Acerca del estreno de “EL RETABLO
DE LA JESENSKÁ” en el Teatro EMPIRE
SE
HIZO JUSTICIA A LA MEMORIA DE UNA GRAN OLVIDADA
Martha
CORA ELISEHT
Hubo
infinidad de mujeres que hicieron historia por sus contribuciones a la
Humanidad en materia de artes, ciencias y escritos, mientras que otras se destacaron
por su heroísmo y valentía. Y no porque fueran guerreras en materia de
estrategia militar, sino porque se atrevieron a denunciar las atrocidades
cometidas en tiempos de guerra o simplemente, por ponerse del lado de los más
débiles en momentos sumamente difíciles a costa de arriesgar sus propias vidas.
Por dicho motivo, en muchas ocasiones la historia las ha olvidado injustamente.
Una
de estas valientes mujeres fue la escritora y periodista checa Milena Jesenská
(1896-1944), quien pasó a la historia como “la enamorada de Franz
Kafka”, ya que no solamente tradujo al checo obras de este gran escritor
como El Proceso, El Fogonero y La Condena -escritas en alemán-,
sino que, además, ambos mantuvieron una nutrida correspondencia epistolar.
Nacida en Praga en el seno de una familia aristocrática -su padre era médico y
Profesor en la Universidad local-, estudió en el prestigioso instituto para
niñas Minerva de su ciudad natal y, obedeciendo los deseos de su padre,
comenzó a estudiar Medicina, pero abandonó sus estudios al poco tiempo para
contraer matrimonio con el escritor austríaco de origen judío Ernst Pollack. Ambos
se establecieron en Viena desafiando la voluntad paterna. Allí busca
independizarse de su esposo dando clases de checo y toma contacto directo con
las condiciones de vida que sufría la clase trabajadora. Comenzó a escribir una
serie de reportajes y relatos sobre la vida cotidiana como corresponsal para el
diario Tribuna de Praga y adquiere una conciencia de izquierda,
que la marcaría por el resto de su vida.
En
1919 solicita autorización a Kafka para traducir al checo El Fogonero (Der Heizer)
y, a partir de allí, comienza un fluido intercambio epistolar entre 1919 y
1922 que culminará con dos encuentros: uno de 4 días en Viena, y el otro, en
Gmünd. A partir de 1920 comienza a ser reconocida como periodista y
colaboradora de los periódicos checos Tribuna y Národni Listy e
importantes revistas de Praga. Tras la muerte del escritor en 1924, Milena
publicó en Viena una nota fúnebre para el diario Národni Listy resaltando sus virtudes. Luego de 1920, salieron
publicados tres de sus libros escritos en vida: Las Recetas de Milena, El
camino a la simplicidad y El Monje hace al hábito. Mientras que el
primero era una recopilación de recetas enviadas por sus oyentes, los dos
últimos fueron recopilación de sus reportajes. Se divorció de Pollack y
se trasladó a Praga, donde se casó con el arquitecto checo Janomir Krejcar y
dio a luz a su hija Jena en 1928. Ambos eran miembros del Partido Comunista
Checo y su esposo viajó a la Unión Soviética, de donde volvió desencantado de
las arbitrariedades y crímenes de Stalin.
Allí
comenzó una etapa de profundo crecimiento profesional para Milena, pero
también, trágica. Se hizo adicta a la morfina, se divorció de su marido y, si
bien todavía colaboraba con la prensa comunista, denunció las purgas y la
traición del régimen soviético a militantes comunistas judíos, al igual que
brindaba ayuda a refugiados del régimen nazi. Luego de la ocupación de Praga, se
incorporó a la lucha clandestina contra los ocupantes y, si bien no era judía,
se colocó la estrella de David amarilla en señal de protesta. Escondía a judíos
y a muchos soldados checos con ayuda del médico Joachim Von Zadwitzowi, quien los llevaba
cerca de la frontera polaca.
Durante
los años 1938 y 1939 editó el importante semanario cultural y político Presencia
(Přítomnost), publicado en Praga por Ferdinand Peroutka, cuyos reportajes, artículos y reflexiones
son una muestra de una mirada original y del espíritu feminista que figuran entre las mejores
páginas del periodismo checoslovaco de preguerra. Sin embargo, fue detenida por
la Gestapo en 1939 y recluida en el campo de concentración de Ravensbrück,
donde fallece como consecuencia de una infección renal en 1944. Durante su detención,
no sólo animaba a las prisioneras a resistir, sino que trabó amistad hasta su
muerte con Margarete Buber- Neumann, con quien intercambió opiniones sobre
literatura, refiriéndose a ella como “el espíritu que constituye una isla
pequeña, pero segura, en el medio de un mar lleno de miseria y desolación”. Hoy
en día, un asteroide (6441) lleva su nombre en su memoria y en 1995 fue
reconocida por el gobierno israelí con el título de “Justa entre las Naciones”.
La
vida de esta mujer extraordinaria fue rescatada del olvido por la escritora Ana
Arsoumanian, cuyo libro (“La Jesenská”) sirvió como fuente de
inspiración para Pedro Santiago Chotsourian, quien compuso una ópera-suite de madrigales
denominada “EL RETABLO DE LA JESENSKÁ” cuyo estreno se produjo en el
Teatro Empire el pasado jueves 11 del corriente y cuyas representaciones tendrán lugar en
dicha sala los días 25 y 28 de Septiembre próximo, con dirección musical y
acompañamiento al piano del propio compositor y la presencia de las siguientes
cantantes: Sofía Drever (soprano), Julieta Schena (soprano), Andrea
Maragno (mezzosoprano) y Silvina Suárez (soprano). La producción
cuenta con la siguiente ficha técnica: libreto, dramaturgia y puesta en escena
de Pedro Santiago Chotsourian; escenografía y vestuario de Eli Di Bussolo;
iluminación de Pedro Barletta; asesoría coreográfica de Yamil Ostrovsky y
dirección de actores de Ana María Rozzi de Bergel, con producción general de
César Mathus.
Quien
escribe asistió a la representación que tuvo lugar el pasado sábado 13 del
corriente, donde actuaron Sofía Drever, Julieta Schena y Andrea Maragno, La música
es de carácter absolutamente tonal y la obra se desarrolla rapsódicamente en un
espacio escénico dividido en tres planos, que corresponden a los tres registros
de la voz, la mirada y el lenguaje de la protagonista en sus diferentes facetas,
que son recitadas por las tres cantantes desde el inicio. Las voces estuvieron
muy bien ensambladas para narrar los diferentes episodios de la vida de la
protagonista descriptos anteriormente-tanto en las arias, el trío y el canon- y
cada una de las tres recibe una carta en diferentes momentos del relato. Andrea
Maragno se destacó por la interpretación del final de su parte a bocca
chiusa, mientras Julieta Schena puso su voz al servicio de la narración de
los sucesos en Berlín y Praga durante el inicio del Reichstag, logrando
un muy buen efecto vocal al igual que Sofía Drever cuando se niega a traducir al
alemán por ser el idioma del invasor. Lo mismo sucedió cuando los nazis invaden
Checoslovaquia, donde las tres cantantes lucen sobre su pecho la estrella de
David que identificaba a los judíos, mientras deciden destruir pruebas e
incorporarse a la resistencia. Previo al final, se hace alusión al traslado de
Milena Jesenská al campo de concentración de Ravensbrück y su amistad con
Margarete Buber- Neumann mediante un canon a dos voces, donde se alude a la
literatura como “esa isla pequeña, un refugio seguro en medio de un mar de
miseria y desolación”. Todo esto ocurre en 45 a 50 minutos de música, con
una muy buena labor de Santiago Chotsourian en acompañamiento al piano, mediante
una producción escénica sumamente efectiva con recursos sencillos y un
vestuario en blanco y negro que alude a los diferentes aspectos de la
protagonista. Tras su interpretación, la audiencia estalló en aplausos y
vítores para todos los participantes y la escritora, quien se hizo presente
sobre el escenario.
No
sólo ha sido gratificante presenciar un estreno desde el punto de vista escénico
y musical, sino también, el hecho de haber descubierto a partir de esta obra a una
mujer extraordinaria, que supo ser un grito de rebeldía en una época donde
atreverse a desafiar todo aquello que estaba estrictamente prohibido era una
osadía y que representó la voz de aquellos que no tenían voz. Una heroína
injustamente olvidada por la historia y un digno tributo a su memoria a través
de una suite de madrigales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario