COLUMNA DE OPINIÓN
LA HIPOCRESÍA DEL APLAUSO
Martha CORA ELISEHT
Debido a la pandemia de coronavirus
COVID-19 y el aislamiento social preventivo y obligatorio como única
herramienta para mermar el riesgo de contagio, la población argentina no sólo modificó
su estilo de vida, sino que además creó diferentes alternativas de expresión.
A partir de una iniciativa surgida
en las redes sociales denominada “ARGENTINA APLAUDE” desde el 19 de Marzo
próximo pasado, la gente comenzó a salir a aplaudir sistemáticamente todos los
días a las 21 horas en apoyo a los trabajadores de la salud. Una iniciativa muy
simpática y gratificante, que posteriormente se extendió a los recolectores de
residuos, fuerzas de seguridad, personal de limpieza y todos aquellos trabajadores
considerados esenciales por tener la valentía de poner el pecho a las balas en
medio de la epidemia y cuidar a la población, a riesgo de sacrificar sus
propias vidas exponiéndose a un contagio potencial.
A medida que la pandemia y el
aislamiento social fueron avanzando, la gente siguió aplaudiendo hasta que se
hizo un hábito. A veces con más – y otras, con menos- intensidad, pero se
mantienen. Incluso, los niños en los balcones saludan al canto de “¡¡Basurero,
basurero!!” mientras pasa el camión recolector de residuos, que agradece
respondiendo con un bocinazo. Está perfecto reconocer a aquellos que hacen el
trabajo que a nadie le gustaría hacer.
Sin embargo, detrás de los aplausos
se esconde una hipocresía profunda. Dada la condición de médica por parte de
quien escribe, una no quiere parecer ni antipática ni desagradecida, sino todo
lo contrario. Los aplausos son reconfortantes, pero no protegen ni cuidan a los
trabajadores de salud. Por ser la primera línea de trinchera en la lucha contra
esta pandemia, son los que presentan mayor índice de infectados. Por más que es
obligación y deber del Estado -tanto a nivel nacional, provincial y municipal-
proteger a sus trabajadores, en la mayoría de los casos esta condición no se
cumple. Hay muchos reclamos de colegas en las redes sociales por no poseer los
elementos de higiene y bioseguridad adecuados y necesarios para trabajar, e
incluso, amenazados con perder su empleo por exigir un reclamo justo e indispensable
para el ejercicio de su profesión. Y cuando se entregaron, hubo casos donde los
barbijos estaban vencidos o eran totalmente inadecuados. En este momento,
tampoco hay provisión de vacuna antigripal en ciertos centros asistenciales. No
protege contra el COVID-19, pero sí contra la gripe. Y evita internaciones por
esta causa en temporada invernal.
Así como muchos colegas –sean
médicos, enfermeros, obstétricas, odontólogos o kinesiólogos- recibieron notas
de agradecimiento por parte de sus vecinos, hubo situaciones de franca
discriminación e inclusive, agresión a trabajadores de la salud cuyos vecinos
les negaron el ingreso a su vivienda luego de una Guardia o de una ardua
jornada de trabajo. Una actitud deplorable, deleznable y totalmente
desconsiderada hacia aquellos que cuidan la salud de la población.
En virtud de la capacitación y
actualización continua que un médico debe tener para ejercer adecuadamente su
profesión, percibe un salario muy bajo en comparación con todo lo que ha
estudiado –y continúa estudiando-. Eso lleva a una situación de poliempleo, que
no sólo favorece la diseminación y propagación del virus –además de exponerse
al contagio- sino que además, muchos
policonsultorios y centros médicos han cerrado sus puertas mientras dure la
cuarentena. Por lo tanto, esto implica también una grave pérdida económica para
los colegas en general, y mucho más para aquellos que no perciben un salario
fijo en particular.
A esto se le suma otro problema: los
sistemas de Medicina Prepaga y algunas Obras Sociales recomendaron realizar
consultas y confeccionar recetas por vía virtual –sea por mail o mediante un
WhatsApp- para evitar el riesgo de contagio. Naturalmente, las empresas
facturan por ello y cobran por sus servicios, pero no se traduce en abonar al
médico el honorario profesional correspondiente.
Cuando se confecciona una receta o
un certificado para presentar en el trabajo, se trata de un documento público,
donde el médico –o el odontólogo- debe colocar su firma y su sello, lo que
implica una responsabilidad legal. Y encima, gratuito, mientras las empresas de
Medicina Prepaga ganan auténticas fortunas.
Si
a todo esto se le suma las situaciones de violencia en las Guardias, el aplauso
constituye una perfecta cortina de humo para tapar la hipocresía de una
sociedad que alaba a sus trabajadores de salud, pero que no los cuida y que
además, en algunos casos los discrimina. No son héroes de historieta, sino
auténticos héroes anónimos, capaces de dejar la vida por cuidar del otro
–verdadero significado de la palabra “médico” en griego-. Es preferible el
reconocimiento mediante una carta de
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