jueves, 20 de noviembre de 2025

 Impactante “Resurrección de Mahler…


                                                                                                       Por Jaime Torres Gómez

Una esperada presentación de la Segunda Sinfonía “Resurrección” de Gustav Mahler

ofreció la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile en su nueva sede de la Gran Sala

Sinfónica Nacional, hito relevante tanto por la convocatoria de la obra más la

expectativa sonora en tal flamante y anhelado espacio de conciertos de Santiago.

Con llenos totales en ambos días de presentaciones, nuevamente dio cuenta de la gran

popularidad que tienen las obras mahlerianas, sumado a la alta demanda promedio que

han tenido los programas de la Sinfónica en su nueva sala desde su inauguración en julio

pasado.

El gran interés por las obras de este compositor postromántico -casi al umbral de lo

devocional…- obedece al amplio arco de temáticas insertas en toda su producción, al

estar imbuidas de ideas filosóficas provenientes

desde Schopenhauer, Nietsche, Dostoyevski y otros, más una adhesión a

una espiritualidad directamente influida por la tradición judeo-cristiana, y sin duda

trasuntándola...

En el caso de la Resurrección, siguiendo la constante de todas sus obras, Mahler plasma

un genuino anhelo de Redención en base al valor de la compasión ante el sufrimiento

humano, desarrollando, a lo largo de sus cinco movimientos, una quasi hegeliana

dialéctica ante las tormentosas fuerzas en pugna en cuanto superar todas las

sinuosidades propias de las fragilidades humanas hasta alcanzar la Luz Eterna.

De hecho, ya el decidor primer movimiento -en clave de una interpelante marcha fúnebre-

plantea, con arrebatador desgarro, el misterio de la muerte, aunque matizado con

pasajes de gran dulzura al evocar momentos de felicidad terrenal. En los siguientes,

quizás algo desperdigados en lo formal, se hilvanan desarrollos que transitan desde los

recuerdos más amables (el Ländler del segundo movimiento), pasando por un Scherzo

algo contenido y de cierto sarcasmo (San Antonio de Padua predicando a los peces),

siguiendo con un etéreo Urlicht (Luz Prístina, cantado por una mezzo o contralto), para

engarzar con la última sección, de un desgarrado frenesí de las interpelantes oposiciones

temáticas de fuerzas en pugna hasta culminar con una sección coral de completo éxtasis

religioso con versos del poeta alemán Friedrich Gottlieb Klopstock, modificados por el

mismo Mahler.

Autorizada dirección del experimentado maestro norteamericano Ira Levin, debutante en

Chile, firmando una versión de acendrado dominio de la obra. Con meticuloso análisis,

Levin fue soberano en el manejo de los contrastes y del devenir de las fluctuaciones

melódicas y armónicas, como una inteligente administración de la tensión-contención-

expansión sonora. Irreprochable coherencia global, con empáticos desarrollos temáticos

y buen manejo de las transiciones. De completo arrebato -sin caer en destemple- el

enfoque del primer movimiento, amén de un notable dominio de los pianissimi en

contraste, como una debida amabilidad del segundo y una celebrada linealidad expositiva

del Sermón de San Antonio de Padua; asimismo, un entrañable enfoque del Urlicht, más

una impresionante construcción de atmósferas en todo el desarrollo del último

movimiento. Sin duda, una concepción irredargüiblemente idiomática…

Felizmente fue posible ver las dos funciones, aunque con disimiles resultados por parte

de la orquesta y del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile. Así, al umbral de lo

desconcertante, en la primera función no pudo aquilatarse las bondades de la versión,


evidenciando, a priori, falta de ensayos. Empero, por Gracia Divina…, fue posible asistir

al día siguiente, dándose un asombroso giro en el rendimiento de los sinfónicos y

coreutas, siendo posible captar en plenitud las certeras indicaciones de la magnífica

batuta invitada, lográndose un debido ensamble, estupendos balances, buen esmalte

sonoro y excelentes cometidos de los solistas instrumentales, como una mejora en la

afinación de ciertas secciones del coro.

De las solistas vocales, con esmerada musicalidad, la joven mezzo Javiera Barrios, de

hermoso timbre, homogénea línea de canto y calibrada proyección, dio con el carácter

del Urlicht, mientras que la soprano Camila Romero, de buenas condiciones vocales,

acusó un canto errático y falencias en el “decir” de los textos, seguramente al estar aún

en etapa formativa.

En suma, una versión de gran impacto de la Resurrección de Mahler, liderada por un

director de autorizada cátedra y con un resultado que confirmó las grandes capacidades

de la Sinfónica Nacional.

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