sábado, 18 de agosto de 2018

Emocionante despedida de Karina Olmedo y Alejandro Parente en el escenario del Colón CON ACENTRO AUSTROHÚNGARO Y TALENTO ARGENTINO AL POR DOQUIER Martha CORA ELISEHT Entre los días 2 al 8 del corriente tuvo lugar la representación de “LA VIUDA ALEGRE” de Franz Léhar a cargo del Ballet Estable del Teatro Colón, dirigido por Paloma Herrera, en versión coreográfica del británico Ronald Hynd. Manuel Coves dirigió la Orquesta Estable de dicho organismo, mientras que la escenografía y vestuario correspondieron a Desmond Heely, ya que se trató de una producción del Joburg Ballet de Johannesburgo (Sudáfrica). Los roles principales fueron interpretados por los siguientes solistas: Marianela Núñez/ Karina Olmedo/ Macarena Giménez/ Ayelén Sánchez (Hanna Glawari, la viuda); Alejandro Parente/ Juan Pablo Ledo/ Federico Fernández/ Maximiliano Iglesias (Conde Danilo); Carla Vincelli/ Camila Bocca/ Natalia Pelayo (Valencienne); Edgardo Trabalón/ Maximiliano Iglesias/ Facundo Luqui (Camille de Rossillón); Néstor Aseff/ Igor Gopkalo (Barón Zeta); Julián Galván (Njegus), mientras que los roles de los secretarios Kromov y Prititch fueron interpretados por Facundo Luqui/ Jiva Velázquez y Alejo Cano Maldo- nado/ David Juárez, respectivamente. La versión coreográfica de la tradicional opereta de Léhar fue compuesta en 1973, a pedido de Robert Helpmann- en aquel entonces, Director del Australian Ballet-, quien había quedado muy impresionado por un trabajo coreográfico anterior de Hynd- El Minotauro- y le solicitó realizar una coreografía sobre el argumento de dicha opereta. La respuesta de Hynd no se hizo esperar. Ambientada en la París de la Bélle Époque, se le agregan a las tradicionales melodías gallops, can-can y trozos de comedia musical. El resultado es una versión espléndida, donde el consabido Vals y el aria de Hanna Glawari alcanzan su máximo esplendor; sobre todo, en la escena donde la primera bailarina figura vestida de aldeana, evocando el pasado romance que Hanna y Danilo habían tenido muchos años atrás, cuando ambos deben separarse por oposición de la familia de este último, que jamás consentirá que su hijo se case con una plebeya. Tras haber enviudado joven y poseer una cuantiosa fortuna, todos harán lo imposible para que Hanna se case con Danilo y así poder salvar al ducado de Pontevedro de la bancarrota. Naturalmente, se suscitan muchos malentendidos entre parejas y amantes, pero finalmente, todo termina bien y el ducado sale de su delicada situación económica. En la presente versión, independientemente del regreso a nuestro país de Marianela Núñez- Primera Bailarina del Royal Ballet de Londres-, tuvieron lugar las despedidas de dos de los mejores Primeros Bailarines del Colón: Karina Olmedo y Alejandro Parente. En el primer caso, por cumplir con la edad y para poder concretar nuevos proyectos, y en el segundo, para acompañar definitivamente a su pareja- Marianela Núñez- en la vida real. Afortunadamente, esta cronista pudo estar en ambas funciones de despedida. A los 47 años, Karina Olmedo no sólo demostró por qué ha sido la Primera Bailarina del Colón durante tantos años, sino que, además, su técnica y su cambré son perfectos. Su interpretación de Hanna junto a Juan Pablo Ledo- excelente en el rol de conde borracho, con unas piruetas increíbles y un magnífico solage en el 3° Acto de la obra- ha sido llena de gracia, frescura, versatilidad escénica y elegancia, con excelentes developées y arabesques. Y se lució no sólo en los Valses, sino también en la Czarda del 3° Acto, junto a William Malpezzi- una verdadera revelación- . En la misma función, Carla Vincelli interpretó una impecable y exquisita Valenciénne junto a Edgardo Trabalón, quien se destacó en el rol de Camille. Unido esto a un magnífico vestuario y a una espectacular escenografía, la presente versión fue un deleite para todos los sentidos. Manuel Coves dirigió espléndidamente a la Estable y la sincronización en las escenas de conjunto fue magnífica. Tanto en el gölök como en la Czarda – a cargo de los varones y las mujeres, respectivamente-, el Ballet Estable demostró ser un conjunto que funciona como un único cuerpo arriba del escenario. Al caer el telón, el público aplaudió calurosamente a todo el conjunto, y la ovación fue total cuando Karina Olmedo apareció saludando a su público en su función de despedida. No sólo se repartieron los consabidos ramos de flores, sino que, además, se presentó en el escenario la Directora General del Teatro- María Victoria Alcaraz- en compañía de la hija de la bailarina. Y ahí tuvo lugar el momento más emotivo de la noche, cuando Nahuel Prozzi- su pareja en la vida real- salió de la fila y la besó apasionadamente en los labios, manifestándole su amor y su apoyo incondicionales en presencia de la hija de ambos. Naturalmente, el público deliró en aplausos, que siguieron en el escenario, una vez ya desalojada la sala. Alejandro Parente no sólo es un gran bailarín, sino también un excelente actor. Desde el comienzo de la obra, cuando el Conde Danilo se presenta totalmente borracho ante el Barón Zeta, el intérprete tiene una pirueta y un truco difíciles de lograr. Si a eso se le suma que también debe crear el efecto de cierta pérdida del equilibrio ocasionada por el alcohol, más todavía. Desde ya que los sorteó perfectamente y fue ampliamente aplaudido. Cuando se produce la entrada de la viuda Hanna en el 2° Acto, Marianela Núñez impuso su presencia y su prestancia sobre el escenario que la vio nacer como artista. Dueña de una disciplina ejemplar, una técnica perfecta y una personalidad escénica avasallante, se lució en todo momento. Esto se hizo aún más evidente en la escena que evoca su juventud, cuando aparece vestida de aldeana y le entrega a Danilo el pañuelo rojo. Sus developées, panchés y arabesques fueron de una perfección absoluta, al igual que su participación en la Czarda junto a Jiva Velázquez- que interpretó un soberbio gölök- . Por supuesto que Parente redobló la apuesta en el solage del 3° Acto y se produjo una auténtica ovación. Muy buenas las actuaciones de Camila Bocca y Maximiliano Iglesias como Valenciénne y Camille. Y, al final, cuando la pareja protagónica queda sola sobre el escenario y culmina la obra con el consabido vals, no sólo fue un derroche de placer visual, sino también del amor y el respeto que ambos se profesan mutuamente. Y, como todo grande, se retiró ovacionado por su público. Tampoco faltaron los ramos de flores y la lluvia de pétalos, pero además, Enrique Diemecke- Director Artístico- y Paloma Herrera se acercaron al escenario para abrazarlo y rendirle homenaje, al igual que María Victoria Alcaraz y su hija. De esta manera, el Colón rindió un merecido homenaje a dos grandes figuras de la danza nacional que hicieron toda su carrera en el mismo. Egresaron de las filas del Instituto Superior de Arte, fueron integrantes del Ballet Estable y, posteriormente, suplentes de solista, solistas hasta alcanzar el rango de Primeros Bailarines, con sus cargos ganados por concurso. Y… ¿quién dice que, algún día, no puedan llegar a ser Directores del Ballet Estable?... Todo puede ser. El talento argentino brilla por doquier y se exporta al exterior.

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