martes, 7 de mayo de 2024

 


El Pianista Portugués Artur Pizarro agradece los apláusos del público del Teatro Colón. Créditos: Servicio de Prensa del Teatro Colón Fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli,




Sublime recital del pianista Artur Pizarro en el Teatro Colón


CON ALMA PORTUGUESA Y MAESTRÍA EN SUTILEZA

Martha CORA ELISEHT


La tierra portuguesa no sólo ha dado a la humanidad navegantes y

conquistadores, sino también un rico legado musical. Numerosas melodías como el fado

y los airinhos ya forman parte del Patrimonio cultural de la Humanidad merced a la

difusión de artistas de fama mundial de la talla de Amalia Rodrigues, Cuca Roseta o -

más recientemente- Mariza. Sin embargo, se conocen muy poco los compositores

lusitanos de música clásica en el ámbito local.

Merced a la participación de la ciudad de Lisboa como invitada de honor en la

48° edición de la Feria del Libro en Buenos Aires, la Embajada de la República de

Portugal organizó el pasado lunes 6 del corriente en el Teatro Colón un recital con

participación del pianista Artur Pizarro, quien se presentó por primera vez en Argentina

para ofrecer el siguiente programa:

- Tres piezas para piano- Armando José FERNANDES (1906-1983)

- Sonatina en Sol menor- Carlos GUASTAVINO (1912-2000)

- Epitalamio- Fernando LOPES- GRAÇA (1906-1944)

- Tres piezas, Op.6- Alberto GINASTERA (1916-1983)

- Ocho piezas breves- Gabriel FAURÉ (1845-1924)

- Sonata n°2, Op.36 (versión 1931)- Sergei RACHMANINOV (1873-1943)

Provisto de una tablet con partitura electrónica, el pianista hizo su presentación para

interpretar la primera de las obras comprendidas en el programa: Tres piezas para piano

(Éstudo/ Homagem a Fauré (Noturno)/ Fandango), compuestas en 1937. Junto con

Jorge Croner de Vasconcelos, Fernando Lopes- Graça y Pedro do Prado, Armando José

Fernandes integró el denominado “grupo de los cuatro” compositores clásicos

portugueses de mediados del siglo XX y precursor del movimiento modernista. Su

música se caracteriza por ser íntima, pero con pasajes de gran virtuosismo. El Estudio

inicial posee una melodía de tinte impresionista y envolvente, donde el intérprete debe

resolver mediante una poderosa digitación pasajes de dificultad técnica como los

glissandi, arabescos, arpegios, cadencias y trinos. El Nocturno central -compuesto en

homenaje a Fauré- sorprende por su cromatismo y belleza, mientras que el Fandango

posee reminiscencias de canciones tradicionales portuguesas (Tiro- Liro- Liro)

fusionadas con pasajes de gran velocidad. La interpretación de Pizarro se caracterizó

por su precisión y por el manejo de los tempi de manera exquisita y sumamente sutil. Lo

mismo sucedió con la Sonatina en Sol menor de Guastavino, cuyos 3 movimientos

(Allegretto/ Lento muy espressivo/ Presto) fueron ejecutados con finura y delicadeza. El

músico santafesino la compuso en 1945 y forma parte de los habituales recitales de

piano dentro del ámbito nacional.

Al igual que Armando José Fernandes, Fernando Lopes- Graça ha sido un

compositor muy prolífico y formó parte del grupo de los cuatro que revolucionó la


música portuguesa a mediados del siglo XX. Su obra comprende numerosas

composiciones para piano solo, canto y piano, música de cámara, obras corales,

sinfonías y sonatas para piano. Epitalamio lleva el Op.84 y data de 1953. Es una obra de

corta duración -apenas 9 minutos-, pero sumamente compleja desde su inicio, donde el

solista debe afrontar pasajes de extrema dificultad técnica, motivo por el cual se necesita

una digitación magistral para poder resolverlos adecuadamente. Tras este impetuoso

primer tema, el segundo tema es mucho más lento -en ritmo de modinha- y va

aumentando paulatinamente en velocidad hasta retomar el tema inicial en una sucesión

de escalas cromáticas y diatónicas. Pizarro hizo delirar al Colón con su maestría y su

precisión para encarar esta obra antes de finalizar la primera parte del recital con las

Tres piezas, Op.6 de Ginastera (Cuyana, Norteña y Criolla), que sonaron brillantes y

auténticamente vernáculas.

La segunda parte del recital abrió con las Ocho piezas breves de Gabriel Fauré,

compuestas entre 1869 y 1902 como piezas individuales y recopiladas posteriormente

por el editor Hamelle. Si bien el compositor no quiso que se asignaran nombres, el

editor desobedeció la orden y así es como se las conoce actualmente (Caprice/ Fantasie/

Fugue en La menor/Adagietto/ Improvisación/ Fugue en Mi menor/ Allegresse/

Nocturne). La primera fue escrita en Mi bemol mayor y compuesta como una prueba de

lectura a primera vista cuando Fauré era profesor en el Conservatorio de París. De

carácter desenfadado y acrobático, representa un desafío para el intérprete, mientras que

la Fantasía en La bemol mayor es sumamente agradable, La fuga en La menor es una

revisión – al igual que su homónima en Mi menor- de una fuga que Fauré compuso al

inicio de su carrera, cuando era aún organista en Rennes. El Adagietto en Mi menor es

un andante moderato grave, serio, firme y maleable, pero a su vez, de gran belleza,

mientras que la Improvisación en Do sostenido menor también fue compuesta como

prueba de lectura a primera vista para estudiantes del Conservatorio. El Allegresse en

Do mayor es un perpetuum mobile de carácter jovial, alegre y vivaz y contrasta con el

Nocturno final en Re bemol mayor. Si bien es la más larga de las 12 piezas

comprendidas en esta recopilación, es mucho más simple que los otros 12 Nocturnos y

posee un delicado acompañamiento de semicorcheas en la mano izquierda. El pianista

portugués sorprendió por el buen gusto y exquisitez en su interpretación, al igual que

por su delicadeza. En cambio, la Sonata n°2 en Si bemol menor, Op.36 es una obra de

carácter más impetuoso y dramático. Compuesta originalmente en 1913 y revisada

posteriormente en 1931, consta de tres movimientos: Allegro agitato/ Non allegro-

Lento/ Allegro molto, que fueron ejecutados por Artur Pizarro de manera colosal,

sorprendiendo por su prodigiosa digitación y pulsación. Para ese momento, el romance

con el público que se dio cita esa noche en el Colón ya era total y ejecutó dos bises: una

exquisita versión del célebre Nocturno de Chopin y el Bailecito de Guastavino, que

sonaron a la perfección.

Éstos son los motivos por los cuales vale la pena asistir a los recitales que se ofrecen

de manera extraordinaria y en último momento en el Colón. Ha sido un auténtico deleite

para los oídos descubrir las obras para piano de compositores portugueses, al igual que

un intérprete de alta jerarquía, maestro en sutilezas y calidad de sus interpretaciones.

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