viernes, 17 de enero de 2020




Critica:
Rigoletto-Opera Intima” en el Museo Juan C. Castagnino de Mar del Plata.

CREATIVIDAD, ESFUERZO Y SACRIFICIO: LAS CLAVES DEL TRIUNFO

Compañía “Lírica Libre”, temporada 2020. Giuseppe Verdi: “Rigoletto (Opera Intima)” (Basada en el original con libreto de Francesco María Piave a partir de “El Rey se Divierte” de Victor Hugo): Protagonistas: Fernando Santiago (Rigoletto), María José Dulín (Gilda), Ivan Maier (Duque de Mantua), Ramiro Montero (Sparafucile/ Marullo), Laura Pirruccio (Maddalena/Giovanna), Facundo Domínguez Manzano (Monterone), Pablo González Aguilar (Ceprano/ Maestro Verdi [Rol Actuado]). Grupo Instrumental. Vestuario: Mariela Daga, Mascaras , vestuario renacentista y recreación ambiental: Sergio Pelacani, Caracterización: El Camarín-Tienda de Arte, Iluminación: Pablo González Aguilar, Iván Maier y Elías Santiago, Sonido: Alejandro Gravelloni, Fotografía: Adriana Gardenia Padra, Imágenes: Dalmiro Zantleifer Ojeda. Dirección Musical: Horacio Soria. Dramaturgia y Puesta en Escena: Pablo González Aguilar. Museo Municipal Juan Carlos Castagnino- Ciudad de Mar del Plata, función del 10 de Enero de 2020.

NUESTRA OPINION: MUY BUENO

  Un año después de la resonante puesta en escena en versión íntima y reducida de “La Traviata”, Pablo González Aguilar engarzó para “Lírica Libre” la segunda gema de la inmortal trilogía verdiana, en este caso “Rigoletto”, en el mismo ámbito que el anterior trabajo, es decir, el “Museo Municipal Juan Carlos Castagnino” sito en la Villa Ortiz Basualdo de la Ciudad de Mar del Plata, en plena subida (o bajada según se mire) de la Av. Colón, entre las playas del Casino y la playa Varese.

    Si en “La Traviata” el libreto que desarrolló Francesco María Piave para el original de Alexandre Dumas (H) (“La Dama de las Camelias) permite su reducción al punto que una versión condensada es absolutamente entendible y llevadera con solo ver (y escuchar) las escenas del trío protagónico (Violetta-Alfredo-Giorgio), en “Rigoletto” el desarrollo de Piave sobre el original de Víctor Hugo (“El Rey se Divierte”) hace mucho más difícil la condensación. Las escenas de conjunto son decisivas, el coro masculino es soporte fundamental. ¿Cómo superó estas vallas Pablo González Aguilar?. Prescindiendo levemente de algunas escenas y/o personajes (Borsa, la Condesa Ceprano [aun cuando una mujer caracterizada como tal y convenientemente enmascarada acompañó al Duque en la danza]), enlazando con audio de una muy buena versión los pasajes en que el coro efectúa intervenciones decisivas (La efusiva parrticipación que acompaña la broma que el bufo le gasta a Ceprano, la maldición de Monterone, la sigilosa acción para el rapto de Gilda y la narración del mismo al Duque en el acto siguiente). Sabiendo además de antemano que el espacio público en el que se desarrolla este espectáculo tiene estrictas normativas (Funciona hasta las 21,30 hs. como museo y la función empieza casi estricto a las 22 hs.), debió seleccionar cuidadosamente los ambientes en donde la acción transcurrirá y afrontar la imposibilidad de no poder utilizar el mobiliario ya que es patrimonio público. Con todas estas prerrogativas entonces, decidió encarar el prólogo en la sala de exposiciones posterior a la recepción de la Villa, la que se convierte en el gran salón del “Palazzo Ducale” de los Gonzaga en Mantua (imposición de la censura austríaca como es bien sabido).  Allí el espectador se convierte en partícipe de la acción, ya que al ser recibido se le ofrece la primera parte de la propuesta gastronómica sobre la base de productos de una de las más reconocidas elaboradoras de conservas de pescado de la ciudad realizada por una ecónoma, familiar de los productores de las mismas, convenientemente regada con buen vino espumante. Una vez más González Aguilar asumirá el rol de Verdi, desde el que narrará a los espectadores el libreto y contará detalles de la acción. No alcanzarán a retirarse los cubiertos empleados en la degustación cuando irrumpe el audio con las dramáticas notas con las que se inicia el prólogo. El Duque interpreta “Questa o Quella” rodeado por el público y las camareras (caracterizadas también estas últimas),  mientras que sorpresivamente entre el público el “Giobbo” irrumpe en escena para gastar su broma a Ceprano. Monterone ingresa con un espacio en penumbras y tras su maldición, con la consecuente carga dramática, se cierra este momento. Verdi invita al púbico a colocarse en derredor a la escalera que conduce a los ambientes superiores para que se observe el “Pari Siammo” que tendrá lugar entre el oratorio de la residencia y el hall de distribución, no sin antes advertirnos de que el vestuario a emplearse sería distinto, y que se explicaría el porqué cuando en el acto siguiente se retorne al “salón ducal”.  Fui uno de los pocos privilegiados de apreciar frente a mi ese dúo con Sparafucile. Impacta mucho y más como se lo actuó e interpretó. En el mencionado Hall de distribución, un balcón con una abertura con vitrales y baranda exquisitamente trabajada en madera será la simbólica representación de la casa del bufón. Gilda y Giovanna salen al encuentro y ahí padre e hija harán su escena, mientras que el Duque aparece descendiendo sigilosamente por otra de las escaleras para sorprender a la joven. Mejor marco que el de ese balcón imposible. Desde allí Gilda se entrega en éxtasis a la interpretación de “Caro Nome” y allí los cortesanos apoyarán la escalera para el secuestro. Y al grito de socorro que la joven profiere desde el interior sigue la desesperación del “Giobbo” en pleno hall  ante la tragedia consumada.

  Un muy interesante enfoque e intercambio de ideas con los espectadores fue el que González Aguilar desarrolló  caracterizado como el compositor. A partir del  tema de “la pérdida de la virginidad” de Gilda y  tres visiones distintas para tratarla. La de la época de los Gonzaga en la que Piave sitúa la acción (y porque no recordar el “derecho de pernada”), la época romántica en la que Victor Hugo escribió la novela, luego adaptada por el libretista para que Verdi la desarrolle en música,  en la cual los convencionalismos y la moralina de la época la convertían en drama,  o la actual,  en donde el asunto tiene cada vez menos relevancia. Mientras se degustaba una exquisita copa helada, el Director Escénico cedió la palabra a tres espectadores quienes opinaron. A esta altura había un convencimiento generalizado de que primó  en la novela y el libreto el pensamiento de esa época a cuyo público iban dirigidas (libro y opera), por lo cuál ese era el sentido del empleó de vestuario de mediados de siglo diecinueve tanto en la acción frente a la casa del bufo y en la vuelta al salón ducal. Párrafo parte lo constituyó la resolución escénica del pasaje coral en la que los cortesanos le narran al duque el rapto,  sumado a la posterior entrada de Rigoletto y el semblanteo que desemboca en el dramático pedido por su hija al enterarse de que Esta se encuentra en la cámara de su amo junto a Este. Con la proyección sobre telón de fondo del cuadro “La Seducción de Zeus a Venus” del pintor Giulio Romano, coetáneo de la época en que está ambientada “Rigoletto”,  el que sirviera a los Gonzaga,  el Duque y los cortesanos se ubicaron tras él, actuando tras las sombras el coro de la narración, para que luego sean el Noble y Gilda  quienes actúen la escena de alcoba mientras Rigoletto entona el “Cortigianni…”.

  Tras un conveniente café, la parte final nos encontró de vuelta en el hall superior, ahora convertido en la sórdida hostería en la que Sparafucile cumple con los encargos que recibe y por los que cobra. Maddalena seduce y coquetea con el Duque en el balcón del que una y otra vez partirá “La Donna e’mobile”, pero es en la puerta a nivel de piso en donde se consumará el drama y Gilda será apuñalada . Es mucho mayor aún la tensión al estar los espectadores junto a Rigoletto cuando ocurre su mayor desgracia.

  Como apreciarán aquí la opera se presentó prácticamente completa. Es un gran mérito de González Aguilar el mantener en tensión al público de principio a fin. Supo mover muy bien escénicamente a los intérpretes y les extrajo todo lo mejor en la faz actoral. Se rodeó de muy buenos colaboradores comenzando por el vestuario seleccionado y aportado con gusto y oficio por Mariela Daga, las máscaras y la asesoría de la estética de la época de los Gonzaga desplegada por otro gran artista, Sergio Pelacani, las caracterizaciones que realizaron con los interpretes la gente de “El Taller”, el muy buen y equilibrado sonido que no desentonó con la música en vivo que desarrolló Santiago Gravelloni , coronando todo este despliegue los muy efectivos diseños lumínicos que el propio Director Escénico diseñó con la ayuda del mismísimo Iván Maier y el ya adolescente Elías Santiago, quien se ha involucrado en el ambiente teatral por propia decisión siguiendo las huellas de sus padres.

  Tras la experiencia acumulada en “La Traviata”, Horacio Soria decidió redoblar la apuesta y tras el dúo de violín y piano de aquella se ensambla ahora un conjunto de cinco instrumentos conformados por violonchelo, flauta y clarinete quienes se suman a los dos primeros. Sonó muy equilibrado, con plena conexión, buen empaste y atento a todo lo que ocurría tanto a nivel como en la parte superior a la que se acompañó desde abajo de manera perfecta por lo que ha sido un triunfo rotundo para el quinteto y su conductor.

  Tres muy buenas voces marplatenses se revelaron a Ntros. oidos: Laura Pirruccio quien hizo gala de muy buen registro y plena soltura escénica tanto como Giovanna como para Maddalena. Ramiro Montero, un muy buen barítono quién dio vida tanto a Marullo como al duro Sparafucile, en el que logró hacer valer su potente voz  desde las notas más bajas con clarísima emisión y un muy desenvuelto Facundo Martínez Marzano como el desesperado conde Monterone. Junto a ellos, Pablo González Aguilar despuntó el vicio tras su Dr. Grenvil del año anterior, ahora como el Conde Ceprano y lo hizo muy bien.

   En cuanto al trío  protagónico, no pudo haber mejor debut del rol del Duque para Iván Maier. Registro firme y sin fisuras, musicalidad, muy buena actuación, supo expresar. Después de las históricas funciones del Centenario del Teatro Roma de Avellaneda, pude reencontrarme con la Gilda de María José Dulín. La interpreta desde la maduración de su voz y lo hace con inteligencia. Transmite los sentimientos como pocas voces lo hace una cantante y es muy buena actriz. La magia está plenamente vigente. Y Fernando Santiago trazó un estupendo Rigoletto. Ladero del Duque, cancerbero de su hija, se va transformando con el correr de la función para clamar venganza ante la deshonra y se desmorona de modo desesperante ante la tragedia. Todos sentimos junto a El. Supo cantarlo, le dio todos los matices y logró meterse de lleno en el rol. Fue su triunfo.

  “Lírica libre” entregó otro producto con su característico sello de calidad. No cabe duda de que el éxito de las restantes funciones está garantizado y solo resta desearles que se repita el “Estrella de Mar” como el año anterior y que el 2021 venga de la mano de “Il Trovattore” en el ámbito de Mar del Plata que juzguen adecuado.

Donato Decina

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