domingo, 3 de noviembre de 2019

Excelente versión de la Sinfonía Fantástica de Berlioz a cargo de la Filarmónica

REGRESO CON GLORIA
Martha CORA ELISEHT

            Tras haberse presentado en diferentes salas de concierto de Buenos Aires (Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner, Usina del Arte), la Orquesta Filarmónica volvió a su escenario habitual en el Teatro Colón el pasado 31 de Octubre para continuar sus presentaciones dentro del Ciclo de Abono,  bajo la dirección de Enrique Arturo Diemecke y con la participación de las pianistas francesas Katia y Marielle Labèque con un repertorio integrado exclusivamente por autores galos: la Obertura de Orfeo en los Infiernos de Jacques Offenbach (1819-1880), el Concierto para dos pianos y orquesta en Re menor de Francis Poulenc (1899-1963) y la Sinfonía Fantástica, Op.14 de Héctor Berlioz (1803-1869).
            Es la tercera vez durante el transcurso del corriente año que este organismo sinfónico interpreta la mencionada obertura de Offenbach (en reemplazo de la obertura de La Belle Helêne, anunciada originalmente en el programa), con motivo del 200° aniversario del fallecimiento de dicho compositor. Por ende, es una obra que la Filarmónica tiene bien incorporada dentro de su repertorio. En esta versión, contó con muy buena interpretación de los siguientes instrumentistas solistas: Mariano Rey (clarinete), Natalia Silippo (oboe), Pablo Saraví (violín) y José Araujo (cello).  Seguidamente, la orquesta ofreció una versión magnífica del Concierto para dos pianos y orquesta en Re menor de Poulenc. Compuesto en 1932, toma como referencia a Mozart, aunque también alude a varios compositores (Cilea, Débussy, Ravel, Prokofiev, Stravinsky y Nielsen, entre otros), hilvanándolos como si fuera un collar de cuentas musical dentro de una línea armónica romántica y expresionista a su vez, con un sello personal de sutileza y pasión. Las hermanas Labèque son dos pianistas excepcionales: mientras que Katia posee una potente pulsación y técnica perfecta, Marielle encarna la ductilidad y la sutileza interpretativa. Independientemente de poseer una conexión especial por el hecho de ser hermanas, ambas forman un dúo perfecto y resaltan esa particular conexión por medio de la música. Esas dos cualidades anteriormente mencionadas características de la música de Poulenc encontraron en ellas a las intérpretes ideales. La orquesta sonó perfectamente en diálogo con las solistas y en el 2° movimiento (Larghetto) hubo un muy buen efecto de disonancia brindado por los cellos y las maderas previamente a la entrada de los dos pianos. Naturalmente, el público argentino las ovacionó. Y demostraron su generosidad ofreciendo un bis: “Le jardín féerique” de “Ma Mère l’Oye” (Mi madre la Oca), de Maurice Ravel en piano a cuatro manos. Su interpretación fue exquisita, resaltando los matices sutiles característicos de la música del gran exponente del impresionismo francés. Y se retiraron en medio de numerosos aplausos.
            Para conmemorar el 150° aniversario del fallecimiento de Héctor Berlioz, la Filarmónica decidió interpretar la más conocida de sus obras: la Sinfonía Fantástica (Escenas de la vida de un artista) Op. 14, compuesta  en 1830 y que marca el comienzo del romanticismo francés. Berlioz tuvo una obsesión amorosa con la actriz inglesa Harriett Smithson, quien le sirvió como musa inspiradora para componer su sinfonía. Los cinco movimientos que integran la misma (Sueños- Pasiones/ Un baile/ Escena campestre/ Marcha al cadalso/ Canción de una noche de aquelarre) se encuentran unidos mediante un motivo conductor (leitmotiv) a cargo de la flauta, el clarinete y el fagot evocando a la amada (idée fixe/ idea fija) y que se repiten en toda la obra. El artista se halla tan obsesionado, que la ve en todas partes: en sueños, en un baile, mientras dos pastores arrean su ganado –magnífica interpretación del corno inglés y del oboe fuera de escena-  e incluso, durante una pesadilla –producto de una alucinación causada por fumar opio- , creyendo haberla asesinado y marchando al cadalso como consecuencia de su crimen. Finalmente, en su delirio, el artista vive una noche de horror rodeado por brujas, monstruos y otros seres extraños, entre los cuales, también se encuentra la amada. La ronda infernal conduce a un Dies Irae, donde se entremezclan las notas y la visión espectral concluye. Representa un excelente ejemplo de música descriptiva y Berlioz utiliza un sinnúmero de efectos sonoros. El 1° movimiento inicia en Do menor y posteriormente, pasa a Do mayor, siguiendo la clásica forma de sonata, pero presentando los temas de la manera más simple posible. Al respecto, Berlioz rechazó escribir las melodías en forma simétrica –características de esa época- para brindar mayor intensidad a la melodía. El 2° movimiento arranca con una atmósfera misteriosa, seguida por el solo de las dos arpas y el vals en 3/8, donde la idea fija es transformada. En el 3° movimiento, tras la entrada del corno inglés y el oboe fuera de escena –que representa el diálogo entre los pastores, en un Adagio lento, en 6/8-, el tema principal aparece en flauta y violines. Fueron muy merecidas y destacadas las actuaciones de Natalia Silippo (oboe), Gabriel De Simone (flauta) y Paula Llan (corno inglés) y la excelente labor de los percusionistas en el doble juego de timbales en diálogo con el corno inglés al final del mismo. Por su parte, la orquesta logró durante toda la obra un perfecto y excelente equilibrio sonoro, respetando los tempi, sin caer en excesos. Esto fue aún más notorio en el 4° y 5° movimientos, donde hay tutti orquestales que ilustran la idea fija durante la Marcha al cadalso y la Noche de aquelarre. Asimismo, fue excelente el dúo de tubas formado por Richard Alonso Díaz y Pedro Pulzován –contratado especialmente para esta ocasión- del 5° movimiento (tema que luego tomarán Rimsky- Korsakov en La Gran Pascua Rusa y Sergei Rachmaninov en una de las variaciones de la Rapsodia sobre un tema de Paganini) que marca el Dies Irae y la Ronda de Sabbat – iniciado por las cuerdas, con síncopas en los metales-. Estos dos temas se alternan hasta el final, donde la melodía sombría del Dies Irae se combina con la salvaje fuga de la Ronda de Sabbat. El aplauso del público fue unánime ante una versión de alta jerarquía interpretativa y gran sonoridad.
            Hacía tiempo que quien escribe no escuchaba una versión tan espléndida de la mencionada sinfonía a cargo de la Filarmónica (la última, hacia 1989, bajo la magistral dirección de Rafael Frühbeck de Burgos, sin desmerecer la soberbia interpretación de Serge Baudó, en la década del ’80). No obstante, hay que recordar que esta misma obra fue interpretada durante el transcurso del corriente año tres veces en la misma sala: por Simon  Rattle, Zubin Mehta y la actual. Por lo tanto, una considera que para brindar un homenaje  hay que variar el repertorio,  ya que Berlioz ha compuesto obras bellísimas, como su Sinfonía “Romeo y Julieta”,  Años de Peregrinaje, Haroldo en Italia  o la Gran Sinfonía Fúnebre y Triunfal. Con excepción de La Condenación de Fausto –también interpretada por la Filarmónica durante el transcurso del corriente año- , ninguna se representa asiduamente.  Y en el caso de Offenbach, sucede exactamente lo mismo. Cuando el repertorio se repite tan frecuentemente, suena trillado y remanido. Por ende, una orquesta se enriquece cuando amplía su repertorio y ofrece auténticas gemas. Y si suena como esta última vez, alcanzará la excelencia

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