Semana dedicada a Wagner en el Metropolitan Opera
House de New York
LA WAGNERIANA MAYOR DE
BUENOS AIRES, DE PARABIENES
Martha CORA ELISEHT
A partir de un par de meses atrás,
el Metropolitan Opera House de New York dedica sus transmisiones por streaming a un determinado compositor o
a una determinada corriente de ópera
(Siglo XX, ópera francesa o inglesa). Esta semana estuvo dedicada a Richard
Wagner (1813-1883) y quien escribe no podía estar más feliz, ya que fue un
magnífico regalo de cumpleaños por parte del gran teatro lírico neoyorquino.
Las transmisiones que se dieron
durante el transcurso de esta semana fueron las siguientes: TRISTAN UND ISOLDE (2016), TANNHÄUSER (2015), EL ANILLO DEL NIBELUNGO (Tetralogía completa, 1990) y PARSIFAL (2013).
Resultaría muy extenso realizar una
descripción de cada uno de los títulos por separado, de modo que una decidió
analizar la Tetralogía aparte, y las otras tres óperas, durante el transcurso
de la presente nota.
TRISTAN UND ISOLDE
Fue
una coproducción del Met junto al Festival Baden- Baden, la ópera Nacional de
Polonia (Tratr Wielcki) y The China National Center for the Performing Arts,
que contó con puesta en escena de Mariuz Trelinski, escenografía de Boris
Kudlica, vestuario de Marek Adamski e iluminación de Marc Heinz, con
presentación a cargo de Deborah Voigt.
Elenco: Nina Stemme (Isolda), Stuart Skelton (Tristán),
Ekaterina Gubanova (Brangäne), Evgeny
Nikitin (Kurvenal), René Pape (Rey Marke), Neal Cooper (Melot), Tony Stevenson (Vigía), David Crawford (Piloto) y Alex Richardson (Pastor). El niño Jonathan O’Reilly representó la alegoría de Tristán cuando era pequeño en el 3° Acto.
Dirección
musical: Sir Simon
Rattle
Dirección Coral: Donald Palumbo
Al comenzar el célebre Preludio, comienza a dibujarse un
círculo verde sobre una pantalla de video, que posteriormente se transforma en
un periscopio, a través del cual se puede ver el barco que transporta a Isolde desde Irlanda hacia Cornwall
navegando en un mar embravecido. A juicio de esta cronista, aparece la primera
discordancia sobre una puesta en escena muy moderna, pero que no condice en
absoluto con la concepción romántica de la obra. Si el Preludio es calmo, creciente para narrar una historia de amor
prohibido, ¿por qué el mar está embravecido?.... Recién se torna calmo cuando
va llegando a destino –acorde al libreto- . Por otra parte, es muy desagradable
ver fumando al personaje principal. ¿Qué quiso decir el régisseur?... ¿Se homologa al fuego generado por una pasión
ilimitada, que consume la nave?.... ¿Qué representa el periscopio?....
Realmente, no se entiende y arruina una función que se destacó no sólo por la
magnífica actuación de los intérpretes, sino también por la excelsa y sublime
dirección de Sir Simon Rattle en el podio. El hecho de presentar a Tristán como capitán del barco, a Morold como un desaparecido – con ojos vendados, torso desnudo, torturado
y con las manos atadas, para ser exterminado de un balazo en la nuca- no
concuerda en absoluto con el texto. Lo mismo sucede en el 2° Acto, donde la
escena se desarrolla en una torre de control, donde los amantes se encuentran y
Brangäne da la señal, para luego
pasar a un depósito lleno de barriles, donde tendrá lugar el desenlace del
mismo: los amantes son sorprendidos por el Rey
Marke ante la traición de Melot. Todos
aparecen caracterizados como marinos –Marke,
con chaqueta blanca, mientras que Trsitán
y Melot, de negro (en
contraposición)- y el protagonista es degradado cuando el Rey Marke le quita las charreteras.
Por su parte, se presenta a Kurvenal como a un guerrillero, con
campera de cuero negro, borceguíes y boina, mientras que las mujeres usan tonos
de negro y gris. Para el 2° y 3° Acto, Isolde
usa un vestido largo color bordó, cubierta por un piloto largo negro. En el último Acto, el lecho del protagonista
aparece iluminado sobre un contexto de sombras, en alusión a amenaza de muerte
que se cierne. Ese efecto estuvo muy bien logrado –al igual que la aparición
del niño cuando se encuentra agonizante- y fue lo más rescatable de una puesta
en escena para el olvido. Para acompañar
a su amado en la muerte, ella se corta las venas y permanece sentada junto a su
lado hasta que expira apoyando la cabeza sobre su hombro.
Independientemente de una muy correcta actuación de los roles
secundarios, el solo de corno inglés que ilustra la agonía de Tristán en Kareol fue magníficamente ejecutado por Pedro Díaz. La pareja
protagónica integrada por Nina Stemme y Stuart Skelton brindó una cátedra de actuación y canto,
tanto en los dúos como en las arias principales (“O sink’ herneiden, Nacht der Liebe”; So stürben wir”; “Mir erkoren,
mir verloren”; “Das Schiff, siehst du’e noch nicht?”y “Mild und leise, wie er lächelt”). Por su parte, Ekaterina Gubanova
brindó una Brangäne antológica,
destacándose en su advertencia (“Einsam
wachend in der Nacht”), mientras que el barítono ruso Evgeny Nikitin
ofreció un muy buen Kurvenal. René
Pape, insuperable como siempre en su interpretación del Rey Marke –rol que cantó en numerosas oportunidades y que es uno de
sus “caballitos de batalla”-. Una magnífica actuación del Coro –preparado
magistralmente por Donald Palumbo- completó una interpretación que fue
descollante en cuanto a nivel de música y canto, pero opacada por una puesta de
escena inadecuada. Por tratarse de una coproducción, a veces el sumar resta.
TANNHÄUSER
Esta transmisión data de 2015 y
contó con puesta en escena de Otto Schenk, escenografía de Günther Schneider- Siemssen, vestuario de
Patricia Ziprodt, iluminación de Gil
Wechsler y coreografía de Norbert Vesak, con presentación a cargo de Susan
Graham.
Elenco: Jonathan Botha (Tannjhäuser), Michelle De Young (Venus), Eva- María Westbroek (Elisabeth),
Peter Mattei (Wolfram von
Eschenbach), Günther Groisböck (Landgrave
Herrmann), Noah Baetge (Walter von
der Vogelweide), Ryan Mc Kinney (Bitterolf),
Adam Klein (Heinrich der Schreiber), Richard
Lugo (Reinmar von Zwetter) y Ying
Fang (Pastor).
Dirección musical: James Levine
Dirección coral: Donald Palumbo
Dirección Coro de
Niños: Anthony Piccolo
Debido a que una ya se ha referido a
la clásica puesta en escena de Otto Schenk en la crítica correspondiente al 21
de Julio próximo pasado, esta cronista sólo va a entrar en detalles en cuanto
al nivel de canto, actuación y algunas modificaciones sobre iluminación,
vestuario y caracterización de los personajes. Todas las representaciones son
diferentes y, por lo tanto, puede haber algunas variantes. Cuando se representa la Bacanal en el Venusberg a
los 12:53 minutos del Preludio, los
vestidos de los bailarines son blancos y rosados, dando la impresión que
estuvieran semidesnudos. Los cambios de escena se dan mediante efectos de
iluminación y la única variante en el vestuario es la entrada de Elisabeth, quien luce un vestido blanco
y dorado como sinónimo de pureza y virtud, en contraposición al vestido dorado
viejo de Venus, con un tajo largo al
costado que dejó ver las larguísimas piernas de Michelle De Young. Esta gran
mezzosoprano tiene la ventaja no sólo de poseer una excelente voz, sino también
de ser muy alta. Si bien es robusta, no obstante supo interpretar muy bien a la
diosa en la seducción del protagonista (“Geliebter,
komm! Sieh dort die Grötte”). Por su parte, Jonathan Botha se mostró muy
seguro al encarnar a Tannhäuser desde
su primera aria (“O Königin!). Es un heldentenor que posee una voz melodiosa,
rica en matices, ideal para interpretar al caballero medieval que pierde su
alma por satisfacer sus pecados (“Wer ist
dort im brüstigen Gebete?”) y tras haber fracasado para obtener el perdón
del Papa en Roma para redimirlos y poder retornar al Wartburg (“Insbrust im Herzen”). Formó un magnífico dúo con la
bella y angelical Elisabeth (“Der Gott
der Liebe sollst du preisen”), encarnada magistralmente por Eva- María
Westbroek. La soprano holandesa descolló desde su primera aria (“Dich, teure Halle”) y no sólo se lució
en la defensa de su amado Heinrich durante
el 2° Acto, sino también en su plegaria a la Virgen María en el 3° (“Almächtige Frau”), cuando se da cuenta
que Tannhäuser no se encuentra entre
los peregrinos que regresaron de Roma. Por su parte, el sueco Peter Mattei brindó un excelente Wolfram von Eschenbach, que se lució en sus arias principales (“Blick’ich umhrer in diese melden Kreise” y
la Canción de la Estrella Vespertina (“Wie
Todesahnung… O du mein holder Abendstern”). Lo mismo sucedió con el bajo
alemán Günther Groisböck dando vida al Landgrave
Herrmann, implacable en su sentencia final tras la intercesión de su
sobrina para salvar a Tannhäuser (“Ein
furchtbares Verbrechen Ward begangen”). El sexteto de Caballeros del Wartbirg sonó solemne al final del 1°
Acto (“Als die inkühnen Sange uns
bestrittet”), al igual que el Coro y el Coro de Niños, al compás de la Marcha Festiva (“Heilige Gegrüβe”) y en
el Coro de Peregrinos (“Beglückt darf nun
dich, ihre Heimat zu schauen”). Un aplomado y más experimentado James Levine
brindó una excelente dirección orquestal, poniendo su inefable sello en materia
de interpretación wagneriana. Se hizo honor a la concepción de esta ópera romántica –según definición del
propio Wagner- mediante una puesta en escena clásica, efectiva, de muy buen
gusto y con una constelación de buenas voces. Un placer indescriptible desde el
punto de vista visual y auditivo.
PARSIFAL
|Esta producción contó con puesta en
escena de François Giraud, escenografía de Michael Levine, vestuario de Thibaut
Vancreaenenboeck, iluminación de David Finn y coreografía de Carolyn Choa. La
presentación estuvo a cargo de Eric Owens.
Elenco: Jonas Kaufmann (Parsifal), Katarina Dalamyan (Kundry),
René Pape (Gurnemanz), Peter
Mattei (Amfortas), Evgeny Nikitin (Klingsor), Run Battaberg (Titurel), Mark Schonwalter ( Primer Caballero), Ryan Speedo Green (Segundo Caballero), Jeanette Forn 8Primer Escudero), Lauren Mc Neese (Segundo Escudero), Andrews Stenson (Tercer Escudero), Mario Chang (Cuarto Escudero), María Zifchak (Una voz) y Kiera Duffy, Lee Xiu, IreneRoberts, Haeran Hong,
Katherine White y Heather Johnson (Blumenmädchen).
Dirección musical: Daniele Gatti
Dirección Coral: Donald Palumbo
A diferencia de la transmisión
histórica ofrecida el 7 de Agosto próximo pasado, esta versión data de 2013 y
está ambientada en el presente. El régisseur
François Giraud concibió una puesta en escena moderna, demostrando que la
obra de Wagner es atemporal. A los 10 minutos del Preludio, aparece el Coro vestido de negro. Se quitan los sacos y
los Caballeros del Santo Grial aparecen
descalzos, vestidos con camisas blancas y pantalones negros. Se reúnen formando
un círculo, donde sobresale el protagonista –vestido con camisa y pantalón
azules- como aquel tonto noble de corazón puro, que será capaz de buscar la
lanza para curar la herida de Amfortas. Posteriormente,
forman dos círculos concéntricos, agachándose y dejando ver sus camisas
blancas. Amanece junto al lago sagrado en el bosque de Monsalvat y los mismos se despiertan. Gurnemanz sale del círculo. Por su parte, Kundry se encuentra vestida de negro y cambia sus vestimentas en el
2° Acto, cuando el malvado Klingsor le
ordena seducir a Parsifal. Luce un
vestido blanco, que resalta su rojiza cabellera y que se tiñe de rojo en su
porción inferior tras el beso, simulando la sangre derramada por la herida de Amfortas. Este último también luce
camisa blanca y pantalón negro, pero con una mancha roja que simula su herida
en el costado derecho, mientras que Klingsor
está caracterizado con un traje a saco azul petróleo, camisa roja y cabello
rojizo. Las Blumenmädchen (Muchachas
Flor) aparecen con larga cabellera negra, vestidos largos blancos, sujetas a un caño –que simula un tallo- . Los efectos de iluminación marcan
los cambios de escena –mayor intensidad sobre cada uno de los protagonistas y
sobre el cáliz sagrado cuando sucede la ceremonia-, mientras que un río de
color rojizo representa la sangre derramada por Amfortas, que llama la atención de Parsifal. Cuando éste recupera la lanza, su mano está
ensangrentada, al igual que la parte inferior de los vestidos de las Blumenmädchen. En el 3° Acto, los Caballeros del Grial lucen adustos,
canosos y con sus sacos puestos, mientras que Kundry yace desfalleciente, descalza y vestida de negro con una
enagua blanca. Es rescatada por Gurnemanz,
quien le da de beber. Aparece Parsifal
con su camisa abierta, un sobretodo azul desgreñado y desfalleciente
mientras se ilumina la escena, al igual que en el Encantamiento del Viernes Santo. Kundry lava sus pies –cual Jesús a
sus discípulos- y él la bautiza. Aparece un círculo dorado cuando se celebra la
ceremonia del Santo Grial en el 1° y 3° Actos. En este último, Gurnemanz le coloca una camisa blanca
para que Parsifal pueda ser admitido
en el reducto. Cuando éste llega, la escena se ilumina. Toca la herida de Amfortas con su lanza y deja de sangrar.
Una vez ya redimida del pecado, Kundry alza
el Grial antes de expirar en brazos de Gurnemanz
y Parsifal pasa a ser el nuevo Rey del Grial. Pese a ser moderna,
respeta la concepción filosófica de la obra.
El italiano Daniele Gatti dirigió la
orquesta de manera solemne, como este Festival Sacro escénico lo requiere. Pudo
haber sonado algo ralenteada en la célebre Música
de Transfiguración, pero lo hizo de manera sublime y magistral. Fue
intensamente aplaudido y ovacionado al finalizar cada una de sus intervenciones
y al subir al escenario a saludar junto a los artistas. El Coro de la
institución sonó acorde a las circunstancias: compacto, armónico y muy bien
preparado en las escenas donde participa (“Zum letzten Liebesmahle”, “Enthüllet den
Gral” en el 1° Acto y “Geleiten wir
im bergerden Schrein den Gral zum heiligen Amte…”, en el 3°). También
sonaron muy bien todos los roles secundarios y las Muchachas Flor tratando de seducir al protagonista (“Komm, komm, holder Knabe!”). Y la
mezzosoprano Katarina Dalamyan resultó ser una auténtica revelación: una voz
grave, dramática, rica en matices y con un fraseo impecable. Si a esto se le
suma su presencia escénica, fue ideal para interpretar a Kundry. Al despertar de su letargo por orden de Klingsor, su grito fue conmovedor y sonó
desgarrador. Sonó muy bien en general y en particular, en la escena donde debe
seducir al protagonista (“Zu End’ ihr
Gram: Seine Mutter ist tot”). En cuanto a los principales roles masculinos,
el barítono Evgeny Nikitin se lució dando vida al malvado Klingsor (“Das Zeit ist da”), mientras que el tándem formado por
Peter Mattei, René Pape y Jonas Kaufmann se llevó los laureles por sus
magníficas actuaciones y sus grandes voces. Nadie duda que René Pape es el gran
bajo alemán del momento y su voz se destaca no sólo por ser melodiosa, sino
también por su gran versatilidad. Se lució en sus arias principales (“He! Ho! Waldhütter ihr”; “Nun achte wohl
und lass mich seh’n” y en la celebérrima “Das ist Karfreitags-Zauber, Herr!”, que marca el Encantamiento del
Viernes Santo. Por su parte, Peter Mattei no sólo demostró que es un gran
barítono, sino también, un perfecto actor, que dio vida a un dolido y sufriente
Amfortas desde su inicio (“Ohn’ Urlaub?”) y al presidir la ceremonia
del Santo Grial (“Wehvolles Erbe, dem ich
verfallen!”). Jonas Kaufmann supo dar vida al protagonista merced a los
excelentes matices de su voz (“Im Fluge
treff’ ich was fliegt!”) y se destacó en el 2° Acto, donde puso su voz al
servicio del canto luego del beso de Kundry
(“Amfortas! Die Wunde!”) y al atrapar la lanza (“Mit diesem Zeichen bann’ich deinen Zauber”), al igual que al buscar
a Amfortas para curarlo (“Zu ihm, des tiefe Klagen”).
Hubo buena programación y cantantes
para elegir y disfrutar a pleno, aunque sería bueno que no se repitieran tanto
.los títulos y se incorporaran óperas como “LOS
MAESTROS CANTORES DE NÜREMBERG” o
“RIENZI”, tan alejadas de los escenarios porteños. Ojalá que la propuesta
no caiga en saco roto y se pueda dar una próxima Wagner Week (o Wagner Woche, en
alemán) como sólo el Met sabe hacerlo.
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