sábado, 24 de mayo de 2025

 


Emmanuel Siffert en una actuación consagratoria. Foto: Luciana D´Attoma, Dirección Nacional de Elencos Estables.



EMMANUEL SIFFERT DESCOLLO EN MAHLER

 

  Orquesta Sinfónica Nacional, temporada 2025. Director: Emmanuel Siffert. Solistas: María Luisa Merino Ronda (Mezzosoprano), Sección Femenina del Coro Polifónico Nacional, Director: Fernando Tomé. Coro Nacional de Niños: Directora: María Isabel Sanz. Programa: Gustav Mahler: Sinfonía N 3 “Sueño de una Mañana de Verano”. Auditorio Nacional, 23 de Mayo de 2025.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  En los últimos tiempos estamos asistiendo a una revalorización en nuestro medio de algunas páginas musicales que presentan desafíos a los directores de orquesta, habida cuenta de las dificultades que estas partituras expresan. Es el caso de la Sinfonía nro. 3 “Sueño de una Mañana de Verano” de Gustav Mahler, dadas su orquestación profusa, su extensión, las intervenciones solistas de muchos instrumentos y la participación de una solista y fuerzas corales. Le cupo a Emmanuel Siffert, principal Director Invitado de la Orquesta en la presente temporada, el llevar adelante la presentación de semejante obra con un resultado ampliamente satisfactorio, que llevó a que el público refrendara la interpretación con una justa y merecida ovación como premio a la labor desarrollada.

 

  El apreciado maestro suizo guió con precisión a la orquesta, estuvo atento a todos los detalles, no permitió excesos que conspiraran con la calidad sonora, desplegó un gran trabajo de ensamble vocal e instrumental y demostró poseer un cabal conocimiento de la página. No extrañó entonces que hubo canto orquestal pleno, bronces de una precisión superlativa en cada intervención, ajustadísima precisión de la percusión, vientos de calidad notable y cuerdas de magnífica tersura.

 

  Parte fundamental le cabe a la voz solista y María Luísa Merino Ronda una vez mas demostró su dominio del repertorio voz/orquesta con un muy buen decir en la Canción de Medianoche de Zarathustra sobre texto de Nietzche que conforma el cuarto movimiento y su participación con los coros en “Cantaban Tres Angeles” del ciclo de Armin y Brentano “El Cuerno Mágico de la Juventud” (También conocida como Bim-Bamm). Tuvo expresividad, buen decir e impecable emisión.

 Puede decirse lo mismo de la Sección Femenina del Coro Polifónico Nacional muy bien preparado por Fernando Tomé y una nueva y maravillosa intervención del Coro Nacional de Niños con una nueva y eficiente faena de su Directora, María Isabel Sanz.

 

  La brillante interpretación del movimiento de cierre, pleno de canto introspección, reflexión y fuerza final, reveló al Siffert extraordinario interprete del discurso Mahleriano, trabajando con humidad, sin estridencias, capaz de ofrecernos el más noble producto, para justificar con justicia el porque ha sino nominado para competir por el premio al mejor Director de Orquesta Extranjero que otorga la Asociación de Críticos Musicales de Argentina.

 

Donato Decina


 maestro


Por Jaime Torres Gómez

Con gran expectativa se recibió la segunda visita al Teatro Municipal de Santiago del

famoso maestro italiano Evelino Pidó, quien deslumbró hace dos años con su

dirección de Don Pasquale, siendo distinguido en esa oportunidad por el Círculo de

Críticos de Arte de Chile.

En esta oportunidad Pidó regresó para presentarse junto a la Filarmónica de

Santiago, celebrándose el retorno a la temporada de conciertos de importantes

batutas de la escena internacional acorde al nivel de los últimos 45 años, con

directores como Rafael Fruhbeck de Burgos, David Shallon, Moshe Atzmon, Kurt

Redel, Steuart Bedford, Dietfried Bernet, Friedemann Layer, Uriel Segal, Antoni Wit,

Juanjo Mena, Thomas Sanderling, Stefan Lano, Theodor Guschlbauer, Marcello

Panni, Ralf Weikert, Maurizio Benini y Attilio Cremonesi, además de relevantes

batutas latinoamericanas como Luis Herrera de la Fuente, Isaac Karabtchevsky,

Pedro Ignacio Calderón, Simón Blech, más los históricos maestros chilenos Juan

Pablo Izquierdo, Maximiano Valdés y Francisco Rettig.

Pidó representa la más excelsa tradición principalmente en el campo de la ópera

italiana y francesa, siendo un gran especialista del belcanto (magníficas sus

contribuciones rossinianas y donizzettianas), asimismo, abarcando otros períodos

como el Clasicismo y Romanticismo. Así, del todo pertinente verlo en el ámbito de

conciertos con un repertorio completamente afín, contemplando la Sinfonía N° 45

“Los adioses” de Franz Joseph Haydn y el Stabat Mater de Gioachino Rossini,

brindando completo dominio estilístico y con excelente respuesta de los filarmónicos.

Muy pertinente la elección de las obras, sin duda ideales para abordarlas con un

maestro de autorizada cátedra, permitiendo trabajar bien detalles de articulación,

fraseos, dinámicas y balances, básicamente ante su alta exposición y delicadeza,

propias del clasicismo y romanticismo temprano donde se insertan.

Después de varios años de ausencia, muy bienvenida la Sinfonía de Haydn, con la

particularidad del lúdico último movimiento, simbolizando la protesta de los músicos

de la entonces Orquesta del Príncipe Esterházy al abandonar gradualmente el

escenario hasta quedar sólo dos músicos y el director, esto con el beneplácito

original del compositor más la debida comprensión del mismo príncipe a dicha

acción.

Triunfal interpretación en todo orden, destacándose un acucioso trabajo de afinación,

texturas, dinámicas y balances, más un completo idiomatismo. Y por cierto, con

jocoso carácter el lúdico último movimiento tras la retirada de los músicos…

La segunda parte, confiada al Stabat Mater de Rossini y largamente ausente en el

Municipal (desde 1990, con una recordada versión dirigida por Maximiano Valdés),

en esta oportunidad llegó en una interpretación de proporciones legendarias.

Respondiendo a una sensibilidad propia de un compositor de ópera, en esta faceta

sacra igualmente es fácil asociarlo a su nicho principal. No obstante ello, hay

momentos de poco correlato idiomático, máxime al tratarse de una temática

altamente interpelante cual es el dolor de la Virgen María ante la muerte de

Jesucristo en la Cruz. De hecho, hay partes como el aria del tenor ("Cujus animam


gementem") o el dueto para soprano y contralto ("Quis est homo"), e incluso la

cavatina para contralto ("Fac, ut portem Christi mortem"), hermosísimas, pero algo

sosas y al umbral de lo frívolo… aunque bien compensadas con las demás partes, de

gran profundidad espiritual e incluso teológicas, como la última intervención de la

soprano (“Inflammatus et accensus”) y toda la secuencia del cuarteto solístico

(“Quando corpus morietur”) más el coro final, de notable tratamiento fugado (“Amen,

in sempiterna saecula”).

Empero, de alguna forma, la obra gana en profundidad en formato de puesta en

escena (autosacramental), aflorando en plenitud la esencia del Rossini teatral y a la

vez desentrañándose mejor el carácter sacro de la obra. A la vez, del todo atractiva la

amalgama entre las estéticas belcantista (en las voces solistas) y romántica

(tratamiento del coro y de la orquesta), dándose atractivos contrastes.

La versión firmada por el maestro Pidó respondió a una visión libre de efectismos,

focalizándose en un celebrado respeto al carácter del texto y controlando toda

tentadora extraversión expresiva en las partes solistas, obteniendo completo

idiomatismo global.

Notable participación del tenor mexicano Leonardo Sánchez (Premio del Círculo de

Críticos de Arte de Chile 2024), con irreprochable linealidad de canto e intuición

musical en su demandante "Cujus animam gementem". Asimismo, debidamente

expresiva y pareja vocalmente la soprano María Kokareva en el “Inflammatus et

accensus”, como la mezzo Megan Moore, de innegable belleza vocal y linealidad de

canto, destacándose tanto en la cavatina como en el cuarteto final. El bajo Matías

Moncada, de importantes medios vocales, con muy desempeño especialmente en el

aria “Pro peccatis suae gentis“.Gran desempeño del Coro Profesional del Teatro

Municipal de Santiago, con extraordinario ensamble y esmalte sonoro, como la

Filarmónica, con un concentrado ajuste global, anotándose ambos elencos una

nueva anotación de mérito.

En suma, una presentación con visos de antología…

 

 

 

CELEBRACION CON UN DIGNISIMO ESPECTACULO

 

Compañía Clasica del Sur, temporada 2025 (10 aniversario). Opera: “Carmen”, Opera Comique en 4 actos con libro de Ludovic Halevy y Henri Merilac basada en la novela de Prosper Merimee. Interpretes: Luciana Bueno (Carmen), Gabriel García (Don José), Bruno Sciaini (Escamillo), María Belén Rivarola (Micaela), Natalia Vivas (Frasquita), Laura Domínguez (Mercedes), Mauro Luna (Dancairo), Miguel Balea (Remendado), Miguel Gualano (Zuñiga), Marcelo Iglesias Reynes (Morales) Rodrigo Cartatult (Lilas Pastia), Alicia Fiuri-Vico Zapata (Bailaores). Coro de la Compañía “Clásica del Sur”, Director: Cesar Tello. Coro de Niños de Clásica del Sur, Directora: Natalia Vivas. Coreografía: Sabrina Ríos. Escenografía: Zacarías Gianni. Vestuario: Mariela Daga, Iluminación: Esteban Ivanec. Dirección Escénica: Gabriel Villalba. Dirección Musical: César Tello. Teatro Avenida (Función del 17/05/25 homenajes a Georges Bizet a 150 años del estreno de este título y al Tenor Argentino Luís Lima, gran protagonista del mismo)

 

NUESTRA OPINION: BUENO

 

  Se sabe perfectamente bien lo que significa sostener en el tiempo una compañía lírica basada en la iniciativa privada y, por sobre todo, que perdure en el esfuerzo. Pues bien, la Compañía “Clásica del Sur”, agrupación creada y dirigida por el Mtro. César Tello, ha logrado hacerlo por una década e inicia la segunda con una ambiciosa temporada que desarrollará en la sala del Teatro Avenida de Buenos Aires, de la cual ya se ha recibido la primera entrega: “Cármen”, a un siglo y medio de su estreno , teniendo presente al gran tenor argentino Luís Lima, a quién he tenido el gran privilegio de escucharlo como protagonista, al que inteligentemente y en la forma de homenaje, se lo sumó a la celebración.

 

  Una impecable presentación visual concebida por Gabriel Villalba, absolutamente respetuosa de la historia, puesta absolutamente en época, la que se sostuvo en un marco escénico inteligentemente desarrollado por Zacarías Gianni, con base en trabajos de Pablo Picasso y un muy buen vestuario de una consagrada diseñadora de la talla de Mariela Daga, demostraron creatividad y buen gusto. Escenas de masas muy bien resueltas, impecable marcación actoral y momentos  escénicos de intimidad, en los que ayudó un muy buen marco lumínico dirigido por Esteban Ivanec, redondearon un dignísimo trabajo de conjunto que honró a semejante título.

 

  En cuanto al marco musical, César Tello llevo adelante una muy buena preparación coral con un conjunto al que se lo escuchó muy homogéneo con sonido muy bien proyectado. Otro tanto le cabe al Coro de Niños, el que de la mano de Natalia Vivas lució en la escena. También resultó un gran acierto el amenizar pasajes con una muy buena pareja de “Bailaores” integrada por Alicia Fiuri y Vico Zapata  quienes desplegaron ingeniosas coreografías de Sabrina Ríos.

 

 

  Orquestalmente puede decirse que fue buena la concertación del maestro Tello. Aunque tal vez sonó a un tempi un poco mas lento de lo habitual, estuvo siempre ajustada a los requerimientos del palco escénico y arribó a muy buen puerto.

 

Finalmente, las voces. Los roles de flanco fueron cubiertos por muy correctas voces, todos en mayor o menor medida con acertadas intervenciones. El cuarteto conformado por Frasquita, Mercedes, Dancairo y Remendado tuvo en Natalia Vivas, Laura Domínguez, Mauro Luna y Miguel Balea a correctísimos intérpretes, los que se ensamblaron a la perfección con la protagonista. Todos conocemos las virtudes y los puntos débiles de Bruno Sciaini. Suplió con oficio las vicisitudes del rol de Escamillo, aun cuando en algunos pasajes no pudo disimular lo incomodo que le resultó el personaje. Gabriel García fue un muy efectivo Don José, con buena actuación, administró sus recursos vocales de manera inteligente.  Luciana Bruno fue una buena protagonista. Conoce el rol a la perfección, actoralmente es muy efectiva y canta con inteligencia. Y para culminar, “Clásica del Sur” se dio el gran gusto de contar con María Belén Rivarola para una memorable Micaela. Fue como si nos dijera “lo se todo” y resultó la cereza de un estupendo postre.

 

Donato Decina

 Muy buena actuación de la Filarmónica bajo la dirección de Zoe Zeniodi en el Colón


REENCUENTRO CON LA CALIDAD SONORA


Martha CORA ELISEHT


Tras los ecos del concierto sinfónico ofrecido a comienzos del presente mes, la

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) continuó con su tradicional Ciclo de

Abono de la mano de su actual titular- Zoe Zeniodi-, quien dirigió un concierto el

pasado sábado 10 del corriente en el Teatro Colón con la participación del violoncelista

José Araujo en calidad de solista, donde se interpretaron las siguientes obras:

- Glosas sobre temas de Pau Casals, Op.48- Alberto GINASTERA (1916-1983)

- Concierto en Si menor para violoncello y orquesta, Op.104- Antonin DVOŘAK

(1841-1904)

- Variaciones sobre un tema original (“Enigma”), Op.36- Sir Edward ELGAR

(1857-1934)

Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier

Inchausti, la directora helénica hizo su aparición sobre el escenario y se dirigió al

público provista de un micrófono no sólo para anunciar las obras comprendidas en el

programa, sino también para explicar el eje temático (Dedicatorias) que las hilvanaba.

En el caso particular de Ginastera, a Pau Casals; el de Dvořak, al violoncelista Hanuś

Wihan y a su cuñada – Josefina Cermáková, quien estaba muy enferma y que falleció

durante la composición de su célebre concierto- y en el de Elgar, a sus amigos y a sí

mismo. Pero a diferencia del concierto anterior, donde rogó al público encarecidamente

que no aplaudiera entre los movimientos de las obras, en esta ocasión no lo hizo. Una

pena, porque existe numeroso público que asiste por primera vez a una sala de

conciertos creyendo erróneamente que se debe aplaudir después de cada pieza, tal como

se hace en un recital.

Con un orgánico prácticamente completo que incluyó piano, celesta y órgano, la

Filarmónica brindó una muy buena versión de la mencionad obra de Ginastera, basada,

a su vez, en el Cant dels ocells (Canto de los pájaros) del célebre músico catalán.

Compuesta en 1976 como una pieza para quinteto y orquesta de cuerdas, el músico

argentino la orquestó en 1977 y comprende 5 números: Introducció, Romanç, Sardanes,

Cant y Conclusió delirant. El solo de fagot que introduce el tema principal -que se

repite al principio de cada uno de los movimientos ya descriptos- fue magistralmente

ejecutado por un solista de los quilates de Gabriel LaRocca quien, en esta oportunidad,

estuvo acompañado por el denominado “quinteto filarmónico” en instrumentos de

viento (Claudio Barile en flauta, Néstor Garrote en oboe, Matías Tchicourel en clarinete,

Fernando Chiappero en corno y Jonathan Bisulca en trompeta). Todos los

instrumentistas anteriormente mencionados tuvieron una destacadísima actuación, al

igual que la arpista María Cecilia Rodríguez en el glissando del 2° movimiento. Se

logró una muy buena profundidad sonora en los crescendi y tutti orquestales,

desarrollados mediante una serie de variaciones sobre el tema principal luego de u


exposición. Por su parte, el cellista Benjamín Báez también se destacó en su solo, al

igual que Iván Rutkauskas en piano, celesta y órgano en el 4° movimiento. La obra

cierra con un tutti y acorde fff de manera brillante y fue muy aplaudida.

De los múltiples conciertos compuestos para violoncello y orquesta, el Op.104

de Dvořak es quizás, el más conocido y permite un perfecto lucimiento del solista. Fue

compuesto en 1895 durante su estadía en Estados Unidos, mientras se desempeñaba

como director del Conservatorio de Música de New York. Su estilo es netamente

romántico en forma de sonata, ya que consta de tres movimientos (Allegro/ Adagio ma

non troppo/ Finale: Alegro moderato- Andante- Allegro vivo), donde Dvořak introduce

melodías folklóricas típicas de su país de carácter dramático en los dos temas

presentados por la orquesta en el 1° movimiento antes de la intervención del cello, que

son retomados por el instrumento solista. En cambio, el Adagio ma non troppo posee un

clima más nostálgico y melancólico, donde se introduce un lied del propio compositor

(“Déjame solo”, Op.82) y culmina plácidamente, mientras que, en el último

movimiento introduce melodías folklóricas checas para terminar con un final brillante.

Fue dedicado a la memoria de su cuñada y amiga Josefina Cermáková y, al enterarse de

su muerte, Dvořak decidió componer este final para que su evocación siguiese aún más

viva. En la presente versión, pudo apreciarse una muy buena calidad de sonido desde la

introducción por parte del clarinete marcando el primer tema del 1° movimiento, que se

mantuvo durante todo el desarrollo de la obra, donde la mayoría de los solistas de cada

grupo de instrumentos se lucieron en sus respectivas intervenciones -pese a algunas

imperfecciones en los metales-. La labor de José Araujo fue excepcional: no sólo lo tocó

de memoria, sino que, además, brindó una versión brillante, de neto corte romántico. Su

fraseo, cadencias, trinos y cascadas fueron de una perfección absoluta y, además, le

agregó un ingrediente fundamental: la emoción. Se lo notó perfectamente compenetrado

con la obra y lo tocó con el alma. Debido a que el violoncello es el instrumento más

parecido a la voz humana, posee múltiples matices que le permiten “cantar” la melodía,

que fue la característica de esta gran interpretación. También se destacó el concertino

Xavier Inchausti en la cadencia en el dúo entre el solista y el primer violín del 3°

movimiento, al igual que los brillantes trinos por parte de las maderas en el 2°

movimiento. El público estalló en aplausos y vítores tras su ejecución, motivo por el

cual José Araujo interpretó un bis junto a sus compañeros de fila: una bellísima

transcripción para violoncellos de la Canción de los pájaros (Cant dels ocells) de Pau

Casals, que sonó magistralmente y que les valió numerosos aplausos, además de un

reconocimiento hacia sus colegas.

Las Variaciones sobre un tema original para orquesta, Op.36 -conocidas

universalmente como Variaciones Enigma – fueron compuestas como un ejercicio

orquestal en 1898. Al escucharlas, la esposa de Edward Elgar se sintió atraída por la

melodía y le pidió que las repitiera. Entonces, comenzó a realizar variaciones dedicadas

no solamente a su esposa, sino también a sus amigos a manera de retratos musicales,

donde cada una de las cuales posee una serie de letras que identifican a los destinatarios.

Fueron estrenadas en Londres en 1899 y comprende 14 variaciones sobre un tema

oculto, que nunca es tocado. Pese a que el compositor dejó numerosas pistas, nunca

fueron resueltas hasta su deceso, motivo por el cual surgió el mote de “Enigma”. El

tema con el que comienza la composición -que se repite durante toda la obra- posee dos

partes: una, lenta y melancólica en modo menor y la otra, brillante y en modo mayor. En


este caso, se trató de una versión muy correcta desde la marcación y dominio de tempi

por parte de la directora, pero que – por momentos- sonó muy excedida; sobre todo, en

los tutti orquestales. Por otra parte, faltaron matices y sutilezas en el celebérrimo adagio

NIMROD -la más conocida de todas las variaciones-, lo que opacó la muy buena

actuación que venía desarrollando la orquesta.

A juicio personal de quien escribe, los comentarios con micrófono estuvieron de

más: sobre todo, si se tiene en cuenta que la directora ya los escribió al comienzo del

programa de mano y que también existe el comentario de un reconocido musicólogo

donde explica el contexto en que fueron compuestas las obras incluidas en el presente

concierto. También es un hecho poco feliz que la programación de conciertos se

discontinúe por tanto tiempo. Ya sucedió desde un brillante debut inicial hasta casi dos

meses que la Filarmónica no tocó en sala y vuelve a suceder lo mismo debido a la

programación de las funciones de ballet. No es lo mismo tocar en el foso que sobre el

escenario y esto atenta contra la continuidad sonora de una orquesta que tiene mucho

para ofrecer y, a la cual, todavía le falta encontrar ese sonido de jerarquía que siempre la

caracterizó. Va por la buena senda, pero aún le falta mucho camino que recorrer.

 Espléndido recital de Maxime Zecchini en los Conciertos del Mediodía del Mozarteum


CON TODO EL ESPÍRITU Y EL ACENTO FRANCÉS

Martha CORA ELISEHT


El Ciclo Conciertos del Mediodía organizado por el Mozrteum Argentino se

destaca no sólo por la alta calidad de sus intérpretes, sino también por el repertorio que

se ofrece. En esta ocasión, el pasado miércoles 14 del corriente se presentó en la Sala

Argentina del Centro Cultural Palacio Domingo F. Sarmiento el pianista francés

Maxime Zecchini pr brindar un recital compuesto exclusivamente por obras de autores

galos, que se detallan a continuación:

- Gymnopédies I-II- Erik SATIE (1866-1925)

- Improvisación en Si menor: Presto ritmico, FP 63, n°1

- Improvisación en La bemol mayor: Assez animé, FP 63, n°2

- Improvisación en Si menor: Presto très sec, FP 63, n°3- Francis POULENC

(1899-1963)

- Trois gnossiennes- Erik SATIE (1866-1925)

- Romanza sin palabras, Op.17 n°3- Andante moderato en La bemol mayor

- “Libera me”, del Réquiem, Op.46- Gabriel FAURÉ (1845-1924)

- Romance- Germaine TAILLEFERRE (1892-1963)

- “Mon coeur s‘ouvre à ta voix” (transcripción para piano del aria de «SANSÓN Y

DALILA» - Camille SAINT- SAËNS (1835-1921)

- « Clair de lune» de la Suite Bergamasque- Claude DEBUSSY (1862-1916)

- Concierto para piano en Re mayor para la mano izquierda (transcripción para

piano solo de Maxime Zecchini)- Maurice RAVEL (1875-1937)


Nacido en París, Maxime Zecchini es uno de los mejores pianistas galos de la

actualidad, multipremiado y reconocido internacionalmente por la calidad de sus

interpretaciones y sus grabaciones. Asimismo, se desempeña como compositor y ha

participado en colaboración con numerosos artistas dando conciertos y conferencias en

su país natal y por todo el mundo. Abrió el presente recital con una versión muy sutil y

de exquisito gusto de las conocidas Gymnopédies de Erik Satie, compuestas en 1888

cuando se ganaba la vida como pianista de cabaret Chat Noir en Montmartre. El término

deriva de un ritual de origen griego donde los jóvenes bailaban desnudos, aunque Satie

admitió haberlo tomado de una novela de Gustave Flaubert. La primera (Lent et

doloreux) se caracteriza por su armonía simple y ondulante, mientras que la segunda

(Lent et triste) es similar y está escrita en modo dórico. En este caso, el intérprete

respetó las sutilezas de manera admirable y de forma sumamente precisa, al igual que

las tres Improvisaciones FP 63 de Francis Poulenc, donde se destacó por un perfecto

dominio de pasajes, cadencias, trinos y arpegios. Las tres piezas se ejecutaron sin

interrupción y sonó sumamente preciso, al igual que en las celebérrimas Gnossiennes de

Satie, compuestas en 1893 y nominadas de esa manera por la vinculación del


compositor con los círculos gnósticos parisinos, donde se realizaban encuentros de

carácter esotérico. La presente versión se destacó por su perfecto dominio de tempi,

crescendi y diminuendi. Seguidamente, Maxime Zecchini brindó una excelsa versión de

la Romanza sin palabras, Op.17 de Fauré, compuesta como un ejercicio de composición

en homenaje a Mendelssohn a los 18 años mientras estudiaba en la École Niedermeyer

de París. Es un andante moderato en La bemol mayor que sonó de manera exquisita,

mientras que se mostró potente y temperamental en la transcripción para piano del

Libera me de su Réquiem, Op.48, que había compuesto de manera independiente en

1877 y que, posteriormente, la incorporó a ssu célebre misa en 1888, cuando se

desempeñaba como organista de la iglesia de La Madeleine en París.

Germaine Tailleferre fue la única mujer integrante del denominado Grupo de los

Seis y fue una compositora sumamente prolífica. Su pieza para piano Romance data de

1913, cuando contaba sólo con 21 años y era una destacada alumna del Conservatorio

de París. De corte impresionista y estilo romántico tardío, sorprende por su belleza tonal

y la versión ofrecida fue sumamente sutil -una característica del pianista galo que

prevaleció durante todo el recital-. En cambio, la transcripción para piano de la

celebérrima aria de la ópera SANSÓN Y DALILA (Mon coeur s’ouvre à ta voix) sonó

algo excedida en el empleo del pedal al final de los tutti, pero conservando su carácter

romántico. Esta última característica prevaleció en la célebre Claro de Luna de la Suite

Bergamasque de Debussy, compuesta en 1890 con el objetivo de homenajear a los

clavecinistas franceses del siglo XVIII, que sonó romántica y a la vez, profunda.

El recital concluyó con una monumental transcripción para piano solo escrita por el

mismo intérprete del Concierto para la mano izquierda en Re mayor de Ravel,

compuesta entre 1929 y 1931 y dedicada al pianista austríaco Paul Wittgenstein, quien

había perdido su brazo derecho sirviendo como combatiente durante la Primer Guerra

Mundial y solicitaba que le compusieran concierto para la mano izquierda. De

inmediato, Ravel compuso este célebre concierto en un solo movimiento, pero

siguiendo la estructura clásica de los tres movimientos de un concierto para dicho

instrumento. El comienzo es sombrío, pero culmina con un final brillante, donde el

genio de Ciboure explora todos los matices del piano exclusivamente para la main

gauche, con pasajes de gran virtuosismo. Si bien a Wittgenstein no le agradó cuando lo

estrenó en Viena ni a Ravel cuando lo dirigió en París, la obra se transformó en uno de

los principales conciertos para piano compuestos durante el siglo XX y en una pieza de

repertorio para un virtuoso. En el caso particular de Zecchini, es un experto en el

repertorio para la mano izquierda y, por lo tanto, posee una pulsación y una digitación

asombrosas, motivo por lo cual el auditorio que se dio cita en la Sala Argentina estlló

unánimemente en aplausos y vítores, que obligaron a que el pianista francés -quien se

dirigió al público en correcto castellano leyendo el texto desde su celular- a hacer dos

bises sobre temas populares: La Vie en Rose, de Edith Piaf y Louis Guglielmi y

Alfonsina y el mar, de Ariel Ramírez y Félix Luna, que sonaron magistrales. El público

aplaudió unánimemente de pie y Zecchini se ganó el corazón y el cariño del público

argentino. Ojalá que regrese pronto por estos pagos y que se lo pueda apreciar en el

ámbito de una gran sala de conciertos, porque es un intérprete eximio de la música de su

país.

 Una muy buena versión desde lo vocal y muy irregular desde lo visual de la trilogía

pucciniana


SAQUEN SUS PROPIAS CONCLUSIONES


Martha CORA ELISEHT


Dentro del universo de Giacomo Puccini (1858-1924), IL TRITTICO representa

algo más que una trilogía constituida por tres óperas breves (IL TABARRO, SUOR

ANGELICA y GIANNI SCHICCHI) que funcionan en forma conjunta. Cada una de ellas

es una auténtica joya en sí misma y posee un argumento independiente, pese a que la

idea original del genio de Lucca era escribir una trilogía basada en La Divina Comedia

de Dante Alighieri (1265-1321). Luego de haber asistido a una representación teatral del

drama La Houppelande (Il Tabarro) de Didier Gold en 1912, Puccini retomó la idea en

1913 y le confió el libreto a Fernando Martini. Al ver que no avanzaba, llamó a

Giuseppe Adami para que redactara el libreto y culminó la composición de IL

TABARRO en 1915. Mientras tanto, le encargó a Gabriele D’Annunzio la composición

del libreto para la segunda ópera, pero el proyecto no se concretó. La solución llegó de

la mano del dramaturgo florentino Giovacchino Forzano en 1916, quien bosquejó el

drama de SUOR ANGELICA para una compañía de teatro itinerante. Puccini quedó

encantado con la idea y visitó en numerosas oportunidades el convento de Vicopelago,

donde su hermana Iginia se desempeñaba como Madre Superiora. Finalmente, puso

manos a la obra en 1917 y SUOR ANGELICA se representó por primera vez en dicho

convento, interpretada por el mismo Puccini con su voz y al piano, siendo recibida con

gran aceptación. En cuanto a la tercera, el autor decidió que tenía que ser una comedia y

solicitó al mismo Forzano el argumento, basado en el Canto XXX del Infierno de Dante,

de donde se tomó el personaje de Gianni Schicchi -un estafador situado en el octavo

círculo del Infierno por haber cometido un fraude-. La tercera y última ópera fue

culminada en 1918 y el hecho de que fuera una comedia era un mensaje de esperanza

ante una Europa devastada por la Primera Guerra Mundial.

Luego de numerosas cavilaciones respecto del nombre, se eligió IL TRITTICO

por propuesta de Guido Marotti -amigo personal del compositor-, cuyo estreno tuvo

lugar en la Metropolitan Opera House de New York en 1918 como consecuencia del

final de la Primera Guerra Mundial, pese a que la idea original era que se estrenara en

Roma. El estreno italiano sucedió al año siguiente y, en ambos casos, el éxito rotundo

fue para GIANNI SCHICCHI, mientras que IL TABARRO y SUOR ANGELICA tuvieron

una aceptación dispar.

A casi seis meses de su estreno mundial, IL TRITTICO se estrenó en el Teatro

Colón en 1919 y luego de 14 años de ausencia, se representó entre los días 2 al 13 del

corriente con dos elencos, de los cuales, quien escribe asistió a la función del pasado

miércoles 7 del corriente, con dirección musical de Beatrice Venezi al frente de la

Orquesta Estable y el siguiente reparto:


IL TABARRO: Leonardo López Linares (Michele), Diego Bento (Luigi), Paulina

González (Giorgietta), Sergio Wamba (Talpa), Alejandra Malvino (La Frugola),

Marcelo Gómez (Tinca), Duilio Smiriglia (Vendedor de canciones), Camila Picccolo y

Pablo Truchljak (Amantes)

SUOR ANGELICA: María Belén Rivarola (Suor Angelica), Alejandra Malvino (La Zía

Principessa), Cecilia Díaz (Abadesa), Rocío Arbizu (Celadora), Verónica Cano

(Maestra de novicias), Virginia Guevara (Suor Genoveva), Pía Gray (Suor Osmina),

Tamara Pepe (Suor Dolcina), Marina Torres (Hermana Enfermera), Ana Sampedro

(Novicia), Pía Gray y Rosario Mesiano (Hermanas legas), Mailén Blanco y Trinidad

Goyeneche (Hermanas conversas)

GIANNI SCHICCHI: Omar Carrión (Gianni Schicchi), Florencia Burgardt (Lauretta),

Santiago Martínez (Rinuccio), Alejandra Malvino (Zita), Carlos Ullán (Gherardo),

Eugenia Coronel Bugnon (Nella), Agustín Albornoz (Betto di Signa), Sebastián

Barboza (Simone), Marcelo Iglesias Reynes (Marco), Mónica Nogales (La Ciesca),

Gustavo Gibert (Maestro Spineloccio), Juan Barrile (Amantio di Nicolao), Tiziano

Rodrigo González (Gherardino), Leonardo Fontana (Pinellino) y Augusto Nureña

(Guccio)

La presente producción contó con la siguiente ficha técnica: dirección escénica

de Pier Francesco Maestrini; escenografía y video de Nicolás Boni/ Matías Otálora

(Suor Angelica); vestuario de Stefanía Scaraggi; asistencia de vestuario de Pablo Vitale;

iluminación de Daniele Naldi y asistencia de dirección de escena de Michele Cosentino.

Esta producción realizada en forma conjunta con el Teatro Comunale di Bologna

se caracterizó por dos motivos: una espectacular proyección de video y una escenografía

con exceso de figurantes, muy abierta -que jugó en contra de los cantantes-, pero que no

condice con lo estipulado en la partitura pucciniana. El genio de Lucca era muy

meticuloso con los detalles en cuanto al desempeño de los personajes sobre el escenario

y, precisamente, fue de lo cual careció la régie de Maestrini, que se inspiró en La Divina

Comedia y representó a la barcaza de Michele como la nave de Caronte en IL

TABARRO -concebida como el Infierno-. En el caso particular de SUOR ANGELICA, lo

que menos parecía la escenografía era la de un convento de monjas de clausura. Luego

de la salida de la Zía Principessa tras anunciar a Angelica la muerte de su hijo -

acompañada por una figurante que lo único que hizo fue sostener el pergamino para que

la protagonista lo firmase, cosa que estuvo totalmente de más según apreciación

personal de quien escribe-, Suor Angelica mira al cielo antes de entonar su célebre aria

(“Senza mamma”) y brilla una estrella más que las demás -representando a su hijo-. Eso

fue lo mejor logrado de la proyección de video, al igual que la apertura del cielo donde

la Virgen María perdona a la protagonista antes de morir. Lo que no se entendió fue por

qué Angelica tenía que transformarse en árbol luego de envenenarse -en alusión al

Purgatorio- mientras se proyectaba el video con almas similares atrapadas en troncos de

árboles clamando perdón. (Algo más similar al susto de Blancanieves cuando se interna

en la espesura del bosque creyendo que los árboles son fantasmas, según el film de Walt

Disney). Y en cuanto a Gianni Schicchi, el hecho de desollar la piel de Buoso Donati

para leer el testamento y de hacer pasar a los parientes como zombies girando alrededor

de su lecho de muerte fue de pésimo gusto y sumamente desagradable. Tampoco


condecían la pila de cadáveres sobre la cual se situaba la cama ni la proyección de

video, donde parecía más el Etna que la geografía de Firenze. En resumen: sin ton ni

son.

En cuanto a lo estrictamente musical, Beatrice Venezi tuvo numerosos altibajos

respecto de la partitura pucciniana. Por momentos, la orquesta sonó demasiado fuerte -

lo cual perjudicó a los cantantes y no permitió su lucimiento, al igual que la puesta en

escena excesivamente abierta- mientras que, en otros, faltaron matices. Un desempeño

correcto, pero nada más. El Coro Estable se destacó en todos los pasajes donde

intervino en las tres óperas merced a la excelente dirección de Miguel Martínez, que se

consolida como uno de los mejores directores de coros del país.

Todos los cantantes que tuvieron a su cargo los roles coprimarios en IL

TABARRO tuvieron un muy buen desempeño, destacándose Sergio Wamba como Talpa,

Marcelo Gómez como Tinca y Duilio Smiriglia como el vendedor de canciones.

Leonardo López Linares desempeñó cabalmente el rol protagónico merced a sus dotes

histriónicas y vocales, muy bien secundado por la soprano chilena Paulina González

como Giorgietta. Posee una voz joven, bien timbrada, de color y tonalidad agradables,

aunque todavía algo justa para una sala de las dimensiones del Colón. Probablemente, lo

expresado en el párrafo anterior pudo haberle jugado en contra. Quien se destacó y fue

una revelación fue el tenor Diego Bento, quien ofreció una muy buena versión del rol de

Luigi y fue el más aplaudido junto con López Linares al final de la obra.

Las cantantes que tuvieron a su cargo los roles coprimarios en SUOR

ANGELICA también tuvieron un muy buen desempeño, destacándose las sopranos

Virginia Guevara como Suor Genoveva y Marina Torres como la Hermana Enfermera.

Alejandra Malvino dio vida a la Zía Principessa con la justa dosis de dramatismo y

recursos vocales. Ha interpretado este rol en numerosas oportunidades y demostró su

oficio sobre el escenario del Colón. Debido a un problema de salud en último momento,

no se la pudo apreciar a María Belén Rivarola tal como se la escucha habitualmente en

las notas graves del rol protagónico, pero sí tuvo un perfecto dominio de las notas

agudas y los recursos histriónicos necesarios para interpretar las dos arias de su rol

(“Senza mamma” y “Amici Fiori”), motivo por lo cual fue sumamente aplaudida al

final.

En GIANNI SCHICCHI, el mejor en todos los aspectos fue Santiago Martínez,

quien encarnó a un excelente Rinuccio. Su voz corrió sin inconveniente alguno sobre el

escenario del Colón, al igual que Florencia Burgardt como Lauretta, quien fue muy

aplaudida luego del aria más famosa de la ópera (“O mio babbino caro”). Por su parte,

Omar Carrión demostró su maestría, dotes histriónicas y vocales para interpretar al rol

protagónico como se debe, acorde a las especificaciones de la partitura. Los cantantes

que interpretaron a los parientes de Buoso Donati estuvieron todos muy bien, sin que

ninguno sobresaliera por sobre el otro, al igual que los que tuvieron a su cargo los roles

secundarios. Todos fueron muy aplaudidos al final de la obra.

Así transcurrió la presente versión de la trilogía de Puccini, que ha sido muy

buena desde el punto de vista vocal y completamente inapropiada desde el punto de

vista del régissseur, ya que no condice para nada con las especificaciones de su autor.

Cuando quien está a cargo de la puesta de escena explica su punto de vista en el


programa de mano, una ya teme por el resultado. Una cosa es interpretar a Puccini y

otra muy distinta, valerse de su música para realizar una versión inspirada en La Divina

Comedia no siéndolo. Que los lectores de esta crónica saquen sus propias conclusiones

al respecto.

 Excelente concierto con obras inéditas por la Sinfónica Municipal de 3 de Febrero


NUEVO AVANCE DEL ORGULLO BONAERENSE


Martha CORA ELISEHT


Una de las principales características que tiene la Orquesta Sinfónica Municipal

de Tres de Febrero (OSTREF) es el rescate de obras inéditas o que se representan en

muy escasas oportunidades. Esta vez, la mencionada agrupación sinfónica hizo su

presentación en un ámbito muy oportuno y propicio para un repertorio camarístico: la

iglesia “Nuestra Señora del Líbano” sita en Francisco Lynch (Provincia de Buenos

Aires) el pasado domingo 11 del corriente bajo la dirección de su titular -Ezequiel

Fautario- y la participación de Leandro Kyrkiris (violoncello) como solista, con entrada

libre y gratuita.

El programa estuvo compuesto por las siguientes obras:

- Obertura de “LA DAMA BLANCA”- François- Adrien BOIELDIEU (1775-

1834)

- Adagio con variaciones para violoncello y orquesta, P133- Ottorino RESPIGHI

(1879-1936)

- Serenata para cuerdas, Op.48- Piotr I. TCHAIKOVSKY (1840-1893)

Luego de la presentación oficial de la Orquesta a cargo del locutor, Ezequiel

Fautario se dirigió al público provisto de un micrófono agradeciendo su presencia y

también, para realizar un breve comentario sobre las obras comprendidas en el

programa y agradecer la presencia de la directora del Coro Municipal de Tres de

Febrero – Débora Maccarone-, quien acompañó a la orquesta en calidad de organista y

arpista para la obra de Respighi. Después de la tradicional afinación de instrumentos a

cargo del concertino Pablo Sangiorgio, se ofreció una impecable versión de la obertura

de la ópera de Boieldieu, que se representa en muy escasas ocasiones no sólo en

Argentina, sino también a nivel universal. Fue compuesta en 1825 con libreto de

Eugène Scribe sobre temas de novelas de Sir Walter Scott, que incluyen ambientes

típicos escoceses, una heredera desaparecida, un castillo misterioso, una herencia y un

fantasma – el de la dama blanca que vaga en pena por las noches-. Estos elementos del

Romanticismo gótico lograron un gran éxito en su época y fue una de las primeras

óperas que incorporó el elemento fantástico. La obertura posee un carácter festivo, con

elementos que recuerdan a Rossini y Mozart, pero con una orquestación de carácter

beethoveniano, rica en cromatismo, crescendi y pasajes de singular belleza. Pudo

apreciarse una orquesta muy bien afinada y afiatada, con una impecable actuación del

fagotista Facundo Díaz en el contrapunto con las cuerdas y su correspondiente solo, al

igual que los metales. La versión ofrecida fue de alta calidad y valió la pena

compenetrarse con este tipo de composiciones.

El Adagio para violoncello y orquesta P.133 de Respighi data de 1921 y consta de

un único movimiento donde el instrumento solista expone el tema principal junto con la

orquesta mediante un fraseo en contrapunto con el fagot seguido de un pizzicato en


cuerdas. Ezequiel Fautario imprimió su sello característico dirigiendo a la orquesta con

muy buena profundidad y equilibrio sonoros, con una excelente labor por parte de las

maderas, donde todos los solistas instrumentales tuvieron una soberbia actuación. Por su

parte, Leandro Kyrkiris se destacó por su maestría en el dominio del instrumento,

explorando todos sus matices mediante su digitación, fraseo, cascada e interpretación.

Otra obra de gran línea melódica raramente interpretada, que sonó magistral y que se

tradujo en una ovación de aplausos y vítores para los músicos luego de su ejecución.

Compuesta en 1880, la Serenata para cuerdas en Do mayor, op.48 de Tchaikovsky

consta de 4 movimientos: Pezzo in forma di sonatina: Andante non troppo-Allegro

moderato/ Vals: moderato- Tempo di valse/ Elegía: Larghetto elegíaco/ Finale (tema

ruso): Andante- Allegro con spirito. Se estrenó en privado en Diciembre de ese mismo

año y su primera ejecución pública fue al año siguiente en Moscú, bajo la dirección de

Eduard Napravnik. El tema inicial del 1° movimiento actúa como leitmotiv o hilo

conductor, que posteriormente, se repite no sólo al final de dicho movimiento, sino

también, de la obra, otorgándole un carácter cíclico. Bajo la dirección de Pablo

Sangiorgio, la versión ofrecida fue muy compacta, segura, firme, versátil y, al mismo

tiempo, temperamental desde los primeros compases del 1° movimiento, con un muy

buen desempeño de los violines y violas en las dobles cuerdas de la introducción,

mientras que la labor de los violoncellos y las violas se destacó en el cantábile de la

Elegía, de corte netamente rusa, al igual que el vals del 2° movimiento. Sonó muy

equilibrada, con una excelente musicalidad, buen gusto y perfecta marcación de tempi.

Lo mismo sucedió con el tema folklórico que el compositor introduce en el 4°

movimiento, donde el pizzicato en violines sonó en bloque, mientras las violas, cellos y

contrabajos ejecutan la melodía hasta volver al tema de la introducción. Y, como no

podía ser de otra manera, el público estalló en aplausos y vítores hacia el final para

culminar una muy buena labor por parte de los músicos, quienes brindaron una versión

de altísima calidad de esta celebérrima composición.

Las orquestas sinfónicas del conurbano bonaerense son auténticas gemas por

muchos motivos: la calidad de sus integrantes, el repertorio elegido o el ámbito en el

que desarrollan su actividad. Lamentablemente, su labor se ve opacada al no poder

contar con un aparato de prensa lo suficientemente poderoso como para permitir

difundir mucho más la magnífica labor que realizan. Por ende, sólo se las aprecia

cuando se presentan en grandes escenarios. De vez en cuando, no estaría nada mal que

los corresponsales de los grandes medios de comunicación tomen nota de lo que sucede

a menos de 25 kilómetros del centro de la Ciudad de Buenos Aires. Una vez más, el

orgullo bonaerense se hizo presente en una nueva demostración de repertorio y talento.

 Muy buena actuación de la Filarmónica bajo la dirección de Zoe Zeniodi en el Colón


REENCUENTRO CON LA CALIDAD SONORA


Martha CORA ELISEHT


Tras los ecos del concierto sinfónico ofrecido a comienzos del presente mes, la

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) continuó con su tradicional Ciclo de

Abono de la mano de su actual titular- Zoe Zeniodi-, quien dirigió un concierto el

pasado sábado 10 del corriente en el Teatro Colón con la participación del violoncelista

José Araujo en calidad de solista, donde se interpretaron las siguientes obras:

- Glosas sobre temas de Pau Casals, Op.48- Alberto GINASTERA (1916-1983)

- Concierto en Si menor para violoncello y orquesta, Op.104- Antonin DVOŘAK

(1841-1904)

- Variaciones sobre un tema original (“Enigma”), Op.36- Sir Edward ELGAR

(1857-1934)

Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier

Inchausti, la directora helénica hizo su aparición sobre el escenario y se dirigió al

público provista de un micrófono no sólo para anunciar las obras comprendidas en el

programa, sino también para explicar el eje temático (Dedicatorias) que las hilvanaba.

En el caso particular de Ginastera, a Pau Casals; el de Dvořak, al violoncelista Hanuś

Wihan y a su cuñada – Josefina Cermáková, quien estaba muy enferma y que falleció

durante la composición de su célebre concierto- y en el de Elgar, a sus amigos y a sí

mismo. Pero a diferencia del concierto anterior, donde rogó al público encarecidamente

que no aplaudiera entre los movimientos de las obras, en esta ocasión no lo hizo. Una

pena, porque existe numeroso público que asiste por primera vez a una sala de

conciertos creyendo erróneamente que se debe aplaudir después de cada pieza, tal como

se hace en un recital.

Con un orgánico prácticamente completo que incluyó piano, celesta y órgano, la

Filarmónica brindó una muy buena versión de la mencionad obra de Ginastera, basada,

a su vez, en el Cant dels ocells (Canto de los pájaros) del célebre músico catalán.

Compuesta en 1976 como una pieza para quinteto y orquesta de cuerdas, el músico

argentino la orquestó en 1977 y comprende 5 números: Introducció, Romanç, Sardanes,

Cant y Conclusió delirant. El solo de fagot que introduce el tema principal -que se

repite al principio de cada uno de los movimientos ya descriptos- fue magistralmente

ejecutado por un solista de los quilates de Gabriel LaRocca quien, en esta oportunidad,

estuvo acompañado por el denominado “quinteto filarmónico” en instrumentos de

viento (Claudio Barile en flauta, Néstor Garrote en oboe, Matías Tchicourel en clarinete,

Fernando Chiappero en corno y Jonathan Bisulca en trompeta). Todos los

instrumentistas anteriormente mencionados tuvieron una destacadísima actuación, al

igual que la arpista María Cecilia Rodríguez en el glissando del 2° movimiento. Se

logró una muy buena profundidad sonora en los crescendi y tutti orquestales,

desarrollados mediante una serie de variaciones sobre el tema principal luego de u


exposición. Por su parte, el cellista Benjamín Báez también se destacó en su solo, al

igual que Iván Rutkauskas en piano, celesta y órgano en el 4° movimiento. La obra

cierra con un tutti y acorde fff de manera brillante y fue muy aplaudida.

De los múltiples conciertos compuestos para violoncello y orquesta, el Op.104

de Dvořak es quizás, el más conocido y permite un perfecto lucimiento del solista. Fue

compuesto en 1895 durante su estadía en Estados Unidos, mientras se desempeñaba

como director del Conservatorio de Música de New York. Su estilo es netamente

romántico en forma de sonata, ya que consta de tres movimientos (Allegro/ Adagio ma

non troppo/ Finale: Alegro moderato- Andante- Allegro vivo), donde Dvořak introduce

melodías folklóricas típicas de su país de carácter dramático en los dos temas

presentados por la orquesta en el 1° movimiento antes de la intervención del cello, que

son retomados por el instrumento solista. En cambio, el Adagio ma non troppo posee un

clima más nostálgico y melancólico, donde se introduce un lied del propio compositor

(“Déjame solo”, Op.82) y culmina plácidamente, mientras que, en el último

movimiento introduce melodías folklóricas checas para terminar con un final brillante.

Fue dedicado a la memoria de su cuñada y amiga Josefina Cermáková y, al enterarse de

su muerte, Dvořak decidió componer este final para que su evocación siguiese aún más

viva. En la presente versión, pudo apreciarse una muy buena calidad de sonido desde la

introducción por parte del clarinete marcando el primer tema del 1° movimiento, que se

mantuvo durante todo el desarrollo de la obra, donde la mayoría de los solistas de cada

grupo de instrumentos se lucieron en sus respectivas intervenciones -pese a algunas

imperfecciones en los metales-. La labor de José Araujo fue excepcional: no sólo lo tocó

de memoria, sino que, además, brindó una versión brillante, de neto corte romántico. Su

fraseo, cadencias, trinos y cascadas fueron de una perfección absoluta y, además, le

agregó un ingrediente fundamental: la emoción. Se lo notó perfectamente compenetrado

con la obra y lo tocó con el alma. Debido a que el violoncello es el instrumento más

parecido a la voz humana, posee múltiples matices que le permiten “cantar” la melodía,

que fue la característica de esta gran interpretación. También se destacó el concertino

Xavier Inchausti en la cadencia en el dúo entre el solista y el primer violín del 3°

movimiento, al igual que los brillantes trinos por parte de las maderas en el 2°

movimiento. El público estalló en aplausos y vítores tras su ejecución, motivo por el

cual José Araujo interpretó un bis junto a sus compañeros de fila: una bellísima

transcripción para violoncellos de la Canción de los pájaros (Cant dels ocells) de Pau

Casals, que sonó magistralmente y que les valió numerosos aplausos, además de un

reconocimiento hacia sus colegas.

Las Variaciones sobre un tema original para orquesta, Op.36 -conocidas

universalmente como Variaciones Enigma – fueron compuestas como un ejercicio

orquestal en 1898. Al escucharlas, la esposa de Edward Elgar se sintió atraída por la

melodía y le pidió que las repitiera. Entonces, comenzó a realizar variaciones dedicadas

no solamente a su esposa, sino también a sus amigos a manera de retratos musicales,

donde cada una de las cuales posee una serie de letras que identifican a los destinatarios.

Fueron estrenadas en Londres en 1899 y comprende 14 variaciones sobre un tema

oculto, que nunca es tocado. Pese a que el compositor dejó numerosas pistas, nunca

fueron resueltas hasta su deceso, motivo por el cual surgió el mote de “Enigma”. El

tema con el que comienza la composición -que se repite durante toda la obra- posee dos

partes: una, lenta y melancólica en modo menor y la otra, brillante y en modo mayor. En


este caso, se trató de una versión muy correcta desde la marcación y dominio de tempi

por parte de la directora, pero que – por momentos- sonó muy excedida; sobre todo, en

los tutti orquestales. Por otra parte, faltaron matices y sutilezas en el celebérrimo adagio

NIMROD -la más conocida de todas las variaciones-, lo que opacó la muy buena

actuación que venía desarrollando la orquesta.

A juicio personal de quien escribe, los comentarios con micrófono estuvieron de

más: sobre todo, si se tiene en cuenta que la directora ya los escribió al comienzo del

programa de mano y que también existe el comentario de un reconocido musicólogo

donde explica el contexto en que fueron compuestas las obras incluidas en el presente

concierto. También es un hecho poco feliz que la programación de conciertos se

discontinúe por tanto tiempo. Ya sucedió desde un brillante debut inicial hasta casi dos

meses que la Filarmónica no tocó en sala y vuelve a suceder lo mismo debido a la

programación de las funciones de ballet. No es lo mismo tocar en el foso que sobre el

escenario y esto atenta contra la continuidad sonora de una orquesta que tiene mucho

para ofrecer y, a la cual, todavía le falta encontrar ese sonido de jerarquía que siempre

 


Momentos decisivos de Don Carlo de Giuseppe Verdi en la Opera Bastille de París


“Don Carlos” en París


Una versión musical estupenda

Graciela Morgenstem

25 de abril de 2025


Opéra National de París


Don Carlo, de Giuseppe Verdi (versión de 1867, en cinco actos).

Libreto: Joseph Mery y Camille Du Locle.

Elenco: Charles Castronovo, Marina Rebeka, Christian Van Horn, Ekaterina Gubanova,

Andrzej Filończyk, Alexander Tsymbalyuk y otros

Coro y Orquesta de l’Opéra national de París

Directora del Coro: Ching-Lien Wu 

Escenografía y vestuario: Małgorzata Szczęśniak

Iluminación: Felice Ross

Régie: Krzysztof Warlikowski 

Directora de orquesta: Simone Young 

Sala: Opéra Bastille


Dentro del marco de una nutrida temporada lírica, l’Opéra National de París presentó

“Don Carlos”, una de las obras cumbres del genio verdiano. La versión aquí ofrecida fue

la francesa (1867), en cinco actos, en la que se incluye la escena de Fontainebleau. La

amistad, la libertad, el amor, la lucha de poderes entre Estado e Iglesia, la Inquisición, la

lealtad, son los temas incluidos en el libreto, detrás del desencuentro amoroso de Carlos,

hijo de Felipe II de España, e Isabel de Valois.


Si bien es una partitura monumental, tal vez una de las más interesantes del repertorio

italiano, es muy difícil en su programación, porque requiere la participación de cinco

cantantes de primera línea, un coro poderoso y un director de orquesta que sea un

verdadero concertador. Y esta representación tuvo todo eso.


El rol protagónico encontró en Charles Castronovo musicalidad considerable, facilidad

para la zona aguda y buen dominio de la mezza voce. Su capacidad de producir tonos

heroicos se puso de manifiesto ya desde los momentos más escabroso de su aria del

primer acto. Realizó una interpretación actoral sentida con medios vocales muy

interesantes.


Sobresaliente fue también el barítono Andrzej Filończyk como su amigo Rodrigo. Con

registro parejo y buen dominio del fraseo, dio convicción y fortaleza a la parte.


Christian Van Horn, bajo barítono de voz bien timbrada, aportó emisión franca y buenos

armónicos. Su Felipe II exhibió poderío y amplitud vocal y en la faz actoral, realizó una

interpretación intensa que expresó totalmente la angustia y al mismo tiempo,

autoritarismo del soberano, especialmente en su aria “Elle ne m’aime pas”.


La soprano Marina Rebeka como Isabel de Valois, fue uno de los puntales del elenco.

Con voz aterciopelada, de bello color, excelente manejo del legato y actuación impecable,

cumplió con creces con todas las exigencias del personaje, especialmente en sus arias y

el dúo final con Carlos.


Ekaterina Gubanova cumplió dignamente con el rol de Eboli. Aunque su voz deja

expuesto el paso del tiempo y su caudal vocal se ve un poco disminuido, sus agudos y

graves suenan firmes y se desenvolvió escénicamente de manera convincente


Alexander Tsymbalyuk como el Gran Inquisidor, mostró rotundez vocal en todas sus

intervenciones, por lo que resultó convincente y actuó con autoridad vocal y escénica..


El resto del elenco tuvo un buen desempeño en los roles comprimarios.

El coro de l’Opéra national de Paris realizó una labor encomiable, bajo la dirección de

Ching-Lien Wu.


En tanto, Simone Young tuvo un vigoroso control de la orquesta de l’Opéra national de

Paris, para plasmar el tumultuoso drama verdiano, resaltando todos los claroscuros de la

partitura y sacando provecho de los mismos, al mismo tiempo que mostró simbiosis con


el palco escénico.


Si bien desde el punto de vista musical, se podría decir que la función se acercó mucho

a la perfección, la puesta en escena, no se condijo con el libreto. La régie de Krzysztof

Warlikowski sitúa la escena en España, en la década de los años 40 a los 50, con lo que

pierde rigor histórico. ¿Qué hacía el Inquisidor ahí? La Inquisición ya no existía en esa

época. El cuadro de Fontainebleau transcurre en una habitación con un caballo de

material plástico blanco casi en el fondo de la escena. La escena de Eboli en el jardín se

ubica en un gimnasio con el coro femenino practicando esgrima. Y así siguen las

incoherencias. De todas maneras, debe decirse que los decorados y vestuario de

Małgorzata Szczęśniak y la iluminación de Felice Ross fueron funcionales a la concepción

de la régie.


Para sintetizar, una obra estupenda en una versión musical magnífica que fue preferible

escuchar antes que ver.


CALIFICACIÓN: MUY BUENO

 IL TRITTICO


El jueves 8 de mayo se escuchó en el Teatro Colon “Il Trittco”, de Giacomo

Puccini, que comprende tres operas; Il Tabarro, Suor Angelica y Gianni

Schicchi.

En ella participaron destacados cantantes nacionales como Fabian Veloz,

en el papel de Michele, en Il Tabarro; Carla Filipcic Holm, como Giorgietta;

Guadalupe Barrientos en los tres roles principales para su cuerda en esta

trilogía y Jaquelina Livieri, como Lauretta en Gianni Schicchi, entre otros.

Dada la trayectoria y calidad profesional de estos cantantes argentinos,

puede decirse que líneas generales, que la versión musical alcanzó un

nivel de corrección.

Entre los cantantes extranjeros que participaron, es de destacar la

solvencia vocal del tenor Mikheil Sheshaberidze (Luigi, en Il Tabarro).

La soprano Marta Torbidoni como Suor Angelica, cumplió sin mayor

trascendencia su rol, en una actuación carente de peso vocal y emoción

dramática. El barítono Ricardo Seguel compuso un Gianni Schicchi cantado

con corrección, pero también carente de la picardía y la gracia que el

libreto impone en su texto al personaje.

La directora Beatrice Venzi, el frente de la Estable, condujo prolijamente

una versión rutinaria y sin mayor expresividad con cambios de tiempo y

variación del volumen que en algunos momentos parecieron perjudicar a

algunos los cantantes solistas.

En cuanto a la puesta escénica de este Trittico, asistimos una vez más a

ver la “creación” imaginada por un Director escénico, (en este caso

Francesco Maestrini), que utiliza la música de una opera (de Giacomo

Puccini, en esta oportunidad), como fondo musical para su invención.

Realmente, lo visto nada tiene que ver con Il Trittico pucciniano.

Justamente Puccini; un compositor que describe en sus partituras hasta el

mínimo detalle de la acción teatral que corresponde a cada momento

musical. Un compositor que casi no requiere reggiseur ya que cumpliendo

con sus indicaciones cada intérprete conoce lo que debe hacer.


Hay que reconocer sin embargo, que el diseño escenográfico de Nicolas

Boni es realmente impactante y muy interesante. Sinceramente, a tal

punto es muy bueno, que realmente merece que se componga la opera

apropiada para poder utilizarla; que no es Il Trittico.

De este tema se ha hablado tanto, que no vale la pena ahondar en

detalles. Lo que queda bien claro, es que al no corresponderse la acción

teatral que se propone, con el texto del libreto, se pierden las emociones

que el autor de la opera (llámense Puccini, Verdi, Bizet…etc. etc.),

pretende transmitir y que hacen a entender el argumento de la obra.


Conclusión: Una versión mediocre.

Roberto Falcone

lunes, 5 de mayo de 2025

 

Zoe Zeniodi y la Filarmónica de Buenos Aires durante la interpretación de la Sinfonía Nº 7 en Mi mayor wab 107 de Anton Bruckner. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli.



BUENAS INTENCIONES

 

 

Teatro Colón, Temporada 2025. Concierto de Abono a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Directora: Zoe Zeniodi. Programa: “De Haydn a Bruckner I Mundos Sinfónicos”. Obras de Haydn y Bruckner. 03 de Mayo de 2025.

 

NUESTRA OPINION: BUENO.

 

  En el reencuentro con el público luego de su intervención en el Ballet “Carmen”, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires se presentó en la sala del Teatro Colón bajo la guía de su nueva titular, Zoe Zeniodi. Esta oportunidad sirvió para apreciar la respuesta del conjunto a los requerimientos de la joven directora griega y también, más allá  de que anteriormente ha venido a dirigir como invitada, conocer sus enfoques ante las obras por ella programadas  y percibir la reacción del público al final de cada obra.

 

  A la programación ofrecida se la tituló “De Haydn a Bruckner I, Mundos Sinfónicos”. Si bien se nos entregó el clásico programa de mano en el que se percibe claramente el muy buen trabajo de Claudia Guzmán como editora, la que convocó a Pablo Giannera para los comentarios de las obras,  ya en las primeras páginas se halló un comentario adicional de la Mtra. Zeniodi explicando porque armó con las dos obras ofrecidas  este concierto presenciado, sumado que al entrar la misma al escenario al inicio de la velada, empuñó el micrófono para volver a hablar del tema, dar la bienvenida al público y, aquí lo más rescatable, solicitarle al soberano que no se aplauda entre movimientos, lo que afortunadamente se cumplió a rajatabla. Una cosa que se nota en estos últimos tiempos, es el hecho de que independientemente de los comentarios que acompañan los programas impresos, a muchos conductores les encanta hablarle al público. La intención puede ser muy loable, pero habiendo un comentario y una nota de página de la propia Mtra. Zeniodi explayándose sobre el concierto, la intervención micrófono en mano es redundante.

 

  Con un orgánico ”de cámara”,  integrado por los  maestros filarmónicos que más saben del tema, se abordó la Sinfonía Nº 44 en Mi menor, “Fúnebre”, catálogo Hob I: 44 de Franz Joseph Haydn.  Obra en la que el compositor no necesitó una extensa introducción, ya que casi de inmediato se sumerge en el discurso del movimiento de apertura de carácter dramático y trágico con dos temas de esas características de los que podríamos decir que se entrelazan entre sí y que grafican una atmósfera “oscura”, de verdadera despedida. Un vibrante segundo movimiento, el que le da paso al tercero, de mayor carga dramática,  y un final de tensa resolución. La Orquesta acometió la obra de manera prolija y ajustada respecto a las indicaciones de la directora, aunque en el balance final se hubiera preferido una profundización mayor en la  interpretación.

 

  Tras el intervalo, se pudo apreciar una correcta versión de la Séptima Sinfonía Nº 7 en Mi mayor señalada en el catálogo como Wab 107 en la producción de Anton Bruckner. A lo largo de sus cuatro movimientos, el compositor respeta su propia estructura la que se mantiene inalterable a lo largo de las 11 obras que compuso para el género (tomando en cuenta el ensayo “sinfonía”[ numerado luego como “Sinfonía 00”] y la propia Sinfonía Nº 0), esto es : Allegro al comienzo con una coda brillante, un Adagio o un Scherzo que pueden ir en ese orden o al revés como en este caso y un vibrante final. En esta circunstancia, el adagio adquiere la forma de una honra fúnebre a modo de despedida a Richard Wagner, del que Bruckner era un confeso admirador, y que plasmó en dos temas de extenso desarrollo que grafican orfandad y melancolía ante una pérdida verdaderamente irreparable. En cambio el scherzo adquiere  ribetes vibrantes. Ya desde el comienzo  hay un solo de trompeta , apoyado por la cuerda grave, que evoca a la Austria campesina, ya que el tema semeja el canto del gallo, el que vira a un segundo tema de corte más calmo para retomar luego la idea inicial. El final está compuesto por dos temas entrelazados expuestos en diferentes variaciones que van conduciendo a un vibrante cierre con el primer tema.

 

  Llamó mucho la atención que los dos primeros movimientos fueran expuesto solo de manera correcta y prolija, fundamentalmente el Adagio que cuenta con tanta carga expresiva. Puede decirse que a partir del tercer movimiento la interpretación hizo un giro de ciento ochenta grados y de ahí al final se escuchó a Bruckner como bien lo conocemos. Las ideas y la esencia de la obra estuvieron presentes. Habrá que ver seguramente como se relaciona el conjunto con su nueva titular y de que forma el público reciba y asimile las próximas propuestas.

 

Donato Decina 


domingo, 4 de mayo de 2025

 

 

 

UNA EXTRAORDINARIA CONJUNCION

 

Dirección Nacional de Elencos Estables, Temporada 2025. Actuación de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos “Pascual Grisolía”, Director: Agustín Toccalini. Solista: Fernanda Morello (Piano). Programa: Obras de Poulenc, Persichetti y Ravel. Auditorio Nacional del Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento, 02 de Mayo de 2025.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO

 

  Continuando con una política iniciada años atrás cuando con la participación del Mtro. Bruno Gelber, la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos “Pascual Grisolía” Interpretó junto al gran maestro una muy buena transcripción del Concierto para Piano y Orquesta Nº 3 de Beethoven, en esta oportunidad, la agrupación se convirtió en anfitriona de una gran solista como Fernanda Morello para un programa denominado “El Affaire Ravel”, el que se inició con un magnífico momento de música de cámara cuando la Maestra, acompañada por cinco integrantes de la agrupación de los que lamentablemente no tenemos sus nombres, pero que sí podemos decir que fueron intérpretes de Flauta, Fagot, Oboe, Corno y Clarinete, abordó junto a ellos el sexteto para piano y vientos de Francis Poulenc. Obra de 1932 con revisión durante 1939 a 1940, nos muestra a un compositor en plenitud de medios, quien logra plasmar una partitura rica en matices, vivaz en sus dos movimientos “de punta” y un movimiento central pleno en expresividad, en donde tanto el piano como los vientos se lucen en sus intervenciones. Fue admirable la labor de Morello junto a los instrumentistas, los que con plena concentración desarrollaron una labor estupenda.

 

  Seguidamente con el orgánico instrumental a pleno con la Dirección del Mtro. Agustín Toccalini (Director al que vengo siguiendo desde tiempos de pandemia cuando asumió la Dirección para el streaming de la puesta de Marcelo Lombardero de “El Cimarrón“ de Hans Werner Henze con el inolvidable desempeño del bajo Iván García), la banda brindó una estupenda versión de la Sinfonía que para este tipo de agrupación compuso el Norteamericano VIncent Persichetti (1916/1987), quien además fue  docente y pianista, formador de Phillip Glass, seguramente su alumno más destacado. Obra de corte melódico, con ideas sumamente interesantes y de estupenda orquestación, fue objeto de una muy buena versión por parte de Toccalini y la agrupación. Hubo magnífico empaste, intensidad y expresividad, logrando que el público reaccione de manera enfervorizada, para  premiar así la estupenda labor desarrollada.

 

  El final encontró a solista y conjunto abordando una muy buena transcripción para Piano y Banda del “Concierto en Sol para Piano y Orquesta” de Maurice Ravel, el nombre convocante de esta velada al cumplirse el sesquicentenario de su nacimiento.  Compuesto entre 1929 y 1931, estrenado por la celebérrima Orquesta Lamoreaux con el autor en el podio y la gran Marguerite Long como solista, a lo largo de sus tres movimientos expone muy buenas ideas con claras referencias al jazz, instantes de ritmo pleno y un movimiento central de gran corte reflexivo, generando un instante de gran introspección. Fernanda Morello desarrolló una labor descollante con total conexión con Tocallini y los músicos, quienes respondieron en magnífica forma a las indicaciones del Mtro., el que cumplió un trabajo de altísima calidad, guiando con precisión al conjunto. Cabe destacar la presencia de un refuerzo de lujo como la arpista Lucrecia Jancsa con brillante participación en el solo de su instrumento en el primer movimiento.

 Esto es lo que logra la música. El que hombres y mujeres se sobrepongan a sus falencias físicas, aprendan sus instrumentos y se integren de igual a igual con figuras consagradas, logrando que la fiesta sonora sea plena.

 

Donato Decina

viernes, 2 de mayo de 2025

 


El Ensamble "Sónico" durante el concierto de apertura de los tradicionales "Conciertos del Mediodía" del Mozarteum Argentino en la Sala Argentina del Centro Cultural "Domingo Faustino Sarmiento" Fotografía de la autora del presente comentario.


Excelente inicio de Conciertos del Mediodía del Mozarteum en el Palacio Sarmiento


A LA VANGUARDIA EN MATERIA DE TANGO


Martha CORA ELISEHT


Junto con Astor Piazzolla y Osvaldo Berlingieri, Eduardo Rovira (1925-1980) ha

sido uno de los más grandes exponentes del tango moderno, sacándolo de su concepción

original como danza e imprimiéndole un nuevo enfoque. Nacido en el seno de una

familia obrera en Lanús, comenzó a trabajar como intérprete de bandoneón en la

orquesta de Francisco Alesso y posteriormente, comenzó a estudiar composición y

armonía bajo la tutela de Pedro Aguilar a los 15 años. Ahí aprendió contrapunto,

dodecafonismo, composición e instrumentación, formas y técnicas que aplicaría

posteriormente en su vida. A fines de la década del ’50 funda su propio conjunto en La

Plata -Agrupación de Tango Moderno-, definida como “un tango de la cintura para

arriba”, ya que lo elevó a la categoría de música instrumental de vanguardia.

Lamentablemente, sus obras cayeron en el olvido por su muerte prematura y porque no

había sello discográfico que las editara.

Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que, en 2015, un grupo integrado por

músicos argentinos y extranjeros reunidos en Bruselas (Bélgica) tuvo la idea de rescatar

y difundir la obra integral de Eduardo Rovira: el Grupo SÓNICO. La agrupación

formada por Stephen Meyer (violín), Lysandre Donoso (bandoneón), Alejandro

Schwarz (guitarra eléctrica), Ariel Eberstein (contrabajo) e Ivo De Greef (piano) fue la

convocada por el Mozarteum Argentino para la apertura de su tradicional ciclo

Conciertos del Mediodía, hecho que se llevó a cabo el pasado miércoles 30 de Abril en

la Sala Argentina del Centro Cultural Palacio Domingo F. Sarmiento en homenaje al

centenario del fallecimiento del compositor, donde se interpretaron las siguientes obras:

- “Majo Majú”

- “Tango para Charrúa”

- “Tango para Ernesto”

- “Azul y yo”- Eduardo ROVIRA (1925-1980)

- “Ritual”- (arreglo de Eduardo ROVIRA) Osvaldo BERLINGIERI (1928-2015)

- “Preludio de la guitarra abandonada”- Eduardo ROVIRA (1925-1980)

- “Los mareados”- Juan Carlos COBIÁN (1896-1953) (arreglo de Astor

PIAZZOLLA)

- “Etéreo”- Alberto CARACCIOLO (1918-1994)

- “Efímero”- Omar LUPPI

- “Que lo paren”- Eduardo ROVIRA (1925-1980)


Precisamente, el conjunto adoptó su nombre del tema homónimo compuesto por

Rovira en 1961 (“Sónico”), editado por el sello discográfico RECORD, cuando la

agrupación de Tango Moderno hacía su presentación en 1961 con el LP Tangos en una

nueva dimensión. También formó parte de ese disco el Preludio de la guitarra


abandonada que formó parte del presente recital, dividido en tres partes: la primera, a

cargo del bandoneón, violín, piano y contrabajo -todos con amplificador, pero con un

excelente balance sonoro- para interpretar los tres primeros temas de Rovira, que

formaron parte de su último disco (Que lo paren) editado en 1975. Cada instrumento

ejecutó un solo con variaciones sobre el tema principal con sutilezas y la pasión

característica del género, con un sonido bien canyengue. Seguidamente, el trío formado

por Alejandro Schwarz, Ariel Eberstein y Lysandre Donoso ofrecieron una excelsa

versión de Azul y yo, tema que formó parte del icónico álbum SÓNICO (1968), donde el

compositor introduce el pedal de distorsión para el bandoneón -similar al usado en la

guitarra eléctrica-, al mismo tiempo que introduce este último instrumento para atraer al

público más joven y logra otra innovación: el empleo de la electroacústica en el tango,

siendo el primer compositor argentino en usar este recurso. La obra posee ciertas

reminiscencias y ribetes de Dvořak -pese a que está escrita en 2/4- y sonó realmente

magistral. Seguidamente, el trío interpretó el arreglo que Eduardo Rovira realizó sobre

Ritual, de Osvaldo Berlingieri, brindando una versión memorable por la perfecta

sincronización y síncopa empleados. Y el guitarrista argentino ofreció una versión

antológica del mencionado Preludio de la guitarra abandonada del propio Rovira, que

sonó soberbia.

En la tercera parte del recital participaron todos los integrantes del ensamble,

abriendo con el arreglo realizado por el mismo Astor Piazzolla de Los mareados, de

Juan Carlos Cobián, donde se empleó efecto strappata (golpes sobre la caja) en el

contrabajo y el bandoneón y chicharra en el violín. Debido a que el tango es una

construcción colectiva, la versión ofrecida fue excelente, al igual que Etéreo de Alberto

Caracciolo y Efímero de Omar Luppi, quienes fueron grandes bandoneonistas y

compañeros de Rovira en el Octeto de La Plata. Para terminar, no podía faltar la obra

que da nombre al último disco de este eximio compositor: Que lo paren, que sonó de

manera sublime. A medida que el recital avanzaba, iba creciendo en intensidad y el

público aplaudía rabiosamente al final de cada tema. Los intérpretes se retiraron

ovacionados y, en este caso, no hubo bises porque tenían que hacer su presentación en el

Salón Dorado del Teatro Colón.

Con motivo del fallecimiento de Su Santidad el Papa Francisco, se suspendieron las

actividades en los organismos dependientes de la Secretaría de Cultura de la Nación,

motivo por el cual este concierto debió postergarse una semana más tarde. No obstante,

la espera valió absolutamente la pena. Ha sido un auténtico placer descubrir y rendir

homenaje a este gran compositor argentino en el centenario de su nacimiento, auténtico

cultor del tango de vanguardia e injustamente olvidado..



 Muy buen concierto de Roberto Tubaro junto a la Orquesta de Cámara del Congreso


EL REGRESO DE UN GRANDE AL PODIO


Martha CORA ELISEHT


Tras 25 años de ausencia de los escenarios porteños, el director ítalo- argentino

Roberto Tubaro se hizo presente en el segundo de los conciertos del ciclo de la Orquesta

de Cámara del Congreso de la Nación, denominado “ESCENAS ROMANAS”, que tuvo

lugar el pasado lunes 28 de Abril en el Salón de los Pasos Perdidos del Parlamento

Nacional y que contó con la participación del mencionado director en el podio y el

contrabajista Adrián Speziale como solista para interpretar el siguiente programa:

- “Capricho de bravura”- Giovanni BOTTESSINI (1821-1889) (orquestación de

Adrián Speziale)

- “Ut unum sint”- Renzo ROSELLINI (1908-1982)

- Concierto para cuerdas- Nino ROTA (1911-1979)

- Música de películas:

- Tema principal de “AMARCORD”

- “Qué es un joven” de “ROMEO Y JULIETA”

- Tema de amor de “EL PADRINO”- Nino ROTA (1911-1979)

- “Te miraré en mi corazón” de “PERRO MUNDO”- Nino OLIVIERO (1918-

1980)

- Vals brillante de “IL GATOPARDO”- Giuseppe VERDI (1813-1901)

- Tema principal de “LA VITA É BELLA”- Nicola PIOVANI (1946)

- Tarantela de “EL PADRINO”- Carmine COPPOLA (1910-1991)


Ante una sala prácticamente colmada de público, los músicos se presentaron en

el escenario para la tradicional afinación de instrumentos a cargo de Florencia Ciaffone

– quien reemplazó al concertino Pablo Pereira por encontrarse este último de viaje en el

exterior mientras se realizaron los ensayos- y, posteriormente, tanto el director como el

solista tomaron sus puestos sobre el escenario para dar comienzo al concierto con la

mencionada obra de Bottesini. Escrita originalmente para contrabajo y piano, consta de

dos movimientos: Andante/ Allegro con fuoco, que se ejecutan sin interrupción. En este

caso, ha sido un doble mérito del contrabajo solista de la agrupación, ya que no sólo

realizó una magnífica labor solista explorando todos los matices de su instrumento

merced a un impecable fraseo y digitación, sino que, además, realizó el correspondiente

arreglo para orquesta de cuerdas. El valseado en ¾ del movimiento final permitió

asimismo que Speziale se luciera en la cascada y el rondó. No es habitual que se

incluyan obras para contrabajo solista en un programa de concierto y no sólo fue muy

aplaudido, sino que retornó a su puesto dentro de la orquesta una vez finalizada su

interpretación.


Hermano del cineasta Roberto Rossellini, Renzo Rossellini ha sido un prolífico

compositor de música de cámara, ballet y bandas sonoras de numerosos films- entre

otros, Roma, ciudad eterna y Los hermanos Karamazov-. En este caso, la obra elegida

para continuar el concierto fue Ut unum sint (Que todos sean uno). Se inicia con una

melodía de gran belleza en tono menor a cargo de los violoncellos y contrabajos con un

sonido muy compacto y señorial, que es tomada posteriormente por las violas, segundos

y primeros violines en canon. Tras su desarrollo, cierran las cuerdas graves y luego, las

agudas con la melodía inicial previamente a su recapitulación. La obra gustó mucho y

fue sumamente aplaudida, al igual que el Concierto para cuerdas de Nino Rota. Este

último fue compuesto entre 1964 y 1965 y posteriormente revisado en 1977. Consta de

4 movimientos: Preludio/ Scherzo/Aria/ Finale y se inicia con un ostinato en tono

menor en cuerdas, seguido por un staccato al unísono con ribetes de tonalidad

expansiva- que, por momentos, emula la homónima de Carl Nielsen-, donde la

concertino Florencia Ciaffone se lució en el solo de violín. El scherzo es un andantino

giocoso que posee reminiscencias de la música de la película Ensayo de orquesta,

mientras que el 3° movimiento es un adagio que sonó calmo y apaciguado, en contraste

con el vibrante e impetuoso movimiento final (Allegro con spirito), lográndose una

versión de fuste y gran jerarquía sonora, que fue sumamente aplaudida por el numeroso

público que se dio cita en el Salón de los Pasos Perdidos.

Tras un breve intervalo, la segunda parte del concierto se inició con música de

películas, cuyos arreglos estuvieron a cargo del propio Roberto Tubaro. Más

precisamente, con la celebérrima banda sonora de AMARCORD de Fellini, cuya música

también fue compuesta por Nino Rota. En este caso, hubo un gran lucimiento por parte

de Florencia Ciaffone y Mercedes Sánchez en los solos de violín y viola

respectivamente. Pero el público deliró tras el consabido tema de amor de ROMEO Y

JULIETA (“Qué es un joven”) de Franco Zefirelli, donde se logró una versión muy

romántica mediante un magnífico contrapunto entre el violín y el violoncello solista,

que permitió el lucimiento de Florencia Ciaaffone y Mariana Levitin respectivamente.

Asimismo, ambas solistas también se lucieron junto a la violista Mercedes Sánchez en

el famoso tema de amor de EL PADRINO, también compuesto por Nino Rota. Y, como

no podía ser de otra manera, el público deliró tras cada interpretación. Seguidamente, se

ofreció una bellísima y romántica versión de Te miraré en mi corazón (I will look for

you in my heart) de PERRO MUNDO, compuesta por Nino Oliviero e inmortalizada en

la voz de Andy Williams, con gran lucimiento del violín solista y una muy buena

marcación y precisión por parte del director. Lo mismo sucedió con el Vals Brillante de

IL GATOPARDO -la única obra de Verdi que formó parte de este programa- y que sonó

como tal, con muy buenos matices y dominio de tempi. Los contrabajos y los

violoncellos sonaron muy bien al inicio de la celebérrima LA VITA É BELLA de Nicola

Piovani hasta que las violas y los violines toman esta melodía que ya forma parte del

repertorio universal de música de películas, motivo por el cual su compositor ganó el

Oscar de la Academia de Hollywood en 1999. Finalmente, Roberto Tubaro cerró el

concierto con la Tarantela de EL PADRINO, que sonó auténticamente siciliana y con

todas las de la ley: impecable marcación y ejecutada de manera triunfal. El público

estalló en aplausos y vítores hacia el final del concierto, motivo por el cual se ejecutó

nuevamente en calidad de encore. Y lo mejor de todo, que cedió generosamente los

arreglos a la Orquesta para que pueda incorporarlos a su repertorio.


Es notable el poder de concentración de los músicos de la Orquesta de Cámara del

Congreso Nacional, que llevaron adelante el programa contra viento y marea pese a los

constantes y continuos aplausos de un acto llevado a cabo en el salón contiguo. Una

auténtica falta de consideración y respeto no sólo a los artistas, sino también al público

que se dio cita para escuchar el concierto.

Independientemente de que la música de cámara de compositores italianos sea

convocante, la decisión de incorporar música de grandes éxitos cinematográficos en un

programa de conciertos ha sido genial por dos motivos: en primer lugar, porque permite

atraer nuevo público, y, en segundo lugar, porque siempre es un auténtico placer

escuchar estas bellísimas melodías por una agrupación de cámara de alta calidad y

jerarquía sonora. En este caso y, parafraseando el título de una famosa comedia del cine

español, Roberto Tubaro demostró que se puede conjugar perfectamente bien el

repertorio de la música académica con la popular y no morir en el intento.

jueves, 1 de mayo de 2025


El Dúo Pablo Saraví-José Luís Juri, derrochando talento en el Salón Anasagasti del Jockey Club de Buenos Aires. Fotografía de la autora del presente comentario.


recital de Pablo Saraví y José Luis Juri en el Ciclo del Jockey Club


ÁMBITO DE ALCURNIA, PRESTIGIO Y ALTA CALIDAD

Martha CORA ELISEHT


Los elegantes y distinguidos salones del Jockey Club de Buenos Aires son

sinónimo de prestigio, motivo por el cual se organizan todo tipo de eventos; entre otros,

recitales y conciertos de cámara. El pasado jueves 24 del corriente, la tradicional

institución ofreció el primer concierto del Ciclo de Cámara 2025 en el Salón Anasagasti

con la presencia de dos intérpretes excepcionales: Pablo Saraví (violín) y José Luis Juri

(piano), quienes ofrecieron un recital con las siguientes obras:

- Sonata para violín y piano n°1, Op.12 (dedicada a Antonio Salieri)- Ludwig

van BEETHOVEN (1770-1827)

- Sonata para violín y piano en Re menor, Op.28- Floro UGARTE (1884-

1975)

- Sonata para violín y piano en La mayor, FWV 8- César FRANCK (1822-

1890)

Tras la presentación de los intérpretes por parte del personal de la comisión de

Cultura de la entidad, ambos comenzaron el recital con la mencionada Sonata para

violín y piano n°1, Op.12 de Beethoven. Compuesta en 1798, está dedicada a la

memoria de Antonio Salieri- uno de sus maestros y Kapellmeister en Viena- y consta de

tres movimientos: Allegro con brio (Re mayor) / Tema con variazioni. Andante con

moto (La mayor) y Rondó- Allegro (Re mayor). Su duración aproximada es de 20

minutos y luego de una breve introducción dramática, el violín toma un tema alegre y

festivo. Posteriormente, mientras el piano toma el tema principal, el violín introduce

otro y ambos temas se desarrollan durante todo el movimiento. En el segundo, el piano

toma el tema con variaciones -desarrolladas a posteriori por el violín- para desembocar

en un atractivo y juguetón rondó, que fue interpretado de manera sublime por el

binomio Saraví- Juri. Ante un salón repleto de gente, la respuesta del público no se hizo

esperar tras la interpretación de esta obra de juventud del genio de Bonn. Un aplauso

sostenido coronó la labor de ambos músicos.

La Sonata para violín y piano en Re menor, Op.28 de Floro Ugarte data de 1928

y ganó el Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires en ese mismo año. Sus tres

movimientos (Apasionado y expresivo/ Tiernamente melancólico/ Vivaz y bien ritmado)

son reflejo de su formación en el Conservatorio de París en fusión con ritmos

folklóricos locales como la zamacueca. Mientras el primero posee un estilo netamente

romántico con tintes y matices impresionistas en los glissandi por parte de ambos

instrumentos, el segundo -tal como su nombre lo indica- contrasta notoriamente con el

primero hasta desembocar en el vivaz ritmo de zamacueca que caracteriza al tercer

movimiento. La labor de ambos intérpretes fue estupenda, con perfecto dominio de

tempi, cadencias, fraseo por parte del violín y elementos de técnica pianística

perfectamente equilibrados y logrados. Por ser una obra que no se interpreta tan


frecuentemente en los recitales y siendo de un compositor vernáculo, fue sumamente

aplaudida.

Tras un breve intervalo, los músicos brindaron una excepcional versión de la

célebre Sonata para violín y piano en La mayor, FWV 8 de César Franck, compuesta en

1886 y dedicada a su compatriota Eugène Ysaÿe, quien la estrenó en Bruselas durante el

transcurso de ese mismo año y quien fuera su principal divulgador. Es una obra

característica del romanticismo tardío y de la música de cámara francesa que se divide

en 4 movimientos: Allegro ben moderato/ Allegro/ Recitativo. Fantasía. Ben moderato/

Allegretto poco mosso y que gozó de gran popularidad y éxito desde su estreno. El

movimiento inicial -escrito en forma de sonata- presenta el motivo cíclico de la obra y

sirve como introducción a un Allegro intenso y apasionado, con un impresionante

crescendo y una brillante resolución, que sonó muy bien marcado mediante la labor de

estos grandes intérpretes. El desarrollo inusual del 3° movimiento mostro una perfecta

conjunción y marcación de tempi en las tres partes en las que se divide el mismo para

desembocar en un excepcional canon en el allegretto poco mosso final, cuya

interpretación fue luminosa y brillante. El esfuerzo de ambos músicos se vio coronado

por una ovación de aplausos y vítores, que motivaron al binomio a ofrecer un bis: el

scherzo de la Sonata “Primavera” de Beethoven, que sonó fresco, preciso y jovial. Una

nueva ovación para los intérpretes y finalizar un concierto de apertura de alta calidad.

En este caso, de alta calidad en un ámbito de alcurnia.