lunes, 11 de agosto de 2025

 


Mario Benzecry y la Sinfónica Juvenil Nacional "Libertador General San Martín " en plena labor como lo atestigua esta toma lograda por la autora del presente comentario.


Estupendo concierto de la Sinfónica Juvenil en el Palacio Domingo F. Sarmiento


SIETE SOLISTAS PARA UN GRAN CONCIERTO


Martha CORA ELISEHT


Independientemente de ser un número primo desde el punto de vista matemático,

el siete es un número simbólico. Representa tanto a los pecados capitales como las

maravillas del mundo, los enanos de Blancanieves y las notas de la escala musical.

Casualmente, fueron también siete los solistas que participaron del último concierto

ofrecido por la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil “Libertador Gral. San Martín” el

pasado domingo 10 del corriente en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Palacio

Domingo F. Sarmiento bajo la dirección de su titular -Mario Benzecry-, quien explicó

que fueron convocados para participar luego de una rigurosa selección realizada

mediante concurso interno dentro del organismo sinfónico.

Los mencionados instrumentistas fueron los siguientes: Pedro Guerrero y

Santino Ledesma (trompetas); Ramón Terán, Gabriel Acosta, Yanina Santi y Santiago

Torres (cornos) y Augusto Ortiz (violín), quienes ofrecieron el programa que se detalla a

continuación:

- Concierto en Do mayor para dos trompetas y orquesta de cuerdas, RV 537-

Antonio VIVALDI (1678-1741)

- Concierto en Fa para 4 cornos y orquesta (1° audición)- Carl Heinrich

HÜBLER (1822-1894)

- Leyenda, Op.17- Henryk WIENIAWSKI (1835-1880)

- Adagio de la Sinfonía n°10 (versión original)- Gustav MAHLER (1860-1911)

- “Los Preludios”, S.97- Franz LISZT (1811-1886)

Con motivo de cumplirse los 200 años de presencia alemana en la Argentina

(1825-2025) y los 35 años de la reunificación de dicho país, se hicieron presentes el

embajador de Alemania en la Argentina -Dieter Lamlé- y su esposa. Y, como es

tradicional en el Auditorio Nacional ante la ausencia de programas de mano, el maestro

Benzecry se dirigió al público provisto de un micrófono para anunciar las obras, los

solistas y brindar una breve reseña sobre las mismas. Dentro de la abundante

producción de música de cámara de Vivaldi, el Concierto para dos trompetas en Do

mayor y orquesta de cuerdas RV 537 sigue la clásica división del concerto grosso en 3

movimientos (Allegro/ Largo/ Allegro), donde se produjo una muy buena entrada de

ambas trompetas al unísono en el movimiento inicial, al igual que en el canon a dos

voces. El acompañamiento por parte de las cuerdas fue muy bueno y bien acompasado.

Tras un brevísimo largo, los trompetistas volvieron a brillar en el Allegro final, logrando

un sonido redondo en los glissandi, trinos y matices. Tanto Santino Ledesma como

Pedro Guerrero se lucieron en sus solos como tocando al unísono. El público los

aplaudió fervientemente al finalizar la interpretación.

Carl Heinrich Hübler fue un compositor alemán que se desempeñó como cornista

en la Orquesta Real de Dresde y fundador de la Dresden Tonkünstler Verein, cargo que


ocupó hasta su retiro en 1891. Su obra se circunscribe a un concierto para corno y una

romanza para corno y piano. Inspirado en la Konzertstück para 4 cornos y orquesta

Op.86 de Schumann, en 1849 se dio cuenta de la dificultad en la interpretación de dicha

pieza por parte del 1° corno, motivo por el cual decidió escribir su Concierto en Fa para

4 cornos y orquesta entre 1854 y 1856, estrenado en Dresde en ese mismo año y que se

representa en carácter de 1° audición en el país. La orquestación es de corte clásico-

romántico: maderas por dos, dos trompetas, 3 trombones, timbal y cuerdas. El cuarteto

de cornos solistas se destacó por su elegancia: no sólo interpretativa, sino también, en

materia de vestimenta (los muchachos, de frac y Yanina Santi, de vestido largo negro).

Luego de una breve introducción a cargo del timbal, el cuarteto de cornos toma la

melodía en un Allegro en Fa mayor. Posteriormente, el 1° corno toma la melodía y el

resto la desarrolla acompañado por la orquesta. Los cornistas se destacaron por lograr

un sonido muy balanceado y muy bien compaginado, con excelentes matices y

ejecución de arabescos y glissandi. El concierto cierra con un final brillante a cargo de

la orquesta tras una fanfarria por parte del cuarteto solista.

Seguidamente, la agrupación brindó una hermosa versión de Leyenda, Op.17 de

Henryk Wieniawski, compuesta en 1878, donde el violinista Augusto Ortiz no sólo lo

tocó de memoria, sino que se lo apreció muy seguro y preciso en la interpretación de sus

solos merced a su perfecto fraseo, trinos y trémolo. La orquesta supo acompañarlo muy

bien y merece un comentario aparte la actuación de los dos fagotistas en el arabesco

que abre la obra.

La segunda parte del concierto se inició con el movimiento inicial (Adagio) de la

10° sinfonía de Gustav Mahler, compuesta en 1910 y de la cual, se conservan los

manuscritos originales de los otros movimientos. Debido a la muerte del compositor en

1911, sólo se completó la orquestación del 1° movimiento, que es la que se representó

en el presente concierto. En 1910, Mahler estaba pasando por un momento muy difícil

al enterarse de la relación de su esposa Alma con Walter Gropius. Posee dos temas bien

identificados: uno, de carácter doliente (escrito en 9 grados de escala cromática, con

atisbos de dodecafonismo) y otro, más romántico. Con un orgánico prácticamente

completo, la Sinfónica Juvenil logró un sonido compacto, muy bien equilibrado, con

brillo y matices típicos de la orquestación mahleriana en ambos temas. Todos los

solistas de los principales grupos de instrumentos tuvieron oportunidad de lucirse y se

lograron muy bien los tutti orquestales tanto en el tema dramático como en el

romántico.

De la serie de 13 poemas sinfónicos compuestos por Franz Liszt durante su

estadía en Weimar, Los Preludios es el tercero y data de 1848. Es el más popular de

todos los poemas sinfónicos del compositor húngaro y está basado en el poema

homónimo del francés Alphonse de Lamartine (Les Préludes) y su estreno tuvo lugar en

Weimar en 1854. La nota de programa escrita por Liszt dice lo siguiente:

¿Qué es nuestra vida sino una serie de preludios a una canción desconocida, de la

cual la primera nota solemne es la que hace sonar la muerte? El amanecer encantado

de toda existencia está anunciado por el amor, y, sin embargo, ¿en el destino de quién

no están interpretados los primeros latidos de la felicidad por tormentas cuyas violentas

ráfagas disipan las más caras ilusiones del Ser, consumiendo su altar con un fuego


fatal? ¿Y dónde debe hallarse el alma cruelmente golpeada, que, habiéndose convertido

en juguete de una de esas tempestades, no busca olvido en la dulce quietud de la vida

rural? Sin embargo, el hombre pocas veces se entrega a la calma beneficiosa que al

principio lo encadenó al regazo de la naturaleza. Tan pronto como la trompeta hace

sonar la alarma, corre él al puesto del peligro, aunque sea la guerra la que lo convoque

a sus filas, pues hallará nuevamente en la lucha completa autorrealización y plena

posesión de sus fuerzas.

Al igual que en la obra anterior, esta célebre pieza no sólo lleva una orquestación

profusa, sino que también permite el lucimiento de los solistas de los principales grupos

de instrumentos; sobre todo, en las fanfarrias que anuncian la guerra -moneda corriente

en Europa en 1850-. La versión ofrecida fue colosal: muy precisa, con un perfecto

equilibrio sonoro y una impecable marcación por parte de Mario Benzecry, quien se

retiró ovacionado junto a los músicos luego de una actuación brillante. El público deliró

y estalló en aplausos al final del concierto.

Próximamente, se presentará el resto de los solistas que ganaron el concurso

interno dentro de la orquesta en sucesivos conciertos. Se seleccionaron nada más ni

nada menos que 12 solistas, de los cuales, 7 se presentaron en el presente concierto.

Otro número tan simbólico como los 12 meses del año, los 12 apóstoles y los 12 signos

del Zodíaco para seguir apreciándolos.

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