BREVE,
CONTUNDENTE Y DE EXCELENCIA
NUESTRA
OPINION: MUY
BUENO.
Teatro Colón,
Abono Azul año 2017: Festival Barenboim: Daniel Barenboim (Piano y Dirección),
Martha Argerich (Piano), Kian Soltani (Violonchelo), Michael Barenboim
(Violín), “The West- Eastern Divan Orchestra”
e instrumentistas solistas de Este Conjunto. Programas: 02 de Agosto de
2017: Obras de Ravel, Shostakovich y Berg. 04 de Agoato de 2017: Obras de
Beethoven. 05 de Agosto de 2017: Obras de Richard Strauss y Tchaickovsky.
La versión
2017 de este evento que originalmente se llamó “Festival de Música y Reflexión”
nos mostró que aunque hayan restricciones de carácter económico en el Colón
(Que son secreto a voces , las que tuvieron implicancia en el comienzo de la
temporada con cancelaciones, cambios de programaciones y negociaciones con las editoriales
musicales), y que este año la reflexión haya quedado de lado, las propuestas de
Barenboim son abundantes, abarcan todos los períodos de la música y todo se
hace con niveles de excelencia muy difíciles de superar. Aportes fundamentales
como los de Martha Argerich, la capacidad de ese segundo instrumento suyo como
lo es la West-Eastern Divan y las intervenciones que desde el interior mismo
del conjunto hacen sus principales solistas con momentos de excelencia, dan
como resultado un balance final harto positivo, aun cuando la programación haya
sido del formato de dos conciertos sinfónicos y uno de cámara y la consabida
velada “dueto” entre Argerich y Barenboim del que ya diéramos cuenta en esta
página (y que además incluyó una sesión para público masivo en Plaza Vaticano),
en lugar de las estadías mas largas anteriores (No hubo música de creadores
árabes e israelíes, tampoco obras de algún compositor joven de los que el
Director promueve siempre en sus programas y algún ciclo sinfónico para
abordar).
Las tres
noches nos brindaron un amplísimo repertorio. La primera de ellas incluyó obras
de Ravel, en homenaje a los ochenta años de la desaparición física del inmenso creador francés. En el
comienzo “Le Tombeau de Couperin”, bellísima suite en donde Barenboim extrajo
de la Orquesta del Diván toda la transparencia de la música, los colores de
cada fragmento y ese aire de corte melancólico que la composición trasunta,
para alcanzar un final tan vivaz como lo marca Ravel. Y para el inicio de la
segunda parte , la siempre bienvenida suite “Mi Madre la Oca”, de la que
minutos antes tuviéramos un anticipo, ya que para el Bis posterior al Concierto
de Shosta kovich, Martha Argerich y Daniel Barenboim interpretaron a cuatro
manos “Laideronette, Emperatríz de las Pagodas”, el tercer movimiento de la
composición en su versión original en donde tuvimos detalles que habitualmente
en la versión orquestal no se perciben y sirvió de introducción a la versión
orquestal posterior, la que tuvo todo el color, la sutileza y los climas que
Ravel requiere, con un inmenso clima preparatorio al éxtasis final que da “El
Jardín Feérico”. Los centros de ambas partes nos entregaron una nueva versión
de Argerich del Concierto para Piano, trompeta y Orquesta Nº 1 en Do menor, Op.
35 de Dimitri Shostakovich, con un abordaje muy personal en la que una vez mas
ese veradero “Huracan” que Martha es en este tipo de obras surge en plenitud,
con endiablada digitación, tiempos enérgicos y ágiles y un recorrido en el que
Barenboim estuvo siempre pendiente para estar en sintonía con la propuesta de
la interprete y que hace que por ejemplo el Trompetísta solista de la Orquesta
(cuyo nombre no figuró en el programa de mano aparentemente por motivos de
seguridad) no siempre interviniera “a tempi”. De cualquier modo resultó una
versión muy interesante que hizo eclosionar a la concurrencia y que generó el bis ya comentado. Y el final mostró la generosa “audacia” del
Director al ofrecernos una impactante versión de las Tres Piezas para Orquesta
del Op. 6 de Alban Berg. Es increíble lo que Barenboim ha logrado con este
conjunto, el que solo actúa durante dos o tres meses en todo al año y que cada
uno o dos años registra la rotación de algunos de sus integrantes. El sonido,
la contundencia del discurso musical, la energía que generan algunos de los
fragmentos y esos por momentos “impiadosos” pasajes que impactan duramente en
el oyente y que Barenboim los expresa
como pocos. Final arrasador que no dejó lugar a absolutamente nada mas.
La segunda de
las noches nos trajo la velada de Cámara en la que Barenboim en el piano que lleva su nombre
junto a su hijo Michael en violín y a Kian Soltani en Violonchelo abordaron
tres tríos de Beethoven, repertorio que maneja como pocos y en el que se mueve
como pez en el agua. Fiel a su estilo, seleccionó composiciones de las tres etapas compositivas
del genio de Bonn: El Nº 1 del Op. 1 (Sí, la primera obra de catálogo que se
registra), el Nº 1 del Op. 70 en Re mayor, llamado “Espíritu” y cerrar con esa
inmensa página que es el Op. 97 en Si bemol mayor “Archiduque”. Barenboim
extrae de su piano hasta el mas mínimo detalle, marca el pulso de las
interpretaciones, genera los climas, logra las mayores sutilezas y obtiene una
transparencia sonora pocas veces escuchada. A su lado, Kian Soltani demuestra
ser el socio casi perfecto, con pasajes de una belleza tímbrica exquisita y una
entrega absolutamente apasionada y Michael Barenboim desde el violín aportó muy
buen sonido y pasajes de acertadísima
intervención. No hizo falta nada mas.
Y la última
velada nos trajo la revelación en vivo de un Barenboim imponente en la
concertación de Richard Strauss con un “Don Quijote” de increíble factura, con
Soltani nuevamente solista en una entrega verdaderamente de antología, con
sonoridad maravillosa y notable refinamiento. Su compenetración con la obra fue
tal que en la intervención final que marca la partida definitiva de la criatura
cervantina también El se desinfló en el último compás. Notable intervención de
la solista de viola como “Sancho Panza” y buenos pasajes de Michael Barenboim
como solista en los fragmentos de “Dulcinea”: Hago especial hincapié en el pasaje de la Cabalgata en los Aires en
donde el “Tutti” orquestal registró uno de los puntos mas altos de la actuación
en todo el festival.
El cierre le
cupo a una maravillosa versión de la Quinta Sinfonía en mi menor, op. 64 de
Tchaickovskky, que tuvo intensidad, vuelo, tensión, canto como pocas veces
Barenboim nos haya ofrecido, pasajes de
una vibración poco común y una coda
final en donde hasta las fanfarrias sorprendieron al estar en un plano de
igualdad con el resto del conjunto. Un cierre increíble para una versión
magistral, que dio lugar a dos bises. El primero con Soltani (que en la segunda
parte volvió a su lugar en el conjunto) como solista de un arreglo de Laham
Shani (Espero que así se escriba, al menos así lo entendí), quien es asistente
del Director, de “El Císne” de “El Carnaval de los Animales” de Camille
Saint-Säens, para luego sí cerrar con la Obertura de “Ruslan y Ludmila” de
Mikhail Glinka, casualmente el fragmento que Shani dirigiera como Bis en el
Colón en el 2015 y que aquí tuvo todo.
La Orquesta
del Divan y Martha regresarán en el 2019 y Barenboim regresará el año próximo
con la Staatskapelle Berlín para ofrecernos “Tristán e Isolda” y conciertos
sinfónicos. El Balance nos entregó: un Festival superior al del año pasado, por
programación y resultados logrados. Que este es el único evento que el Colón
programa con suficiente antelación y es por lejos el que mejor resultado le
brinda, y se nota. Se debería tratar de
acordar con Barenboim para la
programación, alguno de los ciclos que el Director trabaja a la perfección.
¿Por qué no Brahms?. Barenboim y el teatro tienen la respuesta.
Donato Decina
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