Apertura del ciclo Grandes
Intérpretes Internacionales en el Colón de la mano de Plácido Domingo
CINCUENTA
AÑOS DESPUÉS
Martha
CORA ELISEHT
El
2022 es un año muy particular: no sólo marcó el retorno a la presencialidad con
aforo completo a los espectáculos tras la pandemia de COVID-19, sino también la
recuperación de la actividad cultural de Buenos Aires en general y del Teatro
Colón en particular. Pero además, con un valor agregado: se cumplieron 50 años
del debut de Plácido Domingo en el escenario del Colón, cuando vino a cantar
por primera vez en 1972 el personaje de Don Álvaro en LA FORZA DEL
DESTINO de Giuseppe Verdi, junto a la soprano portorriqueña Martina Arroyo
y el barítono Gian Piero Mastromei. A
partir de allí comenzó el romance existente entre este gran artista español y
el público de Buenos Aires, que lo ha elogiado en sus numerosas visitas a la capital
argentina y que se vio coronado el pasado jueves 7 del corriente en la apertura
del Ciclo “Grandes Intérpretes Internacionales”, donde se presentó junto a la
soprano uruguaya María José Siri acompañados por la Orquesta Estable de dicho
teatro, bajo la dirección de Jordi Bernácer.
El
programa estuvo compuesto por las siguientes obras:
-
Obertura de “I Vespri
Siciliani”- Giuseppe VERDI (1813-1901)
-
“Nemico della patria”
(ANDREA CHÉNIER)- Umberto GIORDANO
(1867-1948)
-
“La mamma morta”
(ANDREA CHÉNIER)- Umberto GIORDANO
-
“Madamigella Válery”
(LA TRAVIATA)- Giuseppe VERDI
-
Obertura de “El
Corsario”, Op.21- Héctor BERLIOZ (1803-1869)
-
“O vin, dissipe la
tristesse” (HAMLET)- Ambroise THOMAS
(1811-1896)
-
“Pleurez, pleurez mes
yeux” (LE CID)- Jules MASSENET (1842-1912)
-
Meditación de “THAÏS”- Jules
MASSENET
-
“Udiste?.... Mira, d’acerbe” 8IL TROVATORE)- Giuseppe VERDI
Ante
un Colón que rebosaba de gente -a sala llena y localidades agotadas, como en
los viejos tiempos-, Jordi Bernácer hizo su presentación en escena al frente de
la Estable, mostrándose como un director joven, pero con entusiasmo e ímpetu,
que logró el lucimiento de la orquesta en la consabida obertura verdiana y que
sirvió como preámbulo para la presentación del legendario cantante, quien fue
ovacionado mediante numerosos aplausos y vítores antes de comenzar su parte. A
los 81 años, Plácido Domingo sigue manteniendo un impecable estado físico y una
presencia escénica formidable, que lo ayudaron muchísimo en cada una de sus
interpretaciones. No sólo se ganó el aplauso en homenaje a su trayectoria como
tenor y director de orquesta, sino que además tocó el piso del escenario con
sus manos, lo que le valió nuevamente la calidez del público. Y ni bien se
produjo un breve silencio, no faltó un ¡”Gracias por venir, Plácido!” que
retumbó dentro de la sala y que valió otro aplauso.
Desde
2007 en adelante, Plácido Domingo interpreta roles de barítono y abrió el
recital con el aria correspondiente de Gérard en ANDREA CHÉNIER:
“Nemico della patria”, donde sus dotes histriónicas le sirvieron para
componer el personaje. Si bien demostró un gran oficio y presencia sobre el
escenario que lo vio brillar, su voz continúa siendo potente, pero con fallas
en las notas graves. Hubo momentos donde se lo escuchó muy apagado y por
momentos, daba la impresión que apenas se lo escuchaba. Esto se notó más en el
dúo de LA TRAVIATA entre Giorgio Germont y Violetta Válery junto
a María José Siri. La soprano uruguaya se desempeñó con maestría, soltura e
hizo gala de su técnica y color vocal en todas las arias que le tocó
interpretar. Inició su recital con La mamma morta de ANDREA CHÉNIER -sumamente
conocida por aquella memorable escena de la película PHILADELPHIA-,
donde se le notó algo insegura al comienzo, pero posteriormente fue tomando
confianza y afianzándose hasta lograr una interpretación magistral. Y se
destacó dando vida a una atormentada y dolida Violetta en el dúo
anteriormente mencionado junto a Domingo.
Tras
el intervalo, la Estable ejecutó una obertura de las menos conocidas: EL
CORSARIO de Héctor Berlioz, que abrió la parte francesa del recital. Compuesta
en 1844, es una obra poco difundida, pero de gran belleza tonal, donde Jordi Bernácer
volvió a demostrar su maestría y su excelente marcación de los tempi. El
aria de HAMLET (“O vin, dissipe la tristesse!”) le sentó de maravilla a
Domingo, quien hizo gala de sus dotes histriónicas interpretando a un borracho
y donde se lo escuchó mejor desde el punto de vista vocal. Tras su
interpretación, el Colón volvió a estallar en aplausos para posteriormente,
volver a ovacionar la magnífica interpretación de María José Siri en el aria de
Chiméne de LE CID (“Pleurez, pleurez mes yeux”/ “Lloren, mis ojos,
lloren”). Es una de las óperas menos representadas de Massenet y Siri lo
hizo haciendo gala de sus dotes histriónicas y vocales. Seguidamente, Benácer
hizo brillar nuevamente a la Orquesta Estable para ofrecer una magnífica
versión de la célebre Meditación de THAÏS, donde el violinista Oleg
Pishenin se destacó como solista merced a su profesionalismo y fraseo. Fue
sumamente aplaudido y ovacionado tras su interpretación previamente al cierre
del recital, donde tanto Plácido Domingo como María José Siri se destacaron en
el duetto de IL TROVATORE (“Udite… Mira, d’acerba..”). Él se
destacó más en los agudos que en los graves en el aria del Conde de Luna,
pero su dominio escénico y su histrionismo primaron por sobre la parte vocal y
salió airoso del desafío.
No faltaron los consabidos bises tras
el recital y los ramos de flores que los lacayos portaron como regalo para los
cantantes y el director de orquesta. Tras los aplausos, Plácido Domingo abrió
el juego con una canción romántica de María Gravier: “Amor, vida de mi
vida”, donde se lució como buen intérprete del género. Acto seguido, María
José Siri ofreció una muy buena versión de la Romanza de Rosa de LOS
CLAVELES. La zarzuela tuvo su revancha de la mano del tándem Domingo/ Siri
en el dúo entre Rafael y Solea de EL GATO MONTÉS de
Penella. Si bien una recuerda la interpretación de Domingo como tenor junto a
figuras de la talla de Monserrat Caballé, Pilar Lorengar y tantas otras
cantantes -entre las nuestras, Paula Almerares y Cecilia Díaz, quienes lo
acompañaron en la gala de apertura del Teatro Avenida-, aquí su voz mostró el
paso del tiempo y la falta del brillo que alguna vez la caracterizó. De todas
maneras, el público lo ovacionó una vez más hasta que comenzaron a entrar un
guitarrista, dos bandoneonistas y un pianista para ofrecer uno de los tantos
tangos que Domingo también cantó en sus épocas de gloria: Volver, de
Gardel y Le Pera. Su letra le sentó de maravilla para narrar el momento actual
en la vida del cantante, quien tuvo una interpretación correcta (aunque falló
en los graves al final del tema).
Quienes
han presenciado el recital van a poder decir “Disfruté de la despedida de
Plácido Domingo y sus bodas de oro con el Colón”. A diferencia del tango
que eligió para cerrar su recital, cincuenta años son toda una vida sobre el
escenario. Pese al correr del tiempo, Plácido Domingo tiene el privilegio de
gozar de buena salud y de ser un mito viviente. Hay que recordarlo como el gran
artista que es y como el tenor que alguna vez supo ser.
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