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martes, 16 de octubre de 2018
Una buena versión de “LA BOHÈME” con algunos altibajos en el Colón
ALGO NO SUENA BIEN EN LA BUHARDILLA PARISINA
Martha CORA ELISEHT
El pasado 12 del corriente tuvo lugar en el Teatro Colón la reposición de “LA BOHÈME” de Giacomo Puccini, en una coproducción conjunta con la Ópera de Tenerife, con dirección escénica de Stefano Trespidi, escenografía e iluminación de Enrique Bordolini y vestuario de Imme Möller, bajo la dirección musical de Joseph Colaneri al frente de la Orquesta Estable. Asimismo, participaron el Coro Estable y el Coro de Niños del Colón, dirigidos por Miguel ángel Martínez y César Bustamante, respectivamente.
En la función correspondiente al Gran Abono, el elenco estuvo integrado por los siguientes cantantes: Mariana Ortiz (Mimí), Attala Ayan (Rodolfo), Fabián Veloz (Marcello), Jacquelina Livieri (Mussetta), Carlos Esquivel (Colline), Fernando Grassi (Schaunard), Luis Gaeta (Benoit), Víctor Castells (Alcíndoro), Sergio Spina (Parpignol), Leandro Sosa (Aduanero), Luis Loaiza Isler (Guardia) y la niña María Liz Rutkauskas Bellini. Este mismo elenco cantará en las funciones de Abono, mientras que habrá un elenco alternativo para las funciones extraordinarias, donde actuarán los siguientes cantantes: Marina Silva (Mimí), Gustavo López Manzitti (Rodolfo), Vinicius Atique (Marcello), Paula Almerares (Mussetta), Leonardo Fontana/ Emiliano Bulacios (Colline), Cristian Maldonado (Schaunard), Gustavo Gibert (Benoit), Enzo Romano (Alcíndoro), Juan Borja (Parpignol), Cristian De Marco (Aduanero), Martín Crosio (Guardia), mientras que María Liz Rutkauskas Bellini cantará como la niña solista en todas las funciones.
Joseph Colaneri es un conocido de las funciones que se transmiten en vivo por HD desde el Metropolitan Opera House de New York y ha demostrado ser un maravilloso director de orquesta, conocedor en profundidad de la obra y de la concepción pucciniana. Bajo su batuta, la Orquesta Estable sonó como los dioses, en forma brillante y ajustándose perfectamente a los tempi indicados en la partitura. La magistral escenografía de Enrique Bordolini y el magnífico vestuario diseñado por Imme Möller brindaron el marco propicio para remontarnos a la París de fines del siglo XIX, época donde se sitúa la obra de Henri Mugler (“Escenas de la vida de bohemia”) que sirvió de inspiración a Puccini para componer una de las óperas más bellas y célebres que jamás se hayan escrito. Estupenda la actuación del Coro Estable en los actos 2° y 3° de la obra- magistralmente preparado por Miguel Ángel Martínez-, al igual que el Coro de Niños. Una puesta en escena monumental hizo recordar a las grandes producciones organizadas por el Colón en las décadas de los ’80 y ’90, donde se lucieron intérpretes de la talla de Luciano Pavarotti, Ricardo Yost y Nuccia Foccile, que dieron vida a los personajes de la buhardilla de los bohemios. (Y que en el caso de Pavarotti, fue la única vez que cantó en el Colón, interpretando a Rodolfo).
En cuanto a los roles principales, se destacaron Fabián Veloz y Jacquelina Livieri, quienes interpretaron a Marcello y Mussetta; en el caso particular de esta última, Livieri dio lugar a una Mussetta de antología y fue a quien más aplaudió el numeroso público que se dio cita esa noche (con localidades agotadas). Muy buenas las actuaciones de Carlos Esquivel como Colline y de Fernando Grassi (Schaunard), quienes demostraron que están para cantar grandes roles de la ópera universal. Muy acertada la decisión del Teatro Colón de colocar a figuras de la talla de Luis Gaeta (Benoit) y de Sergio Spina (Parpignol). Si bien son roles cortos dentro del contexto de la ópera, dieron lucimiento y brillo a la gran producción. Desgraciadamente, no puede decirse lo mismo de la pareja protagónica, que tiene a su cargo la presentación de los personajes desde el inicio de la obra, con alta carga dramática, escénica y con arias tan célebres como difíciles de ejecutar. Y, precisamente, por ese motivo, cualquier error en su interpretación se amplifica.
El tenor brasileño Attala Ayan posee un bellísimo timbre de voz y buena técnica, pero una voz chica que, por momentos, quedó muy justa dentro del personaje de Rodolfo. En la primera escena del 1° acto, hubo un momento donde arrancó muy flojo en el dúo con Marcello y la orquesta lo tapó. Dio la impresión que estaba más preocupado por alcanzar las notas que por interpretar correctamente – y sin sobresaltos- a su personaje. Posteriormente, se fue afianzando de a poco hasta llegar al dúo con Mimí (interpretada por la soprano venezolana Mariana Ortiz). Si bien ella también posee una voz cálida, con buenos matices y hermoso color, sin embargo, tuvo un traspié al desafinar en un aria tan conocida como “Sí, mi chiamano Mimí”, lo que opacó su actuación. Lo mismo puede decirse de Ayan, cuya voz quedó chica en un aria crítica como “Che gélida mannina”, al igual que en el dúo que cierra la escena final del 1° acto. Posteriormente, ambos fueron tomando confianza y soltando sus voces durante los demás actos de la obra. Sin embargo, en la escena final – donde ocurre la muerte de Mimí en la buhardilla y el drama llega a su máxima expresión- tampoco se llegó al clímax desde un punto de vista histriónico por parte del tenor. Es la escena donde la cruda realidad golpea y contrasta con los sueños de la vida bohemia y, por ende, cargada de hondo dramatismo.
Ha sido una muy buena versión desde el punto de vista escenográfico, coral y musical, pero con fallas en la pareja protagónica. Sin ir más lejos, existen excelentes cantantes en nuestro medio que hubieran podido dar el brillo que una obra como LA BOHÈME necesita para una correcta representación. Baste recordar la excelente versión ofrecida por BUENOS AIRES LÍRICA el año pasado, donde Monserrat Maldonado y Nazaret Aufé dieron vida a Mimí y Rodolfo. Una espera que el elenco nacional supere con creces al elenco extranjero. Como tantas veces, una vuelve a afirmar: no se pueden representar obras tan célebres con cantantes de segunda o tercera categoría en los roles principales. De haber contado con cantantes cuyas voces eran las más aptas para roles de este tipo, todo hubiera sonado a la perfección en la buhardilla de los bohemios.
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