miércoles, 15 de enero de 2020


Nueva producción de “WOZZECK” de Alban Berg en el Metropolitan de New York

UNA VIEJA HISTORIA CANDENTE, ACTUAL Y RELEVANTE
Martha CORA ELISEHT

            Tras el receso navideño, la Temporada 2019-2020 de transmisiones HD del Metropolitan Opera House de New York abrió sus puertas el pasado sábado 11 del corriente en el Teatro El Nacional con WOZZECK (ópera en 3 actos y 15 cuadros) de Alban Berg (1885-1935), con producción de William Kentridge (en coproducción con el Festival de Salzburgo, Canadian Opera Company (Toronto) y Ópera de Australia), escenografía de Sabine Theunissen, vestuario de Grete Gibris y proyección en video de Catherine Meyburgh, con iluminación de Uris Schönebaum. La dirección musical estuvo a cargo de Yannick Nézet- Séguin, con el siguiente reparto: Peter Mattei (Wozzeck), Elza van der Heever (Marie), Tamara Munford (Margret), Christopher Ventris (Tambor Mayor), Gerhard Siegel (Capitán), Christian Van Horn (El Doctor) y Andrew Staples (Andres). Participaron tanto el Coro Estable como así también el Coro de Niños de dicha institución.
            La primera ópera de Alban Berg fue compuesta entre los años 1914 y 1922, basada en una historia de la vida real (WOYZECK) escrita por Georg Büchner, que narra las penurias que sufre el soldado Franz Wozzeck por el hecho de ser un pobre ex combatiente durante la Primera Guerra Mundial, que convive con Marie –una prostituta, con quien tiene un hijo concebido fuera del matrimonio-. Para aumentar sus magros ingresos y así poder sustentar a su familia, sirve como asistente del Capitán del Ejército y es usado como conejillo de Indias para los experimentos del Doctor. Sin  embargo, Wozzeck sufre discriminación no sólo por ser pobre, sino también por presentar alucinaciones. Confiesa a su camarada Andres que algo malo y ruin va a suceder, ya que ve al sol teñido de sangre. Mientras tanto, Marie muestra admiración por el Tambor Mayor de la banda militar, quien finalmente la seduce y le regala un par de aretes de oro. Wozzeck desconfía de la infidelidad de su mujer, pero ella le dice que los encontró por la calle. Incomprendido por sus alucinaciones y visiones, engañado por la madre de su propio hijo, usado como animal de experimentación y recibiendo burlas de parte de quienes lo rodean, la ópera prima de Alban Berg plantea un tema de candente actualidad: la discriminación hacia los pobres, los enfermos mentales –como consecuencia de la guerra-, el adulterio y la indiferencia por parte de quienes dicen querer ayudarlo. Todas estas circunstancias llevan indefectiblemente a la locura del protagonista, quien termina asesinando a su mujer a la orilla de un estanque. Posteriormente, arroja el cuchillo al mismo para ocultar la prueba del delito. Sin embargo, sigue preso de sus alucinaciones y ve una luna teñida de sangre como testigo de su crimen. Al querer recuperar el arma, cae al estanque y se ahoga. Cuando le avisan al hijo de Wozzeck y Marie que sus padres han muerto, el pequeño sigue jugando, ya que no comprende que ha quedado huérfano.   
            Desde el punto de vista musical, evita las arias y los estereotipos característicos de la ópera. Se representa sin intervalos y sólo dura una hora y 52 minutos, pero con una trama que atrapa y cautiva al oyente. Si bien el dodecafonismo vienés es un estilo de composición difícil de comprender y que incorpora la atonalidad para incorporar y expresar la intensa carga dramática que esta obra posee, no resulta desagradable a los oídos del público. Además, representa el punto de partida para que otros compositores se nutran del mismo (Luciano Berio, Carl Orff, Gyorgi Ligetti, Luigi Nono, Christian Alois Zimmermann, etc.) e incorpora otros elementos para controlar las notas en el fluir armónico. (Ej: el tritono Si natural/ Fa natural, que representa a Wozzeck y Marie y el permanente conflicto entre ambos, o la combinación Si bemol/ Re bemol, que representa la relación entre Marie y el niño). De esta manera, se establece una continuidad y una estructura. A la poderosa orquesta sinfónica se le suma una banda militar, una banda típica alemana y un pequeño grupo de cámara (Escena de la taberna, en el 2° Acto), que encontraron en Yannick Nézet- Séguin a un intérprete integral, logrando un poderoso e intenso sonido merced a numerosas horas de ensayo y preparación, ya que es una obra tremendamente compleja y difícil de preparar. Lo mismo sucedió con los coros, y muy especialmente, con la participación del coro de niños en la escena final.
            Si bien todos los protagonistas se destacaron vocal y actoralmente, es una ópera donde se centra la atención en la pareja protagónica como hilo conductor del drama. Y el barítono sueco Peter Mattei encarnó a un impagable y extraordinario Wozzeck: vocalmente perfecto y soberbio actoralmente. La soprano sudafricana Elza Van der Heever dio vida a una excelente Marie mediante sus perfectas inflexiones vocales, los matices de su voz en las escenas de mayor dramatismo y su estupenda capacidad histriónica. La mezzosoprano estadounidense Tamara Mulford protagonizó una excelente Margret, mientras el tenor Christopher Ventris interpretó un Tambor Mayor que se destacó por su jerarquía vocal. Lo mismo sucedió con los tenores Andrew Staples (Andres) y Gerhard Stieger (Capitán) y el bajo Christian Van Horn (Doctor), creando una perfecta combinación y conjunción de voces en los dúos correspondientes.
            Naturalmente, nada de esto hubiera sido posible sin la sencilla –pero sumamente efectiva- escenografía de Sabine Theunissen, quien sólo con pocos recursos (un pasillo descendente, un gabinete, una escalera con baranda y unos desniveles) supo recrear todos los ambientes en los cuales transcurre la acción (la casa de Wozzeck, la taberna, el gabinete del Doctor, las barracas y el estanque), merced a la excelente proyección de video creada por Catherine Meyburgh, que permitía automáticamente pasar de una escena a la otra, manteniendo el hilo conductor de la trama. La iluminación de Urs Schönebaum hizo el resto para que esta nueva coproducción pudiera llevarse a cabo con la excelencia que caracteriza a las producciones del Metropolitan Opera House –que asimismo, ha sido elegida para abrir en Julio del corriente año el Centenario del Festival de Salzburgo-.
            A casi 100 años de su estreno (1925),  esta obra posee una vigencia sumamente actual. No sólo representa un poderoso alegato acerca de los horrores de la guerra y las secuelas que la misma deja sobre los seres humanos (pobreza, miseria, locura  y discriminación),  sino que también los muestra con absoluta crudeza.

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