jueves, 2 de octubre de 2025

 

El saludo del Maestro Sebastiano de Filippi y de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación tras un nuevo concierto en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. Fotografía de la autora del presente comentario.



Gran actuación de César Angeleri junto la Orquesta de Cámara del Congreso


DANZAS DEL MUNDO QUE GUSTAN Y CONVOCAN

Martha CORA ELISEHT


Los conciertos que brinda la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación se

caracterizan no sólo por ser de excelente calidad y participación de solistas de alta

jerarquía -tanto invitados como integrantes del conjunto-, sino también por ser

temáticos. El pasado lunes 29 del corriente tuvo lugar en el Salón de los Pasos Perdidos

del Congreso Nacional un concierto denominado “NOTAS EN DANZA” que contó con

la participación del guitarrista César Angeleri como solista bajo la dirección del titular

de la agrupación -Sebastiano De Filippi- para interpretar el siguiente programa:

- «Pavana para una infanta difunta»- Maurice RAVEL (1875-1937)

(orquestación de Juan Elías)

- Cinco danzas griegas- Nikos SKALKOTTAS (1904-1949)

- Cinco arreglos de música urbana rioplatense:

“A don Agustín Bardi”- Horacio SALGÁN (1916-2016)

“Golondrinas”- Carlos GARDEL (1893-1935)

“Ausencias”

“Prepárense”- Astor PIAZZOLLA (1921-1992)

“Garabato”- Osvaldo FATTORUSO (1948-2012)

(orquestación de Cristian Zárate)- César ANGELERI (1963)

- Quince cantos campesinos húngaros- (orquestación: Alan Bonds) (estreno

argentino)- Bela BARTÓK (1881-1945)

- Danzas transilvanas (orquestación de Alan Bonds) (estreno argentino)- Bela

BARTÓK (1881-1945)

- Danzas populares rumanas (orquestación de Arthur Willner)- Bela

BARTÓK (1881-1945)

El concierto contó con el auspicio y la presencia de los directores de Cultura de

ambas Cámaras parlamentarias: el Magister Daniel Abate, por el Senado, y la Lic.

Flavia Alemann, por Diputados, además de una notoria afluencia de público.

Con motivo del 150° aniversario del nacimiento de Maurice Ravel, la Orquesta

de Cámara del Congreso decidió homenajearlo con su célebre Pavana para una infanta

difunta, compuesta en 1899 cuando el genio de Ciboure todavía estudiaba con Gabriel

Fauré en el conservatorio de París -de hecho, se basó para componerla en la Pavanne,

Op.50 de su maestro-. Dedicada a su mentora, -la princesa de Polignac- recrea la

elegancia y distinción de una infanta bailando una pavana -danza lenta renacentista muy

popular entre los siglos XVI y XVII- en la corte española, inspirada e inmortalizada en

los cuadros de Diego Velázquez. No obstante, su título no tiene nada que ver con la

composición. Según palabras del propio Ravel: “Simplemente me gustó cómo sonaban

las palabras y así las escribí en la partitura. Eso es todo”. Posteriormente, fue

orquestada en 1910 y en esta ocasión, se la pudo apreciar en esta bellísima transcripción


para cuerdas de Juan Elías, donde De Filippi imprimió una marcación puntillosa y

precisa para lograr los matices característicos de la versión tradicional para orquesta

sinfónica. Lo mismo sucedió en la interpretación de las Cinco danzas griegas de Nikos

Stalkottas (Epirótica/ Cretense/ Cameriense/ Arcádica/ Clefticense), compuestas entre

1931 y 1936 tras su regreso a su tierra natal. En ellas, el compositor fusiona danzas

folklóricas típicas de diferentes regiones griegas con elementos de la Segunda Escuela

de Viena. En particular, la última (Clefticense) posee reminiscencias de la Danza ritual

del Fuego de EL AMOR BRUJO, de Manuel de Falla. Los músicos se destacaron en una

versión de fuste, colorida y vibrante.

Seguidamente, César Angeleri se presentó sobre el escenario para interpretar los

Cinco arreglos de música urbana rioplatense de su autoría con orquestación de Cristian

Zárate sobre tangos de Horacio Salgán, Carlos Gardel, Astor Piazzolla y Osvaldo

Fattoruso. Se apreció una muy buena labor por parte de la guitarra solista junto a la

orquesta desde los primeros compases de A don Agustín Bardi al ritmo del 2/4, con

excelentes intervenciones de la violoncelista Mariana Levitin, el concertino Pablo

Pereira en los solos de violín y la entrada de las cuerdas en pizzicato en el célebre tango

de Gardel (Golondrinas). Los mismo sucedió en Ausencias y Prepárense, de Piazzolla.

En cambio, la pieza de Fattoruso (Garabato) está escrita en ritmo de candombe y sonó

como tal, vibrante y negro como los esclavos rioplatenses que le dieron origen. La

percusión se logró mediante efecto strappata (golpes sobre la caja) de la guitarra. El

público aplaudió al término de cada pieza, pero también, al término de las cinco en

reconocimiento a la magnífica labor desempeñada por la orquesta y el guitarrista para

cerrar la primera parte del concierto.

Durante el transcurso del corriente año se cumple el 80° aniversario del

fallecimiento de Bela Bartók, motivo por el cual Sebastiano de Filippi decidió incluir

todas obras del compositor húngaro para la segunda parte del concierto, de las cuales,

dos se presentaron en calidad de estrenos locales: los Quince cantos campesinos

húngaros y las Danzas transilvanas. Las primeras fueron compuestas originalmente

para piano durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y llevan el número Sz.71/79,

acorde al catálogo realizado por el musicólogo András Szöllösy (1921-2007). La

orquestación corresponde a Alan Bonds y consta de 4 números: Cuatro viejas melodías,

Scherzo, Balada (tema con variaciones) y Nueve viejas melodías de baile. El primero es

un adagio donde los violoncellos y las violas llevan la melodía hasta la entrada de los

violines hasta el vibrante scherzo para seguir con las variaciones en la balada, que

permite el lucimiento de los solos de violín a cargo del solista guía de segundos violines

y el concertino – gran labor de Catriel Galván y Pablo Pereira, respectivamente-. El

movimiento final es un allegro que inician los violoncellos seguidos por los demás

instrumentos de cuerda que reúne czardas, polkas, ländern y otros ritmos folklóricos

centroeuropeos desarrollados mediante una serie de variaciones. Una versión exquisita,

donde De Filippi demostró su maestría al frente del organismo y que fue muy aplaudida.

A diferencia de su predecesora, las Danzas transilvanas Sz.96/102 b fueron compuestas

originalmente para orquesta en 1931 y también se empleó la orquestación para cuerdas

de Alan Bonds en calidad de estreno local. Posee 3 números: Gaiteros, Danza del oso y

final. El primero es un allegro marcato que sonó como tal y el segundo, una danza de

carácter vibrante que desemboca en el movimiento final en ritmo de czarda, cuya

velocidad va aumentando en intensidad a medida que avanza la melodía. Un gran


desempeño del director y los músicos y otra ovación de aplauso luego de su

interpretación. Por último, se interpretaron las Danzas populares rumanas Sz.56/68 en

orquestación de Arthur Willner. Compuestas originalmente para piano en 1915, reúne

los siguientes números: Danza con bastón, danza del brazo, danza en el lugar, danza

con cornamusa, polca rumana y danza rápida, donde Bartók inserta temas folklóricos

típicos de dicho país y de su Hungría natal. Constituye otra de las especialidades del

ensamble, donde el concertino Pablo Pereira se lució en todos los solos a su cargo y

acompañado magistralmente por el resto. La precisión y la marcación de De Filippi

fueron perfectas y sumamente precisas hasta tal punto, que el Salón de los Pasos

Perdidos estalló en aplausos y vítores tras su interpretación, motivo por el cual se tuvo

que hacer un encore de la Danza rápida final, que sonó mejor todavía que en la primera

versión para poner punto final a una función de eximia jerarquía.

El título del presente concierto no sólo fue completamente acorde con el

repertorio ofrecido, sino que, además, cumplió plenamente con las expectativas. Se

unieron danzas de países tan disímiles como Hungría, Grecia, Argentina, Uruguay y

Francia para integrar un programa versátil y de excelencia que gusta y convoca, además

de rendir homenaje a dos grandes de la música universal.

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