Nueva transmisión histórica por streaming de
“PARSIFAL” desde el Metropolitan
EN BUSCA DE LA CASTIDAD
Y EL BRILLO PERDIDO
Martha CORA ELISEHT
Siempre es un auténtico placer gozar
de las transmisiones históricas por streaming
que ofrecen los principales teatros líricos del mundo en tiempos de
pandemia, ya que permiten apreciar a grandes artistas que han fallecido o que
se han retirado de los escenarios por razones de edad avanzada. El pasado viernes
7 del corriente se ofreció desde el Metropolitan Opera House de New York una
transmisión histórica de “PARSIFAL” de
Richard Wagner (1813-1883), con producción integral de Otto Schenk,
escenografía de Günther Schneider- Siemssen, vestuario de Rolf Langenfass e
iluminación de Gil Wechsler, que contó con la presencia de Phoebe Berkowitz
como directora de escena. La dirección orquestal estuvo a cargo de James Levine
y la del Coro, de Raymond Hughes. Además, contó con la presencia de Norbert
Balasch como director de Coro invitado.
El elenco estuvo integrado por los
siguientes cantantes: Siegfried Jerusalem (Parsifal),
Waltraud Meier (Kundry), Kurt
Moll (Gurnemanz), Bernd Weikl (Amfortas), Franz Mazura (Klingsor), Jan- Hendrick Rootering (Titurel), Paul Groves (Primer Caballero), Jeffrey Wells (Segundo Caballero), Heidi Grant Murphy (Primer Escudero), Jane Bunnell (Segundo Escudero), John Horton Murray (Tercer Escudero), Bernard Fitch (Cuarto Escudero), mientras que las
cantantes Heidi Grant Murray, Kaaren Erikson, Jane Bunnell, Korliss Uecker,
Wendy White y Gwyne Gayer interpretaron a las Blumenmädchen (Muchachas Flor).
Esta producción data de 1992 y pese
a que el material de video se conservó en perfecto estado, no pudo decirse lo
mismo respecto de la ecualización del sonido, que apenas se escuchaba en los pianissimi o cuando la música se
desvanece. Por lo tanto, resultó un inconveniente a la hora de poderla
disfrutar plenamente. No obstante, cuenta con un elenco de primerísimo primer
nivel y una muy buena dirección orquestal. Podrá no tener el vuelo que solía imprimir
el legendario Herbert von Karajan o el brillo de una batuta wagneriana eximia
como lo eran Georg Solti, Fritz Busch o Hans Knappterbusch, pero la
interpretación de Levine fue muy correcta y efectiva en los momentos de mayor
tensión, dramatismo y solemnidad que este festival escénico sacro –según
definición de su propio autor- requiere.
El binomio Otto Schenk/ Günther
Schneider- Siemssen recrearon a la perfección la época donde se desarrolla la
obra (Montsalvat, España, siglo XIII, en base al poema homónimo de Wolfram von
Eschenbach) y el bosque que rodea el reducto donde se reúnen los Caballeros del Santo Grial para venerar
la reliquia sagrada que Cristo utilizó en la última Cena. Mediante un genial
efecto de iluminación, los árboles del bosque forman una ojiva gigante por
donde entra el haz de luz que ilumina al cáliz –evocando el descenso del
Espíritu Santo y la redención de los pecados-. Esto se logra durante la célebre
Música de Transfiguración, donde Gurnemanz acompaña a Parsifal al reducto del Grial. Se yergue
una pila bautismal sobre el centro de la escena, alrededor de la cual se
agrupan los Caballeros y las Damas.
Amfortas es traído en una litera para presidir la ceremonia en el momento
de descubrir el cáliz. El mismo Titurel ofrece
la Santa Cena y al finalizar la misma, el Coro y los principales protagonistas
se retiran –con excepción de Parsifal y Gurnemanz-. Al no haber comprendido de
qué se trató, Gurnemanz se da cuenta
que es el casto inocente de buen corazón, iluminado por la compasión que será
capaz de rescatar la lanza para curar la herida de Amfortas (“Durch Mitleid wisend, der reine Tor”). En el 2° Acto, el
castillo de Klingsor posee una amplia
escalera, donde el malvado hechicero tiene una bola de cristal y un juego de
espejos al pie de la misma. La escena es oscura y el efecto de iluminación se
centra en el mago y Kundry, a quien Klingsor despierta de un sueño profundo
para seducir a Parsifal. Cuando Kundry se hunde, aparece el mágico
jardín de las Muchachas Flor –donde
se encuentran numerosas bailarinas semidesnudas, simulando el cuadro El Jardín de las Delicias de El Bosco-, además
de las seis cantantes que ejercen dicho rol. Posteriormente, Kundry llama al protagonista por su
nombre y trata de seducirlo mediante un beso. Sin embargo, éste provoca en Parsifal el efecto contrario: comienza a
sentir el dolor de la herida de Amfortas y
logrará su cometido. Cuando Klingsor arroja
la lanza para matarlo, Parsifal la
ataja y la toma con ambas manos. El castillo desaparece mientras el héroe se
escapa. Y en el 3° Acto, la escena del Viernes Santo se desarrolla en un prado
floreado, mientras que la escena del recinto del Santo Grial es igual que en el
1° Acto, pero con mucha menos iluminación. El cáliz sagrado ha perdido su
brillo y Titurel ha muerto. Amfortas se halla abatido y desea morir,
pero justo llega Parsifal –ataviado
con túnica blanca y la misma capa con bordados grises y blancos que usó Titurel en el 1° Acto-. Toca a Amfortas con la lanza, cura su herida y
al tomar el Santo Grial entre sus manos, el cáliz recupera su brillo y el haz
de luz vuelve a iluminarlo. Kundry –ya
bautizada- cae fulminada tras haber obtenido su redención y Parsifal es declarado Rey del Grial.
Todo esto se completa con un magnífico vestuario de época, donde los Caballeros del Grial lucen túnicas sobre
cotas de malla; Gurnemanz, en gris; Amfortas, túnica blanca con bordados y
casulla roja, mientras que Parsifal posee
un chaleco de piel sobre camisa blanca. Cuando aparece en el 3° Acto lo hace
con armadura y casco, bajo la cual presenta una túnica blanca, sobre la cual
usará la casulla a bordados blancos y grises ya mencionada. Kundry aparece ataviada en el 1° Acto
con un vestido color azul con bordados grises y cabello rojizo, mientras que en
la 1° escena del 2° Acto, íntegramente vestida de negro, con turbante sobre su
cabeza. Para la escena del Jardín Encantado, vestido rosa con numerosas flores
en el cabello y sobre los hombros –entrelazadas sobre su cabello rojizo-,
mientras que en el 3° Acto, usa ropas de tela rústica color negro, al igual que
el tono de su cabello. Todo esto acompañado por una magnífica caracterización
de todos los personajes.
Ya se habló del desempeño de James
Levine a cargo de la dirección orquestal. Con respecto de la coral, tanto
Raymond Hughes como Norbert Balasch lograron una prefecta actuación del Coro en
las escenas donde participa en el recinto del Santo Grial (“Zum letzten Liebesmahle”, “Enthüllet den Gral” en el 1° Acto y “Geleiten wir im bergerden Schrein den Gral
zum heiligen Amte…”, mientras portan el ataúd de Titurel en el 3° Acto, para finalizar con “Höchsten Hlees Wunder!” en pianissimo,
a medida que cae el telón final). En esta última aria, la interpretación
fue magistral, munida de la solemnidad que necesita la obra. Los cantantes que
interpretaron los roles secundarios (Primer
y Segundo Caballero y los Cuatro
Escuderos) tuvieron un correcto desempeño. Mención aparte merecen las seis Blumenmädchen (Muchachas Flor), quienes
se lucieron vocal e histriónicamente tratando de seducir al protagonista (“Komm, komm, holder Knabe!”). Por su
parte, Jan- Hendrick Rootering dio vida a un muy buen Titurel, destacándose en su aria (“O heilige Wonne”), pero quien se llevó los laureles fue Franz
Mazura como el villano Klingsor desde
su presentación, luego del interludio orquestal del 2° Acto (“Das Zeit ist da”). Este gran bajo no
sólo ha sido un cantante de calidad, sino también un excelente actor, lo que
permitió que el espectador lo odiara. Su caracterización fue estupenda y fue
largamente aplaudido durante el intervalo al final del Acto.
Un párrafo aparte merece el barítono
alemán Bernd Weikl, quien supo brindar una magnífica interpretación de Amfortas desde su primera aria, cuando
toma el baño en el lago sagrado (“Ohn’
Urlaub?”) y posteriormente, al presidir la ceremonia del Grial, donde sus
muecas de dolor y su interpretación –dirigiéndose tambaleante hacia la pila
bautismal donde se descubre el cáliz sagrado- fueron sublimes. Y vocalmente,
perfecto (“Wehvolles Erbe, dem ich
verfallen!”), destacándose pidiendo perdón (“Erbarme!”). Kurt Moll ha sido uno de los mayores bajos
wagnerianos y su interpretación de Gurnemanz
fue excelente desde el inicio de la obra (“He! Ho! Waldhütter ihr”), al trasladar a Parsifal al recinto del Grial (“Nun
achte wohl und lass mich seh’n”) y en el sublime Encantamiento del Viernes Santo (“Das ist Karfreitags-Zauber, Herr!”). En
esta última, llegó al sumum en cuanto
a la solemnidad. Lo mismo sucedió con Waltraud Meier como Kundry –entre la encrucijada de servir a los caballeros del Grial y ser
cómplice de Klingsor-, cuya interpretación
fue soberbia desde el punto de vista vocal como actoral. Se requiere de muy
buenas dotes histriónicas para interpretar este rol, donde debe permanecer muda
durante todo el 3° Acto y en el 1° Acto, estar sumamente atenta ante la
aparición de Amfortas cuando le
ofrece el bálsamo (“Nicht Dank!... Ich
hilfe nie”), ganarse la agresión y el odio de Parsifal cuando le dice que su madre ha muerto (“Zu End’ ihr Gram: Seine Mutter ist tot”) para posteriormente,
despertar de su sueño mediante un grito en el castillo de Klingsor y negarse a seducir al protagonista. Ese grito debe ser profundo, salvaje y desgarrador –cosa que no
ocurrió en la presente versión-. No obstante, no resta mérito a su magnífica
actuación de cabo a rabo durante toda la obra; sobre todo, a la hora de seducir
al héroe (“Parsifal! Weile!... Hier
weile! Parsifal!”). Y Siegfried Jerusalem demostró ser uno de los mejores heldentenor para dar vida al rol
principal desde su aparición en escena hiriendo al cisne (“Im Fluge treff’ ich was fliegt!”) hasta concientizarse y
empatizar con la herida de Amfortas luego
del beso de Kundry (“Amfortas! Die
Wunde!”), atrapar la lanza (“Mit
diesem Zeichen bann’ich deinen Zauber”), su deseo de encontrar a Amfortas (“Zu ihm, des tiefe Klagen”) y
curarlo (“Nur eine Waffe taugt”). Una
magistral interpretación del rol protagónico desde todo punto de vista.
Castidad, compasión, empatía con el
otro, redención, encarnación y liberación por medio del amor. Ideales presentes
en toda la obra wagneriana, que supieron ser magníficamente bien interpretados
por un gran elenco y un trinomio régisseur/
escenógrafo/ vestuarista, que supo ungir de solemnidad este gran festival
sacro escénico, cuya presente versión puede también apreciarse en DVD. Para los
amantes del género y también, poder apreciar
y revivir la creación póstuma del genio de Bayreuth.
No hay comentarios:
Publicar un comentario