Una modernidad proyectada…
Por Jaime Torres Gómez
Sin tropiezos ha continuado la temporada de la Sinfónica Nacional en estos
tiempos (¿post?) pandémicos… como de fuertes dificultades económicas más
expectantes definiciones del orden político-institucional…, volviéndose, con
celebrado empuje, a una normalidad de actividades.
Retomando el histórico perfil programático, la actual temporada ha discurrido por
un buen (y realista) equilibrio de obras nuevas con repertorio
tradicional, lográndose una respuesta creciente de público.
De gran impacto constituyó el programa “Sonidos de la modernidad”,
con piezas del Impresionismo musical más
el estreno en Chile del Fachwerk, para Acordeón (Bayán), cuerdas y percusión,
de la notable compositora rusa Sofía Gubaidulina (1927).
El aporte del Impresionismo como género es fundamental y definitivo en la historia
del arte, y puntualmente en el campo musical, junto
al Romanticismo (cronológicamente coincidentes hacia la segunda mitad de este
último), son claves posteriormente a partir de la música del siglo
20, con extraordinarias exploraciones rítmicas, colorísticas y timbrísticas.
Del programa mismo, pertinente haber flanqueado el Fachwerk gubaidulino con
obras significativas del impresionismo como las Gymnopédies N°1, 2 y 3, de Erik
Satié, junto a la Suite N° 2 de “Dafnis y Cloé”, de Maurice Ravel, dándose
debida coherencia de compaginación, contextualizándose inteligentemente la
“modernidad sonora” de marras…
Dirigido por el titular sinfónico, Rodolfo Saglimbeni, con entera autoridad estuvo
en el abordaje de las piezas impresionistas: al inicio con las Gymnopédies N°1 y 2
satiésianas (originales para piano, y luego orquestadas, como alteradas
numéricamente, por Claude Debussy), como al inicio de la segunda parte, con el
estreno de la Gymnopédie N°3, en una excelente orquestación del
mismo Saglimbeni. Y deslumbrante en el “Dafne y Cloé” raveliano (final del
programa), con absoluto dominio de la riqueza armónica y colorística
impresionista en su conjunto, esperándose verle más en este repertorio.
Como obra central -entre las Gymnopédies 1-2 y antes de la 3-, una gran
experiencia con el Fachwerk, obra escrita en 2009 y que sintetiza la estética
musical de la genial Sofía Gubadulina, sin duda, una leyenda viviente…
Muy involucrada en la búsqueda de nuevas sonoridades (con visos cósmicos)
plasmadas en eclécticos recursos composicionales, Fachwerk (traducido del
alemán como “entramado”) no es un concierto convencional con la estructura
concertante solista-orquesta, discurriéndose hacia una suerte de centro de
gravedad del “bayán” (derivación rusa del acordeón y tradicional en la cultura
tártara, con amplio rango en timbres y colores), que actúa como generador de
sonoridades, atrayendo alta correlación de respuestas (resonancias) del orgánico
de cuerdas y percusión. Y de su “trama interna”, no hay mayor exégesis, dejando
al oyente una libre (y suspendida) interpretación de relato…
Deslumbrante entrega del acordeonista vasco Iñaki Alberdi, quien comprendió a
cabalidad las complejidades discursivas y técnicas de la obra, recreando con
maestría las misteriosas atmósferas insertas y con admirable técnica de ejecución.
Inolvidable la desgarradora entrega de la cadenza final, sin duda de los hitos más
impactantes en décadas… Por su parte, notable Gerardo Salazar en el
gimnástico cometido confiado a la percusión, más una certera comprensión del
maestro Saglimbeni en proveer un fusionado marco sonoro del amplio contingente
de cuerdas dispuesto.
En suma, una presentación de importante valor agregado, que justipreció el valor
de modernas sonoridades con insospechadas proyecciones…, y con entregas de