Excelente concierto de cámara con
solistas de la Filarmónica en el CCK
CINCO
MÁS CUATRO PUEDE DAR MUCHO MÁS QUE NUEVE
Martha
CORA ELISEHT
Durante
todo el mes de Mayo, el Centro Cultural Kirchner (CCK) en forma conjunta con la
Secretaría de Cultura de la Nación organizaron un festival de música clásica
que comprende conciertos sinfónicos y de música de cámara en homenaje a grandes
compositores argentinos, haciendo especial hincapié en la figura de Alberto
Williams (1862-1952) con motivo de cumplirse este año el 70° aniversario de su
fallecimiento. Pero también se han rescatado obras que nunca se representan o
que pertenecen a compositores muy poco conocidos en estas latitudes.
Dentro del Ciclo de Cámara, el ejemplo cabal de ello fue el concierto del
pasado domingo 15 del corriente en el Auditorio Nacional, donde participaron
los siguientes músicos: Pablo Saraví (violín), Dennis Golovin (viola),
Cecilia Stamig (violoncello), Julián Medina (contrabajo),
Claudio Barile /flauta), Néstor Garrote (oboe), Mariano Rey (clarinete),
William Thomas Genz (fagot) y Fernando Chiappero (trompa).
Todos son integrantes de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires e
interpretaron un programa compuesto por las siguientes obras:
-
Tres piezas breves para
quinteto de vientos- Jacques IBERT
(1890-1962)
-
Quinteto para vientos
en Sol menor, Op.56 n°2- Franz DANZI (1763-1826)
-
Noneto en Fa mayor,
Op.31 para flauta, oboe, clarinete, corno, fagot, violín, viola, violoncello y
contrabajo- Louis SPOHR (1794-1859)
Tras
producirse el ingreso de los solistas de instrumentos de viento y ante la
consabida ausencia de programas de mano, el concierto contó con un presentador
de lujo: Mariano Rey, quien provisto de un micrófono dio una breve reseña de
las obras comprendidas en el programa, así como también sobre sus autores. Y
destacó la labor de su compañero William Thomas Genz -quien reemplazó en último
momento a Gabriel La Rocca por problemas de salud-, motivo por el cual fue
largamente aplaudido.
La
mencionada obra de Ibert fue compuesta en 1930 como música de escena para una
obra de teatro y es una de las más conocidas de este prolífico compositor
francés. Consta de tres movimientos: Allegro/ Andante- Lento/ Allegro vivo y
se caracteriza por ser brillante y virtuosa. Acorde a la época, presenta neto
corte impresionista con características de música de ciertos compositores
nórdicos como Hugo Alfvén y también, reminiscencias de los integrantes del
denominado Grupo de los Seis en París. El Allegro inicial posee numerosos
arabescos, trinos y pasajes de difícil ejecución, que fueron perfectamente
resueltos por los solistas, mientras que el corno marcó el ritmo. Culmina con
una melodía muy parecida a “La máquina de escribir” de Leroy Anderson.
Una combinación entre flauta y clarinete abre el 2° movimiento, que es retomada
posteriormente por el oboe y el fagot. Tras una brece pausa, el Allegro vivo
final permite el lucimiento de todos los solistas en una franca
demostración de virtuosismo. Por tratarse de los principales solistas de las
secciones de vientos de la Filarmónica, de más está decir que fue una
interpretación vibrante, vivaz y de excelencia.
De
los nueve quintetos para instrumentos de viento compuestos por el alemán Franz
Danzi, el Quinteto para vientos en Sol menor Op.56 n°2 fue el elegido
para esta ocasión. De línea oscilante
entre el clasicismo y el romanticismo, permite el lucimiento de cada uno de los
instrumentos solistas como virtuosos, pero sin perder de vista al ensemble como
un todo. Consta de 4 movimientos: Allegretto/ Andante/ Minuetto/ Allegretto y
suena muy mozartiano al inicio, pero con un sello personal que recuerda a
Haydn. Las cuatro maderas se lucen en el Allegretto inicial, mientras el
corno da el apoyo. Este orden se invierte en el Andante, donde el corno
se luce en la apertura del movimiento en contrapunto posterior con el fagot y
el oboe. Los solos de todos los instrumentistas fueron espléndidos y el Allegretto
final fue un vivacissimo de antología, donde se cumplió a la perfección
la concepción del compositor. Al finalizar, el público estalló en aplausos.
En
su época, el alemán Louis Spohr fue un compositor muy conocido y prolífico de
la talla de Haydn, Mozart o Beethoven. Lamentablemente, sus obras cayeron en la
impopularidad por su manierismo y concepciones estilísticas a fines del siglo
XIX y se dejaron de ejecutar a principios del siglo XX. No obstante, su Noneto
en Fa mayor Op.31 fue rescatado del olvido en 1980 -merced a la aparición
del catálogo Göthel- y se transformó en su obra más conocida. Fue compuesto
durante la estancia de Spohr en Viena en 1813 a pedido de Johann Tost -primer
violín de la orquesta de Haydn-, de manera tal que cada instrumento pudiera
mostrar su carácter específico. Spohr aceptó el desafío y su obra se
transformó en referencia y modelo para futuros compositores de la talla de Louis
Farrenc, Bohuslav Martinu, Maurice Ravel y Anton Webern. Pertenece a la etapa
romántica temprana, donde su autor explora detalladamente las virtudes de las posibilidades
tímbricas de combinaciones de instrumentos. Consta de 4 movimientos: Sonata/
Scherzo/ Adagio/ Vivace, de los cuales, el primero es una sonata sin
introducción, donde el violín presenta el tema principal, que es retomado por
los vientos y donde se garantizan la dirección armónica y el fraseo, con muy
buenos contrapuntos entre viola y contrabajo -magistral labor de Julián Medina
y Dennis Golovin, respectivamente-. El scherzo comienza con un solo a
cargo del contrabajo y el violoncello en Re menor e incluye dos tríos en su
estructura: uno de cuerdas, y uno de vientos. El segundo tema de este
movimiento está introducido por el violín en contrapunto con el contrabajo,
mientras el corno y el oboe hacen lo mismo con el fagot. La labor de los músicos ha sido soberbia, con
gran desempeño de Pablo Saraví, Julián Medina, Cecilia Stamig, Fernando
Chiappero y Néstor Garrote. El Adagio posee un carácter triste y
melancólico, donde la cellista Cecilia Stamig se lució en toda su dimensión, al
igual que los instrumentistas de vientos. Por último, el Vivace final es
de carácter dinámico y vibrante, que permite que todos y cada uno de los
solistas se luzcan. El contrapunto entre flauta y clarinete -a cargo de Claudio
Barile y Mariano Rey, respectivamente- fue espléndido, al igual que el solo de
fagot a cargo de William Genz. Tras ese final brillante, un Auditorio Nacional
estalló en aplausos y vítores, que obligaron a los músicos a bisar el Scherzo
del consabido noneto.
En
Medicina, existen varios axiomas relacionados con las matemáticas: “Las
ecuaciones no existen, porque no es una ciencia exacta” o “Dos más dos
puede llegar a dar cualquier cosa, pero nunca igual a cuatro”. En este
caso, hubo dos grupos de instrumentos: un cuarteto de cuerdas y un quinteto de
vientos para interpretar un noneto, pero que sonaron como mucho más que
nueve. Por lo tanto, en música sucede lo mismo que en Medicina. Con intérpretes
de excelsa jerarquía, las interpretaciones no sólo no son exactas, sino que
pueden multiplicarse hasta llegar a la enésima potencia.
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