miércoles, 21 de octubre de 2020

 Monumental transmisión por streaming desde el Met de la trilogía de Donizetti 


EL ESPLENDOR DE LA DINASTÍA TUDOR HECHO ÓPERA

Martha CORA ELISEHT


Siguiendo con la tónica de transmisiones por streaming de determinados compositores, el Metropolitan Opera House de New York dedicó la semana pasada un homenaje a Gaetano Donizetti (1797-1848) reviviendo no sólo sus óperas bufas más conocidas (LA FILLE DU RÉGIMENT, DON PASQUALE, L’ELISIR D’AMOR, que ya han sido debidamente comentadas en el blog durante el transcurso del corriente año) sino también su trilogía sobre reinas de Inglaterra pertenecientes a la dinastía Tudor (TUDOR QUEENS), que ha sido  llevada recientemente al disco por Diana Damrau y que comprende los siguientes títulos: ANNA BOLENA, MARÍA STUARDA y ROBERTO DEVEREUX.  Son óperas muy poco representadas por la gran exigencia vocal a la que los cantantes se ven sometidos –conjuga dramatismo con bel canto, por lo que se requiere de voces dramáticas y que, al mismo tiempo, posean una coloratura y un legato perfectos- y porque también requieren la recreación de una época de lujo y esplendor. Por ende, la escenografía y el vestuario deben ser acordes a la Inglaterra regida por esta dinastía entre 1536 y 1598 para poder ambientarla como se merece. 

La monumental puesta en escena concebida por David Mc Vicar creó el marco perfecto para recrear las características mencionadas anteriormente de la era Tudor, que contó asimismo con un valor agregado: tanto ANNA BOLENA como ROBERTO DEVEREUX se representaron por primera vez en el gran teatro lírico neoyorquino en 2011 y 2016 respectivamente. Las actuales transmisiones por streaming se representaron entre los días 15 al 17 del corriente, con los siguientes elencos y ficha técnica:


ANNA BOLENA (2011)

Elenco: Anna Netrebko (Anna Boelna), Ekaterina Gubanova (Jane Seymour), Ildar Abdrazakov (Enrique VIII), Stephen Costello (Richard Percy), Tamara Munford (Smeaton), Keith Miller (Lord Rochefort, hermano de Anna) y Tony Stevenson (Hervey). 

Dirección de orquesta: Marco Armiliato

Dirección Coral: Donald Palumbo

Escenografía: David Mc Vicar. Vestuario: Moritz Junge. Iluminación: Jennifer Tipton. 

Presentación: Renée Flemming.

El primer título de la trilogía se estrenó en el Teatro Carcano de Milán en 1830, con   libreto de Felice Romani basado sobre las novelas Anna Bolena de Ippolito Pindemonte y  Alessandro Pepoli, inspiradas en la vida de la segunda esposa de Enrique VIII y  madre de Elizabeth I de Inglaterra, quien es desdeñada por su marido como consecuencia de su romance con Jane Seymour –dama de compañía de la Reina e integrante de la corte- . La ópera relata los últimos días de la desdichada reina y su condena a muerte. Tras su debut en Londres y algunos escenarios de Estados Unidos, la ópera fue escasamente representada en la segunda mitad del siglo XIX y cayó rápidamente en el olvido. Su retorno a los escenarios  se produjo luego de la Segunda Guerra Mundial en 1957, de la mano de María Callas en el rol protagónico. Otras grandes intérpretes de este rol han sido Joan Sutherland y Beverly  Sills y más recientemente, Anna Netrebko, quien la representó en 2010 en la Ópera de Viena. 

En la presente versión, la suntuosidad de los detalles en el magnífico vestuario de época y la caracterización de los personajes fueron soberbias. Mientras que el Coro utiliza vestidos negros con tocas del mismo tono –al igual que la Reina- y pecheras blancas, el paje y juglar Smeaton aparece vestido de blanco –en contraposición al clima de tristeza e incertidumbre, representa la alegría- . Esto se acompaña con un magistral recurso del claroscuro en la iluminación, que se centra sobre los principales personajes, comenzando por Jane Seymour y siguiendo por la protagonista, quien luce idéntico color, pero que se diferencia por su casquete de perlas y gargantilla del mismo material. En la escena de cacería y retorno de Percy, la Reina luce un monumental vestido de época de terciopelo rojo con guantes al tono, mientras que el Rey Enrique VIII luce un típico atuendo con calzas cortas, jubón  en negro y dorado con amplias mangas, mientras que los tonos dorados y marrones prevalecen luego de comprobar la supuesta traición de Anna y su condena a muerte. Percy lo hace en tonos grises y plateados, luciendo calzas cortas y camisa de mangas amplias tras haber sido prisionero y condenado, al igual que Lord Rochefort. Jane Seymour luce un vestido rojo con toca dorada cuando suplica al Rey por la vida de Anna. Sin embargo, las cartas ya están echadas: los vínculos matrimoniales han sido rotos y Anna se enfrenta a su cruel destino con gran solemnidad y entereza. 

La dirección de Marco Armiliato  fue perfecta desde el principio hasta el final, respetando rigurosamente los tempi y brindando a las escenas de mayor intensidad dramática su sello personal, exaltando las mismas. El solo de arpa que precede a la canción de Smeaton en la primera escena del 1° Acto estuvo perfectamente bien ejecutado. Y el Coro brindó un marco perfecto para las escenas donde el mismo interviene. ¿Y qué se puede decir de las voces principales?... No hay voz como la de Anna Netrebko, caracterizada por su melodía, fraseo y espléndidos agudos. El Met deliró ante cada una de sus intervenciones al finalizar sus arias principales (“Me condena il mio fato”) y los duettos con Richard (“Io t’amo ancora”), los tríos y el estupendo sexteto al final del 1° Acto (“Il separate in carcere”). Pero su mejor intervención la hizo junto con Ekaterina Gubanova en el dúo entre Anna y Jane en el 2° Acto, que es la escena de mayor intensidad dramática (“Sul suo capo aggravi un Dío”). La actuación de la mezzosoprano rusa fue magnífica desde su primera intervención (“Avanti la mia vittima”) pasando por su aria ante la condena de Anna (“Il mio cor m’a tradito”) y clamando por su vida ante el Rey (“Ascolta la mia preghiera”). Por su parte, Stephen Costello demostró que es un tenor que estuvo a la altura de las circunstancias. Impecables agudos, muy buena línea de canto y un fraseo perfecto para encarnar al dolido Percy, quien está dispuesto a sacrificar su vida por la de la mujer que ama. Además, su voz posee matices que recuerdan a los de Plácido Domingo en su juventud. Ildar Abdrazakov se lució como el malvado e inflexible Enrique VIII en cada una de sus intervenciones, pero la más sobresaliente fue en la escena  del 1° Acto junto a Jane (“Tutti alla gloria… Comme il sol rival non avra”) y en el Trío que marca la escena final de cacería (“Anna, addío! Alla caccia”!) junto con  el tenor y la soprano. Tamara Munford también se lució vocal y actoralmente como el fiel paje y juglar Smeaton, quien está enamorado de la Reina y es salvajemente torturado por ello. Los personajes secundarios también tuvieron actuaciones destacadas. En resumen, una conjunción perfecta de bel canto, música y drama para mostrar el reinado de Enrique VIII en todo su esplendor. 


MARÍA STUARDA (2013)

Elenco: Joyce di Donato (María Stuart), Elza van der Heever (Elizabeth I), Matthew Polenzani (Robert, Earl de Leicester), Joshua Hopkins (Lord Cecil), Matthew Rose (Lord Talbot) y María Zifchak (Hannah Kennedy).

Dirección orquestal: Maurizio Benini

Dirección coral: Donald Palumbo

Escenografía y vestuario: John Mc Farlane. Iluminación: Jennifer Tipton. 

Presentación: Deborah Voigt


La segunda ópera de la trilogía relata la vida de María Stuart, reina de Escocia y prima de Elizabeth I de Inglaterra, quien fue tomada prisionera por el presunto asesinato de su segundo esposo y  colaboración con el reino de Francia para despojar del trono a su prima –independientemente de su condición de ferviente católica, mientras que Elizabeth era protestante- y posteriormente decapitada en la Torre de Londres en 1587, tras 18 años de cautiverio. Naturalmente, Donizetti pensó en Felice Romani para escribir el libreto, pero éste se negó. Por lo tanto, la responsabilidad cayó en Giuseppe Bardari, quien a su vez se inspiró en el drama homónimo de Schiller sobre la reina de Escocia. Sin embargo, tuvo que soportar la censura imperante en la época, porque su estreno –previsto en el Teatro San Carlo de Nápoles en 1834- debió posponerse hasta el año siguiente. Los Borbones –que gobernaban el Reino de Nápoles en esa época-  era la dinastía más conservadora de Europa. Su estreno tal como fuera concebida originalmente se produjo en Milán un año después de la muerte del compositor, en 1849. Posteriormente, se representó sin censura en el San Carlo de Nápoles en 1866 y cayó en el olvido hasta 1958, cuando se exhumó en Bérgamo  con dirección de Oliviero de Fabritiis. Sin  embargo, no fue hasta 1967 que se produjo su restauración definitiva de la mano de intérpretes de la talla de Leyla Gencer, Montserrat Caballé, Edita Gruberova, Shirley Verrett, Janet Baker y Joan Sutherland. Este título iba a cerrar la Temporada 2019-2020 del Met con Diana Damrau en el rol protagónico, pero debió suspenderse como consecuencia de la pandemia de COVID 19.

En la presente representación, la corte de Elizabeth I se representa en dos tonos: blanco y rojo. La reina y sus súbditos aparecen vestidos de blanco, con excepción de Lord Cecil y Lord Talbot– con boina y túnica negras-. La caracterización de la reina de Inglaterra es estupenda –joven, con su largo cabello rojizo y los clásicos vestidos con miriñaque. Por su parte, Robert de Leicester luce una clásica armadura en tonos de plateado y gris. En contraposición a la alegría de la corte, la protagonista luce un sencillo vestido negro con corte que resalta su cintura grácil, pechera blanca y un crucifijo en su pecho, al igual que sus damas y Hannah Kennedy, que lo hace en gris. Asimismo, contrasta con el vestido rojo que Elizabeth usa durante la partida de caza que se dirige al bosque de Fotteringham –donde María Stuart  está prisionera-. En el 2° Acto, la Reina ya luce el típico vestido con collar isabelino, el rostro pintado de blanco y el cabello recogido en un gran rodete con casquete de perlas, mientras que María lo hace de negro en el castillo donde está prisionera y donde Lord Talbot le anuncia su condena a muerte luego de su largo cautiverio. En la escena final, se quita el vestido y parte hacia el cadalso vestida de rojo. Los cambios de escena se logran mediante efectos de iluminación y paneles, que permiten pasar de la corte al bosque y de la sala del trono a la mazmorra. 

Maurizio Benini no sólo es una de las más grandes batutas de la actualidad en materia de ópera, sino además un perfecto conocedor de la partitura. La orquesta del Metropolitan sonó perfectamente equilibrada, con una precisión absoluta en los tempi y en los momentos de mayor intensidad dramática. La actuación del Coro también estuvo perfecta de la mano de Donald Palumbo. Muy buenas las actuaciones de María Zifchak, Joshua Hopkins y Matthew Rose en los roles secundarios y en cuanto a los roles primarios, Elza van der Heever ofreció una gran interpretación de Elizabeth I desde su primera cavatina (“Ah, quando all’ara scorgemi”), pasando por el dúo con  Robert (“Era d’amor l’imagine””Sul crin la rivale”) y la cavatina del 2° Acto (“Questa vita m’e funesta”), al igual que el bellísimo sexteto con el cual culmina el 1° Acto. Matthew Polenzani es un tenor que posee una excelente coloratura y un fraseo que lo hacen muy apropiado para encarar este tipo de roles. Brindó un perfecto Robert de Leicester, enamorado de la protagonista y a su vez, como es el hombre del cual la reina está enamorada, trata de negar su amor por María (“O memore!”… “Rimino il bel semblante”) y en el ya mencionado dúo. Sus agudos fueron insuperables y el Met estalló en aplausos tras cada una de sus intervenciones. Una excelsa Joyce di Donato tuvo a su cargo el rol protagónico, que sorteó sin mayores dificultades merced a su famosa coloratura –ideal para este tipo de roles- y su sorprendente capacidad actoral. Esto se logró desde su primera aria, donde recuerda su infancia en Francia (“O nube! Che lieve per l’aria ti aggiri”), su enfrentamiento con  Elizabeth (“La Regina! Fatale!” y la cavatina: “É sempre la stessa, superba, orgugliosa”). También se destacó en la cabaletta “Morta al mondo, senza trono” y cuando desprecia a su prima (“Figlia impura di Bolena e bastarda!... “Il trono é  profanato”). En el 2° Acto, la iluminación se centra ante su dolor al recordar la muerte de su marido (“Delle mie colpe lo squalido fantasma”….”Quando di luce rosea”). El Met cayó a sus pies luego de sus pianissimi y luego del clímax en materia dramática (“Ió juro avanti Dío”). Y también, cuando  marcha hacia el cadalso en la última escena y le pide a Hannah que la acompañe hasta el pie del patíbulo (“Deh’! tu di una umile preghiera”; “Di un cor che more”) y al proclamar su inocencia hasta el último minuto (“Ah! Se un giorno di queste ritorte”). Una versión de lujo de esta auténtica gema de la corona donizettiana.


ROBERTO DEVEREUX (2016)

Elenco: Sondra Rabdanovsky (Elizabeth I), Mathew Polenzani (Roberto Devereux), Elina Garanca (Sarah, Duquesa de Notthingham), Mariucz Kwiecen (Duque de Notthingham), Brian Bowen (Lord Cecil), Yohan Yi (Paje), Christopher Job (Sir Walter Raleigh)  y Paul Corona (Sirviente de Nottingham). 

Dirección musical: Maurizio Benini

Dirección Coral: Donald Palumbo

Escenografía: David Mc Vicar. Iluminación: Paul Constable. Vestuario: Moritz Junge. Coreografía: Leah Hausman. 

Presentación: Deborah Voigt. 

La ópera menos representada de la trilogía se sitúa en 1598, donde muestra una envejecida reina Elizabeth I a los 69 años de edad, donde no sólo luce su clásico vestido con miriñaque, collar isabelino y manto en forma de corazón en su espalda, sino que además camina con bastón. Su estreno se produjo en el Teatro San Carlos de Nápoles en 1837 con libreto de Salvatore Cammarano, basado en dos obras de autores franceses sobre el Conde de Essex (Corneille y La Calprenede). A diferencia de las otras dos óperas que componen la trilogía, tuvo un suceso rotundo y se representó en los principales teatros líricos europeos y americanos (La Habana, 1839; New York, 1849 y Buenos Aires, 1854). Posteriormente, cae en el olvido y recién se rescata en 1964 por Leyla Gencer –quien la llevó al disco en ese mismo año, dirigida por Mario Rossi- . Otras grandes intérpretes de este dificilísimo rol fueron Edita Gruberova, Montserrat Caballé, Beverly Sills y Dimitra Theodossiu. La presente transmisión también constituye su debut en el Met. 

La puesta en escena de David Mc Vicar es sumamente fastuosa, pero sencilla. Los cambios de escena se logran mediante efectos de iluminación, pero el escenario es el mismo durante toda la obra, donde comienza a narrarse la historia a partir de la muerte de Elizabeth I en el prólogo. Esto se ve coronado por un sensacional vestuario de época, que recrea perfectamente la dinastía Tudor. El protagonista –de quien la Reina está enamorada y quien es acusado de traición tras haber servido como Embajador en Francia- también luce un atuendo digno de su rango en tonos de gris, negro y plateado, mientras el Duque de Nottingham lo hace en tonos de marrón. Como dama e integrante de la Corte, Sarah luce un magnífico vestido color verde agua en la primera escena, y posteriormente, una falda azul con bordados dorados –de la misma tela del pañuelo que desatará las sospechas de la Reina sobre su rival- y una blusa floreada con chal blanco. Sir Walter Raleigh, con armadura en tonos de gris y plateado, y Lord Cecil, de la misma manera que en la puesta de escena de MARÍA STUARDA. En la escena final, la Reina demuestra que es una mujer y lo hace mediante un camisón blanco largo y bata gris. Se quita su peluca antes de nombrar a su sobrino James I como nuevo Rey de Inglaterra. Los efectos de iluminación son perfectos y se centran sobre los protagonistas en las escenas de mayor dramatismo.

Es la segunda vez que esta cronista aprecia esta magistral obra, ya que tuvo la oportunidad de escucharla mediante transmisión HD en vivo al finalizar la Temporada 2015-2016 del Met. La bellísima música compuesta por Donizetti encontró en la magistral batuta de Maurizio Benini a un intérprete ideal, colocando su habitual énfasis en las escenas de mayor intensidad dramática y permitiendo que las voces de los protagonistas se luzcan mediante un perfecto equilibrio orquestal. El Coro también estuvo muy bien preparado merced a la dirección de Donald Palumbo, ya que participa en numerosas escenas. Y en cuanto al nivel de canto, fue una de las obras más perfectas que una ha escuchado en un rol sumamente difícil, ya que la intensidad dramática se mantiene durante casi toda la obra. 

Los roles secundarios estuvieron perfectamente bien interpretados de la mano de Paul Corona, Yohan Yi, Christopher Job y Brian Bowen,, de manera tal que una se va a referir a los roles principales. Una cantante de los quilates de Elina Garanca no pasa desapercibida, sino todo lo contrario. Su actuación fue impecable desde su primera aria, y fue aumentando en intensidad dramática en el dúo con el protagonista (“Si tu m’ami, tu devra laschiami”… Dacché tornasti, ah, mísera!”) y la cabalettaQuesto addío fatale”. Lo mismo sucedió en el dúo con el barítono en el 2° Acto. Lo mismo sucedió con el barítono Mariucz Kwiecen, quien brindó una sublime interpretación del Duque de Nottingham. Por su parte, Matthew Polenzani hizo gala de su línea de canto y sus dotes de tenor belcantista desde su aparición en escena (“O ma reale, asiedi a voi”), en el dúo de amor con anteriormente mencionado con Sarah  y cuando es condenado por traidor (“Momento fatale… Mia regina, ió voglio la norte”). Su interpretación fue magistral en la escena del 2° Acto antes de partir hacia el patíbulo (“Nottingham, tu m’a rapito la donna qu’amo”), donde hizo gala de sus pianissimi, al igual que sus espectaculares agudos en la cavatina “Di tanti sentí lacrime”. Desde ya, el Met lo ovacionó al finalizar cada una de sus intervenciones. Un párrafo aparte merece la magistral interpretación de Sondra Rabdanovsky como Elizabeth I. Es una de las mejores sopranos dramáticas del momento e hizo gala de sus espléndidas coloratura y línea de canto desde su primera aria (“Un terrible sospetto”), pasando por la cavatina “Il suo amore benedetto”, donde el Met la ovacionó al terminar el aria por sus insuperables agudos. Lo mismo sucedió al descubrir la traición de Roberto mostrando la tela que Sarah le había entregado (“Ingrato impío, ingrato core”) y en el trío “Ió l’assigno” junto a la Reina y al Duque. Y cuando se quita la peluca y se muestra como una mujer (“Vive, ingrato!”) el Met se rindió a sus pies ante tan soberbia interpretación. La ovación fue total luego de su última aria (“Le sangue avuto, le sangue al cel é arrivata”) y su monumental agudo final.

Es un auténtico placer poder apreciar estas tres gemas, que son auténticas joyas de la corona. En este caso, de las reinas de Inglaterra, que marcaron una época de esplendor, magistralmente retratada por el gran compositor bergamasco. E interpretadas por una constelación de estrellas, que permiten admirarlas y apreciarlas en toda su magnitud.    



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