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sábado, 29 de septiembre de 2018
PROFESIONAL, SEDUCTOR Y CONQUISTADOR
Teatro Colón. Temporada 2018, Abono de Grandes Artístas Internacionales. Actuación de Juan Diego Florez (Tenor) Acompañado por Vincenzo Scalera (Piano). Programa: Obras de Mozart, Donizetti, Verdi, Gounod, Massenet y Puccini. Teatro Colón, 26 de Setiembre de 2018.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE.
Pasó mucho tiempo tras su primera visita. Quizas demasiado y esperemos alguna vez tener el inmenso privilegio de escucharlo en una opera completa (y que para ello no sea tarde). Juan Diego Florez regresó al Colón y en una forma indiscutible con carisma seducción, despliegue generoso en el escenario y prodigándose como nunca se lo pudo apreciar. Ese es el saldo inmensamente positivo que dejó este nuevo paso por el escenario de la calle Libertad tras haber conquistado en forma definitiva al público de Buenos Aires que abarrotó la sala como en las grandes noches y en donde “se pasó lista”, para ver si todos los que aman el género estaban presentes. Acompañado por su pianista que mejor lo entiende, un inmenso interprete de nombre Vincenzo Scalera, maestro del Teatro Alla Scala de Milán, desplegó su repertorio mas actual, matizando lo con los clásicos que el público siempre pide.
No es habitual abrir con el Aria de Tamino del primer acto de “La Flauta Mágica”. El lo hizo con una voz plena que corre por toda la sala. Sabe decir y expresar y le da el matíz mas ajustado. Comienzo irreprochable al que le agregará una gema poco habitual, una de las arias principales de “Il Re Pastore”, en la que ratificó su plena identificación con el repertorio Mozartiano.
Un pequeño vals de Donizetti (nunca por mi escuchado y celebro su inclusión) por parte de Scalera que lo hizo con absoluto refinamiento, fue el pié para que Florez se luzca en la célebre “Una Furtiva Lacrima” y provocar el primer momento magistral de la noche, demostrando que hoy por hoy es su máximo interprete, condición ratificada tras “Fra Poco a Me Ricoveró” de “Lucia Di Lammermoor” con canto pleno en perfecto estilo.
Verdi, una de sus nuevas incorporaciones en su repertorio, se hizo presente con una estupenda interpretación de “La Mía Letizia Infondere” de “I Lombardi alla Prima Crociatta”, para entonces cerrar la primera parte con “Dei miei bollenti spiriti” de “La Traviata” con su caballetta posterior, en la que se tuvo plena prueba de que ya está para abordar a pleno el rol, que en el próximo Diciembre debutará en el “Met” Neoyorquino.
Tras el intervalo llegó el momento mas fuerte y emotivo de la noche, durante la incursión en el repertorio francés. “Ouvre tes Yeux Bleus”, canción de Cámara de Massenet fue el “Pre-calentamiento” para que “El Sueño de Manon” y el “Ah, Fuyez Douce Image” de la escena de Saint Suplice de la misma Obra llegaran al punto de mayor voltaje, arrancando la ovación mas estremecedora del año por parte del público.
Scalera agregó mas emotividad, luciéndose en una interpretación para piano solo de la “Meditación” De “Thais”. Un estupendo “Salut Demeure…” de “Faust” de Gounod fue el preámbulo a una sentida “Pourquoi me Reveillier” de Werther, segundo momento emotivo de la noche, en la que Florez evidenció su progreso en este repertorio, al que enriquecerá tanto como al italiano actual al que lo lleva con total inteligencia.
“Che Gelida Manina” de “La Boheme”, fue otra muestra de su actual versatilidad dejándonos enrtrever que el interprete Pucciniano de fuste está muy cerca, cerrando formalmente de este modo el recital.
Con total soltura estableció su comunicación con el público, al que incitaba para que le pidieran bises, gesticulando el ademan de tomar nota, para luego, distenderse, arrojarle el moño del smoking a la platea femenina y desplegar todo su talento con la “cabaletta” de “Ah mes amies” de “La Fille du Regiment” y sus nueve sobreagudos, para luego Guitarra en mano prodigarse con “Cucurrucucú Paloma” en una versión formidable, “Jose Antonio” de Chabuca Granda, plena de emotividad y lograr desde la platea el concurso del guitarrísta Arturo Domínguez, quien allí se hallaba presenciando el espectáculo, para ofrendar “Volver” de Gardel y Le Pera en una versión brillante que arrancó una ovación en total consonancia. Una infaltable estrofa de “La Flor de la Canela” para cerrar la parte “Guitarrística”, la vuelta de Scalera para una versión insuperable de “Granada” y luego sí, culminar con un descomunal “Nessun Dorma” en donde incitó al público a que lo acompañe a “Bocca Chiusa” la parte del coro y cerrar de esta forma una noche magistral que selló de manera definitiva el romance con el pueblo “Colonero”
Donato Decina
Magnífica reposición de “SUOR ANGÉLICA” por Lírica Lado B
DRAMA EN SU MÁXIMA EXPRESIÓN
Martha CORA ELISEHT
Dentro de las numerosas manifestaciones culturales que ofrece Buenos Aires, la ópera presenta dos circuitos: uno, tradicional- representado en el Colón y el Avenida, gracias a agrupaciones como Juventus Lyrica y Buenos Aires Lírica- y otro, denominado off Colón (fuera del Colón), representado por varias agrupaciones privadas (Dove é la Bussola, Lírica Lado B). Precisamente, esta última presentó en el día de ayer (viernes 28 del corriente) una magnífica reposición de “SUOR ANGÉLICA”, de Giacomo Puccini (1858- 1924), bajo la dirección escénica de Ximena Belgrano Rawson y la dirección musical de Ezequiel Fautario. Los roles principales estuvieron a cargo de las siguientes intérpretes: Daniela Tabernig (Suor Angélica), Alejandra Malvino (La Tía Princesa), Carina Höxter (Suor Genoveva), Ayelén Regalado (Suor Osmina), Susana Gómez (Suor Dolcina/ Conversa), Verónica Cano (La Abadesa), Mairin Rodríguez (La celadora), Roxana Devigiano (Maestra de las Novicias), Vanina Guilledo (Enfermera), Romina Jofre/ Miriam Casanova (Mendicantes), Natalia Bereskyj (Conversa/ Novicia) e Isabella Pascucci Belgrano (Novicia). Participaron además el Coro Regina Coeli, dirigido por Fermín Prieto y la orquesta y coro de niños de Lírica Lado B.
La mencionada compañía privada fue fundada en 2009 por Alejandro Spies y Camilo Santistefano y se caracteriza por representar ópera en escenarios no convencionales; en este caso, el haberla realizado en el Templo Oculto del Museo Santa Felicitas- ubicado al costado de la Iglesia homónima, sita en Barracas- le dio un marco absolutamente apropiado, donde el espectador se sintió partícipe de las actividades que ejercían las monjas de clausura en el convento. Si uno piensa que Puccini ambientó su ópera en un convento del siglo XVII- donde la protagonista es enviada hacia allí como consecuencia de haber tenido un hijo fuera del matrimonio, acorde a las pautas culturales de la época y al paternalismo acendrado de la Iglesia católica-, resultó más que perfecto para esta ocasión. No se utilizaron luces ni reflectores- sólo para hacer hincapié en las escenas más dramáticas- , sino iluminación a la luz de las velas, que se iban encendiendo o apagando acorde a cada escena en particular. Y esto contribuyó a aumentar más aún la carga dramática de la obra y la agonía de la protagonista.
Si bien la orquesta y el coro sonaron magníficos y los roles de las monjas estuvieron muy bien interpretados, merece destacar la soberbia actuación de Carina Höxter como Suor Genoveva, quien asume el rol principal en la primera escena, donde la paz y la tranquilidad reinantes en el convento de las Jerónimas se alteran al anunciar la llegada de una visita: la Tía Princesa de Suor Angélica, que da inicio al drama en sí. En esta reposición, el diálogo entre tía y sobrina es tremendamente sobrecogedor y dramático y fue interpretado magistralmente por Daniela Tabernig y Alejandra Malvino. Eran dos colosas sobre el escenario, manifestando sentimientos contrapuestos: en el caso de Angélica, la ansiedad y la desesperación por tener noticias sobre el destino de su hijo- que le fuera arrancado desde su parto y del cual hace 7 años que no recibe noticias- y, en el caso de la Tía Princesa, su enorme frialdad, ya que sólo está interesada en que Angélica firme un documento para renunciar a su herencia en favor de su hermana, quien está próxima a casarse. Dicha frialdad es conmovedora, ya que tampoco se inmuta al anunciar a su sobrina que su hijo ha muerto. Al enterarse de la más terrible de las noticias, Angélica se da cuenta de que su vida ya no tiene sentido y planea suicidarse. La actuación de Daniela Tabernig fue descomunal y llegó a su más hondo dramatismo en dos arias: Senza Mamma y Amici fiori. Es la primera vez que esta última se presenta en calidad de estreno sudamericano, ya que fue eliminada de las ediciones en 1922. Pese a que Puccini no estaba absolutamente convencido de cercenarla, aceptó cortar cinco líneas de la misma y, posteriormente, nunca se incluyó en las diferentes ediciones hasta 1993, cuando Riccardo Chailly decide rescatarla del olvido. Posteriormente, se ha ido representando en los principales escenarios del mundo y esta fue la primera vez que se la pudo apreciar en Argentina. Suor Angélica- mujer sabia, conocedora de los secretos de la Naturaleza y de las propiedades farmacológicas de las plantas (justamente, por descender de familia noble, es la única que sabe leer y escribir) invoca a las flores para que suelten su veneno, lo prepara y luego- en la presente versión- se arranca los hábitos y bebe el veneno, mientras ruega a la Virgen que la perdone. En el instante previo a su muerte, la Virgen la perdona y le permite reencontrarse con su hijo en el cielo. En este caso, la voz de Daniela Tabernig resaltó por sobre la orquesta y el coro, brindando unos matices agudos y notas naturales increíbles. Al morir, Angélica aparece transfigurada como la Virgen María gestante, rodeada por las novicias del convento- que también dejaron sus hábitos- .Acorde a la concepción escénica, puede interpretarse como que María - la más excelsa de las mujeres y madre de un profeta- se transfigura y empatiza con otra mujer (quien también ha sido madre y, al igual que María, sobrevive a la muerte de su único hijo). Al terminar la ópera, el público estalló en aplausos y vítores, que aumentaban de intensidad a medida que los artistas hicieron su aparición sobre el escenario. Cuando llegó el turno de Alejandra Malvino y Daniela Tabernig, fue una auténtica ovación.
En lo personal, hacía mucho tiempo que esta cronista no veía una representación de esta auténtica joya operística en vivo- la última vez, en 2013 en el Colón, interpretada por Amarili Nizza-, así como tampoco una versión de una calidad artística excelsa como la de anoche. Una vez más, esto demuestra que la Argentina posee artistas espléndidos, de gran categoría y versatilidad, que son capaces de hacer estremecer al público con sus interpretaciones. Y que son capaces de realizar estrenos locales- hay que recordar que Daniela Tabernig estrenó Rusalka en 2015 en el Teatro Avenida y ahora, la versión completa de Suor Angélica, interpretando “Amici Fiori” por primera vez en el país- dentro del circuito off Colón. Por ende, merecen el total respeto y admiración por parte del público y el periodismo especializado.
alento, versatilidad y carisma en el recital de Juan Diego Florez en el Colón
CABALLERO DE FINA ESTAMPA Y HERMOSA VOZ
Martha CORA ELISEHT
Parafraseando uno de los valses peruanos más bellos que compuso la talentosa Chabuca Granda, el pasado miércoles 26 del corriente se presentó en el escenario del Colón un auténtico caballero de la lírica: el tenor peruano Juan Diego Florez, quien estuvo acompañado por el pianista italiano Vincenzo Scalera. En esta oportunidad, ofreció un repertorio complejo y variado, que incluyó obras de Mozart, Donizetti, Verdi, Massenet, Gounod y Puccini, en un repertorio muy variado y extenso, integrado por arias que- en su momento- supieron interpretar grandes tenores, de la talla de Alfredo Kraus y Plácido Domingo.
La primera parte del recital comenzó con el consabido “Dies Bildnis ist bezaubend schön” de La Flauta Mágica, de Mozart, donde Florez demostró sus cualidades de gran intérprete: Una voz cálida, con buenos matices, impecable coloratura y excelente técnica. Por su parte, Scalera resultó ser un magnífico pianista acompañante, quien tuvo excelentes ejecuciones de pasajes extremadamente difíciles de las diferentes arias – tanto en calidad de acompañante como solista-. Su interpretación de la Meditación de Thaïs de Massenet resultó muy vitoreada y aplaudida por el numeroso público que se dio cita esa noche. Lo mismo sucedió con el Vals en Do mayor de Gaetano Donizetti, que sirvió de preludio a la celebérrima “Una furtiva lacrima” de El Elixir de Amor. Previamente, Florez interpretó un aria poco conocida en nuestro medio: “Si spande al sole in faccia” de Il Re Pastore de Mozart. Debido a que es un aria típica de coloratura, no cualquier tenor está en condiciones de interpretarla. Juan Diego Florez sí lo hizo, y magistralmente. Y luego de la mencionada aria de Donizetti, ni hablar: literalmente, el Colón estalló en aplausos y vítores de todo tipo – cosa que no se veía desde la magnífica actuación de Javier Camarena el año pasado- .Seguidamente, interpretó otra aria de dificultad intermedia: “Tombe degli avi miei… Fra poco a me recovero” de Lucia di Lamermoor, con singular maestría, nivel de actuación y canto. Luego de una breve pausa, llegó el turno de Giuseppe Verdi con “La mia letizia infondere” de I Lombardi- otro título que no se escucha en el Colón desde hace muchos años- para finalizar con la célebre aria de Alfredo: “Lunge da lei… Demiei volenti spiriti”, de La Traviata. En ambas arias, Florez hizo uso de su maravillosa voz, sus dotes histriónicas y de una técnica vocal impecable, con un sonido diáfano, que hizo que el público estallara en aplausos.
Para la segunda parte del recital, el dúo Florez- Scalera eligió obras del repertorio francés: abrió con tres arias de Manon de Jules Massenet (1842-1912): “Ouvre trs yeux bleus”, “En fermant les yeux” y la maravillosa aria cuya acción transcurre en Sans Souci: “Ah, foyez douce image”.A pesar de que no había traducción simultánea, una pudo entender lo que el artista decía en francés y pudo seguirlo perfectamente. Además de ser un gran tenor y una de las mejores figuras de la lírica actual, Florez posee un carisma que hace que su estilo sea único y personal. Sabe transmitir sus emociones al público y está consciente de ello. Unido esto al bello timbre de su voz, interpretó una increíble versión de Des Grieux y el público lo aplaudió a rabiar. Tras el intermezzo brindado por Vincenzo Scalera con la Meditación de Thaïs anteriormente mencionada, siguió con otra aria célebre: “Salut, demeure chaste et pure” del Fausto de Gounod, donde mostró su versatilidad y los espléndidos matices de su voz. Al final del aria, el tenor debe dar un Do de pecho y sostenerlo, mientras el piano queda en silencio, para luego finalizar con un delicioso pianissimo. (Cosa que sabía hacer perfectamente bien Plácido Domingo en su primera época). Y Florez supo hacerlo magistralmente.
La última aria del repertorio francés elegida para esta ocasión también es celebérrima y difícil, donde el tenor expresa su angustia ante un amor no correspondido: nada más ni nada menos que “Pour- quoi me révellier?” de Werther, también de Massenet, y cuyo máximo intérprete fue Alfredo Kraus- a quien tuve la suerte de poder escuchar en el Colón en varias oportunidades, antes de su muerte-. Nuevamente, Florez logró una interpretación excelente y puso en juego su técnica vocal y sus dotes histriónicas. El resultado fue una versión sublime, donde el Colon estalló y se deshizo en aplausos. Lo mismo sucedió cuando le correspondió cantar nada más ni nada menos que “Che gélida manina” de La Bohème , donde encarnó a un magnífico Rodolfo.
Al final de semejante recital, no podían faltar los bises. Se produjo un breve silencio, donde el público comenzó a pedir diferentes arias y valses peruanos: entre otros, “Amarraditos” y “La Flor de la Canela”. Florez comenzó a deambular de un lado a otro del escenario, como queriendo decir: “¿Algo más?”.. “¿Alguna otra sugerencia?”… Y se destapó con “A mes amis” de “La Hija del Regimiento” de Donizetti, donde el tenor debe dar un Do sobreagudo en la mitad del vals. A esa altura de la noche, ¿qué era lo que Florez no fue capaz de hacer?... Nada. Absolutamente todo. A tal punto, que retornó al escenario, tomó una guitarra, se puso a afinarla, se quitó el moño para estar más desacartonado y comenzó a tocarla, mientras cantaba “¡Ay, Paloma!” (una canción mexicana, al mejor estilo de Jorge Negrete), sosteniendo las notas agudas a más no poder, a punto tal que el público aplaudía entre su interpretación. Seguidamente, se dirigió al piano, afinó la guitarra con el mismo e interpretó una canción peruana (“José Antonio”), para luego, ofrecer un fragmento de “La Flor de la Canela”, de Chabuca Granda. Tras interpretar el segundo Himno Nacional del Perú, Florez retornó al escenario para seguir ofreciendo lo que ya era un auténtico recital de música latinoamericana. En este caso, hizo subir al escenario – de manera totalmente espontánea, sin estar planificado- al guitarrista Arturo Zeballos, con quien cantó el tango “Volver”. Luego del mismo, se retiró absolutamente ovacionado y, cuando todos el mundo creyó que el recital había terminado, sorpresivamente, Fl.orez y Scalera regresaron a escena y aprovecharon los consabidos ramos de flores para cantar otro clásico de Agustín Lara: Granada- de la cual, el peruano es un eximio intérprete- y, luego de otra ovación, cerró con “Nessun Dorma” de Turandot, donde invitó al público a hacer el coro “a bocca chiusa”. ¡Qué placer poder haber acompañado a un intérprete de semejantes quilates! Literalmente, el Colón se vino abajo y a esa altura de la noche, el romance entre el artista y su público llegó a su clímax. Se retiró ovacionado y profundamente agradecido.
Fue un auténtico derroche de talento, simpatía, carisma y bel canto, pero por sobre todas las cosas, romance. Juan Diego Florez supo conquistar y enamorar al público argentino desde su anterior visita en 2005- bajo los auspicios del Mozarteum Argentino- y demostró que dicho romance sigue intacto. Un auténtico caballero de fina estampa… y un verdadero belcantista. De los que casi ya no quedan
martes, 25 de septiembre de 2018
SDE BELGICA CON EL MAXIMO NIVEL
“Mozarteum Argentino” temporada 2018. Actuación del Ensamble Oxalys. Programa: Obras de Rota y Schubert. Teatro Colón, 24 de Setiembre de 2018.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE
Un conjunto de cámara de interesante conformación y con una propuesta fuera de lo habitual. Ese es el saldo que dejó la visita del Ensamble Oxalys al Teatro Colón dentro del Ciclo del Mozarteum. Agrupación nacida en 1993 en el Conservatorio de Bruselas por iniciativa de un grupo de estudiantes de esa casa, el Oxalys cuenta hoy con un historial mas que interesante con actuaciones en ciudades Europeas. Hoy sus integrantes han tomado vuelo propio, pero se reencuentran en las salas del Conservatorio para armar cada una de las presentaciones.
Un noneto y un octeto. Rara conformación para grupos de cámara, pero interesante desde la concepción misma. Nino Rota y Franz Schubert. Del compositor no solo de la banda de “El Padrino” y tantos otros filmes se escuchó un noneto compuesto en la década de 1950 revisado posteriormente en 1977. Música absolutamente tonal, inspiración neo-clasica pero sin renunciar a su línea melódica, que conocemos bien justamente a través de las bandas sonoras. El Conjunto realizó una versión muy ajustada, posee sonido homogéneo, derrocha energía desde la guía de Shirly Laub su concertino que contagia al resto de los integrantes. Una obra muy interesante en una versión irreprochable.
El Octeto en Fa mayor D.803 Póstumo de Franz Peter Schubert fue la obra de fondo. Compuesto a la usanza de Beethoven y su Septeto de juventud, la mano del Conde Troyer (mecenas del compositor y clarinetista aficionado) en el encargo de la obra, lo motivó a componerla con la mente puesta en la página del gran genio. A través de sus cinco movimientos, las ideas musicales fluyen plenas. La apertura con un Adagio que luego mutará en Allegro, nos mostró al Oxalys en plenitud de medios. El segundo tiempo, un Adagio, muestra un tema con variaciones en las que tanto en lo individual como en lo colectivo permitieron el destaque de cada instrumentista. El Scherzo central fluyó rico en ideas mientras que el cuarto, un Minuetto, nos mostró la solidez del conjunto. El cierre, de la mano de un Andante que mutará hasta llegar a un Allegro Brillante, fue el estupendo remate de una faena contundente. Unas pequeñísimas imperfecciones apreciadas no desmerecen de ningún modo una labor construida paso a paso a lo largo de la noche.
A nadie hubiera sorprendido si se prescindía de algún “bis”. Sin embargo el conjunto quiso homenajear a Buenos Aires y el Tango con un Tango belga cuyo autor no fue mencionado, aunque si se dijo que uno de los integrantes del conjunto era su arreglador. Una página de corte tipo “Apache Francés” en el estilo que consagró Horacio Malvicino con el seudónimo de Alain Debray, simpática sí, pero que desentonó luego de un programa tan formidable.
Donato Decina
domingo, 23 de septiembre de 2018
Espectacular versión de “ROMEO Y JULIETA” por Iñaki Urlezaga en el Colón
NI SHAKESPERARE LO HUBIERA HECHO MEJOR
Martha CORA ELISEHT
Durante el transcurso del corriente año han sido varias las grandes figuras de la danza nacional que se han despedido del escenario del Colón: en Agosto pasado, Karina Olmedo y Alejandro Parente lo hicieron con La Viuda Alegre, y en esta ocasión, Septiembre trae aparejada la despedida de Iñaki Urlezaga con otro clásico: Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev (1891- 1953), con coreografía de Sir Kenneth Macmillan (1929- 1991), en reposición de Susan Jones y Clinton Lukett, con escenografía y vestuario de Nicholas Georgiadis. En la función correspondiente al pasado miércoles 19 del corriente, actuaron los siguientes bailarines: Iñaki Urlezaga (Romeo), Lauren Cuthbertson (Julieta), Nahuel Prozzi (Teobaldo), Emanuel Abruzzo (Mercucio), Facundo Luqui (Bervolio), Paula Cassano (Rosalinda), Norma Molina (Nodriza), Gerardo Wyss (Paris), Julián Galván (Fray Lorenzo), Igor Gopkalo y Natalia Saraceno (Lord y Lady Capuleto), Martín Foronda y Laura Pereyra (Lord y Lady Montesco) y Adrián López (Escalus, príncipe de Verona). La dirección orquestal estuvo a cargo de Enrique Arturo Diemecke frente a la Orquesta Estable del Colón, mientras que el Ballet Estable estuvo a cargo de su directora titular, Paloma Herrera.
La maravillosa música de Prokofiev ofrece el marco ideal que porta al espectador hacia la antigua Verona, donde los Capuletos y los Montescos mostraban su rivalidad ancestral en la Plaza del Mercado mediante numerosas escaramuzas entre espadachines- donde, por lo general, siempre había muertos por parte de ambas familias-. Esto estuvo muy bien logrado desde el inicio a cargo del Ballet Estable, con una muy buena coordinación en todas las escenas de conjunto. Merecen una mención especial Ayelén Sánchez, Georgina Giovanonni y Camila Bocca, quienes encarnaron a las tres prostitutas que tratan de seducir a Romeo, Mercucio y Bervolio. En cuanto al protagonista principal, se lo vio un tanto deslucido al principio- en comparación con Emanuel Abruzzo, quien realizó unas piruetas de gran dificultad técnica y dio unos saltos increíbles sobre el escenario, interpretando un Mercucio de antología (que, por momentos, remedaba a Hernán Cornejo)-. Posteriormente, Iñaki Urlezaga se fue afianzando y demostró ser quién es arriba del escenario que lo lanzó a la fama internacional. Facundo Luqui también es otra joven promesa del ballet: interpretó su personaje con gran técnica, soltura en el escenario e histrionismo, al igual que Nahuel Prozzi, quien también tuvo un muy buen desempeño en el rol de Teobaldo. Por último, dentro de los roles masculinos, Gerardo Wyss hizo una correcta interpretación del conde Paris, cuyo mayor lucimiento se vio en la escena del baile de máscaras en casa de Capuleto, acompañando a la primera bailarina en el rol de Julieta.
Lauren Cuthbertson no sólo posee belleza y juventud, sino también todas las condiciones que debe tener una bailarina que ejerza este rol: técnica, plasticidad, soltura, dominio de la escena, dotes histriónicas, pero por sobre todas las cosas, sensualidad. Y lo demostró desde el primer momento, aunque se hizo mucho más evidente en la escena del balcón, donde luego de encontrarse con Romeo, se acarició sus partes íntimas delicadamente, como queriendo decir: “Ya no soy una niña. Soy una mujer. Te deseo y quisiera que me poseyeras”. En efecto, cumplió exactamente con la concepción escenográfica de Macmillan, donde los protagonistas no sólo son dos adolescentes que viven una historia de amor prohibido por el odio ancestral entre ambas familias, sino que además, deciden rebelarse contra una voluntad paterna arbitraria y despótica. (¿Acaso la adolescencia no es una etapa de crisis vital en los seres humanos, donde una de sus principales características es, precisamente, la rebeldía?...) Si bien ella se lució desde su aparición en el escenario, demostró todo su arte y su esplendor en el pas de deux de la escena del balcón, donde los protagonistas desarrollan un solage y un developée que requieren de una técnica perfecta y de una excelente coordinación. Ambos demostraron por qué son las primeras figuras del Royal Ballet de Londres con creces sobre el escenario. Además, ella es etérea, con un physique du rôle que es fundamental para su interpretación.
Lo mismo sucedió en la escena de amor del 3° Acto, donde Romeo debe partir hacia el exilio. La versión ofrecida por los protagonistas fue de una delicadeza sublime y de un souplée excelente, donde ambos demostraron una versatilidad suprema en el escenario. En la escena siguiente, las dotes histriónicas de Lauren Cuthbertson quedaron más que demostradas al manifestar su rebeldía en contra de la voluntad paterna, negándose rotundamente a casarse con Paris. Y lo mismo sucedió al ingerir el narcótico que le suministra Fray Lorenzo a fines de aparecer como si estuviese muerta. Por último, en la escena de la cripta, cuando Romeo la toma entre sus brazos, actuaba como si realmente se tratara de un cuerpo muerto. Naturalmente, al terminar la obra, el público estalló en aplausos y se retiraron ovacionados.
En cuanto al resto de los roles femeninos, Paula Cassano interpretó una exquisita Rosalinda, mientras que Norma Molina desplegó muy buenas dotes histriónicas en su rol de Nodriza. Lo mismo sucedió con Natalia Saraceno, quien lloró amargamente la muerte de su sobrino Teobaldo como Lady Capuleto en el 2° Acto. El trío formado por Ayelén Sánchez, Georgina Giovannoni y Camila Bocca volvió a lucirse en la escena del Mercado del 2° Acto, previo a la escaramuza que disputarán Teobaldo y Mercucio.
En cuanto a la escenografía y vestuario, los diseños fueron excelentes. Si bien la Estable acompañó muy bien a los bailarines- considerando que no es una orquesta habituada a interpretar ballet, ya que dicho rol lo desempeña la Filarmónica-, no obstante, hubo unas cuantas pifias y, por momentos, sonaba discordante. Debido a que la música de Prokofiev es muy conocida entre los amantes del ballet, esto opacó ligeramente la actuación, pero no fue impedimento para que el público lanzara numerosos vítores y ovaciones. Naturalmente, faltó la lluvia de papelitos y pétalos de flores para Iñaki Urlezaga, ya que todavía resta una función para su despedida definitiva de los escenarios como bailarín. Y lo va a hacer como una de las grandes figuras de la danza mundial, que tanto suceso ha tenido y que tantas alegrías le ha dado al público con sus magníficas interpretaciones.
Espléndido concierto de la Filarmónica de Dresde en el Colón
MICHAEL SANDERLING, UN MAESTRO CON MAYÚSCULAS
Martha CORA ELISEHT
El Ciclo de Abono del Mozarteum Argentino tiene acostumbrado al público porteño a disfrutar espectáculos de excelencia desde hace algo más de 60 años, trayendo instrumentistas, cantantes y agrupaciones sinfónicas de jerarquía internacional. Y el sábado 8 del corriente, esta tradición de alta alcurnia volvió de la mano de la Orquesta Filarmónica de Dresde, dirigida por Michael Sanderling, quien junto a la mencionada agrupación sinfónica volvió a nuestro país después de 4 años para interpretar un repertorio clásico, que incluyó una obra del argentino Oscar Strasnoy en calidad de estreno americano: The End. El mismo se completó con el célebre Concierto n° 20 para piano y orquesta en Re menor, K.466 de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y la Sinfonía n° 3 en Re menor (“Wagner”), WAB 103, de Anton Bruckner (1824-1896), con la participación del pianista rumano Herbert Schuch como solista.
Todas las interpretaciones fueron de una excelencia sublime, con un sonido prístino y de una calidad soberbia, que una no recuerda haber escuchado en el Colón desde hace ya muchos años. Michael Sanderling hizo que la orquesta cantara, brindando unos matices increíbles y un equilibrio justo y preciso. Cuando un cronista especializado tiene que escribir sobre el tema, se fija mucho en los gestos y en la actitud del director de orquesta hacia sus músicos. En este caso, hubo una perfecta comunión entre Sanderling y sus dirigidos. Incluso en la interpretación del Concierto n° 20 para piano y orquesta de Mozart, Herbert Schuch y Michael Sanderling intercambiaron gestos, comunicándose perfectamente uno con el otro y logrando una perfecta simbiosis entre orquesta, instrumento solista y dirección. El resultado fue una interpretación excelsa, donde Herbert Schuch demostró ser un pianista eximio. No es fácil tocar una obra tan celebérrima, pero Schuch supo darle su interpretación y su toque personales- cosa muy difícil de lograr- , que son fundamentales a la hora de ejecutar la música inmortal del genio de Salzburgo. Posteriormente, el pianista se vio obligado a hacer un bis- Rondó capriccioso de Saint- Saëns, en una transcripción para dicho instrumento-, que hizo estallar al público en aplausos.
Por otra parte, la orquesta utilizó instrumentos de época para recrear mejor la obra de Mozart: timbales pequeños- excelente la ejecución de Stephan Kittlaus-, oboe d’amore y número de cuerdas reducido, que logró perfectamente el efecto de cámara, lo que jerarquizó aún más la interpretación. Es una tendencia mundial que se ha rescatado del olvido- gracias al valioso aporte de directores como Helmut Rilling y Nikolaus Harnoncourt- y que cada día gana más adeptos por parte del público asistente a los conciertos.
El argentino Oscar Strasnoy compuso The End en 2004, basándose en los últimos compases de la Sinfonía n° 8 de Ludwig van Beethoven. Esta obra se estrenó en 2007 por la Orquesta Filarmónica de Radio France y tuvo un gran suceso en Europa. Creada para orquesta reducida, reconstruye y construye del fin al comienzo y con matices personales los compases finales de la mencionada sinfonía de Beethoven. En calidad de estreno americano, es una obra interesante en cuanto a su estructura y complejidad sonora, ya que ensambla y desarrolla la música de Beethoven con ciertos pasajes y atisbos de atonalidad, hilvanados de tal manera que no resulta desagradable al oído de quien la escucha por primera vez. La interpretación de Sanderling fue excelente y el público presente la recibió de muy buen agrado.
Sin lugar a dudas, la Sinfonía n° 3 en Re menor de Anton Bruckner fue lo mejor de la noche. Hacía rato que esta magnífica obra estaba olvidada en los repertorios de los programas de conciertos- una recuerda la excelente versión de la Filarmónica de Viena en 1985 y la ofrecida por la Gewandhaus de Leipzig, con Kurt Mazur al podio- y ha sido un gran acierto rescatarla de su tan prolongado ostracismo sobre el escenario del Colón. Dedicada a Richard Wagner, fue compuesta en 1873 y estrenada cuatro años más tarde, con la dirección del mismo compositor- quien era un eximio organista y director coral, pero con nula experiencia en dirección orquestal-, ya que había muerto quien iba a dirigirla en su estreno- Johann von Herbeck-. Si bien su estreno fue un fracaso rotundo, Bruckner no se dio por vencido y revisó su obra en varias oportunidades, hasta que logró una versión definitiva en 1889 (que es la que se ejecuta en la actualidad). Para ese entonces, Wagner ya había muerto y de ahí proviene el subtítulo de la misma. Es la primera de todas las sinfonías de Bruckner que lleva su sello personal y consta de 4 movimientos: Gemässigt, mehr bewegt (Moderado, más animado, misterioso)/ Adagio. Bewegt, quasi Andante (Con movimiento, cuasi andante)/ Scherzo. Ziemlich schnell (bastante rápido)/ Finale. Allegro. Como consecuencia de su formación como organista, Bruckner utiliza orquestación en grandes bloques, con coros de instrumentos, donde además, intercala una frase de su Misa en Re menor en el primer movimiento. La monumentalidad del 1° movimiento continúa en el Adagio del 2°, con reminiscencias wagnerianas en las cuerdas. Por el contrario, el 3° movimiento se caracteriza por comenzar con un veloz crescendo orquestal, que remeda los Ländler austríacos, en un vibrante Scherzo donde las cuerdas suenan prácticamente al unísono. Tal como se expresó anteriormente, la versión ofrecida por Michael Sanderling fue vibrante, donde la orquesta sonaba como si todos los instrumentos estuvieran fusionados en una sola voz; es decir, cantando. Y cuando se logra dicho efecto, aumenta la excelencia interpretativa. Por último, el Allegro final presenta un contraste marcado entre la severidad- corales solemnes- y la fluidez- sonidos rítmicos, de polkas y oras danzas típicas- como diferentes facetas de la vida. Tal fue el efecto causado en el público, que la orquesta se vio obligada a interpretar un bis que ha sido más que exquisito: una versión magistral del Intermezzo de Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni, que sonó como pocas veces se la ha escuchado en el Colón.
Fue una lástima que no hubieran hecho más bises, porque realmente, daba para un “gustito a más”. Porque Michael Sanderling demostró ser un Maestro de la dirección orquestal, que brindó un concierto memorable en el Colón, como hacía rato que no se escuchaba algo de una perfección tan absoluta, con una imprompta y un estilo personales.
miércoles, 19 de septiembre de 2018
resentación del bajo galés Sir Bryn Terfel en el Teatro Colón
UN GRANDE DE LA LÍRICA MUNDIAL EN BUENOS AIRES
Martha CORA ELISEHT
Dentro del Ciclo “Grandes Intérpretes Internacionales”, el pasado miércoles 5 del corriente hizo su presentación en el Teatro Colón el bajo- barítono galés Bryn Terfel, acompañado por la pianista rusa Natalia Katyukova. Ofreció un recital muy variado, que incluyó no sólo cancines populares inglesas, irlandesas y galesas, sino también, fragmentos de ópera y Lieder de Schubert y Schumann, para concluir magistralmente con temas de John Charles Thomas- barítono estadounidense que ejerció una influencia decisiva en su carrera-.
Era la primera vez que este gran artista- designado Sir por la reina Isabel II de Inglaterra- se presentó en nuestro mayor coliseo, luego de haber cumplido una extensa carrera de más de 25 años de trayectoria, que lo llevó a recorrer y triunfar en los principales escenarios del mundo. Nacido en 1961, estudió en la Academia Guilford en Oxford e hizo su debut en 1990 en la Ópera Nacional de Gales como Guglielmo en Cosi fan Tutte, de Mozart. A partir de allí, siguió incorporando los roles principales de su cuerda y comenzó una carrera ascendente. En un impecable inglés, se dirigió al público explicando las razones por las cuales había elegido ese repertorio: se trató de una síntesis de su vasta carrera, que comprendió desde las viejas canciones de los compositores galeses Ioris Lewis (Canción del Dragón Rojo) y Owen Williams (Domingo de Ramos)- que ofreció en su idioma natal-, pasando por Friederich Keel y las tradicionales Songs of the Celtic Islands (Canciones de las Islas Celtas)- en inglés, galés y gaélico irlandés- hasta abarcar el célebre Moritat de La Ópera de Dos Centavos, de Kurt Weill, para concluir la primera parte del mencionado recital con el aria de Mefistófeles “Son lo Spirito che nega”, de Arrigo Boito. En todas sus interpretaciones, Terfel demostró la gran versatilidad de su voz, un perfecto dominio escénico en cada una de sus variadas interpretaciones y una increíble musicalidad, con el perfecto acompañamiento de la extraordinaria pianista rusa Natalia Katyukova- quien se desempeña como Maestra Interna en la Metropolitan Opera House de New York, y que ejerce sus actividades en la Julliard School of Music de dicha ciudad- , que ofreció un sonido prístino y una maravillosa interpretación.
Para la segunda parte del recital, Bryn Terfel eligió los siguientes Lieder de Robert Schumann: Belsatzar, Zwei venetzianische Lieder (Dos canciones venecianas) y Mein Wagen rollet langsam (Mi carruaje anda lentamente), los cuales fueron interpretados de manera exquisita, con una finura y delicadeza dignas de un gran artista. Lo mismo sucedió con sus homónimos de Franz Schubert: Liebesshotschaft (Mensaje de Amor), Das Fischermädchen (La pescadora), pero el momento más trascendente -que marcó el clímax del recital- fue su magnífica y excelente interpretación de Litanei auf das Fest aller Seelen (Letanía para la fiesta de los Fieles Difuntos), donde recibió una ovación de aplausos. Siguió luego con Die Tauberpost (La paloma mensajera) y, posteriormente, eligió cinco canciones de John Charles Thomas para cerrar uno de los mejores recitales que un bajo- barítono ofreciera en el Colón. Por otra parte, es raro que un bajo cante Lieder- al estilo de Dietrich Fischer- Dieskau, quien era uno de los mejores barítonos intérpretes de Lieder, pero que nunca cantó en el Colón-, y Terfel lo hizo magistralmente. Sólo realizó un bis: la celebérrima aria del lechero Tevye de El violinista sobre el tejado (Si yo fuera rico), donde desplegó todas sus dotes histriónicas en escena- hasta dando pasos de música kletzmer- y su versatilidad vocal. Y se retiró ovacionado.
Bryn Terfel no sólo agradeció el cariño y los aplausos del público, sino que, además, hizo alusión a un célebre comentario que hizo Jonas Kaufmann sobre la excelente acústica del Colón: en resumidas cuentas, manifestó que no quería perderse la oportunidad de actuar en el teatro que posee la mejor acústica del mundo. No sólo lo logró, sino que a partir de esa noche, inició un romance con el público argentino. Esperemos volver a ver pronto a este auténtico gigante de la lírica en el escenario de nuestro mayor coliseo interpretando una ópera completa. Tal cual manifestó en inglés: “el Colón es una casa de ópera, y debo cantar una ópera”. Que así sea.
Muy buena reposición de “PÉLLEAS ET MÉLISANDE” de Débussy en el Colón
CUANDO LA MÚSICA ES LA PROTAGONISTA
Martha CORA ELISEHT
El pasado 31 de Agosto tuvo lugar en el Teatro Colón la reposición de “PÉLLEAS ET MÉLISANDE” de Claude Débussy (1862-1918), dentro de la conmemoración del centenario de su fallecimiento, a cargo de la Orquesta Estable del mencionado Teatro, dirigida por Enrique Arturo Diemecke y con puesta en escena de Susana Gómez, sobre un original del recientemente fallecido Gustavo Tambascio (1948-2018). El diseño de escenografía estuvo a cargo de Nicolás Boni y el vestuario, de Jesús Ruiz, con iluminación de José Luis Fioruccio.
El elenco estuvo integrando por los siguientes cantantes: Verónica Cangemi (Mélisande), Giuseppe Filianoti (Pélleas), David Maze (Goulaud), Lucas Debevec Mayer (Arkel), Adriana Mastrángelo (Genéviève), Marianela Nervi Fadol (Yniold), Alejo Laclau (el Médico) y Cristian De Marco (Pastor).
A diferencia de la mayoría de las óperas tradicionales, la particularidad de la única ópera compuesta por Débussy es que carece de arias y recitativos tradicionales. Siguiendo la concepción wagneriana por la cual, la voz es un instrumento más, la principal protagonista es, precisamente, la música. (Hay que recordar que Débussy era un profundo admirador de Wagner, hasta que decide romper con sus cánones y volcarse al impresionismo). Siguiendo el libreto de Maurice Maeterlinck (1862-1949), la característica principal de la música es el claroscuro. En efecto, el reino de Arkel- abuelo de Goulaud y su medio hermano Pélleas- es un reino de oscuridad y sombras, donde va a incorporarse la pareja protagónica que, precisamente, se caracteriza por ser todo lo contrario: dos seres luminosos, que representan la débil luz de un amor platónico en medio de las tinieblas. En la presente versión, esta concepción filosófica estuvo muy bien reflejada y lograda por la escenografía, iluminación y vestuario- justamente, los protagonistas aparecen vestidos de blanco o usando ropas de colores claros- y en la mano blanca, que se observa en las escenas más trascendentales y, particularmente, en el 5° Acto, donde Mélisande muere, luego de haber dado a luz a una niña. Las características musicales del claroscuro debussiano estuvieron perfectamente interpretadas por la Estable. Si bien Enrique Diemecke no se caracteriza precisamente por ser un director de ópera, su labor al frente de la orquesta estuvo muy bien lograda, dando los matices correspondientes y conservando un equilibrio en materia sonora, sin caer en excesos.
En cuanto a los principales intérpretes, Verónica Cangemi tuvo un desempeño muy bueno en el rol de la frágil y misteriosa Mélisande en materia vocal, dando correctamente las notas agudas y graves. Asimismo, también tuvo un excelente desempeño actoral- con excepción de la escena del 3° Acto, donde debe envolver a Pélleas en su rubia cabellera (en la escenografía de la presente versión, estaban separados: cada uno en sus habitaciones del castillo, mientras aparecía una pareja de figurantes en el centro, simulando la escena)-, al igual que su dominio vocal del francés. Excelente el Goulaud de David Maze, quien fue una auténtica revelación en lo vocal y en lo actoral. Si bien Lucas Debevec Mayer tuvo un comienzo algo flojo en el rol del anciano Arkel, a medida que transcurría la obra fue tomando confianza e interpretó su papel con gran versatilidad y musicalidad. Adriana Mastrángelo cantó una excelente Génèvieve, al igual que la joven Marianella Nervi Fadol, quien interpretó un magnífico Yniold. En cuanto al protagonista masculino, Giuseppe Filianoti posee un bello timbre de voz, pero que no le bastó para interpretar el rol de Pélleas. Tiene una voz muy chica y, por momentos, falló al alcanzar las notas principales en varias oportunidades. Estuvo correcto desde el punto de vista actoral, pero tampoco se caracterizó por realizar una gran interpretación.
En líneas generales, fue una buena versión, pero el tenor no estuvo a la altura de las circunstancias. Y es una lástima, porque en una ópera donde la protagonista es la música, no puede haber altibajos en los principales personajes del drama. Se vio compensado por el resto de los protagonistas y por la escenografía, aunque hubo ciertas cosas que esta cronista consideró que estaban fuera de contexto (ej: una violación matrimonial de Goulaud a Mélisande en público, frente a Arkel). Posiblemente, el fallecido régisseur Gustavo Tambascio las marcó en la presente representación, y la directora Susana Gómez decidió respetarlas. En opinión absolutamente personal, a una le parecieron innecesarias y de mal gusto. Con excepción de estos detalles, se respetaron perfectamente la concepción de la obra y el libreto de Maeterlinck, aunque faltó luminosidad vocal en el reino de las sombras.
domingo, 16 de septiembre de 2018
PARA ACERCAR MAS
Orquesta Sinfónica Nacional, Temporada 2018, Presentación en Ramos Mejía (Bs. As.), Director: Federico Sardella. Obras de Grieg y Dvorak. Sociedad de Socorros Mutuos de Ramos Mejía, 14 de Setiembre de 2018.
NUESTRA OPINION: MUY BUENO.
Con una enorme expectativa del público que colmó el Salón de la Sociedad de Socorros Mutuos de Ramos Mejía, la Sinfónica volvió una vez mas a esta tradicional “Barriada” del Oeste Bonaerense, en donde año tras año se presenta, a veces al abierto o, como en esta ocasión en la sede de esta señera entidad.
La velada le fue encomendada a Federico Sardella, una de Ntras. Batutas jóvenes mas representativas, actual titular de la Banda Sinfónica de Ciegos y desarrolló un interesante programa con dos obras muy populares, pero siempre riesgosas de abordar: La Suite N 1 para la Música incidental de “Peer Gynt” de Ibsen, compuesta por Edward Grieg y la Sinfonía Nº 9 en Mi menor, Op. 95 “Desde el Nuevo Mundo” (Como su literal traducción del original en Inglés así lo especifica) de Antonin Dvorak.
El propio Sardella desgranó un comentario antes de cada interpretación seguido por el Público con suma avidez. Un Público sencillamente extraordinario que siguió las interpretaciones en un profundo silencio, el que como en el caso de la Nº 9 de Dvorak se prolongó mas allá del final como debe ser. Mas allá de que la acústica no sea de absoluta excelencia, ambas versiones fueron muy dignas y calaron hondo en la concurrencia.
En Grieg se pudo apreciar un delicado trabajo de cuerdas en “La Mañana”, el que se profundizó mas en “La Muerte de Ase”. Un exquisito manejo de la sutileza en “La Danza de Anitra” y un progresivo “crescendo” para la furibunda “En la Gruta del Rey de la Montaña”, en la que Sardella la abordó a un “tempi” un poco mas lento de lo habitual, pero que (considerando el tema acústico al que anteriormente me referí) redundó en un beneficio ya que mas rápido hubiera superuesto sonidos que hubieran hecho mas difícil la audición para los nuevos espectadores.
En cuanto a Dvorak, la versión de la “Nuevo Mundo” fue muy digna, con notables desempeños de los solistas de Flauta, Oboe, Clarinete y Corno Inglés. El segundo movimiento fue el punto mas alto de la noche y el celebre “Allegro” final fue hecho con intensidad y entrega de toda la Orquesta. Bienvenida esta iniciativa que genera nuevo público, reencuentra a la Orquesta con aquellos que por cuestiones económicas o de seguridad, no se animan a ir hasta la Capital y, en el balance de lo artístico, la ratificación de las muy buenas condiciones interpretativas de Federico Sardella.
Donato Decina
FORMIDABLES
“A Marcela”
Mozarteum Argentino, temporada 2018, Concierto a cargo de la Orquesta Filarmónica de Dresde, Director: Michael Sanderling. Solista: Herbert Such (Piano). Programa: Obras de Strasnoy, Mozart y Bruckner. Teatro Colón, 08 de Setiembre de 2018.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE
Una superación a la anterior actuación que brindaran para la misma entidad organizadora (Mozarteum Argentino) es el saldo inmensamente positivo que deja la visita de la Filarmónica de Dresde junto a su Director, Michael Sanderling. La agrupación Germana desarrolló un programa muy comprometido, el que incluyó una Obra de Oscar Strasnoy en estreno para toda América y luego dos pilares de la composición: Mozart y Bruckner.
De Ntro. compatriota se pudo apreciar “The End”, una obra del año 2006 que integra su ciclo SUM con el Nº 4 y que justamente conforma un grupo de cuatro composiciones, una por cada movimiento, de una Sinfonía tradicional. Y jutamente tratandose de un final, la obra parte desde los compases que cierran la octava sinfonía de Beethoven, los va reprocesando y desde allí la obra adquiere identidad propia. Trabajo muy interesante en cuanto a sonoridades, efectos tímbricos y desarrollo de ideas, escrito con mucha inteligencia. Ya ante su Opera “Requiem”, uno vislumbró la capacidad y categoría de compositor que hay en Strasnoy, por lo que no debe sorprendernos este trabajo (anterior al de la obra lírica), que nos permitió observar la evolución creativa de Ntro. Compatriota.
Luego tuvimos el placer de descubrir a Herbert Such, un formidable pianista de solida técnica y endiablada digitación para construir junto a Sanderling y la Orquesta una memorable versión del Concierto Nº 20 en Re menor, Kv. 466. Junto a esto descubrimos el placer que significa que la agrupación visitante emplea en algunas de sus secciones instrumentos a la usanza de época (Trompetas, cornos y timbales entre otros), por lo que además de ser una orquesta clásica fuertemente amalgamada, le brinda a sus oyentes la posibilidad de oir la música casi como en la época de su estreno. Una versión tan rotunda mereció la ovación del público lo que obligó a Such a un bis también formidable, una transcripción para piano de “La Campanella” de Paganini que causó furor .
Y luego, ya en la segunda parte, Director y Conjunto se florearon en una electrizante versión de la tercera sinfonía de Anton Bruckner, expuesta de modo magistral. Cuerda amalgamada, vientos formidables, metales brillantes y seguros y una percusión sumamente ajustada para rematar una faena inolvidable.
El “Bis” final, fue de “paladar negro “, con una delicadísima interpretación del “Intermezzo” de “Cavallería Rusticana” que volvió a enfervorizar al Soberano, Corolario de una noche inolvidable.
Donato Decina
jueves, 13 de septiembre de 2018
TANTOS CLAROSCUROS COMO EN LA OBRA EN SI
Teatro Colón, temporada 2018, Opera: “Pelleas et Melisande”, Opera en Cinco actos con Libreto y Música de Claude Debussy, basada en la pieza homónima de Maurice Maeterlinck. Reparto: Verónica Cangemi (Melisande), Giuseppe Filianoti (Pelleas), David Maze (Golaud), Lucas Devebec-Mayer (Arkel), Adriana Mastrangelo (Genvieve), Marianella Nervi Fadol (Yniold), Alejo Laclau (Medico), Cristian de Marco (Pastor). Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez. Escenografía: Nicolas Boni, Vestuario: Jesús Ruíz, Iluminación. José Luís Fiorruccio. Directora de Escena: Susana Gomez (Basada en una Idea, Conceptualización y Dirección del Proyecto de Gustavo Tambascio). Orquesta Estable del Teatro Colón: Director: Enrique Arturo Diemecke. Función del 07 de Setiembre de 2018.
NUESTRA OPINION: BUENO
El centenario del fallecimiento de Claude Debussy obró como disparador para la nueva presentación escénica de “Pelleas Et Melisande”. Si tenemos en cuenta que en el 2012 ocurrió su anterior presentación, no deja de llamar la atención (mas allá de la fecha) su rápida vuelta a escena y con nueva puesta. Aun así, una obra tan significativa, no solo para el género, sino que para la historia de la musica toda, es siempre saludada con el mayor respeto y genera justificada expectativa dadas las reconocidas dificultades que la obra contiene y que generan un desafío en si mismas superarlas al subIr al escenario. El producto final que se pudo ver sobre las tablas del Colón tuvo tantos claroscuros como los que la obra contiene, a mi entender producto de una correcta lectura de la obra por una parte pero con una serie de ideas que van en dirección opuesta por la otra.
Sin mas preámbulos entremos en la obra y su puesta en sí. Se sabe que es una ópera “cerrada” , de núcleo duro, de contenido fuerte y de una línea melódica que exige de una exquisita filigrana para su concertación. Paisaje desolado, grís. Una protagonista sobre la que gira toda la trama y la que moverá todas las fuerzas. Que prefiere borrar su pasado, salvarse a través de la propuesta de Golaud, pero que sucumbe finalmente ante la irresistible atracción que Pelleas (Su cuñado) le provoca. Una Madre (Genvieve) que tan solo pide el consentimiento del suegro (Arkel, Rey de Allemonde) para que Golaud (Su hijo) resida junto a Melisande y Ellos en el Palacio. Golaud, un enamorado que paulatinamente se verá no correspondido y preso de sus pensamientos, celos y rabia hará estallar el drama. Un hijo suyo de un primer matrimonio, Yniold, que será torturado Psicológicamente en el afán de llagar a fondo con la verdad. Un Abuelo, Rey, en el ocaso de sus días, que busca una salida a tanta cerrazón. De ese grupo se sostiene la obra y su discurso. Un primer cuadro de primer acto acto convincente, con la fuente, el bosque, el mar de fondo. Melisande sín rumbo, Golaud perdido, encuentro y enamoraminto de Golaud. Melisande acepta seguirlo, pero mas por salir que por estar realmente enamorada de El. Hay una esfinge caída (¿Guiño a la reciente “Tristán e Isolda”?) Buen vestuario, buenas actuaciones y desplazamientos. Muy buena recreación escénica y correcta iluminación.
Ya en el segundo cuadro las cosas cambian. El rey Arkel escucha de su nuera Genvieve la carta de Golaud en donde solicita la aprobación de su unión con Melisande y su entrada al castillo. Su hijo (Esposo de Genvieve y padre de Pelleas) agoniza. ¿Es necesario que tras decidir su aprobación, Arkel acaricie la zona de los senos de Genvieve, mientras su hijo esta arriba agonizando y, mas aun, cuando reprocha a su nieto que no vaya a ver a un amigo suyo en la misma situación?. Segundo acto primera escena, convincente escencamente, el momento de la fuente y la perdida del anillo, en cambio segunda escena, Golaud ha caído de un Caballo, Melisande lo atiende y Golaud descubre que ha perdido el anillo que le obsequió. Fondo de hospicio con cuadra de internados ¿Por qué’?. Tercer acto primer cuadro, escena capital. Melisande peinando sus cabellos en el balcón. Pelleas la descubre. Balcones separados, un espacio que queda abierto en el medio, la mano desprendida de la esfinge como una roca cubre a dos amantes en la playa cuyos movimientos se corresponden con lo que expresan en su duo los protagonistas, mientras estos cada uno en su alcoba gesticulan y se rozan con sus manos la zona genital. ¿La pareja de fondo es una ensoñación de los amantes y el decirse las cosas a la distancia provoca esos roces? Lo fuerte y mas real ocurre desde la escena siguiente del tercer acto hasta el final, la tragedia va en aumento y las marcaciones y actuaciones convencen mucho mas, dando en el carácter fuertemente sombrío de la obra, aunque por ejemplo en la escena del encuentro familiar, Arkel culmine besando en los labios a Melisande tras acariciarla generosamente. ¿Por qué caracterizar al anciano rey como un libidinoso? ¿Maeterlinck lo habrá pensado de esa forma o tal vez Debussy en el libreto?. Como se ve escénicamente hubo muchas contradicciones. Aun así la función se sostuvo en base a los aciertos escénicos y a un correcto conjunto de cantantes. David Maze fue a mi entender el valor mas parejo de la función. Hizo una correcta recración del atormentado Golaud y a patir del monólogo que se inicia tras el “Una grand Innocence” de Arkel su figura sobresalió sobre el resto. Al analizar su trayectoria comprobamos que ha realizado muchos trabajos junto a Diemecke, quien lo conoce a la perfección y sabe lo que es capaz de dar. Un rotundo acierto su convocatoria. Veronica Cangemi está debutando el rol. Lo hizo muy dignamente y se que es capaz de enriquecerlo y mejorarlo tanto en lo vocal como en lo actoral, tiene talento y recursos para hacerlo. Giuseppe Filianoti como Pelleas tuvo una digna actuación, aunque su dicción y su escuela de canto italiana nos pongan en riesgo de algún “derrape”. Lucas Devebec-Mayer compuso a Arkel de menor a mayor hasta convencer de manera rotunda en el monólogo de cierre, cuminando su labor de manera muy meritoria. Esplendida Adriana Mastrángelo como Genvieve, aun cuando sus intervenciones son breves. Magnífica la niña Marianela Nervi Fadol como Yniold, buen caracterizada y con sobresaliente lucimiento vocal. Grata sorpresa fue la reaparición de Alejo Laclau como el médico luego de tantos años de ausencia de Ntro. Primer escenario. Espero que sea el reinicio de una colaboración cada vez mas frecuente. Cristian de Marco por su parte desde fuera de la escena aportó su cuota de calidad. El coro en sus breves intervenciones lució correctamente. En cuanto a la concertación, Enrique Arturo Diemecke realizó una correcta lectura y obtuvo momentos de lucimiento de la Estable, hubo líneas de delicada filigrana tal cual la escritura de Debussy lo pide, aunque también en algunas escenas como en la muerte de la protagonista, hubo momentos de percusión algo cargada. Tras “Tristán e Isolda”, este casi “correlato” logró salir a flote.
Donato Decina
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sábado, 8 de septiembre de 2018
UN EXQUISITO DEL CANTO
Teatro Colón, Temporada 2018, Abono “Grandes Interpretes Internacionales”. Actuación de Sir Bryn Terfel (Barítono), acompañado por Natalia Katyukova (Piano). Programa: Obras de Lewis, Owen y Merion Williams, Keel, Schumann, Schubert, Thomas, Tradicionales de las Islas Celtas en arreglo de Hazell y Arias de Brecht/Weill y Boito. Teatro Colón, 05 de Setiembre de 2018.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE
Un exquisito. Unico calificativo que le corresponde a un artista superlativo. Que vino al Colón en plenitud de medios y ofreció su mejor registro vocal. Un programa armado sabiamente a partir del difícil arte de la Canción de Cámara. Esa a la que hay que honrar sabiéndola expresar, decir, sentir y entonar. Y lo hizo. Esa es la diferencia que el marca ante sus otros colegas. Muchos asistentes esperaban solo Opera. El rompe con todas las reglas. Y una vez que nos zambullimos en su propuesta, percibimos que tal vez desde los recitales del gran Jose Van Dam no encontrábamos una voz capaz de expresar la canción como Terfel lo hace.
Repertorio armado a partir de los sonidos aprendidos en su infancia, pasando luego por el aprendizaje con su Maestro de Canto y llegar así al abordaje de dos gigantes de la talla de Schumann y Schubert a los que interpretó de modo admirable.
El género lírico estuvo presente colen la Balada de Mackie el Navaja de “La Opera de Tres Centavos” y “Son lo Spirito che nega” de “Mefistofele” de Arrigo Boito en recreaciones inmensas.
Hubo dos momentos tocantes en la noche y fueron “Domingo de Ramos” de Owen Williams (A la que incluyó en sus recuerdos de infancia) y “Letanía para e Día de los Fieles Difuntos” D.343 de Schubert con un manejo del Pianissimo y los Silencios verdaderamente estremecedor, al punto de que la sala enmudeció por completo.
Tambien resulto bienvenida la poco frecuentada “Belsatzar”, Op. 57 de Schumann, de la que hizo una creación en si misma.
Párrafo aparte para la descollante actuación como acompañante de Natalia Katyukova, Directora Asistente del “Met” Neoyorkino, capaz de exponer cada obra en su justo punto interpretativo.
El cierre nos regaló la posibilidad de escuchar a Terfel en comedia musical, con un recitado previo y “Si Yo Fuera Rico”, la canción de Tevye de “El Violinista en el Tejado”. Todo quedó dicho.
Donato Decina
Excelente interpretación de Roberto Minczuk a cargo de la Filarmónica en el Colón
DET HAR LYDT SAA DEJLIGT OG HYGGELIGT
(Sonó tan encantador y cálido)
Martha CORA ELISEHT
No es casual que el título de esta nota sea en danés, debido a que el programa ofrecido el pasado jueves 6 del corriente en el Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires haya incluido una obra del danés Launy Gröndahl (1886-1960): el Concierto para Trombón y Orquesta, interpretado también por un solista de dicha nacionalidad: Jesper Busk Sörensen, quien se desempeña como trombón solista en la Filarmónica de Berlin y, además, integra el Conjunto de Bronces de dicha agrupación sinfónica. Bajo la dirección del brasileño Roberto Minczuk en el podio, el programa se completó con la Sinfonía n° 10 en Mi menor, Op. 93 de Dimitri Shostakovich (1906-1975). Y, tal como alude el título de la nota, sonó realmente encantador y con mucho “hygge”, ese término tan danés que – precisamente- no tiene una palabra específica para traducirlo a otro idioma. Puede interpretarse como “calidez” o “calor de hogar”, ya que ha sido el ingrediente principal a la hora de interpretar ambas obras.
Launy Gröndahl no sólo ha sido un gran director de orquesta y pedagogo- sus versiones de las sinfonías y óperas de Carl Nielsen son magníficas-, sino también, un entusiasta difusor de la música de su país. En 1925 fue designado director de la recientemente creada Orquesta de la Radio Nacional Danesa (DRO), cargo que desempeñó hasta su muerte, ocurrida en 1960. Su Concierto para trombón y orquesta es uno de los pocos que existe para dicho instrumento y fue compuesto en 1924. Consta de tres movimientos (Moderato assai ma molto maestoso/ Andante grave (Quasi una legenda)/ Finale (Maestoso- Rondo), siguiendo un estilo neoclásico, que permite el lucimiento del instrumento solista. En el 1° movimiento, hay un contraste entre el tema marcado por las síncopas y un segundo tema- más lírico- , donde el trombón se expresa con una musicalidad exquisita y sensual, de neto corte romántico tardío. Por momentos, presenta ciertas reminiscencias con la música de Carl Nielsen, pero sin caer en la tonalidad expansiva característica de este gran compositor. En el 2°, el trombón marca un cantábile majestuoso, en diálogo con la orquesta – que incluye algunos pasajes donde se destaca el piano- y que requiere de una interpretación muy expresiva. En este caso, la musicalidad de Jesper Busk Sörensen como solista fue impecable: ejecutó las cadencias y pasajes con un sonido prístino, caracterizado por su expresividad, transparencia y calidez (ese sonido tan “hyggelig”, característico de su Dinamarca natal). El último movimiento arranca con el mismo motivo inicial a cargo de la orquesta, que le permite posteriormente al trombón ejecutar un recitativo, que desemboca en el bellísimo rondó final. La dirección de Roberto Minczuk fue estupenda y la gente estalló en aplausos. Esto obligó a Busk Sörensen a interpretar un bis (Pensamientos, de Robert Schumann), acompañado por el pianista de la orquesta, donde ejecutó un solo muy breve, pero sumamente efectivo. Agradeció al público en un excelente inglés previamente a su interpretación y se retiró ovacionado.
Este concierto se ejecuta en muy pocas ocasiones, de modo que se trató de su primera audición en el Colón. Una recuerda la versión de Henry Bay- por aquel entonces, trombón solista de la Orquesta Estable del Colón y gran músico de jazz- junto a la Orquesta Sinfónica Nacional en 1986, dirigida por Pedro Ignacio Calderón. En cambio, la Sinfonía n° 10 de Dimitri Shostakovich se ejecutó en numerosas oportunidades- la última vez, en 2016, en una memorable versión ofrecida por la Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Carl Saint Clair, dentro también de su Ciclo de Abono- y fue compuesta en 1953. Tal como la definiera el compositor, se trata de una manifestación de resistencia contra el régimen de Josef Stalin, que se traduce en el breve pero intensísimo Allegro frenético del 2° movimiento (“una representación musical de Stalin y de los años bajo Stalin”). Fue la primera obra que Shostakovich compuso tras la muerte del dictador soviético y consta de 4 movimientos, caracterizados por numerosos pasajes de difícil ejecución, donde priman 4 notas: Re- Mi bemol- Do-Si (D-S-C-H), que representan, precisamente, la firma del compositor y que se escuchan en el 3° y 4° movimientos de la obra. El 1° movimiento se caracteriza por presentar dimensiones épicas, mientras que el 2° es breve, con un scherzo frenético. El 3° presenta un nocturno- donde el compositor se presenta con las notas mencionadas anteriormente- y el 4° se caracteriza por una introducción extensa y una explosión de júbilo, que contrasta con el dramatismo de los anteriores. La versión ofrecida por Minczuk fue excelente, haciendo hincapié en los contrastes sonoros mencionados anteriormente y con un equilibrio perfecto, logrando los efectos dramáticos y románticos tan deseados, que representan el triunfo y la resiliencia del compositor frente a un clima hostil. Naturalmente, el público respondió positivamente ante un despliegue de semejante talento y envergadura.
Es muy bueno que los Ciclos de Abono vayan incorporando obras inéditas, que se ejecutan con escasa frecuencia y que se agreguen obras de compositores menos conocidos, para que el público pueda apreciarlas. De esta manera, es un aliciente para que la gente se interese y un desafío para el periodista especializado, quien debe ahondar y profundizar en las mismas para luego poder escribir. Y si suenan tan bien y encantadoramente como en la noche de ayer, se logrará el tan ansiado romance entre la orquesta y su público. Con esa calidez tan “hyggelig” que la Filarmónica supo conseguir.
Excelente reposición de “PIEDADE” en el Centro de Experimentación del Colón
UNA OBRA PARA ADMIRAR Y RESPETAR
Martha CORA ELISEHT
Durante los días 25 de Agosto al 2 de Septiembre inclusive tuvo lugar la reposición de “PIEDADE”, ópera de cámara del compositor brasileño Joao Guilherme Ripper, que se estrenó en 2017 dentro del Ciclo “Colón Contemporáneo”. Debido al éxito obtenido, el Ciclo de Ópera de Cámara del Teatro Colón decidió reponerla durante este año en el Centro de Experimentación del mencionado Teatro (CETC), bajo la dirección musical de Ulises Maino, a cargo de una orquesta integrada por músicos de primer nivel, con la actuación de Martín Marino como guitarra solista. El elenco estuvo conformado por los cantantes Laura Pisani (Anna de Assis), Sebastián Angulegui (Euclides Da Cunha) y Sebastián Russo (Dilermando) y la dirección escénica, a cargo de Diego Rodríguez. La escenografía y vestuario estuvieron a cargo de Enrique Dartiguepeyrou y Claudia Bottazzini, con iluminación de Horacio Efron.
Esta obra se basa en un hecho verídico: el asesinato del escritor Euclides Da Cunha en el barrio de Piedade (Río de Janeiro) en 1909, de donde surge el título de la obra. En honor a cumplirse los 110 años de la publicación del libro Os Sertoes, del mencionado escritor, la Orquesta Sinfónica PETROBRAS le encarga a Joao Ripper la composición de esta obra en 2012, que comprende 4 escenas, interpretadas por 3 personajes: el escritor, su esposa- Anna- y el oficial del ejército brasileño Dilermando.
Durante la ausencia de Euclides Da Cunha con motivo de su viaje al sertao, su esposa se aloja en un hotel, donde conoce al oficial del ejército Dilermando. Entre ambos, nace un romance que- posteriormente, cuando Euclides regresa- se va a transformar en el nudo del conflicto. Posteriormente, preso de un ataque de celos, Euclides va a casa de Dilermando para retarlo a duelo donde, finalmente, muere a manos de este último. Ante la muerte de su marido, Anna asume su culpabilidad y canta la magnífica aria final, donde pide piedad ante Dios- PIEDADE- por los pecados que cometen los seres humanos, definiéndolos como “criaturas terrenales llenas de pecado, tan frágiles y egoístas frente a la bondad y piedad divina”.
Previamente al inicio de la obra, en las cuatro esquinas del reducido escenario del CETC podían apreciarse pantallas que mostraban la reseña histórica y el contexto dentro del cual fue escrita la obra, al igual que el subtitulado electrónico, a cargo de Mariana Nigro. Esto ayuda muchísimo a la hora de poder comprender el argumento de la obra y el por qué sucede el asesinato del protagonista. El libro de Da Cunha narra la miseria y la explotación de los habitantes del sertao (área comprendida entre los estados de Mato Grosso y Cuiabá). Como suele suceder en Latinoamérica, cuando alguien representa la voz cantante de aquellos que no tienen voz, tratan de neutralizarlo o callarlo para siempre.
La música de Joao Ripper es sorprendente: posee aspectos de la música tradicional brasileña- con reminiscencias de Heitor Villa- Lobos, hacia el final de la obra-, pero al mismo tiempo, tiene pasajes que- por momentos- recuerdan a Stravinsky y a Débussy. La obra abre con un magnífico solo de guitarra- instrumento usado por excelencia en la música popular brasileña- a la cual, posteriormente, se va acoplando la orquesta. Las cuatro escenas se ejecutan sin interrupción, donde los protagonistas van entrando y van cambiándose de ropas a medida que transcurre la acción. Muy buen trabajo escénico de Diego Rodríguez, quien supo ensamblar los cambios con una puesta en escena muy sencilla, pero sumamente efectiva. La dirección musical de Ulises Maino fue magnífica, al igual que las excelentes interpretaciones de la soprano Laura Pisani, el barítono Sebastián Angulegui y el tenor Sebastián Russo, que supieron ejecutar muy bien sus respectivos roles. Al finalizar la obra, todo el elenco- cantantes y músicos- saludaron al público presente, retirándose ovacionados.
Pese a que la capacidad de la sala del CETC es reducida, las 4 funciones lucieron el cartel de “LOCALIDADES AGOTADAS”. Cuando se ofrecen espectáculos de excelente calidad, la respuesta del público no se hace esperar. En el caso particular de quien escribe, se quedó encantada por lo que “PIEDADE” tenía para ofrecer: la recreación de un hecho histórico con un argumento sumamente atractivo, una música fascinante y una escenografía muy sencilla, pero muy bien montada y con muy buen gusto. Es una obra para recomendar y verla más de una vez, ya que vale la pena descubrir una auténtica gema brasileña.
Estupenda dirección de Theodor Kuchar al frente de la Sinfónica Nacional en el CCK
UN GRAN DIRECTOR CON UN PIANISTA AUSENTE
Martha CORA ELISEHT
Dentro del Ciclo de Conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Centro Cultural Kirchner (CCK), el pasado miércoles 29 de Agosto se presentó dicha agrupación en la Sala Sinfónica del mencionado organismo bajo la dirección de Theodor Kuchar, con la participación del Coro Polifónico Nacional, dirigido por José María Sciutto y los siguientes solistas: Mario De Salvo (bajo) y Sebastián Forster (piano).
El programa comprendió las siguientes obras: la Polonesa de la Suite para Orquesta n° 3, Op. 56 de Tchaikowsky; el Concierto n° 2 para piano y orquesta en Do menor, Op. 18 de Sergei Rachmaninov; dos fragmentos del ballet La Noche antes de Navidad, del compositor Yevhen Stankovych y el poema sinfónico- vocal La Ejecución de Stephan Razin para bajo, coro y orquesta, de Dimitri Shostakovich.
Es la primera vez que este gran director ucraniano visita la Argentina y es reconocido mundialmente por sus numerosas grabaciones de compositores rusos- estupenda su versión de las sinfonías de Kalinnikov al frente de la Orquesta Nacional de Ucrania, de la cual fue Director Musical y Artístico durante muchísimos años- . También se ha formado en Estados Unidos y ha dirigido no sólo a la Orquesta de Cleveland y otras agrupaciones sinfónicas de dicho país, sino también de numerosas partes del mundo. Para esta ocasión, eligió un programa formado exclusivamente por compositores rusos y ucranianos, con obras muy célebres y otras, inéditas en nuestro medio (La Noche antes de Navidad, del ucraniano Yevhen Stankovych, considerado en 2009 Héroe Nacional y Ciudadano Ilustre por el Parlamento de dicho país). Pese a su enorme carisma y a la pasión que transmite al dirigir, lamentablemente, no puede decirse lo mismo del pianista Sebastián Forster, cuya interpretación del celebérrimo Concierto n° 2 para piano y orquesta en Do menor, Op. 18 de Sergei Rachmaninov sonó completamente deslucida, tímida y carente de emoción. Una rescata el mérito de haberlo tocado de memoria, pero hubo momentos donde la orquesta sobrepasaba el diálogo con el piano. Y no se trató de un problema de desequilibrio, ya que Kuchar respetó los tempi, tutti y cantábile tal como figuran en la partitura durante todo el concierto. Por momentos, se notó que el pianista estaba enfrascado en su problemática personal hasta tal punto, que no intercambiaba miradas ni acataba los gestos del director.
Otro punto débil del concierto fue haber interpretado solamente la Polonesa de la Suite para Orquesta n° 3 de Tchaikowsky. Se trata de la pieza final de la mencionada suite, que es una obra maestra en materia de orquestación. Quizás, hubiera sido mejor haberla interpretado dentro de un contexto general que sólo como una parte, lo que hubiera dado una mayor jerarquía a la orquesta. No obstante, la Sinfónica Nacional respondió magistralmente, con un sonido puro, brillante y majestuoso. Se destacaron los instrumentos solistas en metales y percusión, con un muy buen acompañamiento de las cuerdas.
Como ya se mencionó anteriormente, el ballet La Noche antes de Navidad de Stankovych es una obra inédita en nuestro medio. Por tratarse de una obra contemporánea, posee ciertos elementos de atonalidad, pero con una armonía interesante, que suena de manera agradable para aquel que la escucha por primera vez. Los dos fragmentos elegidos para esta ocasión fueron muy bien interpretados y, naturalmente, el público respondió positivamente. Pero lo mejor de la noche fue, sin lugar a dudas, la cantata La ejecución de Stepan Razin para coro, bajo y orquesta. Compuesta por Shostakovich en 1964, se basa en la obra homónima del escritor ucraniano Evgeni Yevtushenko y se ejecuta con escasa frecuencia; quizás, debido a su complejidad y al rol principal- interpretado por un bajo- , ya que posee arias de hondo dramatismo, donde se requiere un gran caudal y color de voz. En la presente versión, Mario De Salvo realizó una magnífica interpretación como solista, apoyado no sólo por la orquesta, sino también por el coro- magistralmente dirigido y preparado por José María Sciutto- , que supieron recrear la atmósfera dramática en el marco de la inmortal música de Shostakovich. Al finalizar, el público estalló en aplausos.
Probablemente, si se hubiera elegido otro pianista u otro repertorio- meramente orquestal, sin necesidad de acudir a un instrumento solista- , el resultado hubiera sido otro. De todos modos, no quita mérito a un excelente director que supo sacarle brillo a la Sinfónica Nacional- una orquesta que ha ido incorporando nuevos músicos a sus filas, y que está sonando muy bien y de forma muy compacta- en el marco de La Ballena Azul. Lamentablemente, el pianista brilló por su ausen
martes, 4 de septiembre de 2018
CON ROTUNDA CATEGORIA
“Nuova Harmonia” e “ItaliaXXI”, Temporada 2018. Presentación del “Sesteto Stradivari” (David Romano Marlene Prodigo [Violines], David Bursack – Raffaele Mallozzi [Violas], Diego Romano-Sara Gentile [Violonchelos], Miembros de la Orchestra dell’ Accademia Nazionale di Santa Cecilia - Roma) . Programa: Obras de Richard Strauss, Arnold Schönberg y Johannes Brahms. Teatro Coliseo, 03 de setiembre de 2018.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE.
Por segunda vez nos visitó esta extraordinaria agrupación de cámara conformada por integrantes de la legendaria Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia de Roma (Acaso la mejor agrupación Italiana en su tipo). Lo han hecho abordando un programa harto comprometido en donde han reafirmado su rotunda categoría interpretativa, llevando el mensaje musical a su máxima expresión.
Debo resaltar como característica constante en este conjunto la compenetración de todos sus integrantes como así también la cumplimentación existente entre ellos. El resultado de estos detalles es la excelencia que se vio manifestada a lo largo de todo el repertorio abordado.
El inicio vino de la mano del Richard Strauss mas infrecuente. Así es como se escuchó el Sexteto de la primera escena que inicia “Capriccio”, su último trabajo lírico, al que el mismo creador denominó “Pieza de Conversación” y es el que en la apertura del telón inicia la obra atribuyendolo el libreto al personaje protagónico: Flammand ,el compositor, quien junto a Olivier lo está escuchando. Podría decirse que además de verse como el protagonista, al otro personaje (Olivier) , bien le cabría la figura de Clemens Krauss, amigo personal de Strauss, Director de Orquesta y Libretista de este trabajo. La versión fue muy ajustada, rica en detalles y matices y funcionó muy bien como prólogo a los otros dos monumentos abordados. El primero, la versión original de “Noche Transfigurada”, el genial trabajo de Arnold Schönberg basado en el poema de idéntico nombre de Richard Dehmel, el que describe la confesión de una infidelidad por parte de una mujer a su esposo. Versión intensa en la cual descollaron los tres primeros atriles, David Romano (sólido guía y concertino), David Bursack (Estupendo Violísta) y Diego Romano (Un violonchelista de muy exquisito sonido), quienes desde una muy apasionada entrega que contagió a sus otros tres compañeros, construyeron una versión formidable, que tuvo en el final el justo aditamento del silencio del público, el que esperó la señal de los interpretes para comenzar los aplausos.
La segunda parte estuvo consagrada al segundo sexteto para cuerdas en Sol mayor, Op. 36 de Johannes Brahms, vertida de manera vigorosa y llena de enjundia en una versión que llevó al máximo vuelo al discurso musical. Desde el vibrante “Allegro non Troppo” inicial, pasando por el vivaz “Scherzo” la tersura obtenida en el “Adagio” y la plena expresividad del “Poco Allegro” final en donde exhibieron solidez de conjunto, magnífico sonido y punto justo en la interpretación.
Los aplausos del público tuvieron exquisita recompensa con la interpretación de un movimiento del Sexteto Nº 1 del propio Brahms que ratifico la excelencia de estos magníficos instrumentistas.
Donato Decina
PESANTE Y CARENTE DE AMALGAMA
Teatro Colón, Temporada 2018. Tercer y Ultimo Concierto del Abono Sinfónico Coral. Actuación del Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez. Solistas: Jaquelina Livieri (Soprano), Guadalupe Barrientos (Mezzosoprano), Maximiliano Agatiello (Tenor), Mariano Gladic (Bajo). Pianos: Marcelo Ayub-Eduviges Picone. Armonio: Felipe Delsart. Programa: Gioacchino Rossini: “Petite Messe Solennelle”. 01 de Setiembre de 2018.
NUESTRA OPINION: REGULAR.
El final de este abono no fue de la mejor manera. Rossini fue las puntas del mismo con su “Stabat Mater” y esta obra integrante de los “Pecados de Vejéz” como sarcásticamente el propio compositor se refería a las últimas composiciones de su vida, y el “Réquiem” de Verdi, imponente, al centro. Los dos primeros conciertos fueron de alta calidad como lo consigne yo mismo en este blog. Aquí, lamentablemente, la carencia fue la norma general.
Se optó por la versión original a dos Pianos y Armonio, para lo cual fueron convocados dos especialistas en el “arte de acompañar” como lo son Marcelo Ayub y Eduviges Picone. Junto a ellos, Felipe Delsart, reconocido organista, esta vez desde el armonio. Cuatro reconocidos solistas, una de ellas, Guadalupe Barrientos, que atesora trayectoria internacional. En los papeles, prometedor, sin embargo fue una versión chata y carente de matices. ¿Razones?. A mi leal saber y entender ya desde el arranque en el programa de mano se lee que Martínez ocupará el podio en su función de Director de Coro. Y así se lo vio ya que en el momento del ”Preludio Reigioso”, abandonó el podio, tomó asiento y Marcelo Ayub que tuvo a su cargo el primer piano, interpretó ese fragmento. Vaya como muestra.
Entonces, ¿como una obra de mucho compromiso puede ser abordada sin un concertador “Pleno”?. A Martínez se lo vio enfocado en el Coro Estable el que por cierto rindió una vez mas con la solvencia que le he reconocido a lo largo de la presente temporada y además marcó las entradas a los solistas vocales en sus momentos de intervención. No hubo entonces enfoque global de la obra. En algunos momentos tanto los solistas como los instrumentistas hicieron “la suya” y esto dio como colofón una versión por momentos anodina, pesante y carente de amalgama. Las voces femeninas hicieron sus partes respectivas entonando como en una función operística. Nadie marcó o corrigió ese tema. Estuvieron correctas pero no en el estilo que esta obra requería. El Tenor Maximiliano Agatiello en cambio fue quien estuvo mas cerca del estilo interpretativo, aun cuando se lo percibió algo incómodo en los pasajes vocales de la zona mas aguda y al bajo Mariano Gladic se lo notó muy incómodo en sus intervenciones no pareciendo ser la voz adecuada para este trabajo. En cuanto a los pianistas tanto Eduviges Picone como Marcelo Ayub estuvieron atentos a los requerimientos de Martínez, aunque el segundo de ellos en el pasaje aludido del “Preludio Religioso” lo abordó en estilo de Concierto y no dentro del conjunto. Felipe Delsart aportó desde el Armonio los apoyos justos para las intervenciones vocales.
Un abono que se desarrolló hasta ese momento de manera impecable no merecía un final tan deslucido.
Donato Decina
sábado, 1 de septiembre de 2018
Eufórica presentación de Alexander Lazarev al frente de la Filarmónica en el Colón
A PURO ÉNFASIS Y CON MUCHA MAESTRÍA
Martha CORA ELISEHT
El pasado jueves 30 del corr4iente se llevó a cabo el 12° Concierto del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, bajo la dirección de Alexander Lazarev y la actuación de Pablo Saraví como violín solista. Se interpretaron las siguientes obras: Gli Uccelli (“Los pájaros”), de Ottorino Respighi; The Lark ascending (“El ascenso de la alondra”) para violín y orquesta, de Ralph Vaughan Williams; fragmentos de “El Lago de los Cisnes” de Tchaikowsky y la Suite de “El Pájaro de Fuego” (versión 1945) de Igor Stravinsky.
El mencionado director ruso es un habitué del Colón. Hizo su debut en 1982 con Khovantchina de Modest Mussorgsky y, posteriormente, ha venido a dirigir a la Filarmónica en un par de oportunidades. Salvo que esta vez, lo hizo con un énfasis que se notó desde que apareció sobre el escenario, donde tuvo un traspié al dirigirse al podio- una podía pensar que quiso evitar una caída tras un tropiezo-, que resolvió favorablemente. Luego de los habituales saludos al público, comenzó a dirigir a toda velocidad el Preludio de Gli Uccelli. Quizás, una esté habituada a escuchar el tempo alla marcia en las grabaciones, donde la orquesta suena con solemnidad. Posteriormente, sí se respetaron los tempi en los diferentes números comprendidos en la suite (La paloma, La gallina, el ruiseñor y El cuclillo), donde hubo un equilibrio sonoro muy parejo por parte de la orquesta y los diferentes solistas. Muy buenas actuaciones de Claudio Barile (flauta); Ana Rosa Rodríguez (flautín), Mariano Rey (clarinete), Néstor Garrote (oboe) y Gabriel La Rocca (fagot), al igual que los metales, representados por los cornos y trompetas. La obra culmina con el mismo tempo alla marcia con la que se inicia, donde sí sonó más solemne y marcial. Naturalmente, no fue impedimento para que el público respondiera positivamente.
The Lark Ascending fue compuesta originariamente como sonata para violín y piano en 1914, pero posteriormente, Vaughan Williams realizó la transcripción para violín y orquesta en 1921. A partir de allí, la obra se popularizó y se la ejecuta en todo el mundo. La alondra está representada por el violín, que, durante el transcurso de la obra, presenta tres cadencias fundamentales, caracterizadas por un fraseo ondulante, que semeja el vuelo del ave. Siempre se caracterizó al vuelo de la alondra como una elevación hacia Dios y, por ende, las tres cadencias del violín refuerzan un marco religioso. La interpretación de Pablo Saraví fue magistral: a tal punto, que hacia el final de la obra, la orquesta permanece casi silente, reforzando el solo de violín y dando el efecto de transfiguración. El equilibrio sonoro entre violín y orquesta fue perfecto y hubo un fraseo a dúo muy destacado por parte del concertino - Demir Liuja- y del solista Pablo Saraví, quienes brindaron una magnífica ejecución de dicho fragmento. Y este último se retiró ovacionado por su público.
La segunda parte del concierto abrió con la vibrante Danza Española de El Lago de los Cisnes, donde Alexander Lazarev puso su natural énfasis en la dirección. Lo mismo sucedió con la Danza Italiana, donde la apertura a cargo de la trompeta solista estuvo perfectamente ejecutada y la orquesta, perfectamente equilibrada. Lo mismo sucedió con el célebre Vals del 1° acto, donde los aldeanos bailan junto al príncipe Sigfried en el día de su cumpleaños. Es difícil escuchar este tipo de obras dentro de un habitual Ciclo de Conciertos, ya que la mayoría de las veces, la Filarmónica las interpreta junto al Ballet Estable. Pero la música de Tchaikowsky es tan maravillosa, que hace bien escucharla de vez en cuando sin el agregado de la danza. Y fue un placer para los oídos de los abonados.
Por último, Lazarev brindó una versión magistral de la consabida Suite de El Pájaro de Fuego de Stravinsky (acorde a la versión de 1945). Esta celebérrima obra reúne elementos de dos leyendas del folklore ruso- el brujo Kaschev y el Pájaro de Fuego, quien ayuda al príncipe Iván a rescatar a las princesas del cautiverio del mencionado brujo- y posee una monumental orquestación, que incluye piano, percusión y numerosas intervenciones a cargo de las cuerdas, maderas y metales. Todos los solistas de las diferentes secciones de instrumentos que integran la orquesta tuvieron excelentes intervenciones. Se respetaron adecuadamente los tempi y en la Apoteosis final, cada una de las mismas se iba hilvanando de forma magistral, hasta ensamblarse en el Allegro con brio final. Al final de la obra, el público estalló en aplausos.
Acerca de esta última obra, una escuchó en el Colón versiones memorables- tales como la de Lorin Maazel al frente de la Orquesta Nacional de Francia, al igual que las de los brasileños Henrique Morelenbaum e Isaac Karabtchevsky con la Filarmónica-, pero se puede decir que la de Lazarev fue una versión excelente, caracterizada por dos ingredientes principales: su carisma y su euforia al momento de dirigir. Fiel a sus principios, se lo veía eufórico desde el inicio del concierto y lo mantuvo hasta el final, al frente de una orquesta que supo responder en todo momento y que sonó maravillosamente, al estilo de una orquesta europea.
Presentación de la VIII Gala Internacional de Ballet en el Teatro Coliseo
ESTÉTICA, PLASTICIDAD Y ACROBACIA
Martha CORA ELISEHT
Entre los días 24 y 25 de Agosto pasado se llevaron a cabo las funciones de la VIII Gala Internacional de Ballet en el Teatro Coliseo, organizadas por el Grupo ARS y que contaron con la presencia de numerosos solistas nacionales e internacionales, provenientes de las siguientes compañías de danza: Melissa De Oliveira y Ciro Tamayo (Ballet del SODRE, Montevideo, Uruguay); Craig Dionne (Peridance Contemporary Dance Company, Estados Unidos); Adiarys Almeida y Taras Domitro (Ex Ballet Nacional de Cuba y actualmente, San Francisco Ballet); Amir Getta y Hemda Ben Zvi (Israel); Kateryna Shalkina (Ballet du Capitole de Toulouse, Francia) y Oscar Chacón (English National Ballet y Béjart Ballet, Suiza), mientras que la Argentina estuvo representada por Luciano Perotto, quien se desempeña actualmente en el Cleveland Ballet (Ohío, Estados Unidos) y que ganó el Premio Revelación mediante una beca otorgada por el Grupo ARS en 2014 para desarrollar sus estudios en Filadelfia, en “The Rock School for Dance Education”.
En la Gala correspondiente al sábado 25, la primera parte abrió con un clásico de August Bournonville: Festival de las Flores en Genzano, a cargo de Melissa De Oliveira y Ciro Tamayo. Este gran bailarín español demostró sobre el escenario por qué ocupa el cargo de Primer Bailarín del SODRE: sus trucos, piruetas y solages sobre el escenario fueron estupendos y los ejecutó con una perfección absoluta. Hasta tal punto que, quizás, la actuación de su partenaire lució un tanto opacada, pero Melissa De Oliveira lo compensó con su gracia y su delicadeza en la interpretación.
A continuación, se presentó el joven Craig Dionne, quien bailó nada más ni nada menos que el Ave María de Franz Schubert, con coreografía de Débora Levit. Apenas iluminado sobre una tenue luz sobre el escenario, dio una magnífica lección de danza contemporánea- empleando la técnica desarrollada por Martha Graham y perfeccionada por José Limón-, haciendo uso de una perfección absoluta en las contracciones, relajaciones, giros y vuelos. Si a esto se le suma su impresionante plasticidad, fue uno de los highlights de la noche. Se retiró bajo una auténtica ovación de aplausos, ya que no pudo estar presente para el saludo final junto a todos los demás artistas. (Posteriormente, quien escribe supo que debió retirarse antes porque justo tenía vuelo de regreso a Estados Unidos).
Seguidamente, la pareja integrada por los cubanos Adiarys Almeida y Taras Domitro hicieron su presentación con otro clásico, que resultó sumamente efectivo: Aguas Primaverales, de Sergei Rachmaninov, donde la pareja ejecuta trucos muy jugados: piruetas que alternan con developées y solages, que requieren de mucho ensayo y una interpretación sumamente prolija, donde un error de un milímetro puede llegar a ser fatal. En este caso, dicho golpe de efecto fue muy bien logrado y se retiraron bajo una lluvia de aplausos. Sin embargo, cuando les tocó interpretar el clásico Pas de Deux de Sigfrido y Odette de El Lago de los Cisnes para cerrar la primera parte, la misma careció del brillo de su antecesora. Si bien fue correcta y no hubo errores de técnica, la interpretación fue fría, carente de emoción y, por ende, no deslumbró ni al público ni al periodismo especializado.
La canción Kiss- interpretada por el recordado Prince- fue el marco para la presentación de Amir Getta y Hemda Ben Zvi. Estos geniales acróbatas israelíes bailan juntos desde hace muchos años, formando el dúo Amir & Hemda, que ha ganado numerosos premios en todo el mundo desde 2012 hasta la actualidad. Él es un experto en capoeira y danza afro- brasileña, mientras que ella es una acróbata excepcional. Si bien su actuación se centralizó más en la acrobacia que en la danza- incluso, actuaron con muy poca música para lograr un mayor efecto visual- , lo hicieron con una gran idoneidad. Por momentos, ella lo sostenía, mientras él se apoyaba en sus hombros para realizar trucos y piruetas. Muchos se habrán preguntado por qué se los incluyó en el marco de una Gala Internacional de Ballet- por momentos, parecían desentonar respecto del resto-, pero fueron muy bien recibidos por parte del público en su primera performance en Argentina.
Previo al cierre de la primera parte, el dúo formado por la ucraniana Kateryna Shalkina y el colombiano Oscar Chacón brindaron un extracto del ballet Cantata denominado Serenata, con música del grupo Azzurd y coreografía de Mauro Bigonzetti. Ambos demostraron ser no sólo bailarines de excelente formación clásica, sino además, en danza contemporánea. Ambos brindaron una gran interpretación y demostraron no sólo poseer buena técnica, sino también plasticidad y calidad interpretativa.
Al igual que en la primera parte, la segunda parte de la Gala también estuvo a cargo de los solistas del Ballet del SODRE- Ciro Tamayo y Melissa De Oliveira- , que interpretaron el Pas de Deux de El Corsario de Tchaikowsky, donde ambos se lucieron y demostraron sus dotes de Primeros Bailarines. Aquí, Melissa De Oliveira no sólo deslumbró con su gracia y su simpatía, sino además, con su técnica- impecables sus cambré, developées y arabesques- . Unido esto a un partenaire de la talla de Ciro Tamayo, fue una de las grandes revelaciones de la noche. Por su parte, él no sólo se lució en las piruetas y los solages, sino que además, los ejecutó a la perfección. Y, desde ya, se retiraron ovacionados. Posteriormente, él bailó en calidad de solista el Gopak de la película Taras Bulba, con música de Vasili Soloviev- Sedoy y coreografía de Rostislav Zakharov. La mencionada danza ucraniana y el vestuario típico permitieron el lucimiento de este gran artista, quien brilló sobre el escenario y deslumbró a todos con sus acrobacias.
Acerca de este último tema, el dúo Amir & Hemda volvieron a deslumbrar con sus piruetas al público con un fragmento de Zoog- que, precisamente, significa “pareja” en hebreo-. Para ello emplearon un mix de música de La Grande y René Aubry, adaptada especialmente para que esta pareja realizara todo tipo de acrobacia sobre el escenario. El público volvió a acompañarlos con un cálido aplauso.
Seguidamente, el binomio Almeida- Domitro ofreció un número de danza contemporánea denominado Wunderland, con música de Philip Glass y coreografía de Edward Lang, en una correcta interpretación. Pero la auténtica revelación de la noche fue el joven Luciano Perotto, en su interpretación de Lacrymosa del Réquiem de Mozart, con coreografía de Edward Stierle. Con tan sólo 21 años ganó el Youth America Grand Prix en 2017, en un evento en el Lincoln Center de New York. Tras ganar una beca de formación y perfeccionamiento en Filadelfia, hoy es uno de los Primeros Solistas del Cleveland Ballet (Ohío, Estados Unidos) y retornó a la Argentina para presentarse como Revelación en esta Gala. Y lo logró con creces: desplegó sobre el escenario excelente técnica, interpretación, plasticidad y gracia. Fue otro de los highlights de la noche y se retiró ovacionado por el público.
Finalmente, el dúo integrado por Kateryna Shalkina y Oscar Chacón bailaron una pieza de Jacques Brel, denominada Quand on a quel amour, con coreografía de Maurice Béjart. Ambos demostraron por qué son solistas y Primeros Bailarines de sus respectivas compañías, y lo corroboraron al final de la Gala interpretando el consabido Pas de Deux de Don Quijote, de Ludwig Minkus, sobre coreografía original de Marius Petipa. Ella posee la escuela y la disciplina del ballet ruso; él, una técnica y una plasticidad perfectas, con un excelente desarrollo de trucos, piruetas y solages. Y en el número final, ella bailó el developée con abanico. Es una coreografía difícil, pero mucho más, con elementos. Y supo salir con técnica, disciplina y a la vez, con elegancia.
Al final de la Gala, todos los artistas salieron a saludar en el escenario, donde no faltaron los tradicionales ramos de flores a las Primeras Bailarinas. Si bien no reunió la jerarquía artística de otros años anteriores, la Gala Internacional de Ballet sigue convocando y descubriendo a auténticos talentos. Una espera poder apreciarlos en el escenario del Colón algún día, tal como ocurrió con artistas de la talla de Damil Simkin, Marianela Núñez o Isabella Boylton. Ojalá que el Grupo ARS siga funcionando como un auténtico telescopio, que ayude a descubrir nuevas estrellas.