LISA Y LLANAMENTE UN
FIASCO
Teatro
Colón, temporada 2023. Ciclo Colón en la Ciudad: “Resurrección” Puesta en
escena de Romeo Castelucci con Escenografía, Vestuario e Iluminación de su
autoría tomando como soporte la Sinfonía Nº 2 en Do menor “Resurrección” de
Gustav Mahler. Intérpretes: Jaquelina Livieri (Soprano), Guadalupe Barrientos (Mezzosoprano),
Grupo Vocal de Difusión, Director: Mariano Moruja. Actores: Danae Cisneros,
Enzo Lucino, Soledad García y Wenceslao Tejerina. Grupo de Figurantes. Dramaturgia:
Piersandra Di Matteo. Dirección Musical: Charles Dutoit. Predio Ferial de
Palermo de la Sociedad Rural Argentina (Pabellón Ocre) ,presentación del 08/03/23,
formando parte del ciclo “Divina Italia”
NUESTRA OPINION: REGULAR.
Más allá de
todos los comentarios que se hallan en el programa de mano que entregó el
Teatro Colón, en el que explican el porqué de este espectáculo, lo cierto es
que Romeo Castelucci desperdició una formidable oportunidad de escenificar este
verdadero monumento a la música compuesto por un por entonces joven Gustav
Mahler, si tan solo se ceñía al programa original que el mismo compositor
escribió en ocasión de su estreno y, más aún, si también se hubiese inspirado en
los textos tanto de Armin y Brentano en “Luz Primigenia” (Cuarto Movimiento)
como de Klopstrock (Reforzado con agregados del propio Mahler) en el coral
final de “Resurrección” que le da el título a este monumental trabajo. En su
lugar, luego de oscurecerse el Pabellón Ocre del predio de la Rural de Palermo,
ámbito seleccionado por el Colón para esta realización en colaboración con la
Embajada de Italia en Argentina y el Instituto Italiano de Cultura dentro del
ciclo denominado “Divina Italia”, un audio de canto de pájaros se apodera del
espacio, un caballo aparece llevado por su dueña pastoreando sobre el terreno
hasta que encuentran restos humanos emergiendo de la tierra. Llamado de
emergencia y en lugar de autoridades de seguridad, la presencia directa de los
equipos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, encargados
de descubrir una fosa común en medio del campo como ocultamiento de las
barbaridades de la Guerra. Excavaciones, exhumaciones que comienzan a revelar
la magnitud de lo que se ha encontrado. Si esto hubiese ocurrido dentro del
marco del primer movimiento, que es una marcha fúnebre en la que el compositor
expresa despedir a un héroe, la escena encajaría perfectamente. Ahora bien si
observamos que en el transcurso del segundo movimiento, en el que Mahler indica
que recuerda los momentos de felicidad de ese héroe que ahora no está la acción
de exhumación continúa, al igual que en el tercero que simboliza el desencanto
de la mano del sarcasmo, en donde para ello recurre a una reelaboración de su
lied “El Sermón de San Antonio a los Peces” del mismo ciclo de Armin y Brentano
en el que se apoya para su cuarto movimiento, vemos que música y acción van por
caminos separados, incluso ante el potente y desesperado pasaje final de este
fragmento. Al inicio del Cuarto Movimiento (Conformado por el Lied “Luz
Primigenia”), se congela la acción con todos los actores y figurantes
observando los restos recuperados y dio la impresión que a partir de ese momento
en donde la música es reflexiva, la escena iría en la misma dirección. No fue así,
ya que la acción escénica se retoma y continuaban las exhumaciones y otro tanto
en el quinto, en donde Mahler simboliza con su música un juicio final en el que
todos emergen, pero vivos, de sus sepulturas para dirigirse hacia donde Dios
emitirá su sentencia. Una presencia se rescata y la de una integrante de esa Organización
que evidentemente está buscando a algún ser querido con la certeza de que sus
restos están allí y desesperadamente escarba con sus manos sin hallarlo y es
contenida por un compañero que la disuade de continuar muy a pesar de ella. Los
cuerpos son colocados en bolsas de morgue y cargados en los vehículos, los responsables
se abrazan por el éxito de la misión y parten, tras lo cual y ya promediando
desde la orquesta la parte final vocal y coral, una suave lluvia cae en ese
campo borrando todo vestigio de horror y con un leve aumento de la luz queda
expuesta la simbología de que esa lluvia traerá de la mano el inicio de un
nuevo tiempo, recién ahí es donde música e imagen convergen en una misma idea, llegando
juntos al final.
Como podrán
observar luego de todo lo que he expuesto, Romeo Castelucci cuenta una historia
llamándola “Resurrección” sirviéndose de la música de Mahler pero muy lejos de
todo lo que el compositor expresó en su partitura. La escena muy oscura, y la
reiteración de la acción de exhumación de cadáveres durante aproximadamente
cincuenta de los setenta minutos que dura la obra, da la pauta exacta de la pobreza
de ideas para armar este espectáculo, que podría haber tenido danza, mayor
movimiento escénico y no caer en el tedio. Sumado a ello, el hecho de haberse
realizado con una deficiente amplificación, en donde todos los detalles de
orquestación que Mahler incluye en su frondosa partitura quedan reducidos a la
mínima e imperceptible expresión, debiendo prescindirse entre otras cosas de
las bandas fuera de escena que le dan fundamental sustento al último movimiento
(justamente es el llamado al Juicio Final), por lo que el espectáculo se volvió
tedioso, difícil de sobrellevar para los espectadores, los que estaban ubicados
en sillas plegables muy incómodas ubicadas en una tribuna tubular en la que
algunos de sus tablones estaban muy mal asegurados con el consiguiente riesgo
de accidentes, por lo que no fue de extrañar de que algunos de ellos
emprendieran la retirada bastante antes del final hastiados y fastidiados de
presenciar todo esto.
El final mostró un leve y respetuoso aplauso a
los actores y figurantes en el escenario y una efusiva recepción a las solistas
y al Maestro Dutoit, quienes saludaron desde una posición elevada en el
improvisado foso orquestal. Ni bien ellos se retiraron de ahí, cesaron
automáticamente los aplausos y rápidamente el público inició la retirada.
Musicalmente hablando y a pesar de la magra
amplificación, el Maestro Dutoit estuvo
a la altura de la obra y supo disimular muy bien todo aquello que no pudo
percibirse o que se perdió como resultado de la puesta en escena. Contó con una
buena Guadalupe Barrientos en sus intervenciones sumada a la estupenda
participación de Jaquelina Livieri, cada vez más asentada en el repertorio del Lied.
En cuanto al Grupo Vocal de Difusión que lidera Mariano Moruja, estuvo muy
correcto en su intervención. Me permito recordar que todos los años ofrece un
ciclo de conciertos muy cerca de la Rural en la Parroquia San Ildefonso y muchos
de sus integrantes han trabajado para el Teatro Colón dentro de sus
programaciones y en otros ámbitos como los de la música contemporánea o en el
mismo CETC del Teatro por lo que rechazo terminantemente que se diga que se
trata de un coro no profesional.
Para llegar a este espectáculo se movilizó
una cantidad muy importante de tierra, más detalles de iluminación vehículos,
animal, actores, figurantes y hasta un coro que no es el del Teatro. Se lo
quiso presentar como apertura de la temporada cuando ya la Orquesta Estable
retornó en Parque Centenario y la ópera lo hará la próxima semana. Demasiada
inversión para algo que debió haberse hecho dentro de los conciertos en la sala
y testimoniar con una “Resurrección” en serio el homenaje a los cuarenta años
del retorno a la normalidad democrática. Recordemos que para llegar hace
cuarenta años atrás pasamos por atrocidades más graves e inhumanas de las que
aquí se narra. El resultado de esto: Un verdadero fiasco.
Donato Decina
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