Sutileza y refinamiento en el recital de Alessio Bax
en el Colón
CADA DÍA ME GUSTA...¡BAX!
Martha CORA ELISEHT
Alessio Bax es un pianista con
mayúsculas. Ha visitado la Argentina y ha actuado en el Colón en varias
oportunidades –muy recordada su interpretación del Concierto para dos pianos de Francis Poulenc junto a su esposa
(Lucille Cheung) dentro del Ciclo de Abono de la Filarmónica- y una vez más se
presentó el pasado lunes 1° de julio sobre el mismo escenario, dentro del Ciclo
de Abono del Mozarteum Argentino, donde ofreció un programa que se destacó por
su originalidad y por brindar una interpretación sutil y refinada de todas las
obras que integraron el mismo.
El programa abrió con una
transcripción para piano de Johann Sebastian Bach (BWV 974) del Concierto para oboe, cuerdas y continuo en
Re menor S D 935 del compositor veneciano Alessandro Marcello (1673- 1747),
obra bellísima del barroco italiano. Sus tres movimientos (Andante spiccato/Adagio/ Allegro) fueron interpretados con una
maestría, una ductilidad y una sutileza exquisita por parte del solista. Por
otra parte, Bax posee una pulsación y una digitación prodigiosas, lo que lo
convierte en un digno exponente de la escuela italiana. Acto seguido, el
intérprete ofreció las Variaciones sobre
un tema de Corelli, Op.42 de Sergei Rachmaninov (1873-1943). Fue compuesta
en 1931 durante el exilio del compositor en Suiza y representa su última obra
para piano solo. En esta oportunidad, Rachmaninov empleó un patrón
característico de los músicos del siglo XVII y primera mitad del XVIII: la Folia, que se utilizaba para escribir y
componer variaciones dentro del ámbito de instrumentos de cuerda punteada. Su
nombre se debe a una danza festiva portuguesa del siglo XV, que se volvió muy
popular entre los músicos de dicha época –especialmente, Lully, Vivaldi y el
mencionado Corelli-. Rachmaninov inaugura las 20 variaciones con un Andante
en tono menor, sobre el cual se desarrolla la obra, dividida en 4 secciones: la primera –en forma de
sonata- comprende 13 variaciones, donde
se pueden apreciar un Allegro y un Scherzo. Luego de la cadencia sigue el Intermezzo y, sin solución de continuidad
comienza la segunda parte y la variación n° 14, que retoma el tema de la Folia para situar al oyente en la tercera
parte de la obra (Adagio). A partir
de la variación n° 16 hasta el final
aparece un contraste drástico, equivalente
al movimiento final de una obra,
caracterizado por su imponente vértigo. Hacia el final, regresa el tema de la Folia (Andante). La versión ofrecida por Bax fue excelente,
haciendo gala de su estupendas pulsación
y digitación. No obstante, hubo un cierto abuso en el uso del pedal en los fortissimi que – a juicio de quien escribe- fue lo único que se pudo objetar. El
resto, impecable.
Para la segunda parte del recital,
Bax empezó con una obra de Luigi Dallapiccola
(1904-1975), denominada Quaderno musicale di Annalibera, que –casualmente- fue la única que tocó con
partitura. Se trata de una serie de miniaturas inspirada en los Cuadernos de Anna Magdalena Bach, donde
el compositor oriundo de Istria emplea una estructura dodecafónica para rendir
homenaje a Bach. Y lo denomina así también en homenaje a su hija, nacida antes
del fin de la Segunda Guerra Mundial. Durante una gira en Estados Unidos en
1952, Dallapiccola comienza a componer 11 piezas con una sucesión de notas (Si-
La- Do- Si bemol), que en la nomenclatura sajona- germánica, equivale a
B-A-C-H; es decir, al gran músico y mentor. Estas miniaturas poseen gran fuerza
rítmica y expresiva, pero a su vez, deben interpretarse de manera sutil y delicada.
El refinamiento de la presente versión fue magistral, ya que Bax puso gran
fuerza interpretativa, pero a la vez, la ejecutó con una precisión absoluta,
sin olvidar la delicadeza y de manera sumamente sutil. Hubo una muy buena
marcación en los triple forti y una
sutileza absoluta en los pianissimi.
Al final de la misma, el público estalló en aplausos. Y finalizó su recital con dos
obras de Franz Liszt (1811-1886): Saint
Francois d’Assise: La prédication aux
oiseaux, S. 175/1 y Après une lecture
de Dante : Fantasia quasi sonata, S.161. La primera de estas dos piezas alude a San Francisco
de Asís y su predicación a los pájaros (tal cual su traducción del francés al
castellano), iniciándose con un glissando
que emula el canto de las aves en los matices más agudos del piano.
Posteriormente, un recitativo representa
la voz del santo, para terminar en una fanfarria monumental, donde las aves
reaparecen cantando prodigiosamente, mientras Francisco las acompaña en su
canto. El solista hizo alarde de su eximia técnica y de su virtuosismo, al
igual que en la obra siguiente (Después
de una lectura del Dante), que se ejecutan sin interrupción. El contraste
en tono menor y escala cromática es notorio – que representa el descenso de Dante al Infierno- y
estuvo muy bien logrado. Lo mismo sucedió con los pasajes de tonos menores a
mayores- que representan las escenas de amor entre Paolo y Francesca da Rimini-
, donde se pasa de la oscuridad a la luz, o del Infierno al Paraíso, pasando
por el Purgatorio. Posteriormente, la obra se cierra con una recapitulación en
tono menor sobre el primer tema, que va in
crescendo. Naturalmente, la interpretación del italiano fue soberbia, con
excelentes recursos técnicos y un cromatismo excepcional. Como no podía ser de
otra manera, los aplausos y los vítores se multiplicaron al finalizar el
concierto.
En agradecimiento al público,
Alessio Bax ofreció dos bises: un Estudio para mano izquierda – no
anunciado, de modo que una no puede determinar si se trató de Rachmaninov o
Scriabin- que interpretó magistralmente, para luego culminar con una monumental
y vibrante versión la Danza Húngara n° 5 de
Johannes Brahms. Un recital que se caracterizó por la originalidad del
repertorio comprendido y por la delicadeza, sutileza y personalidad del
intérprete, que una espera escuchar a la brevedad en otra ocasión.
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