El Público, el Maestro Emmanuel Siffert y los miembros de la Sinfónica Nacional en pleno, ovacionan a Pilar Policano luego de su extraordinaria interpretación del Concierto para Violín y Orquesta de Tchaikovsky. Agradecemos a Gonzalo Quintás el facilitarnos la fotografía tomada por Santiago García de la Dirección Nacional de Elencos Estables.
Sublime interpretación de Pilar Policano junto a la Sinfónica Nacional en el Palacio
Sarmiento
EL AUDITORIO NACIONAL SE RINDIÓ A SUS PIES
Martha CORA ELISEHT
Con tan sólo 17 años, la violinista argentina Pilar Magalí Policano no sólo es una
eximia intérprete, sino también uno de los tantos jóvenes talentos argentinos que están
triunfando en el exterior. Radicada en este momento en Lichtenstein, sigue
perfeccionándose y superándose continuamente para incorporar a su repertorio los
grandes conciertos que se han compuesto para dicho instrumento y retorna
periódicamente a la Argentina para actuar con los principales organismos sinfónicos del
país. Se presentó como solista la semana anterior con la Orquesta Sinfónica de San Juan
bajo la dirección de Wolfgang Wengeroth y el pasado viernes 31 de Octubre, en el
Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento junto a la Orquesta Sinfónica
Nacional dirigida por Emmanuel Siffert.
El programa estuvo integrado por las siguientes obras:
- Kikimora, Op.63- Anatoly LIADOV (1855-1914)
- Concierto en Re mayor pr violín y orquesta, Op.35- Piotr I, TCHAIKOVSKY
(1840-1893)
- Escenas de ballet, op.52- Alexander GLAZUNOV (1865-1936)
Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Daniel
Robuschi, Emmanuel Siffert tomó su lugar en el podio para iniciar el concierto con la
primera de las obras. Compuesto en 1910, Kikimora es un poema sinfónico basado
sobre una leyenda de la mitología eslava. Las kikimoras son espíritus femeninos que
habitan las casas escondiéndose tras las paredes y son protectoras cuando la casa está en
orden; caso contrario, hacen ruidos, rompen la vajilla y es muy difícil poderlas sacar. Se
presentan en las pesadillas como mujeres hermosas que torturan a los hombres con sus
deseos (casualmente, en inglés, el término nightmare deriva de dicha raíz, al igual que
cauchemar en francés). La obra se inicia en tono menor en los instrumentos graves
hasta la introducción de una melodía típicamente rusa a cargo del corno inglés, que
alterna con un segundo tema a cargo de las cuerdas en trémolo, flauta y clarinete bajo.
La alternancia de estos dos temas da el clima de suspenso y misterio anteriormente
descripto hasta desembocar en un Allegro giocoso que posee reminiscencias de El
Aprendiz de Brujo, de Paul Dukas. En este caso y, merced a la gran sensibilidad del
director, se logró una versión sumamente precisa y expresiva en matices, planos sonoros
y entradas instrumentales, que fue muy aplaudida.
El célebre Concierto para violín y orquesta en Re mayor fue el único que
Tchaikovsky compuso para dicho instrumento en 1878 durante su estadía en Clarens
(Suiza), donde se encontraba trabajando en la composición de una sonata para piano
luego de sufrir una depresión como consecuencia de su fallido matrimonio con
Antonina Miliukova. Por dicho motivo, carecía de suficiente inspiración hasta que
recibió la visita de uno de sus alumnos de composición: el violinista Iósif Kotec, quien
le propuso tocar una transcripción para violín y piano de la Sinfonía Española de
Édouard Lalo (1823-1892). Tchaikovsky quedó tan fascinado con la obra, que decidió
suspender la composición de su sonata y comenzó a componer su concierto para violín
bajo asesoramiento de Kotec. Estuvo listo en tan sólo un mes y quería que el mismo
Kotec lo estrenara, pero éste no se sintió lo suficientemente seguro como para poder
hacerlo. Por dicho motivo, se lo ofreció al talentoso Leopold Auer, pero lo rechazó
considerándolo “intocable”, razón por la cual hubo que buscar otro solista. La elección
recayó finalmente en Adolf Brodsky, quien lo estrenó en 1881en Viena. No obstante, la
crítica fue adversa por falta de ensayo y por su extrema complejidad. Recién en 1888, la
obra gana popularidad merced a la memorable interpretación de Karel Haliř.
Cuando Pilar Policano hizo su presentación junto con Emmanuel Siffert antes de
tomar sus puestos sobre el escenario, el público comenzó a vitorearla y aplaudirla.
Luego de la majestuosa introducción por parte de la orquesta en el Allegro moderato
inicial, Pilar Policano sorprendió no sólo porque lo ejecutó de memoria, sino por su
notorio crecimiento profesional. Brindó una versión sublime y excelsa de este famoso
concierto merced a su impecable fraseo, con muy buena musicalidad en las cadencias y
pasajes en cascada en las notas agudas de extrema dificultad técnica en el movimiento
inicial. El acompañamiento y el diálogo por parte de la orquesta fue soberbio, mientras
que la solista se destacó por brindar un sonido netamente romántico en el 2°
movimiento (Canzonetta: Andante), muy preciso y con numerosas sutilezas, para pasar
de manera attaca súbito (sin interrupción, de golpe) al impetuoso Allegro vivacísimo
final, donde Tchaikovsky inserta una drushba como tema principal hasta la introducción
del 2° tema (Poco meno mosso), que luego crece en intensidad a medida que el solista
acelera el tiempo (Poco a poco stringendo) hasta la monumental coda final, donde hubo
un más que perfecto diálogo entre solista y orquesta. Se notó en todo momento una
perfecta correspondencia entre director y solista tan sólo con intercambiar un gesto o
una mirada. No hay que olvidar que Siffert es violinista y, por lo tanto, se encontraba
perfectamente compenetrado con la obra, además de poseer un perfecto conocimiento
sobre la misma. Un Auditorio Nacional completamente atiborrado de público la
ovacionó de pie al finalizar su interpretación. Luego de tan sostenido aplauso, la
violinista agradeció no sólo al director y a los músicos, sino que ofreció junto a la
orquesta un bis: una magnífica y bellísima versión de Oblivion de Astor Piazzolla,
donde Pilar Policano demostró ser una genial intérprete de tango. El público se puso de
pie una vez más, lo que obligó a Policano a ofrecer un bis para violín solo: Applemania,
del compositor austríaco Alexei Ibudesman -un sonido nuevo para el público local-,
donde la solista se lució una vez más haciendo gala de su maestría y dotes
interpretativas. Una nueva ovación de aplausos para coronar una velada inolvidable.
Escenas de Ballet, Op.52 de Glazunov es una suite orquestal de 7 números
compuesta en 1894 que -pese a su título- no fue prevista como obra coreográfica. Lleva
un orgánico que incluye cuerdas, arpa, piano, celesta, maderas por 3, 4 cornos, 2
trompetas, 3 trombones, tuba, abundante percusión -que incluye xilofón, bombo,
glockenspiel y otros-. Se inicia con una brillante fanfarria a cargo de los metales,
seguida por una melodía que posee ciertas reminiscencias italianas, mientras que el
segundo número abre con un glissandi en piccolo, arpa, xilofón y triángulo que logra un
sonido similar al de una caja de música, seguido por las cuerdas. El tercero es una
mazurka y el cuarto, una fuga a cargo de los cornos, madera y cuerdas en escalas
ascendentes y descendentes desarrollada magistralmente, que culmina con un final
suave. La quinta escena es un bellísimo adagio que se inicia con un tema de carácter
lírico y romántico a cargo del arpa y posteriormente desarrollado por la orquesta,
mientras que la sexta se caracteriza por una serenata a cargo de las cuerdas en pizzicato,
donde se insertan dos bellísimos solos a cargo del oboe y el corno inglés
respectivamente. La última escena es un vals de hermosa línea melódica, con amplio
vuelo en cuerdas, arpa y maderas. Finalmente, la obra cierra con el tema inicial
desarrollado de manera brillante en ritmo de polonesa/ mazurka por toda la orquesta y
culmina con la fanfarria inicial a cargo de los metales de modo brillante en la coda y
capitulación final. La versión ofrecida fue magistral, donde se lo aprecio a Emmanuel
Siffert con una entrega absoluta en cuerpo y alma en materia de interpretación y canto
interno de la orquesta, muy bien afinada, afiatada y gran lucimiento de todos los solistas
de los principales grupos de instrumentos. Una obra poco frecuentada, pero de línea
melódica exquisita para poner punto final a una noche mágica en el Auditorio Nacional.
Una vez más, la mejor orquesta sinfónica del país dio prueba de su capacidad
merced a la perfecta interacción y correspondencia entre los músicos y el director. Si a
esto se le suma una intérprete en ascenso de eximia jerarquía, se completa el equipo
ideal para ofrecer un gran concierto. En este caso, el Auditorio Nacional cayó rendido a
los pies de una pequeña gigante.
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