Cierre del Ciclo de Abono de la Filarmónica en el
Colón
FINAL DE CICLO CON UN
GRAN PIANISTA
Martha CORA ELISEHT
El año llega a su fin y el Ciclo de
Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, también. Y
lo hizo de la mano de Enrique Arturo Diemecke –Director Titular de la
agrupación- el pasado jueves 5 del corriente, con la participación del pianista
francés David Fray –quien reemplazó en último momento a su compatriota Helène
Grimaud- en un programa dedicado íntegramente a Maurice Ravel (1875-1937), que
comprendió las siguientes obras: el Concierto
en Sol mayor para piano y orquesta y Daphnis
et Chloé (Sinfonía coreográfica en tres partes) sin acompañamiento de coro.
La maravillosa y exquisita música de
este gran compositor galo encontró en David Fray a un intérprete ideal para la
ejecución de su célebre Concierto en Sol
mayor. Compuesto en 1931 luego de su único viaje por Estados Unidos, es una
obra que posee ribetes de jazz en su primero y tercer movimientos (Allegramente/ Adagio assai/ Presto), mientras
que el segundo posee una de las frases más largas para piano (36 compases,
cuando la mayoría tiene sólo 8). Por dicho motivo, es uno de los más difíciles
de ejecutar, ya que el solista debe mantener el fraseo. Sin embargo, sucedió
todo lo contrario con David Fray, quien no sólo demostró poseer una pulsación
magistral y una digitación sumamente veloz, sino además, un fraseo espléndido y
una técnica perfecta. Es uno de los pianistas más renombrados de la géneration dorée francesa, famoso
internacionalmente por sus interpretaciones de Bach y Pierre Boulez y se presenta regularmente en las salas de
conciertos más prestigiosas del mundo. Por su parte, la Filarmónica acompañó
perfectamente al solista, logrando un equilibrio sonoro perfecto. Una de las
mejores versiones que una pudo apreciar de este famoso concierto y tras los
numerosos aplausos, Fray ejecutó una de las variaciones de El Clave bien Atemperado de Johann Sebastian Bach con calidez,
maestría, precisión y sutileza. Y se retiró ovacionado.
A continuación, Diemecke tomó el
micrófono no sólo para agradecer el acompañamiento del público y presentar la
obra, sino también para despedirse hasta el año próximo. Para ello, utilizó la
versión original de Daphnis et Chloé, definida
por el mismo Ravel como una “Sinfonía
coreográfica en tres partes”. Fue concebida como un ballet en París sobre
el mito griego de Daphnis y Chloé para la célebre compañía de Les Ballets Russes de Sergei Diaghilev y
Michel Fokine y se estrenó en 1912, dos años antes de El Pájaro de Fuego de Stravinsky y un año después de La Consagración de la Primavera del
mismo compositor. En la primera parte, los pastores adoran a las ninfas
mientras las pastoras seducen a Daphnis. En
represalia, su amada Chloé seduce a Dorcon. Los dos varones compiten en un concurso de baile del cual, Daphnis sale triunfante. Mientras la
pastora Lyceión seduce a Daphnis con un baile, Chloé es secuestrada y raptada por los
piratas. Daphnis corre a rescatarla,
pero llega demasiado tarde y las ninfas envían al dios Pan para hallarla mientras consuelan a Daphnis. En la segunda parte, los piratas demuestran sus destrezas
como púgiles hasta agotarse. Su líder le ordena a Chloé que baile para él y ella aprovecha la oportunidad para
escapar. Llega el dios Pan y logra
rescatarla. En la tercera parte, se produce el reencuentro entre los
protagonistas, que manifiestan mutuamente su amor al amanecer. (Inicio de la célebre Suite n° 2, que es la más representada
en todas las salas de conciertos). A medida que crece la pasión entre ambos,
los pastores, las ninfas y otros seres mitológicos se reúnen en una Bacanal electrizante, que pone final a
la obra. Puede representarse o no con coro –donde sólo se vocalizan las letras A- O-E y Ravel cumple con el precepto
wagneriano por el cual, la voz es un instrumento más-. En este caso, se lo hizo
sin coro, lo que obligó a multiplicar el número total de instrumentos para
lograr un mayor efecto sonoro y una mayor amplitud. Todos y cada uno de los
solistas de la Filarmónica se lucieron en sus respectivas partes: por ende,
sería muy injusto mencionar a unos y no a otros, ya que todos aportaron su
granito de arena para lograr un sonido perfecto y equilibrado. Y a pesar de ser
una obra con un cromatismo abundante, riquísima en matices, con una poderosa
orquestación donde se lucen prácticamente todos los instrumentos, y muy
especialmente, los de percusión –inclusive, el eolífono-, Diemecke ofreció una
versión equilibrada en cuanto a su musicalidad y sonoridad, pero que careció
del brillo habitual que la misma requiere. Sonó muy correcta y compacta, pero
le faltó intensidad sonora. Podría decirse que careció de la vibración y el
tono electrizante característicos de la misma y que quizás, se apoyó mucho en
los solistas instrumentales.
Al realizar un balance del actual
Ciclo de Conciertos, la Filarmónica ha tenido actuaciones muy destacadas, con
solistas y directores de gran prestigio, con obras del repertorio clásico y
varios estrenos. En líneas generales, ha sido una muy buena temporada y quizás,
faltaría variar algo más el repertorio. Si se lograra, se tendría un final de
ciclo aún más brillante.
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