lunes, 3 de noviembre de 2025

 

El Maestro James Judd la solista Amalia Hall y la Filarmónica de Buenos Aires durante el concierto del pasado Sábado en el Teatro Colón.


Buena interpretación de obras de Mendelssohn por James Judd con la Filarmónica


UN REPERTORIO CLÁSICO DE BUENA CALIDAD

Martha CORA ELISEHT


Prácticamente en las postrimerías de la Temporada, Noviembre se inicia con

invitados extranjeros en el Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

(OFBA). En esta ocasión, le tocó el turno al director británico James Judd y la violinista

neozelandesa Amalia Hall, quienes se presentaron en un concierto temático denominado

“MUNDOS ROMÁNTICOS III” que tuvo lugar el pasado sábado 1° del corriente en el

Teatro Colón y que estuvo integrado exclusivamente por obras de Félix Mendelssohn

Bartholdy (1809-1847), que se detallan a continuación:

- Concierto en Mi menor para violín y orquesta, Op.64

- Sinfonía n°3 en La menor, Op.56 (“Escocesa”)

Previamente al inicio del concierto, quien escribe pudo apreciar la formación de la

orquesta a la alemana, pero con una distribución un tanto particular: segundos violines a

la derecha del escenario, violoncellos al costado izquierdo de los primeros violines y los

contrabajos, detrás de los primeros violines sobre el lado izquierdo del escenario. Un

tipo de formación que está ganando terreno dentro de las agrupaciones de cámara o en

caso de no contar con la suficiente cantidad de instrumentistas, permite una mejor

distribución del sonido.

Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier

Inchausti, James Judd y Amalia Hall hicieron su presentación sobre el escenario para

brindar una versión muy correcta del celebérrimo concierto de Mendelssohn, que contó

con una particularidad: sus tres movimientos (Allegro molto apassionato/ Andante/

Allegretto non troppo- allegro molto vivace) fueron ejecutados en forma attaca (sin

interrupción), acorde a la partitura original. Esta obra cumbre del romanticismo alemán

se compuso en 1838 en honor a Ferdinand David, amigo personal del compositor y un

encumbrado violinista. No obstante, se tardó mucho en componer y, por lo tanto, su

estreno se produjo recién en 1845 por la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig bajo la

dirección de Niels Gade y el propio David como solista. Su éxito fue inmediato y pasó a

ser parte del repertorio de un virtuoso del instrumento. Amalia Hall no sólo lo tocó de

memoria, sino que también sorprendió por su impresionante velocidad de digitación,

fraseo y manejo de trinos y cadencias. No obstante, su interpretación sonó un tanto fría

al comienzo y fue mejorando el canto de su instrumento a medida que transcurría el

concierto. James Judd desempeñó una muy buena labor en cuanto a marcación y

matices en los tutti orquestales, aunque hubo algunas imprecisiones. La velocidad de

digitación y precisión de Amalia Hall en el movimiento final fueron impresionantes y el

público la aplaudió intensamente. Volvió a sorprender al auditorio anunciando el bis en

un impecable castellano: una transcripción para violín solo de La Cumparsita, de

Gerardo Matos Rodríguez. El público sonrió al reconocer los primeros compases de este

himno nacional rioplatense y se retiró muy aplaudida tras su interpretación.


La Sinfonía n°3 en La menor, Op.56 (“Escocesa”) es la última obra sinfónica que

Mendelssohn completó en 1842. Sin embargo, su fuente de inspiración fue el primer

viaje del músico alemán a Inglaterra en 1829. Luego de visitar Londres, se dirigió a

Escocia en compañía de Karl Klingemann y se inspiró en el paisaje y las brumas de la

región en vez de sus melodías folklóricas típicas. Por otra parte, Mendelssohn había

leído los poemas de Sir Walter Scott, conocía los falsos poemas bárdicos de Ossian,

recorrió los Highlands y visitó la isla de Staffa, que le sirvió para componer su Obertura

“Las Hébridas”. Pero no fue hasta la visita de las ruinas del Palacio de Holyrood en

Edimburgo – donde fue coronada la reina María Estuardo- que Mendelssohn encontró

su verdadera fuente de inspiración. Escribió los primeros compases iniciales, pero tuvo

muchísimas dificultades para progresar debido a su viaje a Italia, donde se dedicó de

lleno a componer su célebre Sinfonía n°4 “Italiana” y no fue hasta Enero de 1842

cuando retomó el proyecto. La obra fue terminada en tan sólo 20 días y se estrenó en

Marzo de ese mismo año por la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig con el

compositor al podio, logrando un éxito y popularidad rotundos desde su estreno.

Inclusive, Mendelssohn dedicó la obra a la reina Victoria I de Inglaterra tras una

interpretación exitosa en Londres y fue también la única de sus sinfonías publicada en

vida. Sus cuatro movimientos (Andante con moto (La mayor, ¾)- Allegro un poco

agitato (La menor, 6/8) / Scherzo: vivace non troppo (Fa mayor, 2/4) / Adagio cantabile

(La mayor, 2/4) y Allegro vivacissimo (La menor, 2/2)- Allegro maestoso assai (La

mayor, 6/8) se interpretan en forma attaca (sin interrupción), acorde al concepto de

unidad y continuidad característicos del romanticismo. Comienza con una introducción

lenta y evocativa que presenta el tema inicial de carácter sombrío que, posteriormente,

sufre variaciones y sigue con el Allegro un poco agitato, de gran fuerza expresiva

dramática. Recién en el 2° movimiento (scherzo: vivace non troppo) se puede apreciar

influencia de música escocesa típica a partir del solo de clarinete -magistral

interpretación de Mariano Rey-. El adagio cantábile se destaca por su profundidad,

orquestación y riqueza melódica, mientras que en el allegro de sonata final reaparecen

las reminiscencias folklóricas de Escocia hasta lograr un final triunfal en La mayor. La

presente versión fue correcta, con buen balance sonoro, pero careció del canto interno y

matices típicos de una orquesta del nivel de la Filarmónica. Por momentos, la marcación

de James Judd era electrizante y, en consecuencia, pudo haber contribuido a la

dispersión y a ciertas imprecisiones. Hubo momentos de mucha precisión -impecable

labor de las maderas en el 2° movimiento- alternando con momentos donde el sonido se

hizo pesado y monótono. No fue de las mejores versiones que esta cronista haya

escuchado en materia de esta sinfonía, pese a que el público respondió favorablemente a

su término.

Cuando se incluyen obras muy conocidas dentro del repertorio romántico, tienen

que sonar a la perfección, con brillo y enjundia, cosa que no sucedió durante el presente

concierto. No se logró el canto interno ni el desarrollo de la orquesta en todo su

potencial. La Filarmónica está para mucho más que un repertorio trillado y reiterativo.

 

El Público, el Maestro Emmanuel Siffert y los miembros de la Sinfónica Nacional en pleno, ovacionan a Pilar Policano luego de su extraordinaria interpretación del Concierto para Violín y Orquesta de Tchaikovsky.  Agradecemos a Gonzalo Quintás el facilitarnos la fotografía tomada por Santiago García de la Dirección Nacional de Elencos Estables.


Sublime interpretación de Pilar Policano junto a la Sinfónica Nacional en el Palacio

Sarmiento


EL AUDITORIO NACIONAL SE RINDIÓ A SUS PIES

Martha CORA ELISEHT


Con tan sólo 17 años, la violinista argentina Pilar Magalí Policano no sólo es una

eximia intérprete, sino también uno de los tantos jóvenes talentos argentinos que están

triunfando en el exterior. Radicada en este momento en Lichtenstein, sigue

perfeccionándose y superándose continuamente para incorporar a su repertorio los

grandes conciertos que se han compuesto para dicho instrumento y retorna

periódicamente a la Argentina para actuar con los principales organismos sinfónicos del

país. Se presentó como solista la semana anterior con la Orquesta Sinfónica de San Juan

bajo la dirección de Wolfgang Wengeroth y el pasado viernes 31 de Octubre, en el

Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento junto a la Orquesta Sinfónica

Nacional dirigida por Emmanuel Siffert.

El programa estuvo integrado por las siguientes obras:

- Kikimora, Op.63- Anatoly LIADOV (1855-1914)

- Concierto en Re mayor pr violín y orquesta, Op.35- Piotr I, TCHAIKOVSKY

(1840-1893)

- Escenas de ballet, op.52- Alexander GLAZUNOV (1865-1936)

Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Daniel

Robuschi, Emmanuel Siffert tomó su lugar en el podio para iniciar el concierto con la

primera de las obras. Compuesto en 1910, Kikimora es un poema sinfónico basado

sobre una leyenda de la mitología eslava. Las kikimoras son espíritus femeninos que

habitan las casas escondiéndose tras las paredes y son protectoras cuando la casa está en

orden; caso contrario, hacen ruidos, rompen la vajilla y es muy difícil poderlas sacar. Se

presentan en las pesadillas como mujeres hermosas que torturan a los hombres con sus

deseos (casualmente, en inglés, el término nightmare deriva de dicha raíz, al igual que

cauchemar en francés). La obra se inicia en tono menor en los instrumentos graves

hasta la introducción de una melodía típicamente rusa a cargo del corno inglés, que

alterna con un segundo tema a cargo de las cuerdas en trémolo, flauta y clarinete bajo.

La alternancia de estos dos temas da el clima de suspenso y misterio anteriormente

descripto hasta desembocar en un Allegro giocoso que posee reminiscencias de El

Aprendiz de Brujo, de Paul Dukas. En este caso y, merced a la gran sensibilidad del

director, se logró una versión sumamente precisa y expresiva en matices, planos sonoros

y entradas instrumentales, que fue muy aplaudida.

El célebre Concierto para violín y orquesta en Re mayor fue el único que

Tchaikovsky compuso para dicho instrumento en 1878 durante su estadía en Clarens

(Suiza), donde se encontraba trabajando en la composición de una sonata para piano

luego de sufrir una depresión como consecuencia de su fallido matrimonio con

Antonina Miliukova. Por dicho motivo, carecía de suficiente inspiración hasta que


recibió la visita de uno de sus alumnos de composición: el violinista Iósif Kotec, quien

le propuso tocar una transcripción para violín y piano de la Sinfonía Española de

Édouard Lalo (1823-1892). Tchaikovsky quedó tan fascinado con la obra, que decidió

suspender la composición de su sonata y comenzó a componer su concierto para violín

bajo asesoramiento de Kotec. Estuvo listo en tan sólo un mes y quería que el mismo

Kotec lo estrenara, pero éste no se sintió lo suficientemente seguro como para poder

hacerlo. Por dicho motivo, se lo ofreció al talentoso Leopold Auer, pero lo rechazó

considerándolo “intocable”, razón por la cual hubo que buscar otro solista. La elección

recayó finalmente en Adolf Brodsky, quien lo estrenó en 1881en Viena. No obstante, la

crítica fue adversa por falta de ensayo y por su extrema complejidad. Recién en 1888, la

obra gana popularidad merced a la memorable interpretación de Karel Haliř.

Cuando Pilar Policano hizo su presentación junto con Emmanuel Siffert antes de

tomar sus puestos sobre el escenario, el público comenzó a vitorearla y aplaudirla.

Luego de la majestuosa introducción por parte de la orquesta en el Allegro moderato

inicial, Pilar Policano sorprendió no sólo porque lo ejecutó de memoria, sino por su

notorio crecimiento profesional. Brindó una versión sublime y excelsa de este famoso

concierto merced a su impecable fraseo, con muy buena musicalidad en las cadencias y

pasajes en cascada en las notas agudas de extrema dificultad técnica en el movimiento

inicial. El acompañamiento y el diálogo por parte de la orquesta fue soberbio, mientras

que la solista se destacó por brindar un sonido netamente romántico en el 2°

movimiento (Canzonetta: Andante), muy preciso y con numerosas sutilezas, para pasar

de manera attaca súbito (sin interrupción, de golpe) al impetuoso Allegro vivacísimo

final, donde Tchaikovsky inserta una drushba como tema principal hasta la introducción

del 2° tema (Poco meno mosso), que luego crece en intensidad a medida que el solista

acelera el tiempo (Poco a poco stringendo) hasta la monumental coda final, donde hubo

un más que perfecto diálogo entre solista y orquesta. Se notó en todo momento una

perfecta correspondencia entre director y solista tan sólo con intercambiar un gesto o

una mirada. No hay que olvidar que Siffert es violinista y, por lo tanto, se encontraba

perfectamente compenetrado con la obra, además de poseer un perfecto conocimiento

sobre la misma. Un Auditorio Nacional completamente atiborrado de público la

ovacionó de pie al finalizar su interpretación. Luego de tan sostenido aplauso, la

violinista agradeció no sólo al director y a los músicos, sino que ofreció junto a la

orquesta un bis: una magnífica y bellísima versión de Oblivion de Astor Piazzolla,

donde Pilar Policano demostró ser una genial intérprete de tango. El público se puso de

pie una vez más, lo que obligó a Policano a ofrecer un bis para violín solo: Applemania,

del compositor austríaco Alexei Ibudesman -un sonido nuevo para el público local-,

donde la solista se lució una vez más haciendo gala de su maestría y dotes

interpretativas. Una nueva ovación de aplausos para coronar una velada inolvidable.

Escenas de Ballet, Op.52 de Glazunov es una suite orquestal de 7 números

compuesta en 1894 que -pese a su título- no fue prevista como obra coreográfica. Lleva

un orgánico que incluye cuerdas, arpa, piano, celesta, maderas por 3, 4 cornos, 2

trompetas, 3 trombones, tuba, abundante percusión -que incluye xilofón, bombo,

glockenspiel y otros-. Se inicia con una brillante fanfarria a cargo de los metales,

seguida por una melodía que posee ciertas reminiscencias italianas, mientras que el

segundo número abre con un glissandi en piccolo, arpa, xilofón y triángulo que logra un

sonido similar al de una caja de música, seguido por las cuerdas. El tercero es una


mazurka y el cuarto, una fuga a cargo de los cornos, madera y cuerdas en escalas

ascendentes y descendentes desarrollada magistralmente, que culmina con un final

suave. La quinta escena es un bellísimo adagio que se inicia con un tema de carácter

lírico y romántico a cargo del arpa y posteriormente desarrollado por la orquesta,

mientras que la sexta se caracteriza por una serenata a cargo de las cuerdas en pizzicato,

donde se insertan dos bellísimos solos a cargo del oboe y el corno inglés

respectivamente. La última escena es un vals de hermosa línea melódica, con amplio

vuelo en cuerdas, arpa y maderas. Finalmente, la obra cierra con el tema inicial

desarrollado de manera brillante en ritmo de polonesa/ mazurka por toda la orquesta y

culmina con la fanfarria inicial a cargo de los metales de modo brillante en la coda y

capitulación final. La versión ofrecida fue magistral, donde se lo aprecio a Emmanuel

Siffert con una entrega absoluta en cuerpo y alma en materia de interpretación y canto

interno de la orquesta, muy bien afinada, afiatada y gran lucimiento de todos los solistas

de los principales grupos de instrumentos. Una obra poco frecuentada, pero de línea

melódica exquisita para poner punto final a una noche mágica en el Auditorio Nacional.

Una vez más, la mejor orquesta sinfónica del país dio prueba de su capacidad

merced a la perfecta interacción y correspondencia entre los músicos y el director. Si a

esto se le suma una intérprete en ascenso de eximia jerarquía, se completa el equipo

ideal para ofrecer un gran concierto. En este caso, el Auditorio Nacional cayó rendido a

los pies de una pequeña gigante.

domingo, 2 de noviembre de 2025

 

LUCIO ISABEL MINGUEZ EN EL ATARDECER DEL JOCKEY

 

Jockey Club de Buenos Aires, ciclo de extensión cultural año 2025. Concierto con la participación de Isabel Mínguez (Mezzosoprano) acompañada por Sebastián Teijeiro (Piano). Programa: obras de Montsalvage, Falla, Serrano, Lecuona, Luna, Giménez, Chapí,  Chueca y Alonso. Salón Anasagasti, 30 de Octubre de 2025.

 

  Una gratificante velada tuvo lugar el pasado Jueves 30 del Corriente en el Salón Anasagasti del Jockey Club de Buenos Aires, en donde dentro del marco del ciclo de extensión cultural que preside Ntro. estimado colega José María Cantilo,  se presentó la Mezzosprano Isabel Mínguez acompañada por Sebastián Teijeiro al piano para ofrecer un repertorio iberoamericano de interesante estructuración compuesto por una primera parte de canciones de cámara y otra consagrada a la Zarzuela, genero por el que más se la ubica a esta reconocida interprete.  Las presentaciones estuvieron a cargo de Rodolfo Gallo, reconocido socio de la institución. Un salón colmado fue el apropiado marco para esta presentación.

 

  Comenzando el recital, Mínguez mostró una faceta interesante de su personalidad artística, acometiendo con solvencia las cinco canciones negras de Xavier Montsalvage, las que virtio de manera sólida con instantes de buena expresividad, sumado a un muy buen acompañamiento del Mtro. Teijeiro. De ellas, se apreció un muy buen desempeño en la “Canción de Cuna” con texto de Ildefonso Valdés, con un absoluto dominio de la introspección y en la final “Canto Negro” con textos de Nicolás Guillén, en donde hizo gala del gracejo, con un remate final de gran calidad.

 

  A renglón seguido, la interprete brindó una interesante lectura de las Siete Canciones populares Españolas de Don Manuel de Falla  en donde la Jota (Con su famoso “Dicen que no nos Queremos”) y aquí nuevamente en una “Canción de Cuna” fueron los puntos más altos de una lucida versión.

 

  Tras un breve intervalo, los intérpretes retornaron al escenario en donde Mínguez brindo muy correctas versiones de su repertorio más conocido con la siempre exigente escena de Rosa de “Los Claveles”, el momento más importante de “María La O” de Lecuona en donde la media voz de la intérprete se impuso por completo, para luego lucir a pleno con sus dotes vocales y expresivas en “De España Vengo” de “El Niño Judío”, las “Carceleras” de “Las Hijas del Zebedeo” , el “Tango de Menegilda” de “La Gran Vía” del Mtro. Chapí y el muy interesante rescate del “Pasodoble de La Bandera” de Alonso, muy poco frecuentada y que terminó siendo un verdadero acierto.

 

Párrafo aparte para el joven pianista Sebastián Teijeiro, quien supo acompañar con gran lucidez a la solista y aportar de modo impecable una estupenda interpretación del célebre intermedio de “La Boda de Luís Alonso” de Gimenez,  justicieramente aplaudido por el público, tanto como a la solista en el final para que ambos retribuyeran con una simpática versión de “La Tarantula” de  “La Tempranica” y cerrar con una impecable y muy expresiva “Habanera” de “Carmen” de Bizet, en la que Míguez  recorrió la sala, integrando al público en el remate final.

 

  Interesante combinación de estilos que merecería la repetición y un muy placentero momento, el vivido en el salón Anasagasti.

 

Donato Decina

viernes, 31 de octubre de 2025

 Como pianista, un muy buen director…


                                                                                             Por Jaime Torres Gómez

 El último programa de abono de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile en su

nueva sede de la Gran Sala Sinfónica Nacional, tuvo como atractivo formato la

presencia de David Greilsammer en calidad de solista y director, y con obras

del Romanticismo de exigentes requerimientos interpretativos.

Cabe señalar que, desde la inauguración en julio pasado de este anhelado espacio

como sede de la decana sinfónica nacional, aún se encuentra en etapa de calibración

acústica, evidenciando desparejos resultados sonoros a lo largo de todo lo

presenciado, luego de asistir a casi todos los programas de la actual temporada.

 Comenzando con una tríada de piezas para coro y orquesta de Gabriel Fauré (1845-

1924), y quizás abultando innecesariamente la duración total del concierto, empero,

como contrapartida, se agradece la difusión de obras menos conocidas de este

compositor, pilar fundamental del pre-impresionismo musical francés.

Comenzando con el Cántico de Jean Racine, Op. 11, originalmente para coro mixto,

piano u órgano, y en una versión orquestal posterior hecha por el mismo compositor,

posee un amable carácter como atractivas armonías y texturas, y en consonancia a lo

más recurrente de toda la producción de Fauré. Lo mismo en el caso de las otras dos

piezas: la Pavana en fa sostenido menor, Op 50 (mejor conocida en su versión

puramente orquestal, agradeciéndose en esta oportunidad la versión coral) y el

Madrigal, Op. 35 (original para cuarteto vocal o coro, con piano, y luego llevado a un

orgánico orquestal). Estupendas versiones a cargo de la Camerata Vocal de la

Universidad de Chile en la primera vez que se le presenciaba en la Gran Sala

Sinfónica Nacional. Asimismo, atenta respuesta de los sinfónicos a los puntillosos

requerimientos de la batuta invitada en carácter, tempi, balances y dinámicas.

Como traumático contrapunto, una versión -a lo menos chapucera- del Tercer

Concierto para Piano de L.V. Beethoven, que auguraba mejor fortuna ante las

credenciales de Greilsammer como pianista, y a la vez como excelente director a la

luz de los resultados anteriores con las obras de Fauré. Estilísticamente desenfocado,

amén de una errática calidad de sonido y discurso, desplegando una desenfocada

arquitectura de las formas, con súbitos y descontextualizados cambios de tempi,

caprichoso sentido del rubato, mal uso del pedal y con toques machacados, más el

uso de una extemporánea cadenza de su propia autoría del último movimiento, no dio

cuenta, precisamente, de alguna “consistente provocación” so pretexto de algún

aggiornado contexto sigloveintiunero, incurriendo, a la postre, en total desvarío…

Curiosamente, en su rol de director, Greilsammer tuvo correctas indicaciones en

carácter y estilo, no entendiendo tan decepcionante disociación entre un mismo

solista y director en aspectos musicales básicos…

Luego del desaguisado beethoveniano de marras, felizmente una estupenda versión

de la siempre bienvenida Tercera Sinfonía “Escocesa” de Felix Mendelssohn.

Dedicada a la reina Victoria luego de un viaje a Escocia que lo marcara fuertemente

(reflejado también en su notable Obertura “La Gruta del Fingal”), tiene la característica

que en sus cuatro movimientos (sin interrupción) reflejan mucho de la música popular

escocesa. De cautivantes armonías más un soberbio manejo del contrapunto,


asimismo, con acabado oficio en texturas y timbres, hacen de la Escocesa una

irrefrenable audición, máxime estando muy bien servida, como en esta oportunidad,

con una coherente versión firmada por David Greilsammer.

De vigoroso enfoque -sonoramente más bien enérgico que genuinamente evocativo y

contemplativo de los paisajes escoceses inspirantes-, del todo encomiable el

escrupuloso trabajo del maestro Greilsammer en balances, dinámicas, acentos y

coherente adopción de tempi, sin perder carácter intrínseco. Gran respuesta de la

decana sinfónica nacional en todo orden, logrando sortear algunos escollos acústicos

recurrentes a lo largo del desarrollo de la temporada en la Gran Sala Sinfónica

Nacional, como la errática proyección sonora de los violines.

En suma, una sui generis presentación de la Sinfónica Nacional de Chile,

extrañamente liderada por un pianista como mejor y magnífico director…

 


La Salzburg Chamber Soloists en acción en el escenario del Teatro Colón en esta imagen de la Sra. Liliana Morsia provista por Prensa del Mozarteum Argentino.


Gran actuación del Constanze Quartett y Salzburg Chamber Soloists en el Colón


ELLAS TOCAN Y SE DESTACAN JUNTO A LOS GRANDES

Martha CORA ELISEHT


Fundado en 2016, el Constanze Quartett -así denominado en honor a Constanze

Weber, esposa de Wolfgang A. Mozart- tiene su sede en Salzburgo y está

exclusivamente integrado por mujeres: Emeline Pierre Larsen y Sara Mayer (violines),

Hana Hubmer (viola) y Julia Ammerer- Simma (violoncello). Todas son egresadas del

Mozarteum de Salzburgo y se destacan no sólo por la calidad de sus interpretaciones,

sino también por dar a conocer obras de compositores de los siglos XVIII y XIX

prácticamente desconocidas en la actualidad. Por dicho motivo, el cuarteto es invitado

permanente a realizar giras por Europa y América. En este caso, la agrupación se

presentó por primera vez en Argentina junto a otro conjunto local de prestigio

internacional: The Salzburg Chamber Soloists bajo la dirección de su fundador -Lavard

Skou- Larsen-, hecho que tuvo lugar en el Teatro Colón el pasado lunes 27 del corriente

dentro del Ciclo de Abono del Mozarteum Argentino, donde se interpretó el siguiente

programa:

- Concerto grosso- Vittorio GIANNINI (1903-1966)

- Quartettsatz, D.703 (Allegro assai)- Franz SCHUBERT (1797-1828)

- Introducción y Allegro para cuarteto y orquesta de cuerdas, Op. 47- Edward

ELGAR (1857-1934)

- Divertimento para orquesta de cuerdas, Sz.113- Bela BARTÓK (1881-1945)

El afamado director y violinista brasileño fundó el mencionado ensamble en 1991

inspirado en la labor de Sandor Végh -quien fuera uno de sus maestros- con el objetivo

de interpretar música de cámara orquestal al estilo de los grandes solistas. De esta

manera, se presentó junto a solistas de la talla de Mischa Maisky, Rodolfo Bonucci y

Boris Belkin, quien dirigió las giras sudamericanas del conjunto en 1993 y 1995. A

partir de allí, actuó en las principales salas de conciertos de todo el mundo, ente las

cuales se encuentra el Teatro Colón. Y comenzó con un Concerto groso compuesto por

Vittorio Giannini, que data de 1946 y está escrito a la usanza tradicional de dicho género

en 3 movimientos: Allegro/ Introducción. Moderato- aria- adagio/ allegro con brío. Su

apertura está a cargo del concertino, el 2° violín, la viola y el violoncello en di´logo con

el resto y posee un tinte moderno y clásico a la vez, con reminiscencias de compositores

argentinos como Drangosch y Piazzolla. En cambio, el movimiento central no sólo es el

más extenso, sino que posee un bellísimo canon a tres voces. Hubo una muy buena

marcación de tempi por parte del concertino y una excepcional labor de la cellista Julia

Ammerer- Simma, en el Allegro con brío final, al igual que los principales solistas de

cuerdas. La obra gustó mucho y fue sumamente aplaudida.

Seguidamente, Skou- Larsen dirigió desde el podio para ofrecer una gran versión del

Allegro assai del Quartettsatz (Cuarteto para cuerdas en Do menor), D.703 de

Schubert, compuesto en 1820 cuando tenía 23 años. Sin embargo, dejó en suspenso su


obra y nunca más la retomó. Posteriormente, Johannes Brahms adquirió el manuscrito

original de Schubert y lo estrenó de manera póstuma en 1867 en Viena. Es un Allegro de

sonata con dos temas llenos de efectos contrastantes, que marcaron un estilo diferente

de composición: el primero, vertiginoso e inquietante (fugato) y el segundo, apacible y

lírico. El conjunto brindó una versión brillante, con un gran desempeño de la solista

guía de primeros violines Eimi Wakui. Pero uno de los momentos más destacados de la

noche fue la magistral interpretación del Constanze Quartett en la Introducción y

Allegro para cuarteto y orquesta de cuerdas. Op.47 de Elgar, que sonó sumamente

preciso y con una muy buena profundidad desde los primeros compases. El primer tema

(introducción) se toca al unísono por el cuarteto al principio y luego, es replicado por la

orquesta. A diferencia de la obra de Giannini, Elgar se inspira en el concerto grosso

para desarrollar el contrapunto entre concertino y ripieno. Posteriormente, sigue un

tema mucho más romántico y lírico que se repite de varias maneras hasta transformarse

en una fuga exuberante del allegro, donde alcanza su clímax. Una versión sublime y de

gran jerarquía, que fue intensamente aplaudida por el público.

Tras el correspondiente intervalo, la orquesta eligió una obra emblemática del inicio

del exilio de Bela Bartók: su Divertimento para orquesta de cuerdas, Sz.113, compuesto

en 1939 en Basilea antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial por iniciativa del

director de orquesta suizo Paul Sacher, quien era amigo de Bartók y le solicitó escribir

una obra para su orquesta de cuerdas. Se estrenó en 1940 y consta de 3 movimientos:

Allegro non troppo/ Molto adagio/ Allegro assai, que sonaron sumamente precisas

desde los primeros compases merced a la calidad de los instrumentistas, que exploraron

al máximo los matices, texturas y contrapuntos en cuerdas, al igual que los giros

melódicos típicos del compositor húngaro. Se destacaron la primera viola y la solista

guía de segundos violines Emeline Pierre Larsen, al igual que la violoncelista Julia

Ammerer- Simma, mientras que el contrabajista Dalibor Zurinek brilló en el solo

correspondiente a su instrumento en el movimiento central. Por su parte, Lavard Skou-

Larsen brilló en sus solos en contrapunto con el resto de los solistas en el allegro assai

final. El público deliró tras tan excelsa interpretación y estalló en aplausos y vítores,

motivo por lo cual la orquesta ofreció dos bises: el Presto del célebre Divertimento para

cuerdas en Re mayor, K.136 de Mozart y la Melodía en La menor de Astor Piazzolla,

que sonaron sublimes. Tratándose de los Salzburg Chamber Soloists, no podía faltar la

música del gran Wolfgang Amadeus en el presente concierto y fue magnífica, al igual

que la Melodía en La menor de Astor Piazzolla. A su término, los músicos se

despidieron del público y se abrazaron luego del éxito obtenido.

Un cuarteto formado íntegramente por mujeres dentro del marco de una orquesta de

cámara – a su vez, integrantes del ensamble- de altísimo nivel hizo su debut en un

ámbito de nivel internacional como el Colón y sorprendió por su calidad. Cuatro

talentosísimas mujeres que debutaron a la par de los grandes con el sello distintivo de

excelencia del Mozarteum.

domingo, 26 de octubre de 2025

Un esperado y triunfal regreso de Werther…

Por Jaime Torres Gómez
El tercer título de la presente temporada de ópera del Teatro Municipal de Santiago
contempló Werther, de Jules Massenet, luego de 28 años de ausencia.
Cabe señalar que, si bien aún falta retomar los 6 títulos de antaño como consecuencia
de la pandemia, los graduales pasos que ha dado el Municipal por normalizar la oferta
histórica han sido plausibles, tanto por el incremento de títulos a partir del año 2022
como la creciente inclusión de artistas de trayectoria internacional que permiten una
mayor visibilidad del decano coliseo artístico en el panorama externo. A la vez, ha
sido acertado el realismo programático ante las restricciones económicas post
pandemia, traducido en una necesaria focalización hacia nuevas audiencias –con una
incidencia superior al sesenta por ciento- más la debida atención al conocedor público
tradicional, este último como gravitante masa crítica en custodiar los altos referentes
históricos en la selección de títulos y nivel de producciones...
En este contexto, la llegada del Werther massenetiano se recibe con máximo
beneplácito, tanto por la elección del título como al importante nivel de su producción,
y a la vez equilibrando la oferta entre lo más conocido (primero con Madama Butterfly
y luego con La Traviata, ambas con estupendos resultados) con lo menos recurrente,
como pronto será con Salomé, último título de la temporada lírica.
Basado en la novela “Las Desventuras del Joven Werther” de Johann Wolfgang Von
Goethe (1749-1832), el argumento de la ópera, a cargo de los libretistas  Édouard
Blau , Paul Milliet y Georges Hartmann, recoge magistralmente el espíritu romántico de la
época (estrenada en 1892), al ser Goethe un directo precursor del Romanticismo, y,
particularmente Werther, clave en el desarrollo de las letras germanas y europeas a lo
largo de la mayor parte del siglo 19, asimismo, catalizador del denominado “Efecto
Werther”, fenómeno conocido en Psicología para los casos de jóvenes suicidas ante
la melancolía por amores no correspondidos.
Musicalmente, Massenet, con magnífica intuición dramática más un sólido oficio en
armonía y orquestación, asimismo con extraordinaria creatividad (y belleza) melódica,
conllevan una magnética audición en buena parte de su producción operística, siendo
Werther una de sus mejores contribuciones al género. Con una alta correlación entre
los perfiles psicológicos de los personajes junto a una partitura de certeros recursos
expresivos, con notable administración de la tensión, distención y expansión sonora,
hilvanan un relato musical de ineludible involucramiento, servido de una escritura
instrumental con gran riqueza de colores y timbres (notable la novedosa inclusión del
saxofón en pasajes de gran tensión dramática), amén de un acabado sentido del
“decir” de los textos, de penetrantes interpelaciones…
En Chile pocas veces se ha ofrecido este título, recordándose vivamente las
anteriores versiones de 1980 con un legendario Alain Vanzo como Werther, y la de
1997 con Luciana D´ Intino como Charlotte, ambas magistralmente dirigidas por
Miguel Ángel Veltri. Así, la presente inclusión de este fundamental título del repertorio
lírico francés, constituyó un acierto mayúsculo al repararse una deuda histórica de
casi tres décadas de ausencia.

La presente producción firmada por un inspirado Emilio Sagi, de sobradas
credenciales y felizmente habitual en el Municipal, destacó con un enfoque
teatralmente asertivo, perfilando con sumo cuidado el perfil de cada personaje, y
logrando extraer las máximas capacidades expresivas tanto en los roles principales
como secundarios. La mayor virtud de esta concepción escénica estribó en una
completa claridad de los elementos planteados en el mismo drama, reflejando con
magistral empatía el contrapunto entre la interioridad de sus principales protagonistas
–Werther, Charlotte y Albert- con los convencionalismos de la época, hoy en día
literalmente anodinos.
Muy acertado el diseño de ambientes a cargo de Pablo Núñez, en su mayoría
sombríos (como la recreación de la casa de Charlotte y Albert en el tercer acto, con
murallas desprovistas de cuadros, más esenciales elementos corpóreos en aras de no
desviar la atención al drama mismo). A la vez, del todo logrado el efecto lumínico en
diagonal de la última escena con un Werther moribundo, sin duda de fuerte impacto
visual (a cargo de Ricardo Castro).
En lo musical, la dirección de Maximiano Valdés, muy afín al repertorio francés,
constituyó un triunfo mayor al sostener el drama de punta a cabo, logrando guiar a las
voces con irrebatible autoridad, asimismo extrayendo lo mejor de la Filarmónica de
Santiago en ensamble y calidad de sonido. Grandes logros en diáfanas exposiciones
del tejido armónico, fraseos, progresiones expresivas y acentos.
De los roles principales, nuevamente se contó con dos elencos de similares perfiles
(se insiste en volver a los dos elencos de antaño, el primero con cantantes de
solventes carreras internacionales, y el otro con voces locales emergentes).
En el caso del primer elenco, excelente cometido de Sergey Romanovski como
Werther, de amplio caudal, hermoso timbre, parejísima línea de canto e irreprochable
musicalidad, no obstante cierta rigidez escénica en los dos primeros actos. Shannon
Keegan, de importantes medios vocales y escénicos, a pesar de no poseer el rango
vocal para Charlotte, compone una magistral interpretación del personaje, esperando
tenerla en próximas temporadas de ópera o conciertos. El barítono Luke Sutliff como
Albert, de correcto canto y musicalidad, poco dio con el physique du rôle, no
transmitiendo siempre la convencional severidad que demanda el personaje,
incurriendo a ratos en extemporánea amabilidad.
Del segundo elenco, algo errático el desempeño de Raffaele Abete como Werther, en
cuanto, si bien posee la vocalidad demandada para el rol, de bonito timbre y buena
proyección, en momentos su canto se apreció algo empujado, quizás ante cierta
incomodidad de salud en el día del estreno, no obstante una inobjetable composición
interpretativa en lo teatral. En cuanto a la mezzo Marcela Rahal, absolutamente ideal
en lo vocal para el rol de Charlotte, ofreciendo una interpretación musicalmente
convincente, aunque teatralmente sosa. Y de gran jerarquía el desempeño de Ramiro
Maturana en lo musical y teatral, componiendo una interpretación absolutamente
convincente de Albert, y brindando la debida gradualidad evolutiva del personaje,
desde la amabilidad hacia la más genuina severidad requerida.
De los demás personajes secundarios, todos con muy buenas intervenciones en
sendos elencos, y destacando la participación del Coro de Niños y Niñas Mawünko,
muy bien preparado por Cecilia Barrientos.

En suma, un triunfal regreso de Werther tras una larga ausencia, esperando no
transcurra tanto tiempo para su próxima reedición.

 Por Jaime Torres Gómez

En el marco de la 49° edición del Concurso de Ejecución Musical Dr. Luis Sigall de Viña

del Mar, se contó para la jornada de inauguración con la presencia de la legendaria

cellista Christine Wallevska, muy cercana a Latinoamérica, y en particular con

Argentina y Chile, aprovechándose su venida como integrante del jurado para la

presente versión de dicho certamen.

La importante trayectoria de Christine Wallevska ha sido ampliamente reconocida en

sus presentaciones a lo largo de varios continentes más su importante discografía para

Philips, con versiones de referencia de los Conciertos para Cello de Dvorak, Haydn N°

1 y 2, Kachaturian, Schelomo de Ernst Bloch, Saint-Saëns N° 1 y 2, Vivaldi, asimismo

una reciente y aclamada reedición de grabaciones en vivo a lo largo de más de

cincuenta años de carrera.

La relación de Christine con Chile es de larga data, comenzando a mitad de la década

de los sesenta con varias visitas a la entonces Filarmónica de Chile (antecesora de la

Filarmónica de Santiago), como puede apreciarse en un formidable registro del

Concierto N° 1 de Saint-Saëns en el Teatro Municipal de Santiago de 1966, y

disponible dentro del set de 8 discos recientemente puestos a la venta.

Posteriormente, el vínculo continuó junto a la Sinfónica Nacional de Chile con

legendarias presentaciones del Concierto de Dvorak en 1987, magistralmente dirigido

por el destacado maestro Guillermo Scarabino (de los más impactantes

acompañamientos presenciados en esa obra), y luego, en 1993, en el emblemático

Schelomo de Bloch, también notablemente dirigido por el titular de entonces, maestro

Agustín Cullell, prestigioso director y de gran recuerdo. Y desde 1981, en

ininterrumpidas visitas como jurado a las versiones de Cello del Sigall, recordándose su

gran participación al inaugurar la versión del 2001 con la Filarmónica Regional junto a

su recordadísimo titular, maestro Miguel Patrón Marchand, con el Concierto N° 1 de

Saint-Saëns.

De particular impronta sonora y expresiva, Christine Wallevska posee un especial valor

agregado -claro y distinto-, y, por lo tanto, con escaso parangón. De cálido timbre,

vigoroso sonido, más una cautivante musicalidad, ora apasionada, ora reflexiva, hacen

de Wallevska una artista cabal, situándose al estadio de las grandes cellistas de

nuestro tiempo…

Su reciente presentación en el patrimonial Teatro Municipal de Viña del Mar junto a la

Orquesta de Cámara de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV),

dirigida en calidad de invitado por el maestro Álvaro Gómez, Director Artístico del

Concurso Sigall, contempló un cuarteto de arreglos de piezas para cello y cuerdas que

le son afines y que la han acompañado por décadas.

Sin embargo, dada la envergadura de la solista, se lamenta no haber dispuesto de una

orquesta de mayor orgánico, y así haber podido hacer alguno de los conciertos que la

han hecho famosa, como el Dvorak o algunos de los de Haydn o Saint-Saëns, esto, en

el entendido de un contexto mayor como es la inauguración de un Concurso de la

relevancia del Sigall. Asimismo, se lamenta el diseño del programa de mano, con una


imagen que no hacía alusión a la presentación misma, apareciendo en portada un

director distinto a quien dirigió…, y además sin darle relevancia a la misma maestra

Wallevska con una reseña biográfica o alguna foto ad-hoc…

Como primera obra, una sobrecogedora versión del Arioso de la Cantata 156 de J.S.

Bach. Con honda profundidad interpretativa, impresionó la calidez de texturas,

hermosos fraseos y el gran manejo del rango dinámico del instrumento.

Seguidamente un tríada de estupendos arreglos de obras de los argentinos José

Bragato, Astor Piazzolla y Ennio Bolognini, varios de ellos especialmente dedicados a

Christine.

Así, y con un comprometido apoyo del director invitado junto a los camaristas porteños,

se ofrecieron idiomáticas versiones de “Milontan”, de José Bragato, estilísticamente

ideal como antesala al arrebatador “Adiós Nonino”, de Astor Piazzolla (en arreglo de

José Bragato), y terminando con la “Plegaria de un Violoncello”, de Ennio Bolognini

(en arreglo de Leo Arnauld). Con incuestionable oficio, Christine dio una lección de arte

a toda prueba, con versiones de honda poesía y profundas asimilaciones. Sólo

lamentar no haber incluido la “Serenata del Eco” del mismo Bolognini, máxime al ser la

maestra Wallevska una comprometida difusora de la obra de este compositor, este

último, en su momento, uno de los más grandes cellistas del mundo, y recordándose

vivamente la antológica interpretación de esta pieza por Christine en 1987 en el Aula

Magna de la Universidad Santa María en Valparaíso.

El resto del programa contempló atractivas obras como la Sinfonietta para Orquesta

de Cuerdas, de Albert Roussel, de formidable tratamiento contrastante y gran manejo

contrapuntístico, el “Allegro Bárbaro”, de Béla Bartók (original para piano y en un

excelente arreglo para cuerdas de Bob Lipton), la Sinfonía para Cuerdas N° 10 de

Felix Mendelssohn y la Sinfonía Simple, de Benjamin Britten, dando cuenta de

certera imaginación programática y en versiones de calibrado esmero, siendo

fundamental el trabajo de Routa Kromouvitch como concertina invitada, logrando

producir mayor presencia en sonido global.

En suma, el regreso de una gran artista como Christine Wallevska a Viña del Mar,

ciudad donde ha forjado una historia con grandes huellas…

La Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación y Giulio Biddau en el Palacio Libertad


Un concierto de excelencia

Jueves 23 de octubre de 2025


Sala: Palacio Libertad “Domingo Faustino Sarmiento”


Escribe: Graciela Morgenstern


Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación

Director: Sebastiano De Filippi

Solista: Giulio Biddau (piano)

Programa:

Wolfgang Amadeus Mozart: Concierto para piano y orquesta n.º 12, en la mayor, K.

414

I. Allegro II. Andante II. Allegretto

Josef Suk: Serenata para orquesta de cuerdas, op. 6

I. Andante con moto II. Allegro ma non troppo e grazioso III. Adagio

IV. Allegro giocoso, ma non troppo presto

Como parte de sus conciertos itinerantes, se presentó en el Palacio Libertad, la

Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación, con su director, Sebastiano De Filippi

y el italiano Giulio Biddau, en carácter de pianista invitado. El resultado no podía ser

mejor.

El Concierto para piano y orquesta n° 12 en la mayor, K. 414, fue uno de los tres que

Mozart compuso a fines de 1782 para la temporada de conciertos de invierno en

Viena, tras el éxito de su ópera El Rapto en el Serrallo. La obra fue concebida para ser

interpretada tanto por una orquesta en un teatro como en un salón más íntimo con

piano y un conjunto de cuerdas.

En este concierto el piano cumple un rol protagónico, mientras que la orquesta realiza

una introducción de los temas. Giulio Biddau así lo entendió y ofreció una versión

elegante, muy bien fraseada, especialmente en el Andante, en el que jugó con

flexibilidad en los tiempos. Se pudo apreciar un trabajo minucioso, una persecución de

la esencia estilística y expresiva de la partitura, con líneas transparentes, rítmica

cuidada, texturas claras, sonoridad ligera y fraseo de una finura indiscutible.

La Orquesta por su parte, con sonido límpido y ejecución sin quiebras, alcanzó un

equilibrio e integración total con el solista. Hubo en todo momento, coherencia

conceptual y una elegancia sonora magistral.


En la segunda parte del concierto, la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación,

bajo la batuta de su director Sebastiano De Filippi, brindó una espléndida versión de la

Serenata para orquesta de cuerdas, op. 6, de Joseph Suk.

El compositor, discípulo y yerno de Dvorak, era un violinista especializado en música

de cámara. Ya desde el Andante con moto inicial, las cuerdas brillan con cálida

seguridad, a lo que sigue un baile insinuado en el segundo movimiento. Pero el centro

emocional de la obra es el movimiento lento, que llama a la reflexión. El final jocoso

"pero no demasiado rápido", lleva la obra nuevamente a un encanto despreocupado,

para finalizar con un fortissimo enfático.

La Orquesta transmitió estos diferentes temperamentos sin desacoples, con solvencia

en el desarrollo del discurso expresivo. De Filippi dirigió con energía pero resaltando al

mismo tiempo, las sutilezas que la obra contiene. Los integrantes de la Orquesta

respondieron a sus exigencias y juntos, lograron un resultado perfecto, que fue

ovacionado.

CALIFICACIÓN: EXCELENTE

 

Una vez mas la simpatía de Elina Garanca junto a su acompañante Malcom Martineau sobre el escenario del Teatro Colón en una magnífica captura de Juanjo Bruzza para Prensa del Teatro.


Otro éxito del Ciclo Aura en el Colón


Elina Garanča brilló en el Colón

Lunes 20 de octubre de 2025

Sala:Teatro Colón

Escribe: Graciela Morgenstern



Elina Garanča (Mezzosoprano)

Malcolm Martineau (piano)

Programa:

Johannes Brahms: Liebestreu, Geheimnis, O wüßt’ ich doch den Weg

zurück y Von ewiger Liebe.

Héctor Berlioz: D’amour, l’ardente flamme, de “La condenación de Fausto”

Jāzeps Vītols: Canción de cuna (piano)

Francesco Cilea: Io son l'umile ancella, de Adriana Lecouvreur

Jāzeps Mediņš: Sueño

Jāzeps Vītols: En sueños distantes; Aún recuerdo aquella silenciosa noche

Charles Gounod: Plus grand dans son obscurité, de “La Reina de Saba” 

Camille Saint-Saêns: Mon coeur s'ouvre a ta voix, de Samson y Dalila

Henri Duparc: Au pays où se fait la guerre, L’invitation au voyage

, Extase y Phidylé

Claude Debussy: Claro de luna (piano)

Pietro Mascagni: Voi lo sapete, de Cavalleria Rusticana

Ruperto Chapí: Cuando está tan hondo, de “El barquillero”

Carceleras, de “Las hijas del Zebedeo”

Victor Herbert: Art is calling for me, de “The Enchantress”


Con la sala repleta de un público expectante regresó al Teatro Colón la aclamada

mezzo soprano Elina Garanča, dentro del Ciclo Aura, y brindó un concierto de altísimo

nivel.


El programa fue sumamente interesante, por la variedad de obras que incluía, desde la

canción de cámara hasta la zarzuela pasando por arias de ópera, canciones de

Letonia, su país natal, otras del repertorio francés, hasta llegar a la opereta del

estadounidense Herbert. Desplegó así un abanico de estilos, idiomas y dificultades de

diversa índole que Garanča sorteó con impecable solvencia.

Para comenzar, encaró cuatro canciones de Brahms, exhibiendo su bellísimo

aterciopelado color vocal y expresividad comunicativa sin desbordes.

Luego, una óptima versión del aria de Margarita, D’amour, l’ardente flamme, de La

condenación de Fausto de Berlioz. Pero uno de los puntos cúlmines de esta primera

parte, fue Io son l'umile ancella, para soprano, en la que se desenvolvió con excelente

legato y óptimo manejo de la respiración.

Para iniciar una serie de obras de Letonia, Malcolm Martineau tocó la Canción de

cuna de Jāzeps Vītols y después Garanča interpretó Sueño de Jāzeps Mediņš y de

Vītols, En sueños distantes y Aún recuerdo aquella silenciosa noche. Todas ellas

tuvieron una sentida interpretación por parte de los artistas y fueron una gran

oportunidad para la concurrencia, de incursionar en un repertorio y un idioma casi nada

frecuentado.

Cerrando la primera parte, Plus grand dans son obscurité de La Reina de Saba de

Gounod , en la que la cantante letona salió más que airosa de la muchas dificultades,

especialmente en la tessitura, que la obra le impone. Y comenzando la segunda parte, la

muy esperada Mon coeur souvre à ta voix, de Samson et Dalila, permitió apreciar un

registro medio sólido e inmejorable dosificación del fiato, tras lo cual siguió la

delicadeza y refinamiento de las cuatro canciones de Duparc programadas.

Culminó el segmento dedicado al repertorio francés, con una buena versión de Claro

de luna, de Debussy, a cargo del pianista, quien también fue un hábil acompañante.

Dando muestra de su gran versatilidad, la mezzo soprano, oriunda de Riga, encaró

después el aria verista Voi lo sapete o mamma de Cavallería Rusticana, exhibiendo

profundo dramatismo y poderío vocal, para pasar luego a la zarzuela, con Cuando está

tan hondo, de “El barquillero” y Carceleras, de “Las hijas del Zebedeo”, ambas de Chapí.

Finalmente, como cierre de esta extraordinaria presentación, Garanča supo dar gracia y

humor refinado a Art is calling for me, de la opereta “The Enchantress”, de Herbert, con

la simpática intervención del pianista.

Ante la enorme ovación de un público enardecido, fuera de programa, Garanča cantó

la Habanera de “Carmen”, Musica proibita de Gastaldon, O mio babbino caro, de “Gianni

Schicchi”, de Puccini, Mi Buenos Aires querido y Nana,  de las “Siete canciones

populares españolas”,  de Falla. La ovación final parecía no tener fin

CALIFICACION: EXCELENTE