Sinfónica en triunfal noche
shakesperiana…
Por Jaime Torres
Gómez
Continuando la temporada
oficial de la Sinfónica Nacional, el cuarto
programa, desde marzo, nuevamente estuvo a cargo de
su formidable maestro titular, Rodolfo Saglimbeni.
No obstante un buen marco de
público, nuevamente se insiste en la necesidad de dar a conocer la
totalidad de la temporada internacional, para así fidelizar mejor al
público abonado, y no continuar dando a conocer los programas sobre la
marcha sin un horizonte mayor de los mismos…
Con un monográfico Tchaikovsky-Shakespeare,
se contemplaron las tres obras del compositor ruso inspiradas
en los textos del legendario escritor inglés, siendo un gravitante aporte
editorial al escasear su periodicidad en buena parte
de las orquestas del mundo. Asimismo, se incluyó, como
curiosidad, el Gran Dúo para Violín y Contrabajo de Giovanni
Bottesini, al parecer estreno local.
Luego de 27 años de ausencia, llegó
el Hamlet tchaikovskiano, obra de impactante
visceralidad y que magistralmente refleja el trágico carácter inspirante. Siendo
un poema sinfónico, fue publicado como Obertura-Fantasía,
op 67, y originalmente concebido como música
incidental a la producción escénica de la tragedia homónima. De
tensionada expresividad, no hay tanta claridad de asociación temática en todos
los personajes, aunque pueden reconocerse los tormentosos
soliloquios del mismo Hamlet, como la aparición del fantasma a
través de las intervenciones del gong, asimismo la hermosa melodía
del oboe representando a Ofelia, y la
inclusión de una marcha representando a Fortinbras.
Y como buena obra de Tchaikovsky, posee gran factura de
orquestación y estructura armónica.
En Chile, de
gran recuerdo la notable versión de la Sinfónica en 1996 junto
al recordadísimo maestro Henrique Morelenbaum, recibiéndose ahora
a Saglimbeni con máximo beneplácito al ofrecer una
versión plena de idiomatismo. Un completo triunfo interpretativo y
de ejecución.
Intercalado dentro del monográfico Tchaikovsky-Shakespeare,
y luego del desgarrador dramatismo hamletiano, inteligentemente se
dispuso del Gran Dúo para Violín y Contrabajo de Botessini,
proveyendo completa distensión ante tal intensidad... Estilísticamente asociado
al belcanto decimonónico (género operístico), Bottesini magistralmente
lleva al plano instrumental las estructuras y caracteres propios de la ópera
belcantista -recitativo-aria-cabaletta-, plasmándose en esta
pieza pirotécnico virtuosismo.
Con el concertino de
la Sinfónica (Alberto Dourthé) y el solista en contrabajo de
la misma (Héctor Leyton), musicalmente la entrega tuvo debido
vuelo expresivo y calibrada musicalidad global. No obstante ello, se
evidenció un desnivel entre los solistas, quedando en
inferioridad de rendimiento el concertino de la
agrupación, incurriendo en desafinaciones y destemples con
extemporáneos sforzatos que restaron linealidad a las frases,
y consecuente fluidez de discurso. Por distinto carril discurrió el solista en contrabajo,
con irreprochable cometido en todo orden. Y no siempre idiomático el
acompañamiento, fundamentalmente ante la inhabitualidad de la Sinfónica en
abordar repertorio belcantista y sus derivados, como en el caso de Bottesini.
La segunda parte, retornando a Tchaikovsky,
finalizó con La Tempestad y Romeo y Julieta. En el caso de primera, se trata de una obra compuesta
poco después de la segunda, tras la
exitosa incursión shakesperiana previa
del compositor.
Notables la evocación del paisaje
marino en La Tempestad, de magnífico colorido -con tintes impresionistas- de las cuerdas iniciales
(en especial los violines) y los desarrollos alusivos a las distintas escenas,
como la evocación amorosa de los protagonistas Miranda y Fernando,
asimismo de atrapante envolvencia la tempestad
misma. Notable la riqueza armónica y efectividad atmosférica global. Localmente
se recuerda su inclusión de extractos en Anna
Karenina (Ballet de Santiago), y
hace poco la pieza completa para una coreografía
del Ballet Nacional Chileno.
Plenamente
autorizada la
versión de Saglimbeni, con pasmosa
asertividad de relato y carácter, obteniendo máxima jerarquía de los sinfónicos
y gran referente para el desarrollo de la temporada.
Lo mismo en Romeo y Julieta (que no requiere mayor presentación…), con un
nivel de impacto raras veces experimentado, y al umbral del paroxismo de toda la concurrencia…
En suma, una programa inapelablemente triunfal en su
concepción y jerarquía de resultados globales…
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