UN CIERRE ACORDE AL
IMPONENTE AÑO
Orquesta
Sinfónica Nacional, temporada 2019, Director: Andrés Tolcachir. Solistas: Ana Moraitis
(Soprano), Mónica Ferracani (Soprano), Laura Domínguez (Mezzosoprano), Enrique
Folger (Tenor), Mario de Salvo (Bajo), Coro Polifónico Nacional de Ciegos “Carlos
Roberto Larímbe”, Director: Osvaldo Manzanelli. Programa: Obras de Gerszenzon y Beethoven. Centro Cultural
Kirchner-Auditorio Nacional, 18 de Diciembre de 2019.
NUESTRA OPINION: MUY BUENO.
Y llegamos a otro de los finales de ciclo de
este muy intenso 2019. En este caso el fin de temporada de la Orquesta
Sinfónica Nacional en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner
(ya los carteles indicadores están colocados
con la reposición de su nombre original completo). Hay cambios notorios dentro
del marco del edificio. La vuelta al uso de la puerta giratoria central, el
levantamiento de las vallas de seguridad en sus veredas, escaleras mecánicas que se han reparado, el mantenimiento
de la refrigeración que ya se siente desde antes de trasponer el umbral de la puerta
principal. Aun no retornaron los programas de mano. De todas formas pedir eso a
tan solo 8 días del inicio de la nueva gestión nacional que trajo además el
pase de la órbita de Medios públicos a Ministerio de Cultura (lo que desde su
inauguración en 2015 debió haber sido así) es un verdadero despropósito.
Es también entendible el hecho de que en esta
ocasión no se hayan leído las habituales comunicaciones al público que desde
hace dos temporadas a esta parte venían realizando los delegados y miembros de
la Orquesta acerca de la situación que este organismo vive. Tendrán que
sentarse a dialogar con los miembros que el Ministerio de Cultura designe y ver
si por fin los reclamos de larga data son satisfechos.
Pasando entonces a lo estrictamente musical,
el concierto redondeó un año verdaderamente increíble para la Sinfónica
Nacional. Un año en el que a pesar de sobrellevar enormes dificultades por
temas de jubilaciones de sus miembros, éxodo de otros en busca de mejores
condiciones económicas y laborales y sub-ejecución presupuestaria, sirvió para
afrontar enormes desafíos, muchos de los cuales fueron cubiertos por esta
página en la que crónica a crónica pudieron percibir de la entrega total de los
integrantes, de músicos que vinieron a reemplazar a los que emigraron, algunos
de ellos ganadores de concurso y no titularizados, que se entregaron desde el vamos
a la par de los titulares y que entre todos lograran mantener bien en alto el
nivel de la primera orquesta del País. Y en esta velada de cierre no hubo excepción
alguna.
El concierto, confiado a Andres Tolcahir,
titular de la Orquesta Sinfónica de los Neuquinos, se inició con la
interpretación de “Arena entre la Carne y el Hueso” de Andrés Gerszenson, de
quien ya este año apreciamos su musicalización de “Cinco Poemas” de Oliverio
Girondo con la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juán de Dios Filiberto”
dirigida por Natalia Salinas de lo que me referí ampliamente en esta página. En
este caso, es una obra compuesta a partir de un fragmento de la pieza teatral
homónima de Bea Ordaz. A pesar de la ya referida ausencia de programas de mano,
tuve oportunidad de conversar brevemente a la salida con la propia dramaturga.
El texto conlleva una muy fuerte carga dramática. Es una catarsis que realiza la
protagonista de la obra quien necesita
reencontrarse con su padre. La
ausencia, los desencuentros, los remordimientos y la figura del llamar a su
puerta y que el padre no responda. Quizás es por eso el hecho que la voz
solista de soprano debió ser amplificada debido a que si bien el orgánico
orquestal no es muy numeroso, la potencia que emana del discurso orquestal en
los instantes de mayor carga dramática cubrirían totalmente a la voz, quien
debe cantar y declamar. Es interesante el enfoque que Gerszenson tiene para la
percusión en esta obra. Además de un Piano que debe ser trabajado desde su
encordado hay marimba, mlockenspiel, tumbadora, bongó, gong, timbales, bombo y
hasta un pequeño chin-chin accionado con palillo en el final, todo este
dispositivo junto a los bronces hace que desde allí emerja la fuerza del
discurso en los momentos más tensos del texto. Sin dudas es uno de los mejores
trabajos del compositor y la labor de Ana Moraitis como solista fue descollante.
Tolcahir desarrolló un inmenso trabajo junto a la Sinfónica. Ataques precisos,
discurso sostenido, cuidado de todos los planos sonoros, sabiendo cuidar además
el rol de la solista vocal.
La obra de fondo marcó para la Sinfónica el
ingreso en el Proyecto Internacional Beethoven. Se trató de la lamentablemente
poco frecuentada Misa en Do mayor, Op. 86 , compuesta en 1807 para el príncipe
de Esterhazy. Obra estructurada de acuerdo con el rito católico se divide en:
Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Benedictus y Agnus Dei. Fueron solistas: Mónica
Ferracani, Laura Domínguez, Enrique Folger, Mario de Salvo y se contó además con
el concurso del Coro Polifónico Nacional de Ciegos “Carlos Roberto Larímbe” con
la guía de su titular, Osvaldo Manzanelli.
Obra de magnificencia con momentos de brillo
y otros de gran sutileza, marca el derrotero que el compositor trazó entre su
sinfonía Nº 3, op. 55 “Heróica” y las nºs. 7, op. 92 y 8, op. 93. Es decir, un
amplio y desarrollado discurso orquestal, momentos de intensidad y otros
pasajes muy reconcentrados. Tolcachir supo marcar a la perfección todos estos
detalles, extrajo lo mejor de los solistas
y tuvo comunicación con el Polifónico de Ciegos, más allá de algunas pequeñas
entradas a destiempo. Es colosal la labor que Osvaldo Manzanelli desarrolla con
este organismo y conmueve la entrega de sus integrantes, los que a partir de
sus dificultades se sobreponen y se entregan de modo total para lograr estas
sobresalientes actuaciones. Su emisión es homogénea y el trabajo de todos los
detalles fue perfecto. En cuanto a los solistas, Mónica Ferracani cantó con la
categoría con que se la reconoce, Laura Domínguez mostró aristas muy
interesantes tanto en su expresividad como en línea de canto. Decir Enrique
Folger es decir garantía de calidad. Actuó con absoluta generosidad de medios y
Mario de Salvo con su acostumbrada
solidez.
Que a pesar de lo expuesto líneas arriba se
hayan interpretado obras formidables como la cantata “Nagasaki” de Schnittke,
la Séxta de Mahler, el Concierto para mano izquierda de Ravel, “Orion” de Karia
Saarihaho, presentaciones de Ntros. mejores jóvenes directores (Salinas, Chiacchiarini,
Boggiano), junto a consagrados (Vieu y su inolvidable versión de las “Cuatro Piezas
Sacras” de Verdi). Extranjeros rutilantes (Lano y su espectacular 8vª de
Shostakovich), dan por resultado que con total justicia se haya hecho acreedora
del Konex de Platino a la mejor Orquesta de la década. Y lo es. Por un nuevo
año con mayor tranquilidad, presupuesto y conflictos que al menos ya estén en
vías de definitiva resolución.
Donato Decina
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