Delikatessen… , con mesura
Por
Jaime Torres Gómez
Luego del huracán “De
los Mil”, con la Octava Sinfonía de G. Mahler en enero,
recientemente la Sinfónica Nacional Juvenil -la Selección
Chilena de la Fundación de Orquestas Infantiles y Juveniles de
Chile (Foji)- retomó sus presentaciones en su sede del Teatro Corpartes,
de privilegiada acústica.
Cabe señalar la extraordinaria
labor de la Foji a lo largo de sus 30 años de historia, siendo
una instancia inmejorable de entrenamiento en la práctica
orquestal para músicos en formación, proyecto preclaramente concebido por Jorge
Peña Hen y luego concretado en lo institucional por el
recordado Fernando Rosas.
A la luz del mega montaje
de la Octava mahleriana, y ahora con esta nueva presentación,
dieron cuenta de la excelente labor de los instructores más el natural talento
de los jóvenes músicos para enfrentar exigentes obras.
Con un
marcado énfasis por complementar la oferta programática de las
orquestas profesionales -en sí encomiable-, empero, no debe perderse
el horizonte de soporte formativo, donde las
líneas programáticas mejor deben concentrarse en la
profundización del repertorio standard (clásicos, románticos y contemporáneos más
recurrentes), y esporádicamente abordar obras de nicho… Y
si bien para un activo “consumidor de música” puede
reportarle gran experiencia presenciar obras raramente ofrecidas, a la postre,
el foco de marras es custodiar la propia misión formativa, debiéndose
subordinar las personales (y a veces antojadizas) preferencias
de las cabezas artísticas al cometido básico de la Foji…
Sólidamente dirigida por el
destacado maestro suizo Nicolas Rauss, actual Titular de
la Sinfónica del Sodre en Uruguay, y de profusa
colaboración con orquestas chilenas, se ofreció un “cocktail” de
verdaderas “delikatessen” de obras inhabituales, aunque sin
espacio para otras tradicionales, siendo pertinente sean retomadas
para el beneficio de los propios jóvenes músicos.
Notable inicio con “Las
Ofrendas Olvidadas” (Les Offrandes oubliées),
de Olivier Messiaen, escasamente hecha en Chile (1967 y
2019). Esta impactante obra, de ascético carácter, posee una desnudez discursiva magistralmente revestida con
timbres y colores de transparente luminosidad…. Escrupuloso
trabajo de Rauss en precisión y texturas, más una autorizada
cátedra develadora del pathos interno.
Posteriormente, un bienvenido
re-estreno de las Variaciones Sinfónicas para Gran Orquesta, del
emblemático compositor chileno Enrique
Soro. Obra de juventud, fue compuesta en 1904 mientras terminaba sus
estudios en Milán (preliminarmente
publicada como “Tema con Variazioni”). Respecto a su estreno, no hay
crónicas exactas del mismo, siendo todo un descubrimiento, y subsecuentemente muy
oportuno reponerla a casi un siglo de no ofrecerse. De genuina
raigambre romántica (o post romántica), como en toda la producción
soriana, se da una cuidada administración de las formas (en este caso, con
mayor recaudo al tratarse de una obra temprana), amén de una celebrada
habilidad de orquestación y cautivante enjundia melódica. Magnífico resultado en
todo orden, ameritándose una pronta reposición.
Posteriormente, el estreno de “Manará,
homenaje a Jorge Peña Hen”, de la joven compositora chilena Florencia Novoa. Del todo
interesante la promoción de las jóvenes generaciones de compositores (as)
nacionales, refrescando el interés por conocer del panorama creativo actual de
la música de tradición escrita local.
Como homenaje al cincuenta aniversario del asesinato de Jorge Peña Hen, fue pertinente su estreno por la Sinfónica Nacional Juvenil. De cierto
eclecticismo, la obra deambula entre lo subjetivamente evocativo (en lo
afectivo) y lo concreto (con alusiones sonoras locales), servido de un
excelente manejo de la paleta instrumental (colores y timbres). Comprometida
entrega del director invitado, logrando completo ajuste de los jóvenes músicos
nacionales.
Y con radical giro, un aparente
reestreno (no se sabe de su estreno local) del Poema Sinfónico “Tasso: Lamento y triunfo” de F.
Liszt. Correspondiente al segundo de sus trece poemas sinfónicos, está
inspirado en diversas obras literarias sobre los desvaríos del poeta
renacentista italiano Torcuato Tasso.
Siendo música de programa, Liszt
desarrolla magistralmente las distintas escenas, reflejando asertivamente los
diversos caracteres insertos, desde lo íntimo hasta lo marcial.
Acertada inclusión, especialmente
ante una triunfal interpretación
firmada por Nicolas Rauss, a quien se
le ha presenciado importantes versiones de obras lisztianas. Con un enfoque de profunda interioridad, hubo soberano
dominio de las atmósferas (logradas fluctuaciones contrastantes) y formidable manejo
de las texturas y acentos. Gran calidad de sonido y ensamble.
En suma, una presentación de exquisiteces musicales muy bien servida
por jóvenes músicos liderados por un reconocido director, esperándose a
futuro presentaciones con obras de repertorio
habitual al mismo nivel de lo aquí ofrecido…
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