Clausura Festival Música Contemporánea
Por Jaime Torres Gómez
Recientemente acaba de realizarse la 24 versión del prestigioso Festival
Internacional de Música Contemporánea de la Universidad de Chile.
Cabe señalar la buena salud en Chile de los encuentros de música
contemporánea, destacándose los Festivales de la Universidad Católica de Chile,
el “Darwin Vargas”, de la Católica de Valparaíso, y el “Musicahora”, de La Serena,
siendo todos estos, de alguna forma, herederos de los encuentros de música
contemporánea en la década de los 60 del siglo pasado.
En la presente edición del Festival de la Universidad de Chile se dio un marcado
énfasis en compositores latinoamericanos, contemplando estrenos en diversos
formatos e incluyendo obras de culto de la música contemporánea, como Cuarteto
para el Fin de los Tiempos, de Olivier Messiaen. Sin embargo, siendo un año
Schoenberg (150 años de su nacimiento), no hubo ninguna obra considerada,
revistiendo una inexcusable omisión…
Desde hace varios años la clausura de este Festival ha estado a cargo de la
Sinfónica Nacional de Chile, retomando esta tradición -post pandemia- recién el
año pasado, y en esta oportunidad dirigida por su titular, Rodolfo Saglimbeni.
El perfil del concierto final normalmente incluye obras encargadas por concurso a
jóvenes compositores, asimismo alguna obra contemporánea de un compositor
nacional de trayectoria más una pieza contemporánea tradicional.
Del todo acertado haber contemplado un estreno mundial de Fernando García
(1930), emblemático compositor chileno y Premio Nacional de Música (2002). Con
una contribución internacionalmente reconocida en el campo de la música
electroacústica, concreta y dodecafonismo, su labor se ha expandido a otras áreas
del quehacer musicológico, además de sus múltiples aportes a la investigación y
docencia en Chile.
Abrió la jornada con “Comentario Sinfónico” del mismo García, compuesto poco
antes de la pandemia. Denotando completo oficio, formidable el manejo de los
timbres, colores y rítmica, brindando atractivo discurso interno. Asimismo,
admirable su concisión expositiva junto a una atrapante progresividad expresiva.
Muy comprometida entrega de los sinfónicos junto a su titular.
Posteriormente, dos estrenos de obras ganadoras del concurso para jóvenes
compositores. En el caso de “De trenes y aves”, de Iván Tapia-Bruno (25), se
trata de una interesante exploración sonora imbuida del espectralismo musical, en
este caso inspirada en sonidos de las aves y trenes de algunas estaciones del
Metro de Santiago. Y acorde a la percepción del compositor, tales características
sonoras se plasman en un atractivo tratamiento de una variada paleta de timbres,
colores y ritmos. Gran labor de Saglimbeni y la Sinfónica en transparencias y
ensamble.
Luego, de Ismael Huerta (30), “Queixada”, inspirada en una explícita fascinación
del compositor por la “capoeira” (expresión multifacética afro-brasileña que incluye
arte marcial, danza, música, acrobacias y expresión corporal, creada por los
esclavos africanos llevados por los portugueses). Con eficacia, y en un lenguaje
tonal, la obra cumple su cometido de reflejar el ritual frenesí del toque propio de la
“queixada” (quijada), con una amalgamada batería rítmica y colorística, más un
logrado manejo de la tensión interna. Entusiasta entrega de Saglimbeni y la
decana orquestal del país.
Y finalmente, “Redes”, de Silvestre Revueltas (1899-1940), una de las más
conocidas obras del gran compositor mexicano. Compuesta para el film homónimo
(1936), de explícito adoctrinamiento desde el socialismo mexicano de la época, el
material musical es de gran originalidad al asimilar lo autóctono como una
inteligente adopción de ciertas corrientes europeas (atisbos de Poulenc en la
sección de la muerte del hijo del pescador). Normalmente se ofrece una re-
compaginación con un arreglo de orquestación de Erich Kleiber, presenciada años
atrás con la Sinfónica junto a Eduardo Díazmuñoz y luego con Carlos Miguel
Prieto, de grandes recuerdos.
En esta oportunidad se ofreció, en calidad de estreno local, la versión original del
mismo Revueltas al momento de estrenarla antes de ponerla a disposición de la
película, percibiéndose una sonoridad algo más agreste y no considerando la
última parte incluida en la versión de Kleiber (el regreso de los pescadores a la
bahía), que musicalmente enriquece la obra.
Si bien fue interesante presenciar esta versión original con un resultado
excepcional de Saglimbeni y los sinfónicos, empero, poco aportó al contexto de la
presentación, habiendo sido más pertinente elegir otra obra contemporánea,
idealmente de Arnold Schoenberg, a quien, curiosamente en el mismo día de la
presentación, se conmemoraban sus 150 años de nacimiento (13 de
septiembre…).
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