martes, 11 de agosto de 2020

 

Nueva transmisión histórica por streaming de “PARSIFAL” desde el Metropolitan

 

EN BUSCA DE LA CASTIDAD Y EL BRILLO PERDIDO

Martha CORA ELISEHT

 

            Siempre es un auténtico placer gozar de las transmisiones históricas por streaming que ofrecen los principales teatros líricos del mundo en tiempos de pandemia, ya que permiten apreciar a grandes artistas que han fallecido o que se han retirado de los escenarios por razones de edad avanzada. El pasado viernes 7 del corriente se ofreció desde el Metropolitan Opera House de New York una transmisión histórica de “PARSIFAL” de Richard Wagner (1813-1883), con producción integral de Otto Schenk, escenografía de Günther Schneider- Siemssen, vestuario de Rolf Langenfass e iluminación de Gil Wechsler, que contó con la presencia de Phoebe Berkowitz como directora de escena. La dirección orquestal estuvo a cargo de James Levine y la del Coro, de Raymond Hughes. Además, contó con la presencia de Norbert Balasch como director de Coro invitado.

            El elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Siegfried Jerusalem (Parsifal), Waltraud Meier (Kundry), Kurt Moll (Gurnemanz), Bernd Weikl (Amfortas), Franz Mazura (Klingsor), Jan- Hendrick Rootering (Titurel), Paul Groves (Primer Caballero), Jeffrey Wells (Segundo Caballero), Heidi Grant Murphy (Primer Escudero), Jane Bunnell (Segundo Escudero), John Horton Murray (Tercer Escudero), Bernard Fitch (Cuarto Escudero), mientras que las cantantes Heidi Grant Murray, Kaaren Erikson, Jane Bunnell, Korliss Uecker, Wendy White y Gwyne Gayer interpretaron a las Blumenmädchen (Muchachas Flor).

            Esta producción data de 1992 y pese a que el material de video se conservó en perfecto estado, no pudo decirse lo mismo respecto de la ecualización del sonido, que apenas se escuchaba en los pianissimi o cuando la música se desvanece. Por lo tanto, resultó un inconveniente a la hora de poderla disfrutar plenamente. No obstante, cuenta con un elenco de primerísimo primer nivel y una muy buena dirección orquestal. Podrá no tener el vuelo que solía imprimir el legendario Herbert von Karajan o el brillo de una batuta wagneriana eximia como lo eran Georg Solti, Fritz Busch o Hans Knappterbusch, pero la interpretación de Levine fue muy correcta y efectiva en los momentos de mayor tensión, dramatismo y solemnidad que este festival escénico sacro –según definición de su propio autor- requiere.

            El binomio Otto Schenk/ Günther Schneider- Siemssen recrearon a la perfección la época donde se desarrolla la obra (Montsalvat, España, siglo XIII, en base al poema homónimo de Wolfram von Eschenbach) y el bosque que rodea el reducto donde se reúnen los Caballeros del Santo Grial para venerar la reliquia sagrada que Cristo utilizó en la última Cena. Mediante un genial efecto de iluminación, los árboles del bosque forman una ojiva gigante por donde entra el haz de luz que ilumina al cáliz –evocando el descenso del Espíritu Santo y la redención de los pecados-. Esto se logra durante la célebre Música de Transfiguración, donde Gurnemanz acompaña a Parsifal al reducto del Grial. Se yergue una pila bautismal sobre el centro de la escena, alrededor de la cual se agrupan los Caballeros y las Damas. Amfortas es traído en una litera para presidir la ceremonia en el momento de descubrir el cáliz. El mismo Titurel ofrece la Santa Cena y al finalizar la misma, el Coro y los principales protagonistas se retiran –con excepción de Parsifal y Gurnemanz-. Al no haber comprendido de qué se trató, Gurnemanz se da cuenta que es el casto inocente de buen corazón, iluminado por la compasión que será capaz de rescatar la lanza para curar la herida de Amfortas (“Durch Mitleid wisend, der reine Tor”). En el 2° Acto, el castillo de Klingsor posee una amplia escalera, donde el malvado hechicero tiene una bola de cristal y un juego de espejos al pie de la misma. La escena es oscura y el efecto de iluminación se centra en el mago y Kundry, a quien Klingsor despierta de un sueño profundo para seducir a Parsifal. Cuando Kundry se hunde, aparece el mágico jardín de las Muchachas Flor –donde se encuentran numerosas bailarinas semidesnudas, simulando el cuadro El Jardín de las Delicias de El Bosco-, además de las seis cantantes que ejercen dicho rol. Posteriormente, Kundry llama al protagonista por su nombre y trata de seducirlo mediante un beso. Sin embargo, éste provoca en Parsifal el efecto contrario: comienza a sentir el dolor de la herida de Amfortas y logrará su cometido. Cuando Klingsor arroja la lanza para matarlo, Parsifal la ataja y la toma con ambas manos. El castillo desaparece mientras el héroe se escapa. Y en el 3° Acto, la escena del Viernes Santo se desarrolla en un prado floreado, mientras que la escena del recinto del Santo Grial es igual que en el 1° Acto, pero con mucha menos iluminación. El cáliz sagrado ha perdido su brillo y Titurel ha muerto. Amfortas se halla abatido y desea morir, pero justo llega Parsifal –ataviado con túnica blanca y la misma capa con bordados grises y blancos que usó Titurel en el 1° Acto-. Toca a Amfortas con la lanza, cura su herida y al tomar el Santo Grial entre sus manos, el cáliz recupera su brillo y el haz de luz vuelve a iluminarlo. Kundry –ya bautizada- cae fulminada tras haber obtenido su redención y Parsifal es declarado Rey del Grial. Todo esto se completa con un magnífico vestuario de época, donde los Caballeros del Grial lucen túnicas sobre cotas de malla; Gurnemanz, en gris; Amfortas, túnica blanca con bordados y casulla roja, mientras que Parsifal posee un chaleco de piel sobre camisa blanca. Cuando aparece en el 3° Acto lo hace con armadura y casco, bajo la cual presenta una túnica blanca, sobre la cual usará la casulla a bordados blancos y grises ya mencionada. Kundry aparece ataviada en el 1° Acto con un vestido color azul con bordados grises y cabello rojizo, mientras que en la 1° escena del 2° Acto, íntegramente vestida de negro, con turbante sobre su cabeza. Para la escena del Jardín Encantado, vestido rosa con numerosas flores en el cabello y sobre los hombros –entrelazadas sobre su cabello rojizo-, mientras que en el 3° Acto, usa ropas de tela rústica color negro, al igual que el tono de su cabello. Todo esto acompañado por una magnífica caracterización de todos los personajes.

            Ya se habló del desempeño de James Levine a cargo de la dirección orquestal. Con respecto de la coral, tanto Raymond Hughes como Norbert Balasch lograron una prefecta actuación del Coro en las escenas donde participa en el recinto del Santo Grial (“Zum letzten Liebesmahle”, “Enthüllet den Gral” en el 1° Acto y “Geleiten wir im bergerden Schrein den Gral zum heiligen Amte…”, mientras portan el ataúd de Titurel en el 3° Acto, para finalizar con “Höchsten Hlees Wunder!” en pianissimo, a medida que cae el telón final). En esta última aria, la interpretación fue magistral, munida de la solemnidad que necesita la obra. Los cantantes que interpretaron los roles secundarios (Primer y Segundo Caballero y los Cuatro Escuderos) tuvieron un correcto desempeño. Mención aparte merecen las seis Blumenmädchen (Muchachas Flor), quienes se lucieron vocal e histriónicamente tratando de seducir al protagonista (“Komm, komm, holder Knabe!”). Por su parte, Jan- Hendrick Rootering dio vida a un muy buen Titurel, destacándose en su aria (“O heilige Wonne”), pero quien se llevó los laureles fue Franz Mazura como el villano Klingsor desde su presentación, luego del interludio orquestal del 2° Acto (“Das Zeit ist da”). Este gran bajo no sólo ha sido un cantante de calidad, sino también un excelente actor, lo que permitió que el espectador lo odiara. Su caracterización fue estupenda y fue largamente aplaudido durante el intervalo al final del Acto.

            Un párrafo aparte merece el barítono alemán Bernd Weikl, quien supo brindar una magnífica interpretación de Amfortas desde su primera aria, cuando toma el baño en el lago sagrado (“Ohn’ Urlaub?”) y posteriormente, al presidir la ceremonia del Grial, donde sus muecas de dolor y su interpretación –dirigiéndose tambaleante hacia la pila bautismal donde se descubre el cáliz sagrado- fueron sublimes. Y vocalmente, perfecto (“Wehvolles Erbe, dem ich verfallen!”), destacándose pidiendo perdón (“Erbarme!”). Kurt Moll ha sido uno de los mayores bajos wagnerianos y su interpretación de Gurnemanz fue excelente desde el inicio de la obra (“He! Ho! Waldhütter ihr”), al trasladar a Parsifal al recinto del Grial  (“Nun achte wohl und lass mich seh’n”) y en el sublime Encantamiento del Viernes Santo (“Das ist Karfreitags-Zauber, Herr!”). En esta última, llegó al sumum en cuanto a la solemnidad. Lo mismo sucedió con Waltraud Meier como Kundry –entre la encrucijada de  servir a los caballeros del Grial y ser cómplice de Klingsor-, cuya interpretación fue soberbia desde el punto de vista vocal como actoral. Se requiere de muy buenas dotes histriónicas para interpretar este rol, donde debe permanecer muda durante todo el 3° Acto y en el 1° Acto, estar sumamente atenta ante la aparición de Amfortas cuando le ofrece el bálsamo (“Nicht Dank!... Ich hilfe nie”), ganarse la agresión y el odio de Parsifal cuando le dice que su madre ha muerto (“Zu End’ ihr Gram: Seine Mutter ist tot”) para posteriormente, despertar de su sueño mediante un grito en el castillo de Klingsor y negarse a seducir al protagonista. Ese grito debe ser profundo, salvaje y desgarrador –cosa que no ocurrió en la presente versión-. No obstante, no resta mérito a su magnífica actuación de cabo a rabo durante toda la obra; sobre todo, a la hora de seducir al héroe (“Parsifal! Weile!... Hier weile! Parsifal!”). Y Siegfried Jerusalem demostró ser uno de los mejores heldentenor para dar vida al rol principal desde su aparición en escena hiriendo al cisne (“Im Fluge treff’ ich was fliegt!”) hasta concientizarse y empatizar con la herida de Amfortas luego del beso de Kundry (“Amfortas! Die Wunde!”), atrapar la lanza (“Mit diesem Zeichen bann’ich deinen Zauber”), su deseo de encontrar a Amfortas (“Zu ihm, des tiefe Klagen”) y curarlo (“Nur eine Waffe taugt”). Una magistral interpretación del rol protagónico desde todo punto de vista.

            Castidad, compasión, empatía con el otro, redención, encarnación y liberación por medio del amor. Ideales presentes en toda la obra wagneriana, que supieron ser magníficamente bien interpretados por un gran elenco y un trinomio régisseur/ escenógrafo/ vestuarista, que supo ungir de solemnidad este gran festival sacro escénico, cuya presente versión puede también apreciarse en DVD. Para los amantes del género y también,  poder apreciar y revivir la creación póstuma del genio de Bayreuth.

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