violoncello y orquesta en La menor, Op.102-

Johannes BRAHMS (1833-1897)

- Sinfonía n°6 en Do mayor, D. 589 (“Pequeña”)- Franz SCHUBERT (1797-

1828)

Con un orgánico importante y prácticamente completo, Emmanuel Siffert hizo su

presentación sobre el escenario del Auditorio Nacional para interpretar la mencionada

obertura de Schumann, que lleva el Op. 100 de la extensa producción del músico

alemán. Escrita en la tonalidad de Do menor entre 1850 y 1851, es una pieza de gran

belleza tonal e instrumental, característica del estilo romántico. No es una obra que se

incluya habitualmente en los programas de conciertos -de hecho, era la primera vez que

una tomó contacto con la misma- y la interpretación de Siffert gozó de un valor

agregado: el grado de expresividad alcanzado por la orquesta. Como se diría

vulgarmente, la hizo cantar.

El Doble concierto para violín, violoncello y orquesta en La menor, Op.102 es la

última obra orquestal compuesta por Brahms en 1887 durante su estancia de verano en

Thun como gesto de reconciliación hacia su amigo -el violinista Joseph Joachim- tras la

separación de su esposa. También lo dedicó al violoncelista Robert Hausmann, quien le

había solicitado componer piezas para dicho instrumento. Ambos músicos lo estrenaron

en 1887 junto a la Orquesta Gürzenich de Köln, con la presencia del compositor en el

podio. Sus tres movimientos (Allegro/ Andante/ Vivace non troppo) poseen las

características típicas de la producción brahmsiana: solemne, romántico y marcial. Tras

el tutti inicial de 4 compases que abre el 1° movimiento, el violoncello prosigue con una

cadencia que, posteriormente, es tomada por el violín y cuyo desarrollo está a cargo de

los solistas. En el Andante central en Re mayor, los instrumentos solistas interpretan en


octavas paralelas el tema principal, tras las dos cuartas introducidas por las maderas y

las trompetas para desembocar en el vibrante Vivace non troppo, donde el cello

introduce el tema principal, caracterizado por ser inquieto, danzante, a la usanza gitana,

que es retomado posteriormente por el violín hasta la introducción de la orquesta, que

cierra con una coda en La mayor tras su desarrollo. En la presente versión, la Sinfónica

Nacional sonó magnífica, con una perfecta marcación de tempi por parte del director y

lucimiento de los solistas de las diferentes secciones de instrumentos. El desempeño de

Hermann Schreiner fue excelente, completamente compenetrado con la obra, logrando

un sonido profundo. No puede decirse lo mismo de Lucía Luque, donde faltó vuelo en

la interpretación y “canto” en el violín. Sin embargo, los solistas tuvieron su revancha

en el bis: el consabido Dúo para violín y violoncello de Zoltan Kódaly, que sonó mucho

mejor y se retiraron sumamente aplaudidos.

La Sinfonía n°6 en Do mayor, D.589 (Kleine C-dur en alemán, o Pequeña sinfonía

en Do mayor para diferenciarla de la Gran sinfonía en la misma tonalidad, D.944) fue

compuesta por Schubert en 1817, pero recién se completó en 1826. Al igual que con

tantas de sus obras, Schubert no pudo gozar su éxito en vida, ya que falleció antes de su

estreno -ocurrido en Viena en 1828-. Recién fue publicada en 1884 por Breitkopf &

Härtel tras la recopilación de sus obras por Johannes Brahms. Posee 4 movimientos:

Adagio-Allegro en Do mayor (el adagio en ¾ y el allegro, en 4/4), Andante en Fa mayor

(2/4), Scherzo. Presto- Trío. Piú lento (Do mayor, ¾) y Allegro moderato en Do mayor

(2/4), cuya interpretación debe sonar muy precisa, pero a la vez, romántica. Esto fue lo

que se logró merced a la impecable labor de Siffert al frente de la Sinfónica Nacional y

a todos sus integrantes, que lo hicieron posible. Una versión magistral, exquisita y con

un toque auténticamente vienés.

El hecho de contar con un director de primera categoría es algo que le hace muy

bien a cualquier orquesta. En el caso particular de la Sinfónica Nacional, es un romance

que ya lleva muchos años y posee un valor agregado: la correspondencia perfecta entre

músicos y director, que hace que todo suene maravillosamente bien.

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