miércoles, 7 de junio de 2023

 



Creditos: Liliana Morsia,

Excepcional presentación de la Camerata Salzburg por el Mozarteum Argentino

 

SUTILEZA CON PRECISIÓN MATEMÁTICA

Martha CORA ELISEHT

 

            Una de las principales características del ciclo del Mozarteum Argentino es la calidad y la jerarquía de sus intérpretes. El pasado lunes 5 del corriente se ofreció el segundo concierto del ciclo de la prestigiosa institución en el Teatro Colón, con la presentación de la Camerata Salzburg bajo la dirección del violinista ítalo- venezolano Giovanni Guzzo, quien, a su vez, también actuó en calidad de solista.

            El programa estuvo integrado por las siguientes obras:

-          Sinfonía en Sol menor, Op.6 n°6- Johann Christian BACH (1735-1782)

-          Concierto n°5 para violín y orquesta en La mayor, K 219 (“Turco”)- Wolfgang A. MOZART (1756-1791)

-          Sinfonía n°5 en Si bemol mayor, D.485- Franz SCHUBERT (1797-1828)

 

La mencionada agrupación de cámara fue fundada en 1952 y ha visitado la Argentina en numerosas oportunidades, desde su debut al frente de Sandor Végh en 1989 hasta la actualidad y siempre invitada por el Mozarteum. Desde 2016 hasta la fecha, los músicos del conjunto han asumido la dirección titular y artística y, por lo tanto, trabajan conjuntamente en el armado de las obras y en las decisiones musicales más sutiles. En la actualidad, los concertinos Gregory Ahss y Giovanni Guzzo ejercen los roles de solista y director titular de la agrupación.

Tras la presentación de la orquesta sobre el escenario del Colón, Giovanni Guzzo tomó su puesto para brindar una versión exquisita de la mencionada sinfonía de Johann Christian Bach, representativa del período clásico. Fue compuesta en 1764 en Londres, publicada en Amsterdam en 1770 y es la única de las seis sinfonías del hijo de Johann Sebastian que está escrita en tono menor. Consta de tres movimientos (Allegro/ Andante non piú tosto adagio/ Allegro molto) de características bien definidas. Mientras el Allegro inicial posee contrastes intensos y es de carácter dramático (se lo considera pionero en la manifestación Sturm und Drag (Tormenta e impulso)), el segundo movimiento es mucho más extenso y solemne. La labor de las cuerdas en tonos medios y graves fue perfecta, al igual que la desarrollada por todo el conjunto en el potente Allegro molto final, donde existe un diálogo vivaz entre todos los instrumentos. Una versión caracterizada por la exquisitez y el buen gusto, que fue coronada por el extensivo aplauso del público.

Mozart compuso su célebre Concierto en La mayor para violín y orquesta K.219 entre 1773 y 1775, pero aún no se sabe con certeza para quién fue escrito. Se cree que fue estrenado por Antonio Brunetti, quien era un virtuoso del violín en aquel entonces.  El mote de “Turco” se debe al contraste en los pasajes del último movimiento con respecto de la música de dicho país (acentuación exagerada del 2/4 en cuerdas), inspirada en las bandas militares de jenízaros, denominadas mehterân. Consta de la clásica estructura en 3 movimientos (Aperto: Allegro- Adagio/ Adagio/ Rondó- Tempo di Minuetto), donde Giovanni Guzzo ofreció una versión sublime, versátil, plagada de múltiples matices y sutilezas, que ejecutó con una precisión matemática. Los solos y cadencias centrales por parte del instrumento solista sonaron exquisitas y, sobre todo, muy temperamentales, al igual que la entrada en el Rondó final, con un perfecto acompañamiento por parte de la orquesta, donde la solista guía de segundos violines Yukiko Tezuka ocupó el lugar del concertino. Unido esto a un fraseo monumental y una técnica estupenda, Giovanni Guzzo hizo que el público estallara en aplausos y vítores luego de tan excelsa interpretación. Dirigiéndose al público en un perfecto castellano, anunció el bis: la Allamande de la Sonata en Mi menor n°4 para violín “Fritz Kreisler” de Eugène Ysaÿe -que también solía ejecutar Alberto Lysy-, donde volvió a deleitar al público con otra interpretación de jerarquía.

Para la segunda parte del concierto, se sumaron fagots, cornos, flauta y oboes para ejecutar la Sinfonía n°5 en Si bemol mayor de Schubert, considerada la más “vienesa” de todas sus sinfonías. Una obra mucho más íntima, jovial y luminosa, donde el compositor prescinde de timbales, clarinetes y trompetas. Escrita en forma de sonata en 1816, consta de 4 movimientos: Allegro/ Andante con moto/ Menuetto: Allegro molto- trio/ Allegro vivace, donde se percibe un equilibrio entre las cuerdas y la única flauta desde los primeros compases del Allegro inicial, causando una innovación armónica para el público de aquel entonces. El Andante con moto representa otra innovación, donde Schubert introduce una modulación en Do menor en el tema central a la tonalidad de Si bemol mayor en la cual está escrita la obra. En la presente versión, los contrastes anteriormente mencionados fueron ejecutados con un sonido puro, auténticamente vienés, con perfecto dominio de los tempi merced a la temperamental dirección de Guzzo desde su puesto de concertino. Lo mismo sucedió con el Menuetto en el 3° movimiento para desembocar en el Allegro vivace final con numerosas sutilezas y puntillosidades en la articulación de los pasajes. Otro estallido de aplausos y vítores tras una ejecución magistral de esta célebre sinfonía. Naturalmente, no podía faltar un bis: “¡Éljen a Magyar!” (¡Viva el Húngaro!), polka Op.322 de Johann Strauss (h), que también fue anunciada por Giovanni Guzzo y que sonó auténticamente gitano.

Una vez más, el Mozarteum Argentino lo hizo posible. Volvió a ofrecer al público local una agrupación de jerarquía y un solista que resultó ser un auténtico virtuoso, resaltando la excelencia a la cual tiene acostumbrado al oyente. En resumidas palabras: una noche digna del Colón.  

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