martes, 28 de julio de 2020


Grandiosa transmisión por streaming de “LUCIA DI LAMERMOOR” desde el Met

DEL AMOR AL ODIO, LA RIVALIDAD Y LA LOCURA
Martha CORA ELISEHT

            De no haberse cancelado la Temporada Lírica en el Teatro Colón con motivo de la pandemia mundial de coronavirus, durante este año se hubiera representado “LUCIA DI LAMERMOOR” de Gaetano Donizetti (1797-1848). Al no poder disfrutarla en vivo y en directo, quien escribe decidió mirar una representación de la mencionada ópera por streaming ofrecida por el Metropolitan Opera House de New York en el día de la fecha, que data del 2011 y que contó con el siguiente elenco: Nathalie Dessay (Lucía), Joseph Calleja (Edgardo), Ludovic Tézier (Enrico), Kwangchul Yoon (Ramiro), Theodora Hanslowe (Alisa), Philip Webb (Normanno) y Matthew Plenk (Arturo), con  Patrick Summers en el podio y Donald Palumbo a cargo de la dirección del Coro de la institución. Contó con puesta en escena de Mary Zimmermann, escenografía de Daniel Ostling, vestuario de Mara Blumenfeld, iluminación de T.J. Cerckens y coreografía de Daniel Pelzig, mientras que Renée Flemming actuó como presentadora.
            Esta gran ópera dramática integra el repertorio de los principales teatros líricos del mundo y junto a “L’ELISIR D’AMORE” son las más representadas de toda la obra del gran compositor bergamasco. Se estrenó en el Teatro San Carlo de Nápoles en 1835, con libreto de Salvatore Cammarano basado sobre la novela homónima de Sir Walter Scott (La Novia de Lamermoor), donde Lucy Ashton se ve atrapada entre el amor que siente por un descendiente de los Ravenwood –acérrimos enemigos de su familia- y salvar a su familia de la ruina mediante un casamiento forzoso. La fragilidad mental de la protagonista le lleva a la locura como la única forma de poder salir de semejante disyuntiva. Y en el caso de la ópera, la celebérrima Escena de la locura no sólo es el aria más famosa de la misma, sino también un desafío vocal y actoral para cualquier soprano ligera. Tanto María Callas como Joan Sutherland,  Mady Mesplé y Lily Pons la incluyeron en su repertorio y fueron –entre otras- las máximas referentes de este rol.
            Esta producción contó con una puesta en escena y vestuario de época, ambientados a fines del siglo XIX que se caracterizó por ser sencilla, de buen gusto y que permitió abordar los cambios de escena  dentro de los cuales transcurre el relato en forma  eficaz. La caracterización de los personajes fue soberbia y contó con numerosos figurantes en escena para lograr una producción de alta calidad.  El primer acto se desarrolla íntegramente en el bosque y en la segunda escena, se agrega la fuente a cuyos pies se reúnen secretamente Lucía y Edgardo. Una actriz –caracterizada magistralmente como una visión fantasmal- hace alusión a la madre –muerta-de la protagonista y desaparece en las profundidades de la fuente. En el segundo Acto, el castillo donde viven Lucía y su hermano Enrico aparece sombrío y con los muebles cubiertos, cuyas fundas son retiradas por los figurantes para permitir el cambio de escena hacia el salón donde se celebrará la boda entre Lucía y Arturo. Una habitación prácticamente en penumbras da paso a la primera escena del 3° Acto, donde tiene lugar el desafío entre Edgardo y Enrico. Este último aparece descendiendo de una escalera que posteriormente, se ilumina para dar paso a los novios y el Coro, que festeja antes que Raimundo anuncie la trágica muerte de Arturo a manos de Lucía –quien aparece con su vestido de novia ensangrentado, limpiando la hoja del puñal con el velo- antes de la mencionada Escena de la Locura. Finalmente, mediante dos paneles que simulan una bóveda, la última escena se desarrolla en el cementerio, donde Edgardo espera a su rival. Con la única salvedad que lo que aparece es el cortejo fúnebre que anuncia la muerte de Lucía y la posterior aparición de su espectro, quien ayuda a Edgardo a clavarse el puñal que lo conducirá a la muerte. Este efecto estuvo muy bien logrado y fue aplaudido intensamente al caer el telón al final.
            Tanto la obertura como los preludios orquestales que anuncian el comienzo de cada uno de los tres actos en los cuales se divide la obra fueron magistralmente dirigidos por Patrick Summers, quien hizo mucho hincapié en los pasajes de mayor dramatismo. El bellísimo solo de arpa que introduce a la protagonista estuvo magistralmente ejecutado por Deborah Hoffmann, mientras que el flautista Denis Rourikov se destacó en el solo para dicho instrumento en la Escena de la Locura. Asimismo, el Coro tuvo una destacadísima actuación y brilló desde su aparición en la primera escena del 1° Acto liderado por Normanno (“Percorete le spiaggie vicine”). También se destacó en la segunda escena del 2° Acto y en el 3° Acto (“D’inmenso giubilo”; Notte lamenta”) y en el sepelio de Lucía (“Lucía! Destino orrendo!”). Por otra parte, participaron parejas de bailarines en la escena de la boda al ritmo de polkas y molinos de 4 parejas cada uno, acorde a la elegante coreografía ideada por Daniel Pelzig para esta ocasión. Si bien los roles secundarios son escasos, el tenor Philip Webb brindó un correcto Normanno, luciendo un atuendo típicamente escocés. La mezzosoprano Theodora Hanslowe interpretó una muy buena  Alisa, quien acompaña a Lucía en el 1° y 3° Actos. Pero el tenor Matthew Plenk fue una revelación como Arturo, que brilló al interpretar su aria (“Per te d’inmenso giubilo”).
            El bajo coreano Kwangchul Yoon no sólo es un habitué del Metropolitan, sino también uno de los mejores intérpretes de la actualidad. Brindó un gran Ramiro desde su primer parlamento con  Enrico (“Audir non vo”), consolando a la doliente Lucía en el 2° Acto (“Ah! Cedi! Cedi!..Al ben di’tuoi qual vittima”), separando a Enrico y Edgardo en la escena de la boda (“Pace! Pace!”) y anunciando la tragedia y la locura de Lucía en el 3° Acto (“Ah! Cesate quel contrato”), al igual que la muerte de aquella (“In terra piú non é”). Por su parte, el barítono francés Ludovic Tézier descolló como Enrico desde su aparición en el 1° Acto, cuando se entera del romance entre su hermana y Edgardo (“Cruda funesta smania”) y decide vengarse (“La pietate in suo favore”). Al terminar el aria, el Met estalló en aplausos, al igual que en el dúo con Lucía del 2° Acto (“Perfido amor”… “Si tradimi tu postrai”) y en el magistral sexteto al final del mismo (“Chi mi frena en tal momento”).
            La pareja protagónica merece una mención aparte por el monumental nivel del bel canto y soberbia actuación.  El maltés Joseph Calleja es uno de los mejores tenores de la actualidad, que sobresale por su melódica –y caudalosa- voz, su timbre inconfundible y su espléndida línea de canto y fraseo. Desde su aparición en escena (“Lucía, perdona”… “Sulla tomba che rinsero… Qui si sposa eterna”), sus pianissimi fueron estupendos, logrando un dúo de amor sublime junto a Nathalie Dessay, mientras que su aparición  en el 2° Acto fue descollante (“M’ai tradito… Maladetto sea il instante!”), al igual que en el 3° Acto (“Orrida é questa notte”), para brindar un final de antología al comienzo de la última escena (Tombe degli avi mei… Fra poco a me ricovero”) y cerrar con la cavatina “Tu, che a Dío spiegasti l’ali”. La ovación del público fue total en cada una de sus intervenciones y en el final, al igual que la monumental actuación de Nathalie Dessay como Lucía. La gran soprano francesa descolló desde su primer aria (“Regnava nel silenzio”), caracterizada por su espléndido fraseo, su impecable técnica vocal y los sobreagudos de su voz, que sobresalieron en todo momento –tanto en sus intervenciones solistas como en el mencionado sexteto-. Además de los dúos de amor, fue muy aplaudida la cavatina “Quando rapito in estasi”  y el aria “Soffreva nel pianto”, cuando se siente traicionada ante la carta que le entrega su hermano y al tener que verse casada con un hombre al cual no ama. Y en la Escena de la Locura, tras limpiar el puñal con el velo ensangrentado, lo arroja antes de comenzar “Il dolce suono”… “Spargi d’amaro pianto”. No sólo lo hizo recostada sobre el piso –casi en posición fetal-, sino también rodando por la escalera, rompiendo el velo en pedazos, clamando por el amor de Edgardo hasta el célebre trío junto a Ramiro y Enrico. Tras el mismo, el Met estalló en aplausos y vítores. Sus magníficas dotes actorales hicieron el resto. 
            Hacía mucho tiempo que una no registraba una versión tan bien representada de este gran clásico, que hace las delicias de operómanos de todo el mundo. Una historia que tiene todos los ingredientes que un buen drama necesita: amor, odio, rivalidad, intriga, traición, locura y muerte, pero que además, se conjugan con el bel canto. Por lo tanto, cuando se escucha una versión con intérpretes de eximia calidad, resulta un placer y un auténtico deleite a los ojos y oídos del espectador.   

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