Excelente representación histórica de “MANON
LESCAUT” por streaming desde el Met
SUBLIME EN TODO SENTIDO
Martha CORA ELISEHT
Gracias al video y a la tecnología,
las versiones históricas de determinadas óperas pueden disfrutarse hasta
nuestros días. Tal fue el caso de la transmisión por streaming del Metropolitan Opera House de New York de “MANON LESCAUT” de Giacomo Puccini (1858-1924),
que tuvo lugar el pasado miércoles 27 del corriente con un elenco equivalente a
una constelación de estrellas: Renata Scotto (Manon Lescaut), Plácido Domingo (Des Grieux), Pablo Elvira (Lescaut),
Renato Capecchi (Geronte de Ravoir), Isola
Jones (Cantante de madrigales), Philip
Creech (Edmondo), Mario Bortolino (Posadero), Andrea Veilis (Maestro de danza), John Carpenter (Farolero), Julien Roberts (Sargento) y
Rusell Christopher (Capitán de
Marina). Contó con vestuario de Donovan Heeley, iluminación de Gil Wechsler
y un régisseur de lujo: nada más ni
nada menos que el compositor ítalo- americano Gian Carlo Menotti (1911-2007).
Por su parte, un muy joven James Levine dirigió a la Orquesta Estable de la
institución, al igual que un joven llamado Donald Palumbo, quien hacía por ese
entonces sus primeras armas como Director del Coro del Metropolitan.
Esta producción data de 1980 y –al
igual que en LOHENGRIN- se pudo
apreciar la excelente calidad fílmica y sonora del vídeo. Lamentablemente, en
esta ocasión hubo momentos donde el
acceso al mismo era difícil; ya sea por falla técnica en la señal de Internet o
por la enorme cantidad de espectadores en todo el mundo que se dieron cita para disfrutar de esta colosal
producción. Con una colorida y suntuosa régie
y escenografía ambientadas en el siglo XVIII más un vestuario de época muy
lujoso –resaltando la figura de la protagonista-, se logró una superproducción
magistral desde todo punto de vista: dinámica, muy bien caracterizada, ajustada
en tiempo y espacio, resaltando los roles de cada uno de los intérpretes
principales y secundarios para recrear la tercera ópera de Puccini, estrenada
en 1893 en el Teatro Regio de Torino y
basada en la historia original del Abate (Abbé) Prevost (L’Histoire du Chevallier Des Grieux et de Manon Lescaut) escrita
en 1731. Si bien Leoncavallo estaba destinado a ser el primer libretista de la
ópera, no pudo colaborar con Puccini por su intensa actividad como compositor.
Por lo tanto, el compositor eligió al
dramaturgo Marco Praga como libretista, quien colaboró junto a Domenico Oliva.
Sin embargo, hubo discrepancias entre Puccini y estos dos últimos, motivo por
el cual su editor –Ricordi- le sugirió la dupla Luigi Illica- Giuseppe Giacosa,
responsables de la mayoría de los libretos de la obra pucciniana. Desde
entonces, Manon Lescaut se transformó
en un suceso rotundo que catapultó a la fama a su autor.
A diferencia de la grand opéra de Massenet –que acorde a
los cánones de composición de la época, requería de 5 actos y un ballet-,
Puccini ofrece una versión más suscinta (4 actos) pero que también extiende el
rango de la historia. En la época en la cual el Abbé Prevost escribió su
historia, Louisiana era aún colonia francesa –vendida a Estados Unidos en 1814,
como consecuencia de las pérdidas económicas causadas por las guerras
napoleónicas-. Por lo tanto, las mujeres de mala vida eran enviadas a América
para trabajar como prostitutas en los burdeles del French Quartier de Nouvelle
Orléans (hoy New Orleans). No es casual que para diferenciarla de su
homónima de Massenet, Puccini decida situar la acción en Le Havre en el 3° Acto
–luego del celebérrimo Intermezzo- y
que fracasado el plan de su hermano junto a Des
Grieux para rescatarla, el joven estudiante se ofrece para viajar a América
junto a su amada. Y como buen drama, el
4° Acto tiene lugar en el desierto, donde la protagonista muere como
consecuencia de la tuberculosis contraída en prisión y la falta de agua. Según
palabras textuales del compositor: “Manon
es muy hermosa como para tener una sola ópera”. El tiempo le dio la razón.
Desde el punto de vista musical,
James Levine ofreció una versión soberbia, equilibrada, caracterizada por la
pureza y el brillo sonoro de la orquesta, recreando con notables matices los
momentos de mayor intensidad dramática. Y descolló en el célebre Intermezzo al inicio del 3° Acto, donde
el Metropolitan deliró en aplausos. Y como ya se dijo, el elenco fue una
constelación de estrellas desde el inicio de la obra, ambientada en la taberna y donde sobresalió un muy joven Philip Creech como Edmondo. Este gran tenor afroamericano interpretó su aria (“Ave, sera gentile”) con una
musicalidad prodigiosa y con una voz descollante en matices, que se lució
también en el dúo con Des Grieux (“La tua
Proserpina di resisterti”), que mostró a un también muy joven Plácido
Domingo en el mejor momento de su carrera como tenor. Independientemente de sus
ya consabidas –y magníficas- dotes histriónicas, cantó maravillosamente su rol
de punta a punta desde la primer aria (Tra
voi, belle, bionda é bruna”), hasta la fascinación producida por su
encuentro con Manon (“Donna non vidi
mai”) y los principales dúos con la protagonista (“Vedete? Io son fedele alla parola mia”; “Oh, saró la piú bella!”;
“Tutta su mei ti posa” y “Vedi, son ió che piango”), ejecutados
maravillosamente bien. También se lució en el dúo junto a Lescaut en el inicio del 3° Acto
(“Ansia, eternal, crudel”). Con respecto de este último personaje, el
barítono Pablo Elvira ejecutó una muy buena recreación del hermano de la
protagonista, soldado del ejército y apostador empedernido. Sus intervenciones
fueron perfectas en todos los actos (“Un
asso- un fante”; “Non c’e piú vino?”; “Sei splendida e lucente”) y en los
diálogos junto a su hermana y a Plácido Domingo. Por otra parte, el bajo
italiano Renato Capecchi dio vida a un soberbio Geronte –el rico y adinerado protector de Manon- , dando los matices que este personaje necesita desde el
punto de vista histriónico y vocal. Y en cuanto a los roles secundarios, todos
los intérpretes estuvieron muy bien, ricamente ataviados acorde a las escenas:
gran lujo y pelucas para el Maestro de
Danza, la Cantora de Madrigales y
los hermosos bordados de la chaqueta del Sargento
y el Capitán de Marina, mientras
que los aldeanos y el Posadero lucieron
vestimentas sencillas y coloridas.
Una mención aparte merece el
desempeño de Renata Scotto en el rol protagónico. No sólo ha sido una de las
más grandes intérpretes de este rol desde lo vocal, sino que además es una
actriz con mayúsculas. Está considerada como una de las más grandes voces del
siglo XX y por ende, dio vida a una exquisita Manon: tímida e introvertida en el primer acto hasta transformarse
en una gran dama rodeada de lujo y confort, pero que extraña profundamente la
juventud, los besos y las caricias de su joven amante. Esto se manifiesta con
creces en el aria del 2° Acto (“In queste
trine morbide”) y en las escenas
con el Maestro de Danza y la Cantora de madrigales (“Che ceffi son
costor?”), donde manifiesta que se aburre. Y cuando pierde sus privilegios
por haber sido descubierta junto a Des
Grieux por parte de su protector, lo lamenta profundamente en prisión ante
el encuentro con su amado (“Manon! –Des
Grieux!”), hasta alcanzar su clímax en la magistral “Sola, perduta, abbandonata” del 4° Acto, donde ya se siente morir.
Y no sólo el Metropolitan estalló en aplausos al final de la misma, sino que también
cantó acostada –ya muy débil y con un halo de voz- el aria final junto a Des Grieux (“Fra le tue braccia, amore”). Una
de las mejores versiones de Manon, magistralmente
interpretada por una de las más grandes sopranos de todos los tiempos.
Es difícil encontrar palabras para
cerrar una nota cuando está todo dicho. No obstante, ha sido una de las mejores
versiones de este gran clásico de Puccini, sublime en todo sentido y en todos
los aspectos. Actoralmente fantástica, vocalmente excelsa y con una insuperable
régie a cargo de uno de los más
grandes compositores del siglo XX, en una perfecta recreación de una obra
aclamada ampliamente por los operómanos de todo el mundo.
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