Excepcional presentación de la Camerata
Salzburg por el Mozarteum Argentino
SUTILEZA
CON PRECISIÓN MATEMÁTICA
Martha
CORA ELISEHT
Una
de las principales características del ciclo del Mozarteum Argentino es la
calidad y la jerarquía de sus intérpretes. El pasado lunes 5 del corriente se
ofreció el segundo concierto del ciclo de la prestigiosa institución en el
Teatro Colón, con la presentación de la Camerata Salzburg bajo la dirección del
violinista ítalo- venezolano Giovanni Guzzo, quien, a su vez, también actuó en
calidad de solista.
El
programa estuvo integrado por las siguientes obras:
-
Sinfonía en Sol menor,
Op.6 n°6- Johann Christian BACH (1735-1782)
-
Concierto n°5 para
violín y orquesta en La mayor, K 219 (“Turco”)-
Wolfgang A. MOZART (1756-1791)
-
Sinfonía n°5 en Si
bemol mayor, D.485- Franz SCHUBERT (1797-1828)
La
mencionada agrupación de cámara fue fundada en 1952 y ha visitado la Argentina
en numerosas oportunidades, desde su debut al frente de Sandor Végh en 1989 hasta
la actualidad y siempre invitada por el Mozarteum. Desde 2016 hasta la fecha,
los músicos del conjunto han asumido la dirección titular y artística y, por lo
tanto, trabajan conjuntamente en el armado de las obras y en las decisiones
musicales más sutiles. En la actualidad, los concertinos Gregory Ahss y
Giovanni Guzzo ejercen los roles de solista y director titular de la
agrupación.
Tras
la presentación de la orquesta sobre el escenario del Colón, Giovanni Guzzo
tomó su puesto para brindar una versión exquisita de la mencionada sinfonía de
Johann Christian Bach, representativa del período clásico. Fue compuesta en
1764 en Londres, publicada en Amsterdam en 1770 y es la única de las seis
sinfonías del hijo de Johann Sebastian que está escrita en tono menor. Consta
de tres movimientos (Allegro/ Andante non piú tosto adagio/ Allegro molto)
de características bien definidas. Mientras el Allegro inicial posee
contrastes intensos y es de carácter dramático (se lo considera pionero en la
manifestación Sturm und Drag (Tormenta e impulso)), el segundo
movimiento es mucho más extenso y solemne. La labor de las cuerdas en tonos
medios y graves fue perfecta, al igual que la desarrollada por todo el conjunto
en el potente Allegro molto final, donde existe un diálogo vivaz entre
todos los instrumentos. Una versión caracterizada por la exquisitez y el buen
gusto, que fue coronada por el extensivo aplauso del público.
Mozart
compuso su célebre Concierto en La mayor para violín y orquesta K.219 entre
1773 y 1775, pero aún no se sabe con certeza para quién fue escrito. Se cree
que fue estrenado por Antonio Brunetti, quien era un virtuoso del violín en
aquel entonces. El mote de “Turco” se
debe al contraste en los pasajes del último movimiento con respecto de la música
de dicho país (acentuación exagerada del 2/4 en cuerdas), inspirada en las
bandas militares de jenízaros, denominadas mehterân. Consta de la
clásica estructura en 3 movimientos (Aperto: Allegro- Adagio/ Adagio/ Rondó-
Tempo di Minuetto), donde Giovanni Guzzo ofreció una versión sublime,
versátil, plagada de múltiples matices y sutilezas, que ejecutó con una
precisión matemática. Los solos y cadencias centrales por parte del instrumento
solista sonaron exquisitas y, sobre todo, muy temperamentales, al igual que la
entrada en el Rondó final, con un perfecto acompañamiento por parte de
la orquesta, donde la solista guía de segundos violines Yukiko Tezuka ocupó el
lugar del concertino. Unido esto a un fraseo monumental y una técnica estupenda,
Giovanni Guzzo hizo que el público estallara en aplausos y vítores luego de tan
excelsa interpretación. Dirigiéndose al público en un perfecto castellano,
anunció el bis: la Allamande de la Sonata en Mi menor n°4 para
violín “Fritz Kreisler” de Eugène Ysaÿe -que también solía ejecutar
Alberto Lysy-, donde volvió a deleitar al público con otra interpretación de
jerarquía.
Para
la segunda parte del concierto, se sumaron fagots, cornos, flauta y oboes para
ejecutar la Sinfonía n°5 en Si bemol mayor de Schubert, considerada la
más “vienesa” de todas sus sinfonías. Una obra mucho más íntima, jovial y
luminosa, donde el compositor prescinde de timbales, clarinetes y trompetas. Escrita
en forma de sonata en 1816, consta de 4 movimientos: Allegro/ Andante
con moto/ Menuetto: Allegro molto- trio/ Allegro vivace, donde se percibe
un equilibrio entre las cuerdas y la única flauta desde los primeros compases
del Allegro inicial, causando una innovación armónica para el público de
aquel entonces. El Andante con moto representa otra innovación, donde
Schubert introduce una modulación en Do menor en el tema central a la tonalidad
de Si bemol mayor en la cual está escrita la obra. En la presente versión, los
contrastes anteriormente mencionados fueron ejecutados con un sonido puro,
auténticamente vienés, con perfecto dominio de los tempi merced a la
temperamental dirección de Guzzo desde su puesto de concertino. Lo mismo
sucedió con el Menuetto en el 3° movimiento para desembocar en el Allegro
vivace final con numerosas sutilezas y puntillosidades en la articulación
de los pasajes. Otro estallido de aplausos y vítores tras una ejecución
magistral de esta célebre sinfonía. Naturalmente, no podía faltar un bis: “¡Éljen
a Magyar!” (¡Viva el Húngaro!), polka Op.322 de Johann Strauss (h), que
también fue anunciada por Giovanni Guzzo y que sonó auténticamente gitano.
Una
vez más, el Mozarteum Argentino lo hizo posible. Volvió a ofrecer al público local
una agrupación de jerarquía y un solista que resultó ser un auténtico virtuoso,
resaltando la excelencia a la cual tiene acostumbrado al oyente. En resumidas
palabras: una noche digna del Colón.
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