viernes, 20 de mayo de 2022

 

Excelente concierto de cámara con solistas de la Filarmónica en el CCK

 

CINCO MÁS CUATRO PUEDE DAR MUCHO MÁS QUE NUEVE

Martha CORA ELISEHT

 

            Durante todo el mes de Mayo, el Centro Cultural Kirchner (CCK) en forma conjunta con la Secretaría de Cultura de la Nación organizaron un festival de música clásica que comprende conciertos sinfónicos y de música de cámara en homenaje a grandes compositores argentinos, haciendo especial hincapié en la figura de Alberto Williams (1862-1952) con motivo de cumplirse este año el 70° aniversario de su fallecimiento. Pero también se han rescatado obras que nunca se representan o que pertenecen a compositores muy poco conocidos en estas latitudes. Dentro del Ciclo de Cámara, el ejemplo cabal de ello fue el concierto del pasado domingo 15 del corriente en el Auditorio Nacional, donde participaron los siguientes músicos: Pablo Saraví (violín), Dennis Golovin (viola), Cecilia Stamig (violoncello), Julián Medina (contrabajo), Claudio Barile /flauta), Néstor Garrote (oboe), Mariano Rey (clarinete), William Thomas Genz (fagot) y Fernando Chiappero (trompa). Todos son integrantes de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires e interpretaron un programa compuesto por las siguientes obras:

-          Tres piezas breves para quinteto de vientos- Jacques IBERT (1890-1962)

-          Quinteto para vientos en Sol menor, Op.56 n°2- Franz DANZI (1763-1826)

-          Noneto en Fa mayor, Op.31 para flauta, oboe, clarinete, corno, fagot, violín, viola, violoncello y contrabajo- Louis SPOHR (1794-1859)

 

Tras producirse el ingreso de los solistas de instrumentos de viento y ante la consabida ausencia de programas de mano, el concierto contó con un presentador de lujo: Mariano Rey, quien provisto de un micrófono dio una breve reseña de las obras comprendidas en el programa, así como también sobre sus autores. Y destacó la labor de su compañero William Thomas Genz -quien reemplazó en último momento a Gabriel La Rocca por problemas de salud-, motivo por el cual fue largamente aplaudido.

La mencionada obra de Ibert fue compuesta en 1930 como música de escena para una obra de teatro y es una de las más conocidas de este prolífico compositor francés. Consta de tres movimientos: Allegro/ Andante- Lento/ Allegro vivo y se caracteriza por ser brillante y virtuosa. Acorde a la época, presenta neto corte impresionista con características de música de ciertos compositores nórdicos como Hugo Alfvén y también, reminiscencias de los integrantes del denominado Grupo de los Seis en París.  El Allegro inicial posee numerosos arabescos, trinos y pasajes de difícil ejecución, que fueron perfectamente resueltos por los solistas, mientras que el corno marcó el ritmo. Culmina con una melodía muy parecida a “La máquina de escribir” de Leroy Anderson. Una combinación entre flauta y clarinete abre el 2° movimiento, que es retomada posteriormente por el oboe y el fagot. Tras una brece pausa, el Allegro vivo final permite el lucimiento de todos los solistas en una franca demostración de virtuosismo. Por tratarse de los principales solistas de las secciones de vientos de la Filarmónica, de más está decir que fue una interpretación vibrante, vivaz y de excelencia.

De los nueve quintetos para instrumentos de viento compuestos por el alemán Franz Danzi, el Quinteto para vientos en Sol menor Op.56 n°2 fue el elegido para esta ocasión.  De línea oscilante entre el clasicismo y el romanticismo, permite el lucimiento de cada uno de los instrumentos solistas como virtuosos, pero sin perder de vista al ensemble como un todo. Consta de 4 movimientos: Allegretto/ Andante/ Minuetto/ Allegretto y suena muy mozartiano al inicio, pero con un sello personal que recuerda a Haydn. Las cuatro maderas se lucen en el Allegretto inicial, mientras el corno da el apoyo. Este orden se invierte en el Andante, donde el corno se luce en la apertura del movimiento en contrapunto posterior con el fagot y el oboe. Los solos de todos los instrumentistas fueron espléndidos y el Allegretto final fue un vivacissimo de antología, donde se cumplió a la perfección la concepción del compositor. Al finalizar, el público estalló en aplausos.

En su época, el alemán Louis Spohr fue un compositor muy conocido y prolífico de la talla de Haydn, Mozart o Beethoven. Lamentablemente, sus obras cayeron en la impopularidad por su manierismo y concepciones estilísticas a fines del siglo XIX y se dejaron de ejecutar a principios del siglo XX. No obstante, su Noneto en Fa mayor Op.31 fue rescatado del olvido en 1980 -merced a la aparición del catálogo Göthel- y se transformó en su obra más conocida. Fue compuesto durante la estancia de Spohr en Viena en 1813 a pedido de Johann Tost -primer violín de la orquesta de Haydn-, de manera tal que cada instrumento pudiera mostrar su carácter específico. Spohr aceptó el desafío y su obra se transformó en referencia y modelo para futuros compositores de la talla de Louis Farrenc, Bohuslav Martinu, Maurice Ravel y Anton Webern. Pertenece a la etapa romántica temprana, donde su autor explora detalladamente las virtudes de las posibilidades tímbricas de combinaciones de instrumentos. Consta de 4 movimientos: Sonata/ Scherzo/ Adagio/ Vivace, de los cuales, el primero es una sonata sin introducción, donde el violín presenta el tema principal, que es retomado por los vientos y donde se garantizan la dirección armónica y el fraseo, con muy buenos contrapuntos entre viola y contrabajo -magistral labor de Julián Medina y Dennis Golovin, respectivamente-. El scherzo comienza con un solo a cargo del contrabajo y el violoncello en Re menor e incluye dos tríos en su estructura: uno de cuerdas, y uno de vientos. El segundo tema de este movimiento está introducido por el violín en contrapunto con el contrabajo, mientras el corno y el oboe hacen lo mismo con el fagot.  La labor de los músicos ha sido soberbia, con gran desempeño de Pablo Saraví, Julián Medina, Cecilia Stamig, Fernando Chiappero y Néstor Garrote. El Adagio posee un carácter triste y melancólico, donde la cellista Cecilia Stamig se lució en toda su dimensión, al igual que los instrumentistas de vientos. Por último, el Vivace final es de carácter dinámico y vibrante, que permite que todos y cada uno de los solistas se luzcan. El contrapunto entre flauta y clarinete -a cargo de Claudio Barile y Mariano Rey, respectivamente- fue espléndido, al igual que el solo de fagot a cargo de William Genz. Tras ese final brillante, un Auditorio Nacional estalló en aplausos y vítores, que obligaron a los músicos a bisar el Scherzo del consabido noneto.

En Medicina, existen varios axiomas relacionados con las matemáticas: “Las ecuaciones no existen, porque no es una ciencia exacta” o “Dos más dos puede llegar a dar cualquier cosa, pero nunca igual a cuatro”. En este caso, hubo dos grupos de instrumentos: un cuarteto de cuerdas y un quinteto de vientos para interpretar un noneto, pero que sonaron como mucho más que nueve. Por lo tanto, en música sucede lo mismo que en Medicina. Con intérpretes de excelsa jerarquía, las interpretaciones no sólo no son exactas, sino que pueden multiplicarse hasta llegar a la enésima potencia.    

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