Monumental transmisión histórica por streaming de
“LUISA MILLER” desde el Met
UN MAGNÍFICO THRILLER PSICOLÓGICO
Martha CORA ELISEHT
Por definición, un thriller es una obra cuya trama se basa
en la conjunción de intrigas y suspenso mediante coacción o presión psicológica
ejercida sobre el protagonista. Si bien Alfred Hitchcock fue el gran mentor de
este género, tuvo un predecesor: nada más ni nada menos que Giuseppe Verdi con
una de sus óperas menos representadas: LUISA
MILLER, que se ofreció en una histórica transmisión por streaming desde el Metropolitan Opera
House de New York en el día de la fecha con puesta en escena de Nathanaiel
Merrill, escenografía de Attilio Colonnello, vestuario de Charles Caine e
iluminación de Gil Wechsler. Además, contó con la participación de David Reppa
como diseñador invitado, mientras que la dirección de la Orquesta y Coro Estables
de la institución estuvieron a cargo de James Levine y David Stivender,
respectivamente.
Esta transmisión data de 1979 y fue
editada en video por el sello alemán Deutsche
Grammophon, cuyo elenco estuvo compuesto por los siguientes cantantes:
Renata Scotto (Luisa Miller), Plácido
Domingo (Rodolfo), Sherill Milnes (Miller),
Bonaldo Giaiotti (Conde Walter), James
Morris (Wurm), Jean Kraft (Duquesa Federica), Ariel Bybbe (Laura, amiga de Luisa) y Dale Caldwell (Mensajero). Y tal como en otras
transmisiones históricas del Met, el material fílmico y sonoro se conservó en
perfecto estado.
Este auténtico thriller psicológico lleva el número 15 de la producción verdiana y
marca el final de su primer período como compositor. Por lo tanto, conjuga
elementos de intenso dramatismo con arias donde impera el bel canto, pero también se insinúa la transición hacia el verismo. Fue estrenada en el Teatro San
Carlo de Nápoles en 1849 y el libreto fue escrito por Salvatore Cammarano sobre
una novela de Friederich von Schiller (Kabale
und Liebe: Intriga y amor), donde
la protagonista se debate entre su amor por Rodolfo
–hijo del Conde Walter- y su
padre, quien ha sido tomado como prisionero por orden del Conde. A su vez, el cortesano Wurm
está enamorado de ella y le dice que
puede salvar a su padre escribiendo una carta donde manifiesta que su amor por Rodolfo fue falso y que está enamorada
de él. Ante semejante presión, su
felicidad se ve truncada y sólo desea morir. Recién en la última escena se
descubre el complot previamente urdido, pero ya es demasiado tarde. Por lo
tanto, constituye un magnífico ejemplo del género mencionado previamente.
La magnífica régie implementada por Nathanaiel Merrill se basa en una puesta en
escena clásica, donde la obra transcurre a fines del siglo XVII en las montañas
del Tirol. Para festejar el cumpleaños de Luisa,
el Coro y la protagonista aparecen con trajes de aldeanos portando
guirnaldas de flores, mientras Miller aparece
caracterizado como un anciano que ha logrado buena posición como ex soldado del
Conde, usando bastón y vestido a la
moda centroeuropea de aquella época, con traje a saco y chaleco marrón. Por su
parte, la protagonista usa un traje de aldeana con falda beige con galones
ricamente bordados, chaleco marrón con vivos dorados, blusa blanca y guirnalda
de encaje sobre su cabeza. Cuando aparece Rodolfo,
lo hace como el aldeano Carlo y
usa los mismos colores que la protagonista, mientras que el malvado Wurm lo hace con un traje marrón con
doble hilera de botones. Ya en la segunda escena, los protagonistas y el Coro
lucen vestimentas típicas de la nobleza de aquel entonces. Magnífico el vestido
de la Duquesa Federica en terciopelo
labrado con cuello isabelino, mientras que los caballeros lucen capas sobre sus
respectivos trajes. Y para el final, Luisa
aparece con un vestido negro con blusa gris, traduciendo perfectamente su
atroz estado de ánimo. La escenografía alterna entre las diferentes escenas en
que se divide la obra (aldea tirolesa, casa de Miller y castillo del Conde) y
no sufren demasiados cambios durante los tres actos que integran la misma.
Pudo apreciarse a un muy joven – y
entusiasta- James Levine en el podio, que ejecutó magníficamente bien el
célebre Preludio antes del 1° Acto,
ganándose el aplauso de la audiencia. Asimismo, supo imprimir su sello
característico a la orquesta, brindando vuelo, dramatismo y equilibrio sonoro a
la vez. Y acompañó perfectamente a los solistas en las arias de mayor
intensidad dramática. Por su parte, el Coro desempeñó también un muy buen
papel, destacándose desde el inicio tanto
en las arias festivas como en las de mayor dramatismo –cuando Miller ha sido tomado prisionero y
acompañando a Luisa en su dolor al
inicio del 3° Acto-. Si bien es una ópera donde hay escasez de roles
secundarios, el tenor Dale Caldwell y la mezzosoprano Ariel Bybbe ejercieron
una muy correcta interpretación del Mensajero
y Laura –amiga de Luisa-. Y la contralto Jean Kraft posee
un estupendo color tonal, un muy buen fraseo y una línea de canto que le
permitieron componer a la Duquesa
Federica sin dificultades. Se lució en su cavatina y en el dúo del 1° Acto junto a Rodolfo (“De la parola amara perdona al labbro mío”), al igual que
en el cuarteto del 2° Acto junto al Conde,
Wurm y Luisa. Aquí se puede hacer
un análisis interesante: predominan 3 voces graves –los poderosos,
representando la maldad y la oscuridad mediante un complot- sobre una aguda (Luisa), que representa lo contrario –una aldeana humilde,
bondadosa, transparente, que no tiene nada que ocultar y que es capaz de
sacrificar su amor para salvar a su padre de la prisión-. Este cuarteto sonó
magistralmente merced a la extraordinaria calidad interpretativa de los
cantantes. James Morris encarnó al malvado e intrigante Wurm desde el inicio, pero fue en el dúo junto a Bonaldo Giaiotti
donde más se destacó, ya que decide sellar su destino al del Conde (“L’alto retaggio non ho bramato”). Ese dúo entre los dos bajos
recibió la ovación del Met al finalizar el mismo. Por su parte, el gran bajo
italiano se destacó desde su aparición en escena (“Il mio sangue la vita darei”) y en el dúo y cuarteto mencionados
anteriormente. Sus espléndidas dotes histriónicas hicieron el resto para
componer al omnipotente e inflexible Conde,
deseoso de imponer su voluntad a cualquier precio.
¿Qué se puede decir de un barítono
de los quilates de Sherill Milnes?... Miller
fue el rol que lo catapultó a la fama internacional y ha sido uno de los
mayores intérpretes del mismo. Su
impecable fraseo, su línea de canto y su voz melodiosa sonaron perfectamente
desde su primera aria (“Sacra la scelta é
d’un consorte”) y la confirmación de su sospecha respecto del pretendiente
de Luisa (“Ah! Fu giusto il mio
sospetto”), que se lo confirma en la 3° escena del 1° Acto (“Mio temor non era in vano”). Una vez liberado en el 3° Acto, el conmovedor
dúo entre padre e hija (“La filia, vedi,
pentita”) fue de una exquisitez sublime –donde se puede establecer un
paralelismo con el dúo entre Rigoletto y Gilda, que demuestra el amor y la
preocupación de un padre frente a su hija- y recibió una ovación de aplausos.
Lo mismo sucedió con el monumental trío donde Luisa pide a su padre que la bendiga antes de morir (“Padre, ricevi l’estremo addío”), mientras
él se desespera al ver que su única hija se está muriendo (“O, figlia, o vita del cor paterno!”) y Rodolfo le pide que lo perdone (“Ah!
Tu perdona il fallo mio”). Una actuación magnífica, que se vio coronada por
innumerables aplausos y vítores. Lo mismo sucedió con el gran Plácido Domingo
–con cabello y barba rubios para interpretar al hijo del Conde- , que brindó un Rodolfo
sublime desde su aparición en el dúo con Luisa (“T’amo d’amor qu’esprimere”), al confrontar a su padre y
amenazarlo en la 3° escena del 1° Acto, donde se produce un soberbio cuarteto (Luisa, Rodolfo, el Conde y Miller), en el mencionado dúo con Federica y en el aria más famosa de la ópera (“O si negar potesse… Quando le sere al
placido”), al igual que en la cavatina
final del 2° Acto (“L’ara o l’avella
aprestami”), el monumental dúo con Luisa
tras beber el agua envenenada, donde ella le confiesa la verdad (“Ah! Piangi il tuo dolor”) y la escena
final tras matar a Wurm, dirigiéndose
a su padre antes de morir (“La pena tua
mira”). Su magistral interpretación le valió la ovación del Met al final,
con la interminable lluvia de flores desde los palcos. Y Renata Scotto hizo una
sublime interpretación del rol protagónico desde todo punto de vista desde su
aparición en escena (“Lo vidi e’l primo
palpito”), mostrándose feliz y despreocupada al interpretar su cavatina y el dúo de amor ya mencionado.
Posteriormente, su alegría se transformará en dolor ante ver prisionero a su
padre más la coerción ejercida por Wurm al
escribir la carta (“Tu puniscimi, o
Signore”), donde hizo gala de sus espléndidos agudos en un aria de gran
intensidad dramática, al igual que en la cabaletta
donde lo maldice (“A brani, a brani, o pérfido!”). Independientemente
de las escenas ya mencionadas, su cavatina
del 3° Acto (“La tomba e un letto
sparso di fiori”) fue soberbia. Al finalizar el dúo con su padre, el Met
aplaudió a rabiar antes de terminar el aria. Lo mismo ocurrió en el
impresionante trío final.
Gracias al streaming, una vez más se pudo disfrutar de un espectáculo de gran
jerarquía, con un elenco de primerísimo primer nivel para dar vida a este thriller psicológico verdiano. Un
auténtico precursor del género que tanto gusta y atrapa a miles de espectadores
hecho ópera, con la monumental música del genio de Roncole.
No hay comentarios:
Publicar un comentario