jueves, 6 de agosto de 2020

ena transmisión por streaming de “LOS CUENTOS DE HOFFMANN” desde el Metropolitan

 

DE AMORES CONTRARIADOS Y MUSAS INSPIRADORAS

Martha CORA ELISEHT

 

            Uno de los más importantes clásicos de la ópera francesa es “LOS CUENTOS DE HOFFMANN” de Jacques Offenbach (1819-1880), que se ofreció el pasado martes 4 del corriente en transmisión por streaming desde el Metropolitan Opera House de New York correspondiente al año 2015, con producción integral de Barlett Sher, escenografía de Michael Yeargan, vestuario de Catherine Zuber, iluminación de James Ingalls y coreografía de Dou Dou Huang, con un elenco integrado por los siguientes cantantes: Vittorio Grigolo (Hoffmann), Thomas Hampson (Los Cuatro Villanos: Lindorf, Coppelius, Doctor Miracle y Dapertutto, Erin Morley (Olympia), Christine Rice (Giulietta), Hibla Germzeva (Stella/ Antonia), Kate Lindsey (Nicklausse/ La Musa), Tony Stevenson (Andrés/ Cochemille/ Franz/ Pitichinaccio), David Pittsinger (Luther/ Crespol, padre de Antonia), David Crawford (Herrmann/ Schlemil), Dennis Petersen (Nathanael/ Spalanzani) y Olesya Petrova (Madre de Antonia). La dirección orquestal estuvo a cargo de Yves Abel y la coral, de Donald Palumbo, mientras que Deborah Voigt se hizo cargo de la presentación.

            De las numerosas versiones que existen sobre esta obra, en este caso se empleó la versión de Viena, donde aparece la figura de la Musa inspiradora en el Prólogo, que protege al poeta disfrazándose como el estudiante Nicklausse para volver a presentarse como la misma en el Epílogo de la obra para redimirlo. Hay que recordar que recién en 2010 se completó la edición para el libreto original de Offenbach de 1881. Debido a que el compositor muere un año antes de poder ver estrenada su obra, faltaba la orquestación para el 3° Acto. Según las diferentes versiones, y acorde al concepto de ópera abierta establecido por el mismo autor, se puede representar como el cuento de Antonia o de Giulietta. En este caso, la historia de amor entre Hoffmann y Antonia se representó en el 2° Acto, mientras que la de Hoffmann y Giulietta, en el 3°.

            Para lograr el clima en el cual transcurre la obra –el París de fines del siglo XIX- se empleó una puesta en escena que reunió elementos clásicos y modernos, con un común denominador: el escritorio del poeta, que aparece en el ángulo derecho del escenario. Mediante un efecto de iluminación se presenta a la Musa, para luego dar lugar a la escena de la taberna donde Hoffmann comienza a narrar los cuentos de sus tres amores contrariados: la muñeca Olympia, la joven y frágil Antonia y la cortesana Giulietta, creyendo ver las virtudes de las tres en la cantante de ópera Stella. No obstante, la presencia del villano Lindorf hará que sus sueños de amor se vean truncados una vez más.

            Mientras el cuento de Olympia transcurre en el taller de muñecos de Spalanzani, la fiesta para presentar a su hija se hace en un escenario que alude a la carpa de un circo en diferentes tonos de rosa –del mismo color que el vestido de la muñeca, con una larga corona sobre su cabeza y peluca al tono-. Un ballet ataviado de la misma manera que la protagonista completa la escena. Se usa el mismo color para destacar las virtudes de la joven Antonia –que aparece ataviada con un vestido rosa pálido- en una habitación donde sólo hay una puerta y un piano, sobre fondo del mismo color. El Doctor Miracle llega en carruaje tirado por caballos para cumplir su maléfico plan. En cambio, Giulietta aparece vestida en color bordó, con un vestido de corte clásico y falda con miriñaque, peinada con peluca a la usanza del siglo XVIII. Aparece rodeada por su séquito de efebos y bailarinas que adoptan una postura erótica en base a la noche de amor al compás de la célebre Barcarola, pero sin caer en una exageración visual. La góndola pasa por detrás de su palacio.  Por último, Stella usa un vestido rojo con tapado de piel, mientras que la Musa lo hace con un vestido muy sencillo, de corte clásico color rosa viejo. No es casual la elección de este color para resaltar las virtudes femeninas. Por su parte, los hombres usan atuendos clásicos de la época: el protagonista, con un sencillo traje a saco azul, con corbata al tono, mientras que los villanos lo hacen con traje, corbata y capa. Y Nicklausse, con camisa y pantalón negros, moño bordó y su infaltable galera, en una muy buena caracterización. Y contó con una particularidad: aparecen Olympia, Giulietta y Antonia en el Epílogo como recuerdos de amor, mientras la Musa canta junto al poeta para alejarse posteriormente a medida que va cayendo el telón. 

            Además de los roles principales, esta ópera se caracteriza por presentar gran cantidad de roles secundarios –que generalmente, suelen ser interpretados por un mismo cantante- y una participación del Coro en casi todas las escenas –con excepción del Acto de Antonia-. Por lo tanto, quien escribe comenzará detallando el desempeño de los cantantes que ejecutaron los personajes secundarios. Tony Stevenson dio vida a Andrés en la taberna, Cochemille en el Acto de Olympia, Franz en el de Antonia y Pitichinaccio en el de Giulietta. Además de ser un tenor muy apto para este tipo de roles cómicos, es un excelente actor y ofreció una muy buena interpretación del sirviente Franz, de Andrés y del asistente Cochemille. Por su parte, David Crawford brindó un muy buen Schlemil en el 3° Acto, al igual que su rol como Herrmann. La mezzosoprano ucraniana Olesya Petrova estuvo muy bien caracterizada como la Madre de Antonia –en vez de escucharse sólo su voz, en este caso, su visión apareció en escena para cantar a dúo con su hija hasta morir- y se lució vocalmente. Lo mismo sucedió con el bajo David Pïttsinger como el tabernero Luther y Monsieur Crespol –padre de Antonia-. El tenor Dennis Petersen encarnó un simpático Spalanzani y un muy buen Nathanael.

            El francés Yves Abel logró una impecable dirección al frente de la orquesta de la institución, sacando unos matices excelentes de sonido y haciendo hincapié en los momentos de mayor intensidad dramática. Ejecutó perfectamente bien la célebre Barcarola del 3° Acto, mediante una correcta marcación. Asimismo, permitió el lucimiento de los solistas de arpa y flauta en la famosa aria de Olympia (“Les oiseaux dans la charmille”), al igual que en la escena de amor entre Hoffmann y Antonia. Por su parte, el Coro se destacó en la escena de la taberna, la presentación de Olympia y en el Acto 3°.

            En cuanto a los roles principales, Vittorio Grigolo tuvo la difícil tarea de encarnar al poeta Hoffmann. Y lo hizo con gran profesionalismo, merced a los excelentes matices de su voz, que fue creciendo a medida que avanzaba la ópera. Se lució en la célebre Chanson de Kleinzach, la escena de Olympia –donde su expresión actoral fue soberbia al darse cuenta que se enamoró de una autómata- y la Chanson d’Amour junto a Antonia. Y su actuación fue magistral en el 3° Acto, cuando se da cuenta que ha perdido su reflejo al mirarse en el espejo. Y al perder a Stella a manos de Lindorf, interpreta imitando los movimientos de Kleinzach en forma magistral. El Met lo ovacionó al caer el telón ante el saludo de todos los protagonistas. ¿Y qué se puede decir del gran Thomas Hampson?.... Además de un extraordinario barítono, un magnífico actor, que supo encarnar a los cuatro villanos al estilo de los grandes. Ya se habló de su rol como Lindorf, pero hizo lo mismo con el malvado Coppelius y fue soberbio como el Doctor Miracle. Quizás no estuvo tan compenetrado como Dapertutto, pero de todas maneras, su nivel vocal fue magnífico y alcanzó su clímax en el Aria del diamante.

            La soprano rusa Hibla Germzeva fue una auténtica revelación, que sorprendió por su bella voz, potente, con gran fraseo y una técnica impecable. Y como actriz, excelente para dar vida tanto a Stella como a Antonia. Sus dotes vocales quedaron perfectamente demostradas desde la primera aria  (“Il a flut la torturelle”), destacándose en la Chanson d’Amour junto al protagonista y en el dúo cantando junto a su madre hasta morir. Junto a Olesya Petrova formó un dúo que se destacó por su perfecto equilibrio vocal. Por su parte, Christine Rice brindó una muy buena Giulietta, ya que posee una bella voz, presencia actoral y soltura sobre el escenario. Erin Morley es una de las mejores sopranos ligeras del momento y posee la coloratura ideal para interpretar el difícil rol de Olympia, pero quiso lucir sus espléndidos agudos corriendo una maratón de notas muy altas hacia el  final de la célebre “Les oiseaux dans la charmille” y tuvo un ligero traspié al dar la nota  final. Si lo hubiera hecho de manera convencional, se hubiera lucido mucho más. No obstante, el Met la ovacionó. Su caracterización y la sincronización de sus movimientos como la muñeca estuvieron perfectas. Por último, Kate Lindsey se lució como la Musa y Nicklausse, quien advierte al poeta que Olympia es una muñeca e imitó a la perfección sus movimientos. También se lució en su aria en casa de Antonia, al igual que al intentar salvar a Hoffmann en el 3° Acto y en la Barcarola.

            La recreación de este gran clásico francés estuvo muy correcta, de manera clásica, que permitió apreciar la esencia de la obra. Pudo haber algún que otro altibajo en cuanto a lo vocal, pero en líneas generales, fue una muy buena producción al estilo Metropolitan, caracterizada por el gran despliegue de gente y numerosos figurantes sobre el escenario. Y que en este caso, se tiñó de rosa para destacar las virtudes femeninas, donde una musa inspiradora puede borrar tantos amores contrariados. 


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