Muy buena representación de “LA BOHÈME” en el Teatro Argentino de La Plata
LA BUHARDILLA PARISINA ES ATEMPORAL
Martha CORA ELISEHT
En el centenario del fallecimiento de Giacomo Puccini (1858-1924), no podía
faltar la más famosa y difundida de sus óperas: LA BOHÈME, compuesta en 1896 con
libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa basado, a su vez, en la novela “Escenas de
una vida de bohemia” de Henri Murger. El Teatro Argentino de La Plata decidió rendir
homenaje al genio de Lucca con este consabido título, cuyas funciones tendrán lugar en
la sala Alberto Ginastera del Centro Provincial de las Artes entre los días 27 de
Septiembre al 6 de Octubre, con la siguiente ficha técnica: puesta en escena de Mariana
Ciolfi; escenografía de Oscar Vázquez; vestuario de Stella Maris Müller; iluminación de
Fabricio Ballarati; sobretitulado y traducción al castellano de Raúl Carranza, asistencia
de escenografía de Lucas Borzi, asistencia de vestuario de María Fernanda Sánchez,
asistencia de dirección escénica y stage managing de Lucía Portela y coordinación de
figurantes de Vanesa Tempone. Participaron la Orquesta y coro Estables de la
institución dirigidos por Carlos Vieu y Santiago Cano respectivamente, al igual que el
Coro de Niños, dirigido por Mónica Dagorret.
Quien escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función del pasado domingo 29
de Septiembre, con el siguiente elenco: María Belén Rivarola (Mimí), Nazareth Aufe
(Rodolfo), Juan Salvador Trupia (Marcello), Eugenia Coronel Bugnon (Musetta),
Emiliano Bulacios (Colline), Fernando Grassi (Schaunard), Fernando Alvar Núñez
(Benoit), Víctor Castells (Alcíndoro), Sergio Spina (Parpignol), Leonardo Palma
(Sargento), Alfredo Martínez (Aduanero), Pablo Gaeta (Vendedor ambulante) y
Guadalupe Sosa (niño).
Desde su estreno en el Teatro Reggio de Torino en Febrero de 1896, la primera
de las tres óperas que Puccini escribió en asociación con Giacosa e Illica se transformó
en un éxito rotundo en toda Italia, pese a la fría recepción por parte de la crítica que
recibió el día del estreno. Tras la inmensa popularidad que gozó en su país de origen, la
primera representación de LA BOHÈME en el exterior fue, precisamente, en el antiguo
Teatro de la Ópera en Buenos Aires en Junio de ese mismo año y, posteriormente, en
Lisboa, Alejandría, Moscú, Manchester y Londres al año siguiente, al igual que en
Estados Unidos. Su popularidad creció internacionalmente hasta tal punto, que Thomas
Alva Edison le dedicó a su autor las siguientes palabras en 1920:
“Men die and governments change, but the sounds of LA BOHÈME will remain
forever” (Los hombres mueren y los gobiernos cambian, pero los sonidos de LA
BOHÈME permanecerán para siempre). Puccini no solamente supo interpretar el
lenguaje musical de su época, sino que su magistral creación es la ópera que mejor
representa los sueños: la juventud, las ansias de triunfar como artistas o escritores por
parte de Marcello, Rodolfo, Schaunard y Colline en la París de 1840; el amor, los
sentimientos de sus protagonistas y el arte como refugio en tiempos de desesperación.
Lamentablemente, la enfermedad y el hecho de vivir en la pobreza harán que los
mismos se desvanezcan tras la muerte de Mimí, que representa el instante donde los
bohemios toman contacto con la realidad.
En la presente versión, Mariana Ciolfi decidió ambientar este gran clásico en la
París de la década del ’40, con una estética íntegramente realizada en blanco y negro,
que evoca la época del folletín de fines del siglo XIX. En los actos 1° y 4°, la buhardilla
de los bohemios y la habitación donde vive Mimí – ambas, en blanco- están contiguas,
mientras se muestra una proyección de fondo con los edificios de París en blanco y
negro a la luz de la luna. Si bien son modernas, poseen todos los elementos que se
narran en el libreto (la estufa, el atril de Marcello, escaso mobiliario y una cama amplia,
donde Rodolfo y Mimí consumarán su amor antes de ir al Momus). En el 2° acto, una
pasarela permite la entrada y salida de los personajes, mientras un letrero señala el
célebre café donde tiene lugar la escena. En el 3° acto, en vez de una taberna cerca de la
aduana de Porte d’Enfer, Marcello y Musetta se refugian en un cabaret mientras el
aduanero y el sargento dejan pasar a las granjeras y transeúntes. En el último acto y,
ante la inminencia de la muerte, el marco de la habitación se torna negro y aparece un
figurante en alegoría a la muerte arrojando un florero lleno de las rosas que borda la
protagonista justo cuando da su último suspiro. Con excepción de Mimí, Musetta,
Parpignol y los soldados en el desfile de Nochebuena, el vestuario es íntegramente en
tonos de blanco, negro y gris y se adapta a la época. El vestido de Mimí es color fucsia -
acorde con la coffieta rosa-, mientras que Musetta está ataviada con un tapado largo de
piel blanco bajo el cual, un traje de lentejuelas doradas con un tajo bastante pronunciado
deja entrever sus piernas -clara alusión a Marilyn Monroe en Los caballeros las
prefieren rubias-. Sea como fuere, la caracterización de los personajes respeta la
concepción original del autor: en el caso de Mimí, recatada, sencilla y candorosa, y en el
de Musetta, provocadora, atrevida y seductora. En el último acto, Mimí está vestida de
blanco -lo que resalta aún más su palidez previa al desenlace-, mientras que Musetta
luce un traje a saco en tonos de marrones y beiges al avisar a los bohemios que Mimí
está a punto de morir.
Desde el punto de vista musical, la presencia de Carlos Vieu en el foso es toda
una garantía y sinónimo de excelencia. No sólo es el mejor director de ópera en el país
en este momento, sino también, un profundo conocedor del drama pucciniano y un
experto en el repertorio del verismo italiano. La marcación, las entradas y el dominio de
los tempi fueron perfectos, al igual que el sonido desarrollado por los músicos de la
Estable del Teatro Argentino. También han sido excelentes la preparación del Coro
Estable por parte de Santiago Cano y la del coro de Niños, por Mónica Dagorret. Los
intérpretes de roles coprimarios han estado muy correctos y se destacó Sergio Spina
como Parpignol. También ha sido muy buena la preparación y el desempeño de los
figurantes de escena, con excepción de la alegoría de la muerte -representada por una
joven vestida de blanco, que anuncia el final de Mimí mediante una proyección a fines
del 3° acto y a quien también Colline le coloca su gabán en “Vecchia zimarra mía” en
el último acto. A juicio particular de quien escribe, totalmente innecesario y fuera de
lugar.
En cuanto a las voces principales, se destacaron tanto Emiliano Bulacios como
Colline y Fernando Grassi como Schaunard. Por su parte, Eugenia Coronel Bugnon dio
vida a una desenfadada y provocativa Mussetta, que fue muy buena tanto desde el punto
de vista vocal como actoral. Su physique du rôle fue perfecto para la interpretación de
este personaje desde su célebre aria (“Quando men vo”) y lo logró con creces. Del
cuarteto de voces principales, el que más se destacó fue Juan Salvador Trupia, quien
encarnó a un excelente Marcello. El barítono se encuentra en el apogeo de su voz y lo
demostró con creces en los diálogos y arias principales con todos los protagonistas, pero
sin sobresalir en las escenas de conjunto ni en el célebre cuarteto del 3° acto (“Addío
senza rencor”). El tenor uruguayo Nazareth Aufe fue muy correcto en la interpretación
de Rodolfo, con buen color y esmalte vocal, aunque con ciertas limitaciones en las arias
principales (“Che gélida mannina” y “O soave fanciulla”). Y María Belén Rivarola
hizo gala de su legato, brillo y línea de canto dando una brillante interpretación de Mimí
desde su primera aria (“Sí, mi chiamano Mimí”), sorprendiendo al público con su voz,
que adquirió los matices dramáticos necesarios en el dúo del 3° acto con Marcello y en
el célebre cuarteto del mismo acto. Fueron los más aplaudidos de la noche y volvió a
deleitar al público platense con su interpretación.
Además de ser una obra maestra, quedó perfectamente demostrado que LA
BOHÈME es atemporal. Las buhardillas parisinas siguen existiendo en los áticos de los
edificios y están habitadas por artistas y diseñadores, al igual que los protagonistas del
drama pucciniano. Y, pese a que se cuenta desde hace ya muchos años con vacuna y
drogas capaces de curarla, la tuberculosis sigue siendo moneda corriente hasta el día de
la fecha y representa una causa importante de mortalidad en poblaciones que viven en la
pobreza. En momentos de incertidumbre y desesperación, el arte continúa siendo un
refugio para ahogar las penas. Lo era en época de Puccini y persiste hasta la actualidad.
Nada ha cambiado desde aquel entonces al respecto.
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