Excepcional concierto de la
Sinfónica Nacional y el Polifónico en el CCK
LA
INMENSIDAD DEL OCÉANO EN PERFECTA ARMONÍA
Martha
CORA ELISEHT
No
es la primera vez que la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Polifónico
Nacional organizan conciertos en forma conjunta, pero sí se hizo en más de una
ocasión en calidad de primera representación de una obra extranjera en el país.
En este caso, se trató de la Sinfonía n°1 (A Sea Symphony, Una Sinfonía del
Mar) de Ralph Vaughan Williams (1872-1958), que tuvo lugar el pasado
miércoles 24 del corriente en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner
(CCK) con participación de ambas agrupaciones pertenecientes a la Dirección
Nacional de Organismos Estables y los siguientes solistas: Carla Filipcic Holm (soprano)
y Leonardo Estévez (barítono). La dirección musical estuvo a cargo
de Emmanuel Siffert y la coral, de Antonio Domeneghini.
Es
la primera vez que esta extensa obra -su duración aproximada es de 70 minutos- se
escucha en el país. Según diferentes fuentes consultadas, no existen registros
respecto de su representación en anteriores ocasiones. Por lo tanto, se
prefiere hablar de primera audición en vez de estreno local. Fue compuesta
entre 1903 y 1909 y la idea del compositor era, precisamente, independizar a la
música inglesa de la influencia austro- germana y brindarle una identidad
propia. Para ello, se basó en varias fuentes de canciones (odas corales de
Parry, Songs of the Sea de Stanford, quienes fueron sus profesores en el
Royal College of Music y Sea Pictures de Elgar) hasta que los poemas de
Walt Whitman (1819-1892) llegaron de la mano de su compatriota y amigo Bertrand
Rusell (1872-1970). Para componer la parte coral, Vaughan Williams empleó Leaves
of Grass (Hojas de Pasto) para los primeros tres movimientos y Passage
to India (Pasaje a la India) para el movimiento final. Su estreno tuvo
lugar con el compositor al podio durante el Festival de Leeds en 1910, junto
con la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis y marcó un punto de
quiebre, transformándose en un suceso.
La
misma consta de 4 movimientos:
-
Song of all Seas, all
Ships (Canción de todos los mares y todos los barcos) (Moderato maestoso-
Allegro)
-
On
the Beach at night, alone (En la playa, solo
por la noche) (Nocturno)
-
The
Waves (Las olas) (Scherzo)
-
The
Explorers (Grave- Molto Adagio)
Otra
de las características que presenta esta sinfonía es que sus 4 movimientos no
están escritos dentro de una tonalidad determinada, sino que se basa en dos
motivos principales: el primero, en un armónico de dos acordes (uno mayor, y el
otro, menor), previamente a desembocar en la fanfarria de bronces en Si bemol
menor, que luego, lo toma el coro (Behold the sea) antes del tutti orquestal
en Re mayor. El segundo consiste en una yuxtaposición de dobletes y tripletes al
comienzo de la sinfonía (And, on its limitness heaving breast), intercalado
con una cadencia de 8 notas, que se repite durante todo el primer movimiento,
que posee reminiscencias de La Mer de Debussy, pero con un estilo
personal. (Al momento de la composición de esta sinfonía, Vaughan Williams
había estudiado composición con Maurice Ravel en París y el compositor francés
se refería a su par británico como “el único de mis discípulos que no
escribe mi música”). Su parte principal comienza con el recitativo a cargo
del barítono, repicado por el coro hasta la intervención de la soprano en “Chanto
f the sailors” (Canto de los marineros), de carácter más lírico y cuya
intensidad aumenta hasta la repetición de la fanfarria a cargo de los bronces,
donde la soprano entona un pasaje dramático (“Flaunt out, O Seas”- Hagan
alarde, Oh, Mares). Posteriormente, el reprise de la apertura vuelve
a escucharse mientras el coro entona junto a los solistas “Tokens of all
brave captains” (Fichas de todos los bravos capitanes) para culminar con el
bellísimo “One flag above the rest” (Una bandera por sobre todas las demás).
Aquí se puso de manifiesto la maestría de Siffert a cargo de la Sinfónica, merced
a una marcación muy precisa -tanto a la orquesta como al coro- y a una
musicalidad exquisita. El Polifónico Nacional mostró la siguiente formación: tenores
y mezzosopranos más contraltos al centro; sopranos, hacia la izquierda y bajos
barítonos, hacia la derecha, lo que permitió la amplificación de las voces. Por
su parte, Leonardo Estévez tuvo una muy destacada actuación, mientras que Carla
Filipcic Holm hizo gala de sus dotes de soprano dramática en la interpretación
del mencionado pasaje.
A
diferencia de la impetuosidad del 1° movimiento, el segundo es un nocturno de
carácter calmo y plácido, donde el barítono hace gala de su voz en contrapunto
con las contraltos, mientras la orquesta acompaña con una sección central más
robusta, donde los cornos toman el tema principal con las cuerdas en pizzicato,
creando un efecto coral. Posteriormente, los bajos, sopranos y
mezzosopranos toman la melodía y desarrollan un canon, que fue
interpretado de manera sublime. Lo mismo sucedió con el pasaje a cargo de
Estévez, donde brilló vocalmente. El tercer movimiento es el único que está
absolutamente a cargo de la orquesta y el coro, sin intervención de los
solistas. Es un scherzo que abre con la fanfarria anteriormente
citada a cargo de los bronces en contrapunto con el coro, pero, además, una
brillante descripción sonora del rolido que atraviesa un barco sobre un
mar embravecido. Sonó de manera solemne y marcial, con una excelente labor de
Siffert a cargo de la Sinfónica, donde todos los músicos tuvieron oportunidad
de lucirse. El movimiento final (Grave e molto adagio) comienza con la
introducción del órgano luego de la intervención del coro, apoyado sobre las
cuerdas en cantábile, que narra la creación del hombre (“Wherefore
unsatisfied soul”- Dónde va mi alma insatisfecha) y la respuesta: “Yet
soul be sure” (Sin embargo, el alma está segura), cantada magníficamente hasta
el canto triunfal a cargo de los solistas (“O, we can wait no longer”- No
podemos esperar más), que narra la comunión del alma humana con Dios. Los
solos de violín y viola que acompañan el canto de los solistas al final de la
obra fueron ejecutados maravillosamente, al igual que el Lento assai donde
muestra un barco alejándose en el horizonte. La labor de la orquesta, el coro y
solistas fue excelsa y el público estalló en numerosos aplausos y vítores al
final.
Ha
sido no sólo una gran noche, sino un mérito muy importante para la Dirección
Nacional de Organismos Estables de brindar una obra extranjera en calidad de
primera audición en forma local. Llamó la atención escuchar una obra de un
compositor inglés en vísperas del 25 de Mayo,
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