viernes, 21 de marzo de 2025

 


María Belén Rivarola, protagonista de Aída en el segundo elenco para la apertura de Temporada del Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía de Lucía Rivero.


Con "Aída", el Colón inició su Temporada 2025


Teatro Colón

Miércoles 12 de marzo de 2025

Escribe: Graciela Morgenstern


"Aida“, de Giuseppe Verdi

Libreto: Antonio Ghislanzoni

Elenco: María Belén Rivarola, Mairín Rodríguez, Marcelo Puente, Leonardo Lòpez

Linares, Christian Peregrino, Emiliano Bulacios, Monserrat Maldonado y Sergio Spina

. Orquesta Estable del Teatro Colón

Coro Estable del Teatro Colón - Director del Coro: Miguel Martínez

Ballet Estable del Teatro Colón – Director: Julio Bocca

Concepción escénica y diseño de escenografía: Roberto Oswald

Repositor de escenografía: Christian Prego

Coreografía: Lidia Segni

Iluminación: Rubén Conde

Dirección de escena y diseño de vestuario: Aníbal Lápiz

Dirección musical: Marcelo Ayub

 


En una sala desbordante de público y en carácter de celebración por los 100 años de los

Cuerpos Estables del Teatro Colón, subió a escena Aída, de Giuseppe Verdi, una de sus

creaciones más espectaculares y una de las que más veces se ha representado en

nuestro primer coliseo. El Colón ha programado varias funciones con tres elencos

alternativos. Este comentario se refiere al segundo de ellos.

Fue esta una muy buena versión. La concepción escénica original es de autoría de

Roberto Oswald quien junto con Aníbal Lápiz, conformó durante muchos años una dupla

invencible. Esta puesta es una muestra cabal de esto y habla una vez más, de la gran

capacidad creativa del dúo. Repuesta por Christian Prego, la escenografía centra la


escena en torno de una gran esfinge, símbolo de Egipto y todo lo que su cultura

representa, el efecto creado es de una imponente magnificencia. Se suma el suntuoso

vestuario ideado cuidadosamente por Aníbal Lápiz, en el que trajes y tocados lucen tan

grandilocuentes como impecables. El diseño de iluminación de Rubén Conde contribuye

eficazmente a la ambientación y la marcación escénica, también de Lápiz, se ve eficiente

y esmerada, especialmente en el tratamiento de la masa coral y figurantes. Las

coreografías de Lidia Segni son adecuadas también. Los elementos se amalgaman en un

todo de alto impacto que refleja todo lo que se espera del gran equipo de profesionales

que son.

En el plano musical, sobresalió sin duda la Aída de María Belén Rivarola, por su voz de

buen caudal y el refinamiento en el canto. Sus dos arias "Ritorna vincitor" y "O patria mia"

fueron muy aplaudidas y recibió una gran ovación en el saludo final.

Marcelo Puente, debutando el rol de Radamés, actuó con total compromiso y salió airoso

de las dificultades que "Celeste Aida" plantea;. Realizó una muy buena actuación con muy buena

labor en dúos y escenas de conjunto.

Mairín Rodríguez fue una Amneris muy correcta, aunque en algunos momentos las

exigencias de la parte parecieron superar sus medios vocales.

En tanto, fue óptimo el desempeño de Leonardo López Linares encarnando a Amonasro,

en el que una vez más, exhibió todas sus bondades vocales e histrionismo.

De la misma manera, Christian Peregrino en el papel de Ramfis, mostró solvencia vocal y

actoral, así como Emiliano Bulacios, como el Rey de Egipto. En el rol de la Sacerdotisa,

Monserrat Maldonado resultó muy agradable al oído y Sergio Spina fue eficaz en el rol

breve pero ingrato del Mensajero, que requiere resonancia en el extremo grave.

El Coro Estable, bajo las órdenes de Miguel Martínez, respondió con excelencia a los

requerimientos de la obra, que no son pocos, reiterando su alta calidad vocal.

Marcelo Ayub al frente de la Orquesta Estable, fue fiel al estilo verdiano y dirigió con

tiempos precisos, logrando eficaz equilibrio sonoro y temperamento adecuado.

Los cálidos aplausos de un público entusiasta al final de la función, fueron muy

merecidos.

CALIFICACION: MUY BUENO


 Filarmónica con refrescantes aires…


Por Jaime Torres Gómez

Gran expectativa generó la apertura de la temporada de abono de la Filarmónica

de Santiago tras el anuncio de Paolo Bortolameolli como Director Titular

Designado, cargo que asumirá en propiedad a partir del 2026.

Próxima a cumplir 70 años, la Filarmónica ha sido la agrupación eje de las

temporadas de conciertos, ópera y ballet del Teatro Municipal de Santiago,

siendo el perfil de sus titulares, idealmente, experimentados directores de

conciertos y óperas. En el caso de Bortolameolli, conocido básicamente como

exitoso director de conciertos, queda la expectativa de ver sus próximas

contribuciones en ópera, considerando que se le ha visto poco en este género.  

La llegada a la Filarmónica de este prestigioso director nacional (muy bien

formado por David del Pino Klinge, más estudios complementarios en Estados

Unidos) viene precedida de una importante circulación internacional, como a la vez

por sus innovadoras (y a veces riesgosas…) propuestas comunicacionales que no

han dejado indiferentes al público tradicional y nuevas audiencias. Un botón de

muestra ha sido su reciente paso como jurado en el Festival de la Canción de Viña

del Mar, con una exposición que cruzó el umbral esperable de un director del

ámbito docto…

Por otro lado, el actual nivel de la Filarmónica se aprecia muy superior respecto a

los últimos dieciocho años de rendimientos variables, en parte al no haber contado

con titulares de jerarquía, más una dotación aún limitada de músicos estables,

requiriéndose de permanentes refuerzos. De hecho, las últimas temporadas han

sido acotadas en cuanto a cantidad de conciertos (urge retomar el abono de diez

programas, como antaño), como un poco impulso a la difusión de la música de

compositores nacionales. Felizmente, conforme la trayectoria de Bortolameolli, se

avizora una mayor diversificación programática, como bien se reflejó en el criterio

de las obras ofrecidas en la reciente apertura de temporada.

Haciendo gala a la misma historia filarmónica, con décadas aportando a la música

chilena, se reestrenó “Manará, homenaje a Jorge Peña Hen”, de la

joven compositora chilena Florencia Novoa, obra estrenada y presenciada hace

dos años junto a la Sinfónica Nacional Juvenil. Sobre esta inclusión, no se tiene

recuerdo que la Filarmónica haya hecho alguna obra de una mujer compositora

nacional, recibiéndose con total beneplácito, y, subsecuentemente, refrescando el

interés por conocer más del panorama creativo actual de la música de tradición

escrita local. 

Respondiendo a un potente relato a raíz del asesinato a Jorge Peña Hen, y sin

pretensiones efectistas, la obra responde eficientemente a su cometido, servida de

una ecléctica escritura, explotando una amplia gama de texturas y colores, más

una certera empatía evocativa. Quizás, en momentos, hay cierto hermetismo y


pocos contrastes (salvo el tratamiento rítmico al evocar la oscura Caravana de la

Muerte). La entrega de los filarmónicos (primera función) no se percibió con

debida aquilatación, quizás por falta de ensayo.

Como segunda obra, el Primer Concierto para Piano de P.I. Tchaikovsky, un

infaltable de las programaciones de orquestas, y casi diez años ausente en la

Filarmónica. De completo encomio haber contemplado esta magnífica obra e ideal

para atraer a nuevos públicos. Notable el desempeño del pianista macedonio

Simon Trpčeski, debutante en Chile. Con un enfoque de total frescura e

inteligentemente enfatizado en lo lúdico y lejos de toda prosopopeya, Trpčeski

derrochó musicalidad a borbotones servida de una consumada técnica, sacando

máximo partido posible al nuevo Steinway del Municipal, aún con camino por

recorrer (inexplicable su desuso desde julio pasado tras su estreno con el

mismísimo Danill Trofonov…), percibiéndose sin mayor brillo y con algunas

durezas. Gran manejo de las dinámicas y matices más una notable administración

del rubato. La alada batuta de Bortolameolli en total consubstanciación,

obteniendo estupenda respuesta en todo orden de los filarmónicos.

Y como broche de oro, una de las mejores versiones hechas en Chile de la

atrapante Quinta Sinfonía de Dimitri Schostakovitch, largamente ausente en la

Filarmónica, e ideal para motivar la presencia de público tradicional como nuevo.

Bortolameolli conoce a fondo los vericuetos de la obra, logrando un resultado

triunfal de este verdadero auto da fe schostakovitchiano, y no exento de

ambigüedades discursivas (difícil hallar los códigos ocultos plasmados por el gran

Dimitri…). Los filarmónicos, en estado de gracia, adhirieron “con tutti” a las

certeras indicaciones de carácter, dinámicas y tempi. Sin duda, una versión de

antología y de alto impacto en la gran audiencia congregada.

En suma, un inicio de la temporada filarmónica con refrescantes aires de calidad

interpretativa y de certero criterio programático, elementos esenciales para

proyectar una venturosa etapa de Paolo Bortolameolli

 


La Gran Escena del Templo en la imponente presentación visual de Aida, original de Roberto Oswald  en reposición de Anibal Lápiz. Foto: Prensa Teatro Colón, Carlos Villamayor.



AIDA – Función Abono Vespertino 09 de marzo 2025


En función de Abono Vespertino, el Teatro Colon abrió su temporada 2025 con Aida de

Giuseppe Verdi, interpretada por el primero de los tres elencos dispuestos para esta reposición

y que contó con la presencia de cantantes extranjeros en los roles principales.

En el rol de Aida, se presentó la soprano Carmen Giannattasio, ya conocida en el Colon cuando

cantó Desdémona, en Otello, junto a José Cura en 2013. Pese a estar pasando por un doloroso

momento familiar, Giannatassio intervino en esta función en forma muy profesional y sacando

adelante su rol de manera correcta dentro de las circunstancias que atraviesa. Seguramente,

en otras condiciones su lucimiento hubiera sido mejor.

Daniela Barcellona, retornó al Colon para ser Amneris en esta Aida. Buen desempeño vocal y

escénico, matizando sus frases, dando sentido a la palabra y los requerimientos vocales y

actorales de su personaje.

El tenor Martin Mühle fue Radames. Si bien su voz es importante y su registro agudo es de

gran calidad, carece totalmente de sutileza en su canto por lo que resulta inexpresivo y hasta

monótono; sobre todo en la II escena del acto IV, donde las circunstancias del momento

argumental requieren (y Verdi o pide), menos volumen y más expresión.

El barítono Youngjun Park como Amnoasro, hizo un muy buen debut en nuestro teatro. Una

voz importante, contundente y expresiva.

Otra muy buena interpretación fue la del bajo Simon Lim. Una voz importante y rica en

matices, que pudo mostrarla en un rol que no es de gran lucimiento para los cantantes de su

cuerda y que sin embargo, lo hizo sobresalir entre el elenco.

Diego Bento como El Mensajero y Marina Silva como Sacerdotisa cumplieron con sobrada

calidad sus pequeños roles.

No todo fue muy feliz con la Orquesta Estable y el Maestro Stefano Ranzani al frente. Hubo

desajustes en algunos momentos con los cantantes, y las trompetas, en La Marcha Triunfal

tuvieron alguna imprecisión. Seguramente eso se irá corrigiendo en el devenir de las

funciones.

La vieja puesta de Roberto Oswald lució una vez más demostrándonos que el argumento de

Aida transcurre en Egipto en la época de los faraones. Eso solo, es desde ya una novedad y

gracias a la dirección escénica de Aníbal Lápiz, quien vio esta ópera por primera vez, puede irse

del Teatro Colon con la tranquilidad de haber entendido la trama argumental de la opera Aida,

de Giuseppe Verdi.


                                                                                            Roberto Falcone

jueves, 6 de marzo de 2025

 Estupendo concierto de apertura de la Sinfónica Nacional en el Palacio Sarmiento


LOS MEJORES, CON MAESTRÍA Y CRITERIO


Martha CORA ELISEHT


Ha comenzado un nuevo año y, por ende, un nuevo ciclo de conciertos de la

Orquesta Sinfónica Nacional. La distinguida agrupación inauguró su temporada 2025 el

pasado viernes 28 de Febrero de la mano de su principal director invitado -Emmanuel

Siffert- en el Auditorio Nacional del Palacio Domingo Faustino Sarmiento, donde

participó en calidad de solista el cuarteto de trombones VIENTO SUR integrado por

Carlos Ovejero, Pablo Fenoglio, Enrique Schneebelli y Jorge Urani para interpretar el

siguiente programa:

- Concierto par cuarteto de trombones y orquesta- Gerardo GARDELIN (1965)

- Sinfonía n°2 en Mi bemol mayor, Op.63 (en memoria de HM Eduardo VII)- Sir

Edward ELGAR (1857-1934)

Con un orgánico prácticamente completo, la orquesta realizó su presentación sobre

el escenario para la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino

Gustavo Mulé tras lo cual, los solistas y el director hicieron su presentación sobre el

escenario. El mencionado cuarteto de trombones se formó en 2002 y sus integrantes se

desempeñan como solistas de dicho instrumento en las principales orquestas del país:

Carlos Ovejero y Pablo Fenoglio, como trombones tenor en la Sinfónica Nacional y

Estable del Teatro Colón y, en el caso de Enrique Schneebelli y Jorge Urani, como

trombones bajo en la Estable del Colón y Sinfónica de Córdoba respectivamente. Se

caracteriza por presentar un estilo innovador y un sonido versátil, compacto,

contundente y muy bien equilibrado. Realiza numerosas giras internacionales y ha

participado en los principales festivales para dicho instrumento en Estados Unidos (Salt

Lake City en Utah, Fort Myer en Virginia y Austin y Lubbock en Texas, entre otras

ciudades), en Brasil (Segundo Festival “Carlos Gomes”, Campinas) desde 2008 hasta la

fecha y en Argentina, en el Festival Trombonanza, que se organiza todos los años en la

ciudad de Santa Fe. También han realizado numerosas giras por el interior del país,

donde actuaron junto a las Orquestas Sinfónicas de Córdoba, de Santa Fe, de Rosario y

Orquesta de la Universidad Nacional de Tucumán. Asimismo, han ofrecido numerosas

clases magistrales en las universidades más importantes de Estados Unidos desde ese

mismo año y grabaron dos discos: Del sur y otros aires (2008) y Tango (2010) con

obras para cuarteto de trombones de diversos compositores argentinos (Gerardo

Gardelin y Gerardo Schiavon) y otros autores como Jan Koetsier, Irvin Wagner y

Duvensky.

Precisamente, el Concierto para cuarteto de trombones y orquesta de Gardelín fue

estrenado por VIENTO SUR junto a la Orquesta Sinfónica de Oklahoma en Stillwater

(Minnesota, Estados Unidos) en 2017 e interpretado por primera vez en el país junto a

la Orquesta Sinfónica de Santa Fe en 2019. Posee tres movimientos y se inicia con un

Allegro in tempo di malambo a cargo del cuarteto solista en diálogo con la orquesta,


caracterizado por muy buenos contrapuntos entre el cuarteto de trombones con los

metales, percusión y maderas. Asimismo, el diálogo entre los trombones tenores y bajos

fue de una perfección absoluta, donde Pablo Fenoglio llevó la voz cantante seguido por

Enrique Schneebelli, seguido de un muy buen solo de Carlos Ovejero en contrapunto

con Schneebelli y Urani. A continuación, un cantábile en cuerdas anuncia el segundo

tema antes del solo de trombón bajo -magnífico desempeño de Jorge Urani- seguido por

el resto del cuarteto hasta recapitular en el malambo inicial, que cierra con un poderoso

tutti orquestal. El segundo movimiento (Andante cantábile) abre con una balada a cargo

del trombón tenor seguido por el resto y, posteriormente, por la orquesta con una

melodía de fuerte impronta romántica -de hecho, remeda al 3° movimiento de la

Sinfonía n°2 de Rachmaninov- cuyo desarrollo va in crescendo con el cuarteto y la

orquesta. Cada uno de los trombonistas se lució en sus respectivos solos y en la fuga

final, para dar fin con otro tutti orquestal de manera abrupta. En cambio, en el

movimiento final (Allegro enérgico) abre la orquesta y luego, el cuarteto de trombones

se acopla desarrollando una serie de variaciones sobre el tema principal, de carácter

dramático, que alterna con un segundo tema (Lento) que brinda cierto clima de misterio,

tomado con gran brillo por el cuarteto solista. Una magnífica interpretación donde el

sonido y la maestría fueron lo primordial hasta tal punto, que el Auditorio Nacional

estalló en aplausos y vítores luego de la misma, hecho que motivó a los solistas a

ofrecer un bis: un inusual arreglo para cuarteto de trombones de la tradicional zamba

Paisaje de Catamarca, de Rodolfo “Polo” Giménez, que sonó brillante (hasta tal punto,

que daban ganas de cantarla). Los músicos se retiraron sumamente aplaudidos tras este

nuevo logro.

La obra de fondo elegida para esta ocasión fue la Sinfonía n°2 en Mi bemol mayor,

Op.63 de Elgar, compuesta entre 1909 y 1911 y dedicada al rey Eduardo VII de

Inglaterra. Su estreno se produjo en el Festival Musical de Londres en 1911 con el

compositor al podio, quien la definió como “el apasionado peregrinaje del alma”.

Prueba de ello es su poderosa orquestación -requiere de un orgánico prácticamente

completo que lleva cuerdas, maderas por 3, metales por 3, tuba, clarinete en Mi bemol,

2 clarinetes en si bemol y clarinete bajo, corno inglés, contrafagot, 2 arpas y abundante

percusión- y los diferentes motivos que aparecen en los 4 movimientos en los cuales se

divide la obra (Allegro vivace e nobilmente/ Larghetto/ Rondo/ Moderato e maestoso).

El Allegro vivace e nobilmente inicial se inicia con intervalos amplios en las cuerdas y

maderas altas, sujeto a fluctuaciones métricas asombrosas, que le dan mucha

expresividad y pasión (“tremendous in energy”), según palabras de su propio autor. Le

sigue un bellísimo tema lírico a cargo de las arpas seguido de un largo episodio

espectral a cargo de los trombones y la tuba, que Elgar definió como “una especie de

influencia maligna deambulando por el jardín en la noche de verano” dado por el

“motivo fantasma” en los violines. Mediante una serie de capitulaciones y

elaboraciones complejas, el movimiento más largo de la obra -dura alrededor de 17

minutos- culmina con una coda con final virtuoso. El 2° movimiento (Larghetto) es una

marcha fúnebre de carácter elegíaco de gran belleza tonal debido a la muerte del

monarca en 1910. El Rondó del 3° movimiento hace las veces de scherzo y estuvo muy

bien logrado por los integrantes de la orquesta merced a la magistral dirección de

Emmanuel Siffert, quien se lució por su marcación, empaste y dominio de tempi para

culmina con un final brillante. El movimiento final (Moderato e maestoso) es tan o más


elaborado que el inicial, escrito en forma de sonata donde se intercalan tres melodías, de

las cuales, una alude a Hans Richter, quien fuera promotor de la música de Elgar. A

pesar de poseer un desarrollo brillante, el final culmina en pianissimo, que se va

esfumando lentamente hasta que la melodía desaparece. La versión ofrecida por la

Sinfónica Nacional fue estupenda, con un gran logro de todos los matices desplegados

en esta sinfonía de modo solemne, brillante y, al mismo tiempo, dramático. Los grupos

de instrumentos principales se destacaron en su conjunto, a modo de solistas. No es una

obra que se interprete muy a menudo – de hecho, se interpretó en el Colón el año pasado

por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires bajo la dirección de Wolfgang Wengeroth-

y la orquesta brindó una excelente versión merced al profesionalismo de sus integrantes.

El Auditorio Nacional se puso de pie al finalizar el concierto, donde tanto el director

como los músicos fueron intensamente aplaudidos.

Cada vez que Emmanuel Siffert dirige a la Sinfónica Nacional se establece un

romance que se traduce en versiones caracterizadas por su brillo, fuste y enjundia.

Prueba de ello fueron las magistrales interpretaciones de Vida de Héroe de Richard

Strauss y el War Requiem de Benjamin Britten ofrecidas el año pasado y el concierto

inaugural de la presente temporada continúa en la misma línea. Sería ideal su

designación como director estable de la mejor orquesta sinfónica del país, ya que ha

dado pruebas de sobra para merecerlo.

jueves, 27 de febrero de 2025

 



Muy buen concierto con obras de Nicolás Sorin en el Auditorio Nacional


TRAS LAS HUELLAS DE NANSEN Y AMUNDSEN


Martha CORA ELISEHT


Nacido en Buenos Aires en 1979, Nicolás Sorin es un talentoso pianista,

arreglador y compositor argentino radicado en Estados Unidos. Se perfeccionó en el

Berklee College of Music con Bob Brookmeyer, María Schneider y Vuk Kulenovic. Sus

arreglos y composiciones han sido interpretados por orquestas sinfónicas de gran

prestigio tales como la London Session Orchestra, la Sinfónica de México y la

Sinfónica Nacional de Argentina. Ha ganado el premio Clarín y tres Premios Cóndor

por bandas de sonido y música de películas, así como también recibió 4 nominaciones al

Grammy Latino como productor. También tuvo a su cargo la dirección orquestal de su

suite ARGENTUM – compuesta junto con Gustavo Mozzi y Nicolás Guerschberg-

durante la cumbre del G20 en 2018 en el Teatro Colón y dirigió a la Orquesta Sinfónica

Nacional en el estreno de su Sinfonía Antártica en el Auditorio Nacional del Centro

Cultural Kirchner – actual Palacio Libertad- en 2019. Precisamente, el pasado sábado 22

del corriente en ese mismo escenario tuvo lugar un concierto con obras de su autoría

denominado “SINFONÍA BIPOLAR”, donde dirigió una orquesta integrada por

instrumentos de cuerdas, percusión y piano para interpretar el siguiente programa:

- Sinfonía Ártica (estreno)

- Sinfonía Antártica

Para componer sus obras, Sorin viajó en 2013 a la Antártida y en 2024, a Laponia.

Si bien no llegó al Polo Norte, el hecho de haber estado en las regiones más

septentrional y meridional del planeta no sólo sirvió como fuente de inspiración, sino

también, de creación artística. Así lo manifiesta el autor:

“No hay lugar donde puedas estar más solo y te puedas conocer más a vos mismo

que en los polos geográficos. La Naturaleza es la mejor fuente de inspiración, pero

también es súper sanadora y terapéutica para uno mismo.”

El espectáculo contó con proyección de video de los viajes hacia ambas regiones del

propio compositor y material fotográfico de Marcelo Gurruchaga. Asimismo, coincidió

con la inauguración de la exhibición fotográfica Antártida: belleza que se derrite.

Aurora, que puede apreciarse en el 6° piso del Centro Cultural Palacio Domingo

Faustino Sarmiento. Contó con una orquesta formada por prestigiosos músicos

pertenecientes a las orquestas Sinfónica Nacional, Nacional de Música Argentina “Juan

de Dios Filiberto” y Libertador Gral. San Martín e integrada por instrumentos de

cuerda, percusión y piano con presencia del compositor en el podio.

Ambas obras poseen la estructura de una sinfonía, pero están escritas como poemas

sinfónicos en estilo minimalista/ simplista, de línea melódica tonal. En el caso de la

Sinfonía Ártica, posee tres movimientos cuyos nombres están escritos en finlandés:

Auringonnousu (Amanecer), Talvi (Invierno) y Auringonlasku (Atardecer). La apertura


del 1° movimiento (Adagio) está a cargo de las violas, seguida posteriormente por

cellos, contrabajos, primeros y segundos violines y va paulatinamente in crescendo

hasta lograr un clímax. Posee reminiscencias del Adagietto de la 5° sinfonía de Mahler,

mientras que el 2° movimiento abre con una melodía netamente romántica interpretada

por un solo de piano, que describe la soledad del paisaje lapón en invierno.

Posteriormente, las cuerdas desarrollan el tema, que termina con un anota en suspenso.

El último movimiento (Adagio. Lento) describe la belleza de la aurora boreal mediante

la introducción de las violas en ostinato y un solo de violoncello tomado posteriormente

por el resto de las cuerdas en una melodía de gran belleza, sostenida por golpes suaves

de timbal. Culmina con una coda brillante, con expansión del tema principal hasta la

interjección de una pequeña disonancia que contrasta con la melodía principal,

introducid por las cuerdas y sostenida por el piano. Ante un Auditorio Nacional

atiborrado de público, la obra fue sumamente aplaudida tras su interpretación.

A diferencia de su homónima de Vaughan Williams, la Sinfonía Antártica de Sorin

es un poema sinfónico de dos movimientos: Base Carlini y Base Esperanza. Se inicia

con una melodía lenta, romántica, interpretada por el piano y, posteriormente, seguida

por violas, cellos y contrabajos en pizzicato, que narra la magnitud y el paisaje del

continente blanco. A medida que se desarrolla in crescendo, el segundo tema es un

canon a 4 voces en cuerdas, mientras el piano marca la melodía, apoyado sobre golpes

de triángulo, platillos y percusión. La melodía simula el vuelo de petreles y albatros

mediante un trémolo en cuerdas para cerrar con el tema inicial en diminuendo luego de

un poderoso tutti orquestal. En cambio, Base Esperanza es un allegretto que abre con

un stacatto en tono menor en cuerdas, con pizzicato en violines y violoncellos mientras

las violas y los contrabajos lo desarrollan en continuo. Posteriormente, los cellos y

contrabajos interpretan un cantabile en contrapunto con los violines mientras las violas

ejecutan el tema principal. Luego de un canon a 4 voces en cuerdas, la melodía prosigue

con un tutti para cerrar el movimiento con una fuga interpretada por las cuerdas en

cascada. El público volvió a dar su aprobación y buena parte del Auditorio Nacional se

puso de pie luego de su interpretación.

No sólo es muy bueno incluir obras inéditas de compositores argentinos en un

concierto- en este caso, un estreno mundial-, sino también, convocar a un músico

vernáculo de fama internacional para apreciar sus obras. Si bien no ha logrado la hazaña

del FRAM – el barco que navegó por ambos polos-, un compositor argentino fue capaz

de seguir las huellas del alférez Sobral, Frithof Nansen, Roald Amundsen y todos

aquellos exploradores de las regiones polares a través de la música. Un arte que no

reconoce fronteras y que llega hasta las regiones más inhóspitas del planeta.

domingo, 23 de febrero de 2025

 


El imponente marco de público que presentó anoche, 22/02/25 el Teatro Colón de Mar del Plata para el concierto del cierre del ciclo de verano 2025 de la Orquesta Sinfónica Municipal de General Pueyrredón (Mar del Plata). Fotografía enviada por el autor del artículo.


Último Concierto del Ciclo de Verano de la Orquesta Sinfónica

Municipal de Mar del Plata

.Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata

.Director: Maestro Guillermo Becerra

.Teatro Municipal Colón, Mar del Plata, 22 de febrero, hora 21.

En su último concierto del ciclo de verano la Orquesta Sinfónica

Municipal concluyó un interesante ciclo musical.

El programa comenzó con la Fantasía opus 6 de Nikolái Rimsky

Korsakov (1844-1908) rica obra compuesta sobre temas serbios. En el

lenguaje del color orquestal –motivos que pasan de un instrumento a otro-

encontramos cambios rítmicos, que predominan sobre el elemento melódico.

Opus por demás interesante, es muy poco frecuente en las salas de concierto.

En segundo término, fueron interpretados los valses Voces de

Primavera, El bello Danubio Azul y la Marcha Radetzky, de Johann Strauss

(1825-1899) muy a tono con un programa de verano. Son muchas las

inflexiones, los ralentandos y las gradaciones dinámicas que este género

demanda y que pueden pasar inadvertidos ante la belleza de las melodías.

Como fue posible apreciar, no todas esas demandas son sencillas de plasmar.

El bello Danubio… fue el más logrado, así como la vibrante marcha que cerró

la sección.

En la parte final del programa fue interpretada la Sinfonía nro. 9, opus

95, “Del Nuevo Mundo” de Antonin Dvorak (1841-1904).

Son conocidas las circunstancias en que fue gestada en 1893: la

invitación a Dvorak por parte de Jeannete Thurber, una mujer acaudalada,

amante de las artes, que había fundado en 1883 el Conservatorio de Nueva

York, para llevar a cabo una actividad musical en Estados Unidos.

El marco de fascinación y descubrimiento de un ámbito rico y

estimulante musicalmente, el desahogo económico y una intensa actividad

como director de conciertos fue la atmósfera en la que escribió una obra donde

se alternan la nostalgia así como el anhelo de utilizar nuevos ritmos en algo

diferente que es, en su esencia, una sinfonía eslava en la cual utiliza, a su vez,

materiales preexistentes.

El ejemplo más conocido es el solo de corno inglés –interpretado de

manera excelente- que, luego de una introducción, desarrolla una bellísima

melodía evocativa del spiritual Swing Low, Swing Charriot (Ven amado carro).

Inicialmente pensado por el compositor para clarinete, consideró a la voz del

corno inglés más apropiada para esta melodía en escala pentatónica. El

Maestro Lanci se refirió a dicho spiritual en su programa dedicado al género en

la invalorable serie de programa de Un viaje al Interior de la Música. El uso de

elementos de materiales autóctonos sigue a lo largo del movimiento y se vale

también de un material que había pensado para una ópera que no llegó a

escribir y que utilizó para concebir el largo e inspirar el Scherzo posterior.

No es fácil determinar la forma musical, que pareciera responder a una

sucesión de motivos antes que a una forma sonata. Lo señalo para ubicar el

pasaje, luego de la segunda intervención del corno inglés, que comienza con

un pasaje de flauta cual la orquesta hizo un accelerando en el tempo diferente

al de otras interpretaciones que contribuyó a disipar el tono melancólico del

movimiento.


Como también sucede con el último movimiento de la octava sinfonía de

Dvorak, es difícil decir si el movimiento final es un tema con variaciones, que

alterna, como elemento de referencia, el motivo inicial del primer movimiento

–que le da unidad a la obra- o si se afilia a otra forma musical.

En síntesis, tuvimos una versión lograda de uno de los opus más

entrañables del género sinfónico, con una orquesta muy homogénea y con la

intensidad en los metales que la obra demanda, así como la ductilidad en la

cuerda y la dulzura de los pasajes en las maderas.

En su actual conformación, la orquesta demostró que no se limita a

cumplir con un cronograma y llevar adelante un ciclo sino que las obras son

abordadas muy seriamente y con un gran trabajo.

Es de esperar que en el próximo ciclo invernal pueda contarse con

solistas cuya convocatoria sea factible concretar en un medio donde se

destacan tanto valores jóvenes (como Emiliano Rivarola, Martín Schuster o

Leonardo Chacón Oribe, Ciro Rolón, por nombrar algunos) como otros músicos

experimentados.

Coda

No puedo cerrar el comentario sin citar las palabras del último posteo de

la orquesta en las redes: “Logramos sostener una programación digna y de

calidad a pesar de tener presupuesto CERO para alquiler de partituras o

contratación de solistas invitados. Y logramos HACER MÚSICA a pesar de que

aún nos falta el 30% de los músicos mínimos necesarios para poder sonar.

Y cuando hablo en primera persona del plural, hablo de nosotros, los músicos y

de ustedes, nuestro amadísimo público. Porque cada butaca ocupada y cada

aplauso propinado fue un aliciente para seguir adelante y darles lo mejor de

nosotros.

Quizás el milagro de esta orquesta resida ahí, en sus músicos y en su

público y en el AMOR POR LA MÚSICA que nos tenemos”.


Eduardo Balestena


El Maestro Jordi Mora, Factotum del Campus Musical Santa María de la Armonía desde hace 34 años. Fotografía del autor del presente artículo.


Conversaciones con Jordi Mora

Entre el 5 y el 11 de febrero de 2025 tuvo lugar la 34 ta. Edición del

Campus Musical de Santa María de La Armonía.

Director de orquesta, educador, director de organismos como la Müncher

Camerata, la Orquesta Sinfónica del Valles, la de Grecia, la Bruckner Akademie de

Munich, entre otras experiencias, como la de la Orquesta del Líbano, Jordi Mora

viene desde 1991 a dirigir en Campus de la Armonía. Es dice, una experiencia

diferente a las que vive otros países.

Este año hubo numerosos participantes, de la Argentina, de Brasil, de los

alumnos del Proyecto Creciendo en Armonía.

Es el trabajo de las servidoras de la Fundaciüon Cultural Argentina la que

hace posible que tanto el Campos como el Proyecto Creciendo en Armonía sean

posibles.


Un proceso de ida y vuelta

En la pausa del extenso concierto final el maestro se hace un tiempo para

que hagamos una entrevista en la casa que ocupa en La Armonía cuando viene a

dar los campus.

Una vez más tenemos la oportunidad de dialogar y en un momento le

pregunto por aquel Jordi que en 1991 hizo su primera experiencia en el campus y

el de 34 años más tarde, cuando los alumnos de hoy lo son a su vez de una

anteror generación de músicos que también fueron sus alumnos.

Se siente enriquecido por la experiencia: él brinda la suya pero se nutre de

la de los demás y recuerda a aquel que, nervioso ante la primera conferencia

sobre la fenomenología musical que debía pronunciar hace 34 anos se aventuró al

desafío.

No le he confesado que en el último comentario que hice sobre nuestra

sinfónica le robé una frase: “si no nos lanzamos a hacer aquello que parece

imposible nunca sabremos que somos capaces”. La charla es tan intensa que lo

que tengo para decirle no es importante y sí lo es todo lo que tengo por escuchar.

El músico experimentado se nutre de los alumnos: ellos traen su talento, su

amor a la música, el hambre de aprender y eso nutre a alguien que aunque haya

hecho mucho siempre sentirá que tine mucho más por hacer.


Todo menos lo esencial

Hay al menos tres momentos del campus: el trabajo sobre las obras que

traen los alumnos; las conferencias diarias y el concierto final donde todo ese

proceso luce y se ven los frutos. La sensación que sobreviene cuando termina es

única y lo sintetiza todo.

En esos días, confluyen tanto alumnos avanzados como profesionales muy

formados en la música, que integran distintos organismos. Es soprendente, dice,

el giro que pueden hacer luego de solo unos días de trabajo.

La música hace que un momento sea único, que la obra vaya revelando

todo aquello que contiene y nosotros podamos descubrirlo. Así, partitura en mano,

el maestro sigue la interpretación de los participantes y hace notar aquellos

aspectos referentes a lo musical: la función de cada elemento, que conduce a un

clímax o a otro elemento y la importancia de conocer formalmente la obra para

luego aportarle esa luz que es la del propio intérprete. Descubrimos las

particularidades de cada lenguaje, sus exigencias y al mismo tiempo que todos

tienen la misma esencia. La música es como el habla oral: tiene su sentido e

inflexiones, sus frases y cadencias y también contiene un mensaje.

Es recurrente la famosa frase de Gustav Mahler: “En la partitura está todo

menos lo esencial”: el respeto a la intención del compositor es acaso lo más

importante, pero se revela a partir de aquello que quien lo interpeta es capaz de

descifrar y sentír.

Cuenta algunas de sus experiencias en El Sistema venezolano, cuando el

maestro Abreu, que lo fundó, encomendaba tareas que parecían imposibles pero

que él sabía que no lo eran. De pronto, recuerda, faltaba un director y Abreu le dijo

a Dudamel, ubicado en el cuarto atril de los primeros violines que dirigiera. El

famoso director tenía entonces 14 años. Cuenta que en 1992 fue invitado a dirigir

allí y que había preparado prolijamente la Cuarta Sinfonía de Brahms pero que al

llegar la orquesta le dijo que debía hacer una gira próximamente y que las obras

que les deba para elegir eran: La quinta sinfonía de Tchaicovsky; la quinta de

Shostacovich o la Consagación de la Pirmavera, ninguna de las cuales había

dirigido previamente. Luego de la primra gran impresión, eligio la quinta de

Thaicovsky, que le pareció la más afín a lo que venía haciendo. La orquesta

accedió pero le dijeron que los músicos querían conocerlo y que ensayara un

movimiento de la 5ta. de Shostacovich. “Tengo que ir al baño”, dijo él para ganar

tiempo y poder leer allí al menos los primeros 30 compases del tercer movimiento.

La orquesta quedó encantada: literalmente según el método Abreu, lo habían


arrojado a la pileta y el había podido nadar por la parte más profunda hasta llegar

al otro lado y descubrir su propia habilidad para encarar una obra tan compleja

como esa.

Las anécdotas son muchas y alternan con las frases que cita de Sergiu

Celibidache, su maestro.

Al principio uno se siente intimidado ante su experiencia, su dominio

absoluto de las partituras y su formación filosófica, solo para descubrir, al cabo del

tiempo a alguien tan ocurrente como amable, capaz de matizar sus exposiciones

con salidas inesperadas y abrirse a la experiencia de lo que pueden aportarle los

demás.


Instantes únicos

Todo confluye: los alumnos cada uno con su obra; el lugar; la escucha; el

descubrimiento. La música no es un proceso en el cual dada la acción a sucede el

efecto b, sino una experiencia indefinible y siempre renovada.

Alguna vez conversamos con el maestro Lanci acerca de la idea de

Stravinsky de que la música es incapaz, por sí misma, de representar nada. La

música no es un arte de representación sino una finalidad en sí misma, parece tan

innegable como el hecho de que produce en nosotros sensaciones y si no vienen

de la música ¿entonces de donde vienen? Parece un enigma tan imposible de

resolver sobre aquel otro que plantea el maestro Mora: hay una esencia en las

cosas que permanece invariable: la forma músical se reduce a un proceso de

presentar elementos que cambian, que son expresados en momentos de tensión y

distensión, de clímax y de calma y esto es presentado de distintas maneras por

todos los lenguajes, pero al mismo tiempo, todo cambia, como en la metáfora de

Heráclito: "ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el

hombre ni el agua serán los mismos";. No parece haber una respuesta definitiva

En una sala de conciertos, en la casa grande de La Armonía luego de cada

clase o de cada concierto es posible sentir que la música es algo profundo,

indefinible, que nos produce sensaciones sin las cuales la vida no sería la misma y

que eso sucede en un instante donde algo brilla, tanto en ese momento como en

el recuerdo de ese momento.


Una puerta de acceso


Las musas, hijas de Zeus, nos dice Susana María García en su libro Qué

hay en el lenguaje, son de naturaleza divina y poseían el don de la profecía, la

inspiración y la omnisciencia. De allí derivan museo y música. La imagen que nos

da el mito, dice García, no es la imagen de la cosa sino la cosa misma. El mensaje

de la música, entonces, es la misma música: ese orden mágico al cual podemos

acceder, siempre parcialmente porque es inagotable.

De este modo, la música es relativa al don de la omnisciencia y de la

imspiración, por eso es capaz de ir a través del dolor y producir felicidad o

atravesar la oscuridad y producir luz.

Cada año tenemos eso en la mágica confluencia en que las cosas se

organizan y dan por resultado una experiencia tan llena de felicidad como de

inetrrogantes, porque la música es un proceso inacabable y eso es lo que

decubrimos al asomarnos, por vía de alguien que la conoce profundamente.


Eduardo Balestena

sábado, 22 de febrero de 2025

 

LA VUELTA AL RUEDO

 

Usina del Arte de Buenos Aires, Ciclo de Verano 2025. Presentación de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Javier Mas. Programa: Obras de Saint-Saëns y Dvorak . 21 de Febrero de 2025.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO

 

  Ante un auditorio principal virtualmente colmado, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dio el puntapié inicial para una extensa temporada 2025 llena de compromisos musicales. Lo hizo bajo la conducción de Javier Mas, titular de la Sinfónica de Rosario, uno de los directores que mayor proyección ha alcanzado en los últimos años.

 

  El concierto se inició con una muy buena interpretación de Phaeton de Camille Saint-Saëns.  Compuesto en 1873, describe en música la tragedia de este hijo de Helios, el que quiso conducir el carro del sol finalmente cedido por su padre. El vértigo, los impulsos y  la tragedia, magníficamente expuestos aquí por el gran compositor galo, fueron resaltados por la orquesta a partir de la firme conducción del maestro Mas y el notable desempeño de todos los sectores del conjunto. Sonido brillante, perfectamente acoplado a la acústica del auditorio, logró enfervorizar al público quien respondió con una cerrada ovación a la interpretación efectuada.

 

  A continuación y siguiendo con la música del gran maestro francés, Mas y la Orquesta ofrecieron una muy colorida interpretación de la célebre “Danza Macabra” en donde descolló en sus solos el Concertino, Xavier Inchausti, uno de los percusionistas, quién fue muy buen interprete del xilofón y los vientos, con muy buenas participaciones de Nestor Garrote en Oboe y Claudio Barile en flauta.

 

 Finalmente escuchamos una muy prolija versión de la Sinfonía Nº 8 en Sol mayor, Op. 88 de Antonin Dvorak en una interpretación intensa, por momentos vibrante y en donde se vio la pericia de Javier Mas para la conducción. Pequeñas imperfecciones en metales, en nada disminuyen la calidad del producto ofrecido. Pasajes notables, momentos de brillo, revelan que hubo un trabajo serio por parte de todos y que se tradujo en cuatro salidas al escenario para que el Director retribuya el saludo del público. Noche gratificante para el reencuentro y para olvidar por un momento el calor soporífero que azota a Buenos Aires en estos días.

 

Donato Decina

miércoles, 19 de febrero de 2025



Sin dudas de que el Maestro Evelino Pido ha sido la figura central en este concierto de inicio de festejo del Centenario de los Cuerpos Estables del Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón. Fotografía de Juanjo Bruzza.


Magistral dirección de Evelino Pidó en el centenario de la Orquesta Estable


CON LA POMPA Y SUNTUOSIDAD DEL CENTENARIO

Martha CORA ELISEHT


Han pasado 100 años desde la creación de la Comisión Administradora del

Teatro Colón creada por decreto del Intendente de la Ciudad de Buenos Aires Carlos M.

Noel en 1924, cuyo objetivo era intervenir en todo lo relativo al mantenimiento, cuidado

y conservación del Teatro Colón. En aquel entonces, la Comisión quedó constituida por

el Presidente de la Comisión Nacional de Bellas Artes, el Director del Conservatorio

Nacional de Música y dos compositores, quienes debieron designar un administrador y

un director artístico. Posteriormente y, durante el transcurso de ese mismo año, la

Comisión integrada por Martín Noel, Emilio Ravignani, Alberto Malaver, Carlos López

Buchardo, Floro Ugarte y Cirilo Grassi Díaz adoptó las medidas destinadas a la

institucionalización de la Orquesta, Coro y Cuerpo de Baile Estables. Finalmente, por

resolución del 31 de Marzo de 1925 firmada por el Presidente de la Nación Dr. Marcelo

T. de Alvear y el Intendente Carlos M. Noel quedaron definitivamente creados los

Cuerpos Estables del Teatro Colón.

El debut de la Orquesta Estable se produjo el 25 de Mayo de 1925 -coincidente

con el 17° aniversario del Teatro- durante una representación de la ópera THAÏS de Jules

Massenet bajo la dirección de Arturo Luzzatti, con participación de Ninon Vallin y

Marcelo Urizar en los roles protagónicos. Desde entonces, ha sido dirigida por batutas

muy prestigiosas de todos los tiempos de la talla de Tulio Serafín, Arturo Toscanini,

Erich Kleiber y Wilhelm Furtwängler -tan sólo por mencionar algunos- y compositores

como Camille Saint- Saëns, Richard Strauss, Igor Stravinsky, Héctor Panizza, Ottorino

Respighi y Pietro Mascagni, tanto en ópera como ballet y conciertos sinfónicos.

Para conmemorar el centenario de la Orquesta Estable, el Teatro Colón organizó

un concierto sinfónico el pasado martes 18 del corriente bajo la dirección musical de

Evelino Pidó, donde se interpretó el siguiente repertorio:

- Sinfonía n°9 en Do mayor, D.944 (“La Grande”)- Franz P. SCHUBERT (1797-

1828)

- Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)


Ante una sala colmada de público, la orquesta ofreció una de las mejores y más

brillantes versiones de la mencionada sinfonía de Schubert, compuesta entre 1825 y

1826 y denominada “La Grande” no sólo para diferenciarla de su homónima en Do

mayor (“La Pequeña”), sino también por su extensión -dura alrededor de 60 minutos- y

la complejidad en su orquestación. Debido a que Schubert no podía costear su

representación, envió una carta a la Sociedad de Amigos de la Música de Viena junto

con una dedicatoria. En respuesta, la Sociedad le hizo un pequeño pago y le encargó una

copia de las partes orquestales. Sin embargo, no pudo ser estrenada en vida del


compositor debido a su complejidad, que era inusual para la época. Afortunadamente,

Robert Schumann encontró la partitura original de La Grande junto a otras obras

inéditas en casa de Ferdinand Schubert -hermano del compositor- en 1839. Su estreno

tuvo lugar en Marzo de ese mismo año por la legendaria Orquesta de la Gewandhaus de

Leipzig bajo la dirección de Félix Mendelssohn, pero recién se editó en 1850 y a partir

de ese año se incorporó al repertorio de las orquestas más importantes de Europa.

Consta de 4 movimientos: Andante. Allegro ma non troppo (Do mayor, 2/2) /Andante

con moto (La menor, 2/4) / Scherzo. Allegro vivace (Do mayor). Trío (La mayor, ¾) y

Finale: Allegro vivace (Do mayor, 2/4). El Andante inicial es un tema que cuenta con su

propia introducción, desarrollo y coda en miniatura antes del Allegro ma non troppo

central, portentoso e implacable desde el punto de vista rítmico, que reaparece triunfal

en la coda final. El oboe presenta el tema principal del Andante -magistral

interpretación de Rubén Albornoz-, caracterizado por sus ritmos con puntillo y con una

escritura calma para las trompas -excelentes Gerardo Rosón y Melgarejo al respecto-. El

Scherzo con trío sonó sublime y brillante, con ribetes marcadamente beethovenianos

para desembocar en un excelso Allegro vivace final, donde el maestro italiano marcó su

total correspondencia y romance con la orquesta merced a su impecable marcación. (No

por nada, la Estable lo honró en 2023, entregándole la batuta que utilizó Arturo

Toscanini durante su última visita al Colón para dirigir el Intermezzo de CAVALLERÍA

RUSTICANA, durante el recital de Vittorio Grigolo). Tras tan impecable dirección, el

Colón se vino abajo en un estallido de aplausos y vítores. Una de las pocas veces donde

el auditorio se puso unánimemente de pie en estos últimos años.

La celebérrima Sinfonía n°7 en La mayor, Op.92 de Beethoven data de 1812 y

forma parte del repertorio sinfónico de las principales orquestas universales. Consta de

4 movimientos: Poco sostenuto- Vivace (en La mayor, 4/4 y 6/8) / Allegretto (en La

menor, 2/4)/ Presto (en Fa mayor, ¾) y Allegro con brío (La mayor, 2/4), que deben ser

ejecutados con una precisión milimétrica, ya que es muy fácil caer en exceso en los dos

últimos movimientos cuando se utiliza un tempo más rápido que lo habitual. Esto se

debe a que, precisamente, el último movimiento es una variante en compás dúplice del

ritornello instrumental compuesto por el mismo Beethoven como arreglo de la canción

irlandesa “Save me from the grave and wise” (Sálvame de la tumba y del sabio), que

lleva el Op.8 de sus Doce canciones populares irlandesas, Wo.O 154. Esta monumental

obra recibió el mote de “Apoteosis de la Danza” en 1849 por Richard Wagner, quien la

definió de la siguiente manera:

“Esta sinfonía es la apoteosis de la danza en su esencia suprema, la realización más

lograda del movimiento del cuerpo humano casi idealmente en el sonido”. Prueba de

ello han sido las fantásticas versiones coreográficas de Margarita Wallmann en el film

argentino “DONDE MUEREN LAS PALABRAS” (1946), con participación de María

Ruanova y Jorge Alario y la de Maurice Béjart en “LOS UNOS Y LOS OTROS”, de

Claude Lelouch (1981), que catapultó al argentino Jorge Donn a la fama internacional.

La orquestación, marcación y dominio de tempi por parte de Evelino Pidó fueron

superlativas, donde la precisión milimétrica anteriormente descripta se cumplió a

rajatabla, logrando una versión brillante, de fuste y enjundia. Una vez más, el Colón

estalló en aplausos y el público se puso unánimemente de pie tras un de las mejores

versiones de esta célebre obra que quien escribe haya escuchado en el mayor coliseo

argentino.


Mientras el público deliraba aplaudiendo, los músicos de la Estable que no habían

participado en la 7° Sinfonía (trombones, tuba y percusión) fueron tomando posiciones

sobre el escenario hasta que un solo de redoblante anunció un bis: una divertida versión

de la famosa Marcha Radetsky de Johann Strauss (h), donde el maestro italiano no sólo

dirigió la orquesta, sino también, al público indicándole el acompañamiento con palmas.

Algo que pudo haber sonado algo trillado, pero que fue recibido muy bien por el

público y que otros famosos directores también lo hicieron. Un final a toda orquesta

para culminar un brillante festejo con toda la pompa y la suntuosidad de un siglo de

vida.