Muy buena actuación del cellista José Araujo junto a
la Filarmónica en el Colón
ESO SE LLAMA CALIDAD
Martha CORA ELISEHT
El 2021 es un año de múltiples acontecimientos: entre
otros, se conmemoran el cincuentenario del fallecimiento de Igor Stravinsky y
los 75 años de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, que ha decidido
plegarse a los homenajes rendidos a este gran compositor en todo el mundo. Para
ello, en el día de la fecha tuvo lugar el 2° concierto del Ciclo de Abono de la
mencionada agrupación –y el cuarto del corriente año- bajo la dirección de
Enrique Arturo Diemecke y con la participación del cellista José Araujo, en un
programa compuesto por las siguientes obras:
-
Le tombeau de Coupérin- Maurice RAVEL (1875-1937)
-
Concierto n° 2 en Re mayor para cello y
orquesta, Op. 101- Joseph
HAYDN
(1732-1809)
-
Suite “Pulcinella”- Igor STRAVINSKY (1882-1971)
Tras los habituales anuncios de explicación de las
obras por parte de Diemecke, el concierto inició con la mencionada obra de
Ravel. Concebida originalmente como una suite
de 6 piezas para piano entre 1914 y 1917, el compositor rindió homenaje a François
Coupérin y a la música barroca francesa de su tiempo. Posteriormente, realizó
una orquestación tomando 4 de las 6 piezas originales que fue estrenada recién en
1919, debido a la participación de Ravel como oficial del ejército francés
durante la Primera Guerra Mundial. Cada uno de los 4 números que integran la suite está dedicado a uno de sus amigos;
el Preludio (Vif, vivo), al teniente
Jacques Chalrot, quien transcribió para piano su obra Ma Mère, l’Oye (Mi Madre, la Oca); la Forlanne (Allegretto), al teniente y pintor vasco Gabriel Deluc
–ambos, en Mi menor-, mientras que el tercero (Menuet, Allegro moderato) está escrito en Sol mayor y dedicado a
Jean Dreyfus, y el último (Rigaudon,.
Assez vif, bastante vivo), a Pierre y Pascal Gaudin, en Do mayor. La
Filarmónica ofreció una muy buena versión, caracterizada por la calidad de los
solistas y un perfecto equilibrio sonoro. El oboísta Néstor Garrote y el
flautista Claudio Barile se lucieron en el contrapunto de estos instrumentos en
el segundo movimiento, mientras que el solo de oboe que abre la obra sonó
magistralmente, al igual que los instrumentos de cuerdas.
El Concierto
n° 2 para cello y orquesta en Re mayor, Op. 101 es una de las obras más
bellas para dicho instrumento, pero también posee pasajes sumamente difíciles
de abordar. No obstante, es uno de los más ejecutados por los cellistas y su
composición data de 1783, cuando Haydn era Kapellmeister
en la corte del príncipe Nikoláus Esterházy. Consta de 3 movimientos (Allegro moderato/ Adagio/ Rondó- Allegro) de
los cuales, los dos primeros están escritos en forma de sonata y representan al estilo barroco, ya que los pasajes correspondientes
al instrumento solista contienen numerosas modulaciones que alternan con los
principales motivos. Esto se aprecia más en la capitulación del 1° movimiento (Allegro moderato), donde luego de la
variación ofrecida por el solista se cierra con el tema principal. En cambio,
posee una melodía nostálgica en el Adagio
central, que es interrumpida por algunos pasajes del cello caracterizados
por su dificultad técnica, para desembocar en el majestuoso Rondó final –ya correspondiente al
clasicismo-. No sólo José Araujo sorprendió al público tocando su parte de
memoria, sino que también hizo gala de su magistral fraseo, sorteando las
dificultades técnicas con calidad interpretativa. La orquesta supo acompañar al
solista en una digna versión de este concierto, tras lo cual se retiró muy
aplaudido.
La Suite
Pulcinella deriva del ballet homónimo compuesto por Stravinsky en 1920
sobre el personaje originario de la comedia
dell’arte de principios del siglo XVIII. En un principio se creyó que había
sido compuesto por Giovanni Bautista Pergolesi (1710-1736), pero más adelante
se supo que la música pudo haber sido escrita por Domenico Gallo, Carlo Ignazio
Monza y Alessandro Parisotti. Sin embargo, fue el director de orquesta Ernst
Ansermet quien le sugirió a Stravinsky la composición de la obra en 1919. Si
bien Stravinsky no estaba muy convencido al principio, luego cambió de opinión
y realizó una orquestación magnífica sobre un tema barroco intercalando ritmos,
cadencias y armonías modernas. Está considerada como la primera obra del
período neoclásico del compositor, quien toma 8 números de los 21 originales
del ballet para componer la mencionada Suite
en 1947. Según palabras textuales del propio Stravinsky:
…”Pulcinella fue mi descubrimiento del pasado, la
epifanía sobre la cual la totalidad de mi obra tardía se hizo posible”. Se
inicia con una Obertura (Sinfonía) de
corte netamente barroco, donde todos y cada uno de los instrumentos poseen
variaciones sobre el tema principal, ejerciendo numerosos contrapuntos entre
los diferentes grupos. Prosigue con una Serenata
donde la flauta y el oboe ejercen un diálogo brillante, mientras que el
contrapunto está dado por el contrabajo solista en pizzicato –equivalente a la percusión- y el segundo contrabajo, en
continuo junto a los cellos. Seguidamente, el 3° movimiento se divide en tres: Scherzino- Allegretto- Andantino, de
carácter jovial y alegre. Le sigue una Tarantella
vibrante y una Toccata, para
luego desembocar en una Gavota (con due
variazioni) a cargo del trombón y el contrabajo –extraordinaria labor de
Matías Bisulca y Javier Dragún, respectivamente-.En los dos últimos movimientos
(Vivo/ Menuetto- Allegro finale), los
instrumentos de viento juegan un rol fundamental –muy buenas actuaciones de
Fernando Chiappero (corno), Gabriel
La Rocca (fagot) y Fernando Ciancio (trompeta)- para plegarse a las cuerdas,
las maderas y el resto de la orquesta hacia el final, que sonó muy bien
ajustada y afiatada. Prueba de ello
fueron los numerosos aplausos por parte del público.
Sin lugar a dudas, la Filarmónica
está ofreciendo una muy buena temporada en el año de su 75° aniversario, con un
repertorio muy bien seleccionado -acorde al contexto de pandemia-, con
participación de solistas locales de gran jerarquía y fama internacional. Parafraseando
la canción de José Ángel Trelles, eso se llama calidad.
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