Excelente interpretación de la Irish Chamber
Orchestra en el Colón
SONIDO PRÍSTINO COMO
LAS AGUAS DEL SHANNON
Martha CORA ELISEHT
Quien
haya visitado alguna vez Irlanda sabe que el río Shannon es el más largo y
caudaloso del país. En la desembocadura de dicho río se encuentra Limerick, la
tercera ciudad del país y sede de la Irish Chamber Orchestra (Orquesta de
Cámara de Irlanda), que se presentó en el Teatro Colón los días 3 y 10 del
corriente, dentro del ciclo de Abono del Mozarteum bajo la dirección de Jörg
Widmann, quien actuó no sólo como Director Musical de la agrupación, sino
también como solista.
Esta cronista asistió a la función
del día 10 del corriente, donde se ejecutaron las siguientes obras: el Concierto para clarinete y orquesta en La
mayor, K.622 de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), Con brío (obertura de concierto) del mismo Widmann (1973) y la Sinfonía n° 2 en Do mayor, Op.61 de
Robert Schumann (1810-1856).
Este prestigioso conjunto ha actuado
en los escenarios más importantes de Europa y Estados Unidos junto a músicos de
primer nivel (entre otros, James Galway, Carolin Widmann y Elisabeth
Leonskaja), gracias a las numerosas colaboraciones que promueve el clarinetista
y compositor Jörg Widmann, quien es Director de la misma desde 2012. En este
caso, se pudo apreciar a este gran músico alemán en sus tres facetas:
compositor, solista y director. Su obra Con brío fue presentada en el Colón en
calidad de estreno local en la edición 2015 del Festival Barenboim por la West
Eastern Divan Orchestra, bajo la batuta del mencionado director. Se lo pudo
apreciar como solista en el célebre Concierto
para clarinete y orquesta de Mozart y, finalmente, como director con la Sinfonía n° 2 de Schumann, donde no sólo
ofreció una versión memorable de dicha obra, sino que también puso de
manifiesto su garra y su ímpetu en el podio, contagiando su entusiasmo a sus
músicos. Pero antes de comenzar el concierto, la concertino Diane Daly fue la
encargada de lograr una afinación perfecta, de modo que cuando Widmann hizo su
aparición en el escenario, la orquesta arrancó sola, perfectamente coordinada,
afiatada y acompasada. Hacía rato que no se escuchaba en el Colón una
agrupación con un sonido tan compacto, prístino, con excelentes matices y una
profundidad estupenda. En cuanto al solista, Jörg Widmann se hallaba plenamente
imbuido del espíritu mozartiano. Sus trinos y arabescos fueron perfectos,
haciendo hincapié en las notas más graves del clarinete. Hay que recordar que
cuando Mozart compuso esta obra, fue escrita para clarinete bassetto- que no tiene nada que ver con
lo que hoy en día se conoce como clarinete bajo o clarón- y, por ende, la dificultad de la interpretación de este
concierto radica en las notas graves. Debido a que el clarinete actual
–clarinete en La- no alcanza a cubrir el registro original, las notas fueron
traspuestas hacia una octava más aguda. Los tres movimientos que componen el
mencionado Concierto (Allegro/ Adagio/ Rondó- Allegro) fueron
ejecutados con una absoluta perfección y con una estupenda marcación de los tempi. Esto se notó más en el célebre Adagio y en el Rondó- Allegro, donde el público deliró en aplausos al final del
mismo.
Acto seguido, se interpretó la
mencionada obertura de concierto Con brío,
con el compositor en el podio. Esta obra se compuso por encargo de la
Filarmónica de Baviera en 2008 y se estrenó el 25 de Septiembre de ese mismo año
por la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, bajo la dirección de Mariss
Jansons. Se basa en las Sinfonías 7° y 8° de Beethoven y abre con un solo de
timbal, seguido por un tutti entre
las cuerdas y las maderas. Posee matices y reminiscencias de diferentes
compositores (Beethoven, Mahler, Stravinsky, Béla Bartok y Ravel), que se van
alternando progresivamente, en un ritmo vibrante. En este caso, la versión
ofrecida por la Irish Chamber sonó diferente de aquella que una pudo apreciar
con la West Eastern Divan –más compacta e imponente, con un trémolo perfecto por parte de las
cuerdas- y con una precisión absoluta en los golpes de timbal – estupenda labor
del solista Adam Dennis-. Pero lo mejor de la noche fue la excelsa
interpretación de la Sinfonía n° 2 en Do
mayor de Schumann, donde la orquesta ofreció una expresividad sublime,
con precisión absoluta en los tempi de los 4 movimientos que la integran (Sostenuto
assai- Allegro ma non troppo/ Scherzo: Allegro vivace/ Adagio espressivo/
Allegro molto vivace). Es una obra romántica por antonomasia y la orquesta
supo plasmar el espíritu de la misma, sacando un sonido prístino y una
majestuosidad en la interpretación, similares a la de aquella versión ofrecida
por Kurt Masur al frente de la Orquesta de la Gewandhaus en los ’80 en el mismo escenario. Las intervenciones de
los solistas fueron magistrales y, tal como se mencionó previamente, Widmann no
sólo contagió su entusiasmo a los músicos, sino que también puso de manifiesto
su profesionalismo, con un gran trabajo de afinación, acople y ensamble de los
diferentes instrumentos. Al finalizar el concierto, el público los ovacionó.
Curiosamente,
la orquesta no ofreció ningún bis. Tampoco
hicieron falta, ya que luego de haber escuchado algo tan sublime y tan
perfecto, hubiera sido imperdonable tocar algo más. Una prefiere quedarse con
esa versión maravillosa y ese sonido prístino, tan puro y transparente como las
aguas del Shannon. Y que quedará dentro de los oídos de los asistentes por
mucho tiempo, en una auténtica noche digna del Colón
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