Impactante “Resurrección de Mahler…
Por Jaime Torres Gómez
Una esperada presentación de la Segunda Sinfonía “Resurrección” de Gustav Mahler
ofreció la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile en su nueva sede de la Gran Sala
Sinfónica Nacional, hito relevante tanto por la convocatoria de la obra más la
expectativa sonora en tal flamante y anhelado espacio de conciertos de Santiago.
Con llenos totales en ambos días de presentaciones, nuevamente dio cuenta de la gran
popularidad que tienen las obras mahlerianas, sumado a la alta demanda promedio que
han tenido los programas de la Sinfónica en su nueva sala desde su inauguración en julio
pasado.
El gran interés por las obras de este compositor postromántico -casi al umbral de lo
devocional…- obedece al amplio arco de temáticas insertas en toda su producción, al
estar imbuidas de ideas filosóficas provenientes
desde Schopenhauer, Nietsche, Dostoyevski y otros, más una adhesión a
una espiritualidad directamente influida por la tradición judeo-cristiana, y sin duda
trasuntándola...
En el caso de la Resurrección, siguiendo la constante de todas sus obras, Mahler plasma
un genuino anhelo de Redención en base al valor de la compasión ante el sufrimiento
humano, desarrollando, a lo largo de sus cinco movimientos, una quasi hegeliana
dialéctica ante las tormentosas fuerzas en pugna en cuanto superar todas las
sinuosidades propias de las fragilidades humanas hasta alcanzar la Luz Eterna.
De hecho, ya el decidor primer movimiento -en clave de una interpelante marcha fúnebre-
plantea, con arrebatador desgarro, el misterio de la muerte, aunque matizado con
pasajes de gran dulzura al evocar momentos de felicidad terrenal. En los siguientes,
quizás algo desperdigados en lo formal, se hilvanan desarrollos que transitan desde los
recuerdos más amables (el Ländler del segundo movimiento), pasando por un Scherzo
algo contenido y de cierto sarcasmo (San Antonio de Padua predicando a los peces),
siguiendo con un etéreo Urlicht (Luz Prístina, cantado por una mezzo o contralto), para
engarzar con la última sección, de un desgarrado frenesí de las interpelantes oposiciones
temáticas de fuerzas en pugna hasta culminar con una sección coral de completo éxtasis
religioso con versos del poeta alemán Friedrich Gottlieb Klopstock, modificados por el
mismo Mahler.
Autorizada dirección del experimentado maestro norteamericano Ira Levin, debutante en
Chile, firmando una versión de acendrado dominio de la obra. Con meticuloso análisis,
Levin fue soberano en el manejo de los contrastes y del devenir de las fluctuaciones
melódicas y armónicas, como una inteligente administración de la tensión-contención-
expansión sonora. Irreprochable coherencia global, con empáticos desarrollos temáticos
y buen manejo de las transiciones. De completo arrebato -sin caer en destemple- el
enfoque del primer movimiento, amén de un notable dominio de los pianissimi en
contraste, como una debida amabilidad del segundo y una celebrada linealidad expositiva
del Sermón de San Antonio de Padua; asimismo, un entrañable enfoque del Urlicht, más
una impresionante construcción de atmósferas en todo el desarrollo del último
movimiento. Sin duda, una concepción irredargüiblemente idiomática…
Felizmente fue posible ver las dos funciones, aunque con disimiles resultados por parte
de la orquesta y del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile. Así, al umbral de lo
desconcertante, en la primera función no pudo aquilatarse las bondades de la versión,
evidenciando, a priori, falta de ensayos. Empero, por Gracia Divina…, fue posible asistir
al día siguiente, dándose un asombroso giro en el rendimiento de los sinfónicos y
coreutas, siendo posible captar en plenitud las certeras indicaciones de la magnífica
batuta invitada, lográndose un debido ensamble, estupendos balances, buen esmalte
sonoro y excelentes cometidos de los solistas instrumentales, como una mejora en la
afinación de ciertas secciones del coro.
De las solistas vocales, con esmerada musicalidad, la joven mezzo Javiera Barrios, de
hermoso timbre, homogénea línea de canto y calibrada proyección, dio con el carácter
del Urlicht, mientras que la soprano Camila Romero, de buenas condiciones vocales,
acusó un canto errático y falencias en el “decir” de los textos, seguramente al estar aún
en etapa formativa.
En suma, una versión de gran impacto de la Resurrección de Mahler, liderada por un
director de autorizada cátedra y con un resultado que confirmó las grandes capacidades
de la Sinfónica Nacional.
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